Hace unos meses decidí ponerme a releer Los Libros de Terramar, de Ursula K. Le Guin: los tres que conforman la serie original y el aislado cuarto libro que apareciera veinte años después y en el que se centra este artículo. Habían pasado ya muchos años desde que los leí por primera vez, y Le Guin había logrado dejarme con esta saga una impresión tan buena como para considerarla una de mis escritoras preferidas de fantasía, gracias a su prosa magistral y la excelente manera que tiene de contar las cosas, haciendo que las historias que salen de sus líneas siempre sean originales y no se parezcan a la fantasía más común que nos solemos encontrar. La razón de releer la que seguramente es su serie más conocida, además de volver a disfrutar de ella, consistía en reengancharme al relato para poder emprender la lectura de los dos últimos libros de Terramar, que fueron publicados hace no demasiado: Cuentos de Terramar y En el otro viento. Después de buscarlos durante un tiempo, al fin pude localizarlos, así que era el momento de volver a introducirse en la mágica Terramar.
Pues bien, como decía, en su momento leí la saga hasta el cuarto libro. Cuando conocí Terramar, Ursula K. Le Guin ya había publicado Tehanu (Premio Nébula 1990), por entonces subtitulado como el último libro de Terramar, apelativo que los años han demostrado erróneo. Y si la sensación que la obra en conjunto me había transmitido fue magnífica, bien es verdad también que me sentí, como muchos, decepcionado con este último libro, huérfano de la trilogía inicial. No estaba, me decía, a la altura de los tres anteriores. Tanto es así que, efectivamente, muchos lectores se empeñaron en defenestrarlo y decir que no pertenecía a la saga; que había sido un desatino de la Le Guin con el único ánimo de hacer caja. Craso error: la relectura me ha demostrado, no sólo que la intención de Ursula no tenía ningún ánimo comercial, sino que la historia que nos cuenta en Tehanu destila una calidad a la altura de los títulos precedentes.
Con Un mago de Terramar y Las tumbas de Atuán, Le Guin nos puso delante de una historia sorprendente llena de magia, de aventura, de seres más allá de la imaginería típica y de giros constantes, donde cada capítulo, cada párrafo, avanzaba un poco más en el crecimiento personal de los personajes, que es el aprendizaje de uno mismo. Aun así, la fantasía de Ursula nunca fue la clásica narración de batallas, elfos y malos de turno fácilmente identificables (sí, hay dragones, por ejemplo, pero muy diferentes a lo habitual). Sin embargo, estas primeras historias mantenían una línea de acción que, de forma drástica, desaparece por completo en Tehanu. La costa más lejana prolongaba esa acción, pero ya apuntaba a otros aspectos y nos proporcionaba pistas de que las cosas estaban cambiando. Lo que ocurre con Tehanu no es otra cosa precisamente que la continuación de ese desarrollo interno de la psicología de los personajes. Mientras que las historias siempre culminan en el momento más álgido de los héroes, en ese punto en que todo está como tiene que estar, con este cuarto libro vamos un poco más allá para preguntarnos: ¿que ocurré después? ¿qué pasa con los héroes cuando dejan de serlo? ¿qué hay de humanidad en esas personas? Y es que, ay amigo, como la vida misma, las historias no siempre tienen happy endings ideales y las personas siguen evolucionando. Aquí los personajes han madurado y sus vidas ya no son lo que eran. Atrás queda la historia del chico que descubre su poder e inicia un viaje de aceptación del mismo, hasta llegar a lo más alto. Y además, somos testigos de esa postrer evolución desde ojos distintos a los del propio Ged, para más señas.
Es normal, por tanto, que este título decepcione sobre todo a los lectores más jóvenes o a aquellos que buscaban más de lo mismo en sus páginas. Eso hubiera sido lo fácil. Justamente, si la voluntad de Le Guin hubiera sido la de llenarse los bolsillos, esos habrían sido los tristes derroteros de la serie, pero por fortuna la autora, probablemente como un reflejo de su propia madurez, nos ofrece un relato más profundo, que se revela como la apertura lógica de la segunda trilogía de Terramar, más 'adulta' que la primera.
En realidad, Tehanu, a pesar del salto temporal de su publicación respecto a La costa más lejana, continúa el relato allí donde la anterior entrega lo dejara. De vuelta a la isla de Gont, Tenar, la antigua sacerdotisa de las tumbas de Atuán, a pesar de ser consciente de su pasado legendario, no es más que una mujer entrada en años, una viuda solitaria que ha visto cómo sus hijos emprenden su propio camino. Sola en la granja de los robles, lleva una vida sumida en la apacible asunción de la cotidianeidad, hasta el momento en que esta soledad se ve interrumpida al adoptar a una niña que ha sido ultrajada y ha sufrido terribles quemaduras en buena parte de su cuerpo por culpa de aquellos que precisamente deberían velar por su seguridad. Mientras la pequeña se recupera, muy lentamente, de sus heridas físicas y sobre todo emocionales, Tenar establece un profundo vínculo con ella, pues de alguna forma ve reflejados el temor y la desconfianza que la niña genera en los aldeanos en su propia condición de extranjera y mujer de un pasado muy ajeno al de quienes la rodean.
En este contexto, asistimos a los últimos días de un agonizante Ogion y al regreso a destiempo de Ged a su Gont natal gracias a la ayuda de Kalessin. Reencontrados al fin Ged y Tenar, y en compañía de la retraída y silenciosa Therru, tendrán que aprender a llevar juntos la nueva situación que ha cobrado sus vidas. Mientras que la niña da pasos de enano en superar sus propios miedos y vencer las resistencias de un mundo en el que todo parece ser hostil, el propio Ged tendrá a su vez que asumir la carencia de sus poderes y aprender a vivir sin ellos, como un hombre normal. Y toda la trama se desenvuelve desde la perspectiva de Tenar, que a lo largo de la totalidad del libro nos demuestra que a menudo la magia más poderosa reside en nuestro interior.
Sé que a muchos lectores no les gustó encontrarse con este Ged derrotado, inútil, irritablemente asustadizo y esquivo, como el que vemos en el momento en que Lebannen y los otros magos de Roke acuden en su busca. Después de haber recorrido tres libros junto a un personaje tan carismático y capaz, vemos que el nuevo Ged no pasa de adoptar un papel pasivo (papel, por cierto, que coherentemente parece que seguirá manteniendo en sus futuras y secundarias apariciones). Y en cambio esta vez la fuerza recae en una mujer, Tenar, que a despecho de ser una de las grandes olvidadas de las entregas anteriores, aparece como verdadero hilo conductor de la historia y motor de las emociones que experimentan los personajes. Pero claro, si al lento ritmo de la narración, que hace que por momentos nos de la impresión de que no ocurre nada, le añadimos la práctica ausencia de la magia, entendida bajo la perspectiva de la trilogía original, es entendible que el libro pueda parecer muy inferior si no emprendemos su lectura con una mente más abierta. Porque, guste a o no, todo lo que ocurre en Tehanu es una consecuencia lógica de lo que sucede en las aventuras previas. Pero aquí ya no hay un gebbet del que huir, ni sentimos la acechante presencia de los Sin Nombre en las tumbas, o la maldad ciega de un mago que se ha desviado del camino correcto: esta vez el enemigo son los propios temores internos, acaso mucho más temibles que las amenazas reales a las que Gavilán se ha visto enfrentado a lo largo de su vida.
Tehanu es una historia que nos habla sobre la aceptación, siempre difícil, del cambio (como el que la propia serie experimenta, en un curioso juego, visto así, de la autora), de aprender a asumir la pérdida -que padecen, cada uno a su manera, los tres protagonistas-, de replantear nuestra existencia cuando lo mejor, o no, de nosotros ya ha quedado atrás, y de valorar lo que tenemos en lugar de aferrarnos al pasado. Nos presenta un retrato más íntimo de los personajes y del devenir de sus vidas. Es un reflejo de la propia madurez de Le Guin, que tengo entendido se va a ver acentuado especialmente con En el otro viento (verdadero punto y final de la saga). Además, vamos a apreciar otras facetas que también marcan la trayectoria profesional de la autora, como la orientación del relato al aspecto de la mujer (es sabido que Ursula K. Le Guin se define como una feminista convencida) en contraposición a la visión, hasta ahora, puramente masculina de la historia. En este sentido, las conversaciones que mantienen Tenar y Musgo van a ser muy significativas, así como el enfoque sobre el personaje del mago Álamo. Pero que esto no espante al lector masculino; ya veréis lo fascinante que resulta el personaje de Tenar en este libro, demostrándonos que el poder del amor, como el de la magia, también mueve mundos, y toda la fuerza y dramatismo que lleva a sus espaldas están muy bien hilados.
Definitivamente, creo que Tehanu es un libro al que dedicar una segunda lectura para entender todos sus matices y encajarlo con el resto de la saga. Desde luego, no lo recomiendo a recién llegados ni a aquellos que busquen una historia que se ciña sólo a lo fantástico, porque la sensación de que este libro no es de fantasía está muy presente durante su lectura. Además, como profundiza en los sentimientos de los personajes en detrimento de la aventura, habrá a quien pueda resultarle tedioso. A esa impresión contribuye, supongo, el hecho de que sea el más poético de la saga y la sencillez que adquiere la historia, comparativamente a los anteriores. Puede que un día comente los tres primeros libros, que son el auténtico pilar de la serie. De momento, este criticado cuarto libro de Terramar, que aún tengo fresco, más que consistir en un trámite para pasar al tomo de los Cuentos, ha sido un agradable redescubrimiento. Sigo teniendo a Un mago de Terramar como mi favorito de la saga (es inigualable; si no lo habéis leído, ya estáis tardando), y aunque tal vez las circunstancias personales me hayan permitido apreciar mejor la nueva dimensión que aporta Tehanu, ahora creo que se trata de un libro que no desmerece para nada al resto de la serie.
Podéis leer una interesante reflexión sobre la saga al completo, que incluye una buena interpretación de Tehanu en particular, en el artículo "Dos trilogías y un misterio: Especulaciones sobre las historias de Terramar" de Margaret Mahy, en el nº 44 de la revista Gigamesh, dedicado especialmente a las obras de Ursula K. Le Guin.
2 comentarios:
¡Estupenda reseña!
Espero que te animes a escribir (y publicar) más cosas sobre la obra de Ursula K. Le Guin. Es un verdadero gustazo leerte. ¡Muchísimas gracias por compartirlo también con nosotros!
Un saludo :)
Doce Moradas
Mi enhorabuena, una critica fabulosa, de un libro que se lo merece. Opino que cuando uno se pone a leer un libro de Le Guin, tiene que estar preparado para cualquier sorpresa, esa es la mágia de sus libros.
Me ha gustado mucho tu comentario.
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