¡Una pareja infernal dispuesta a sembrar el mal!
Este es el provocador alegato que, a guisa de alarma, nos previene contra las trastadas de los protagonistas de la pequeña historieta gráfica con forma de cuento en verso que edita Impedimenta dentro de su colección El Mapa del Tesoro. Max y Moritz, del alemán Wilhelm Busch, no es el primer libro ilustrado de esta misma editorial que comento por aquí, pero es que con las joyitas que preparan, sería raro rechazar la oferta de leerlas.
Inexplicablemente inédita en nuestro país hasta hace bien poco, gracias a la susodicha casa, esta escueta pero chispeante obra del s. XIX es de sobra conocida en Alemania, de donde es oriunda, al igual que en otros estados germanófonos como Austria y Suiza, hasta tal punto que varias de sus rimas y expresiones han pasado de manera natural a integrarse en el acervo popular de esas regiones en la modalidad de refranes y dichos de uso común. En España, por el contrario, ha permanecido como una publicación casi anónima hasta su reciente y afortunada aparición, probablemente debido a la dificultad añadida de una traducción satisfactoria que reflejase sus peculiaridades más genuinas.
Su autor, Wilhelm Busch (1832-1908), hoy una reconocida figura de la literatura germana, cultivado escritor y poeta humorístico, volcó sus aspiraciones frustradas como pintor (tras haber pasado por las Academias de Bellas Artes de Amberes y de Munich) en diversos trabajos de ilustración para los medios periodísticos, de los que él mismo era el crítico más severo, pues parece ser que nunca valoró lo suficiente esta faceta profesional, que consideraba un mero pasatiempo con el que ir tirando. Al más puro estilo Hermanos Grimm, fue haciendo acopio de material referido a cuentos y sagas populares sobre los que estampar su visión junto a una serie de pequeños poemas de contenido moralizante. Y en 1865, en el periódico Münchner Bilderbogen, dio a conocer a un par de pilluelos que acabarían convirtiéndose en una de las parejas más gamberras y ocurrentes de la caricatura, precursores de la tira de cómic en viñetas.
Max y Moritz, Una historieta en siete travesuras está contemplado como una narración burlona que se estructura en ese mismo número de capítulos, acotados por un prólogo y un epílogo, cada uno de los cuales describe con versos brillantemente rimados las distintas correrías que perpetran estos dos granujas. Entre estrofas encontramos a su vez los dibujos a color que reflejan estas crueles peripecias, siempre con funesto resultado para alguien. No voy a destriparos sus diabluras porque -como se intuye por las 72 páginas que las contienen- el libro se lee en dos patadas, ni media hora siquiera. Pero baste con decir que en estas travesuras (que comprenden las dos partes de la viuda, la del sastre, del maestro, del tío, del pastelero y del labrador) se pasan tres pueblos en su afán por apropiarse de lo ajeno, reirse de quienes les rodean o simplemente incordiar a sus parientes. Por si os queda alguna duda, os pongo la primera faena de este par diabólico que podéis leer aquí mismo o descargaros:
Es importante recalcar el alcance de las ilustraciones que enmarcan la obra, con las que el artista obtendría al cabo de los años un reconocimento y celebridad notables. A ese trazo onomatopéyico y al color tan de época, que recuerdan a las tiras dominicales, les debemos una innegable influencia sobre el devenir del cómic. Aunque siempre se evoque al suizo Rodolphe Töpffer como padre de la historieta moderna, no es en absoluto desdeñable la contribución de Busch al nacimiento del género y su efecto en el desarrollo de éste sobre las páginas de prensa en las tiras cómicas estadounidenses y europeas.
De hecho, los canallescos personajes de estas aventuras humorísticas en rima nos traen a la memoria irremediablemente a otros dúos de corte similar pertenecientes ya de pleno al soporte del tebeo, como Quick y Flupke, los famosos ketjes de Hergé (apostaría a que el autor belga se inspiró en Max y Moritz para dar vida a sus propios pícaros callejeros, aunque no tenga datos contrastados como para afirmarlo) o, sin necesidad de ir más lejos, a Zipi y Zape de Escobar dentro de nuestras propias fronteras, que igual podrían pasar perfectamente como la adaptación de sus homólogos germanos con más de un siglo de edad, casualmente también el uno moreno y el otro rubio. El mensaje a transmitir, nos fijemos en una pareja u otra, siempre es el mismo: el que la hace, la paga... o dicho de otro modo, si no te adaptas a la sociedad, ésta se encargará de quitarte de en medio.
Es un auténtico placer contar con una edición tan cuidada como la que ha elaborado Impedimenta para disfrutar de esta primorosa obrita. Y hay que empezar destacando sobre todo la traducción (la verdad es que la editorial se curra siempre enormemente ese aspecto), en este caso del alemán a cargo de Victor Canicio. Componer las siete historietas en verso respetando al máximo el texto original, manteniendo las rimas con una precisión y simetría fabulosas, y encima dotándolas en castellano de un sentido tan agudo y jocoso ha tenido que suponer un esfuerzo ímprobo que sólo puede ser calificado de ejemplar. Honestamente, dudo que se pudiera haber hecho mejor.
Por lo demás, ya digo que es uno de esos volúmenes que da gusto tener sobre las manos por su exquisita textura y la calidad en el tratamiento de las ilustraciones a color, que justifica la primacía del formato papel frente al e-book para determinadas publicaciones. La portada es en rústica con solapas, respaldada por varias guardas sucesivas en color sepia, tanto anteriores como posteriores, grabadas con algunas escenas del interior en blanco y negro. Por si fuera poco, nos ofrecen un cuento en doce viñetas de propina justo al final. No sé cómo serán las tiradas en otros idiomas, pero la que ha logrado la editorial para el nuestro es sencillamente magnífica. Vamos, una cucada.
No os dejéis engañar por su pinta figuradamente infantil, por más que esta obra sea considerada un gran clásico de los libros para niños, ya que tras la fachada chistosa de sus ilustraciones y su formato en apariencia sencillo se esconde una lectura de ironía y humor negro que, al estar escrita en verso, no es lo que se dice asequible para críos muy pequeños, que serán incapaces de entender el texto y captar sus sutilezas. Con todo, se delata como un estupendo y apetecible regalo para los pequeños de la casa que empiezan a dejar de serlo tanto y a darse cuenta de las cosas que ocurren en sus lecturas.
En fin, Max y Moritz es una pequeña sorpresa divertidísima y mordaz para jóvenes y grandes que me ha encantado, a pesar de su acusada brevedad, y que ahora goza de una edición inmejorable que no debe pasar desapercibida. Contentará por igual a amantes de las rimas ingeniosas, de la ilustración, del cómic, de las aventuras alocadas y del humor.
Muy agradecido a la editorial por hacerme llegar un ejemplar para su lectura y para poder realizar este artículo, con la intercesión, como otras veces, de La Espada en la Tinta.
5 comentarios:
No sabes qué buenos recuerdos me trae este libro!!!!!.Cuando era pequeño viví en Alemania y tenía el libro,no me había vuelto a acordar de estos personajes hasta que los he visto en tu entrada y de repente me has hecho viajar muchos años atrás
Hola José María.
Me puedo imaginar que si recuerdas a Max y Moritz desde la niñez, tendrás un apego muy especial a estos personajes. Yo no los conocía hasta que ha llegado esta reciente edición en castellano. Si ya no tienes el libro, desde luego te recomiendo totalmente que te hagas con ella, porque es impecable.
Saludos.
Inédito no era hasta ahora, porque desde 2008 hay una edición en Ediciones de la Torre: http://www.lacarceldepapel.com/2008/06/14/max-y-moritz/
Pues tienes razón, Enrique. Me he fiado de otras informaciones y no caí en la cuenta de esta edición que comentas (que, de hecho, parece ser que recuperaba incluso otras anteriores de Anaya y Mondadori, según he podido ver en el enlace de La Cárcel de Papel que has puesto).
Sería interesante leer estas versiones previas, sobre todo por el enfoque sobre la traducción; aunque lo cierto es que la de Impedimenta me ha parecido inmejorable.
Quede tu comentario entonces como nota aclaratoria a este error en el artículo.
Muchas gracias!
He visto la imagen del libro en la barra derecha del blog y me ha dado un flash. ¡Juraría que mi abuela me leía esas historias de pequeño! No había pensado en ellas en muchísimos años, pero el dibujo es inconfundible. La próxima vez que vaya a su casa intentaré encontrarlos.
P.D: Geniales también Quique y Flupi, otra de mis lecturas de la infancia ;)
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