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martes, 24 de julio de 2012

Juego de Tronos: la serie (2ª temporada)


Tan rápido como llegó, con su legión de seguidores largo tiempo inmersos en una ansiosa cuenta atrás hasta su inicio, dentro de este torbellino fantástico en que se ha convertido el fenómeno Canción de Hielo y Fuego, la segunda temporada de la adaptación televisiva de la obra de George R. R. Martin se ha desplegado con fuerza a lo largo de diez nuevos episodios, de los que hace apenas sólo unas semanas ha concluido su emisión. Un punto y aparte, en realidad, pues las generosas cuotas de audiencia registradas, tanto en EE.UU. como en Europa, nos emplazan ya a una tercera sesión para la que habrá que aguardar nada menos que hasta abril de 2013, que las cosas de palacio van despacio, nunca mejor dicho para esta producción de intrigas cortesanas y asechanzas en lo oscuro.

Quienes hayáis leído con anterioridad mi opinión sobre los diez capítulos de Juego de Tronos que conformaron la primera temporada, en la que HBO versionaba el título homónimo (ver en este enlace), ya sabréis que servidor quedó agradablemente sorprendido por el nivel de calidad y fidelidad desarrollado por sus creadores artísticos, sus guionistas y sus intérpretes, considerándola una de las mejores series de temática fantástica que se habían realizado hasta la fecha. Con unos precedentes así de buenos, tocaba el turno ahora de ver si el listón se mantenía igual de alto durante el paso a la pantalla de Choque de Reyes o si por el contrario el globo se desinflaba y el rodaje comenzaba a flaquear. Desde luego, el material de referencia para dar continuidad a la serialización no podía ser mejor, tratándose la segunda novela de la saga de Martin una de las entregas preferidas por los aficionados, en la que muestra todos sus ardides como autor de excepción (si os interesa leer mi reseña sobre este volumen, podéis hacerlo desde aquí.)

Pues bien, no me andaré por las ramas y seré franco desde el primer momento, antes de entrar en otros pormenores que respalden mi criterio: a mí esta segunda temporada de Juego de Tronos me ha dejado un aflictivo sabor agridulce. No me entendáis mal: sigo pensando que se trata de una serie muy buena y, probablemente, de lo mejorcito que puede encontrarse en el género para la pequeña pantalla; pero allí donde defendía a la temporada previa en cuanto a la tarea de adaptación del libro a la televisión, es justo donde creo que esta se ha descalabrado de forma estrepitosa, como también muchos nos estábamos temiendo a juzgar por ciertos detalles que se estaban filtrando antes de su lanzamiento. Es más, me asombra que un amplio sector del público le otorgue una calificación excesivamente tibia y no parezca haberse sentido decepcionado por las evidentes equivocaciones y la desvinculación respecto de la raíz literaria.



¿Por qué se ha producido este alejamiento tan marcado de la historia original que tiene lugar en las páginas de la novela y qué ha llevado a D. Benioff y D. B. Weiss a cometer tantas inexactitudes y arbitrariedades en el guión de esta segunda hornada de la serie? No es una apreciación subjetiva: ¡es que estamos hablando de pasajes enteros donde prácticamente te están contando una historia diferente..! Naturalmente la primera temporada también tuvo sus concesiones argumentales y sus licencias para ajustar el relato al formato televisivo: supresión de personajes que no suponían una repercusión clara en el curso de la trama, diálogos inexistentes en la novela cuya finalidad consistía en situar a la audiencia sobre una perspectiva general de los hechos, e incluso unas cuantas tetas aquí y allá con ánimo de complacer al espectador americano, que parece precisar de estos añadidos superfluos para sentirse satisfecho: todo disculpable, siempre en aras de facilitar el proceso de mudar el texto escrito al plató de rodaje sin traspasar la fina línea roja del respeto a la fuente de origen oficial que tiene en las novelas.


Sin embargo, desde el primer capítulo de esta entrega, los guionistas empiezan a sacar los pies del tiesto, a cambiar actos a su antojo sin motivo para ello, dejándose llevar -a mi entender- por un caprichoso interés de ganar cifras de audiencia simplificando desarrollos y líneas de actuación, o quitándole minutos a escenas que deberían tener su espacio para concedérselos a otras que sobran por completo. No se ha tratado tanto de meter tijera (aunque de esto también haya habido) de forma desbocada, como de la suplantación de muchas partes en la estructura del relato por otras totalmente inventadas, alterando el guión de la historia innecesariamente y desvirtuando el comportamiento de algunos personajes importantes, echando por tierra la impresión que el espectador hubiera podido elaborarse previamente de ellos. Como decía más arriba, yo he sido el primero en exculpar algunas libertades de adaptación, pero todo tiene un límite. Para ser honestos, me alucina la falta de reacción de George R. R. Martin, en tanto que supervisor de la producción, ante tamañas idas de pinza como las que hemos presenciado en esta sesión.


Pero bueno, tratemos de poner cada cosa en su platillo correspondiente de la balanza y pasemos a desgranar lo que me ha gustado de esta temporada y lo que, por el contrario, me ha convencido poco o nada, resultando en que mi opinión global sea sin duda menos entusiasta que la ocasión anterior. Y a partir de aquí, me vais a permitir que me explaye más a fondo sobre lo que me han parecido los distintos enredos y personajes: ni que decir tiene que si aún no habéis visto esta temporada o leído Choque de Reyes es mejor que no sigáis leyendo desde este punto.

Ahí queda la advertencia; y ahora, vayamos por partes...

La segunda sesión se abre con un capítulo cuyo título enlaza con los drásticos acontecimientos del final de la anterior (El Norte no olvida) en la corte real de Desembarco del Rey. Tras una secuencia vacía de significado, ya que a Ser Dontos no se le volverá a ver el pelo, asistimos a la llegada de Tyrion Lannister a la Fortaleza Roja para desempeñar el cargo de Mano del Rey por orden de su padre, mientras éste se encuentra en las tierras de los ríos para contener el avance del joven lobo Robb Stark. Hay que decirlo: Tyrion (Peter Dinklage) sigue siendo un personaje fabuloso y de los pocos que guardan el tipo en todo momento. El perspicaz enano nos encandila a todos con sus trucos para la defensa de la capital a pesar de las zancadillas que debe sortear por parte de otros miembros del Consejo como de su propia hermana, Cersei Lannister, y las veleidades de su sobrino, el niño-rey Joffrey. Sin embargo, peor suerte corren otros integrantes de esta parte de la historia, siendo quizá el peor parado el tenaz Petyr Baelish -alias Meñique-, uno de los tipos más complejos y de miras más ocultas que puebla las páginas de las novelas y que en la serie queda reducido a chulo de mancebía (el prostíbulo y sus desnudos es un lugar recurrente al que los guionistas se empecinan en llevarnos una y otra vez) que se enfrenta a Cersei a las primeras de cambio, lanzándole sin pudor a la cara las acusaciones de incesto que corren por el reino (¡Meñique es demasiado sutil e inteligente para actuar así, hombre!) No me extraña que los fans hayan ideado mil y una burlas sobre esta secuencia... También he echado en falta la agudeza de Varys, por ejemplo, aunque en líneas generales apruebo este hilo del argumento en la corte con una nota pasable. Y Sansa, por lo menos, está cada vez más convincente (chapeau a la interpretación de Sophie Turner, demostrando que las hermanas Stark valen un potosí), sobre todo durante su interacción con la reina (sostengo aún que Lena Headey -Cersei- luce bien en su papel) o con el Perro, el también estupendo Sandor Clegane.


Varias amenazas se dibujan frente a quienes se sientan ahora en el trono de hierro. Por un lado tenemos a Stannis Baratheon, legítimo heredero de la corona, que desde Rocadragón dirigirá su flota aliada contra los muros de la capital con ayuda de las misteriosas fuerzas de la sacerdotisa Melisandre y su enigmático Dios de Luz para reclamar lo que por derecho le pertenece. Para empezar, el actor que se pone en la piel del Baratheon -Stephen Dillane- no encaja con la imagen que me hacía de él; pero más allá de una percepción al fin y al cabo personal, diría que a este Stannis le falta solemnidad y mesura. El Stannis que conozco por los libros es mucho más adusto, y desde luego no folla desenfrenadamente (es más, se puede deducir que el sexo hasta le asquea) ni se deja llevar por ataques de cólera. Aunque Melisandre (Carice van Houten) sí se parezca más a nuestra idea de la bruja roja de Asshai, su extraña relación con Stannis estropea el personaje. Por fortuna tenemos a Davos Seaworth, antiguo contrabandista y actual lugarteniente de Stannis, que interpreta con verdadera soltura el irlandés Liam Cunningham, y salva los muebles de esta parte del metraje.


De otro lado tenemos al aspirante Renly Baratheon, hermano menor del difunto rey Robert, que cuenta con todo el apoyo de Altojardín y sus banderizos para hacer valer sus pretensiones al trono. Vuelve a insistirse en su relación homosexual con Loras Tyrell (aspecto que en el libro apenas queda sugerido y se deja más a la suposición del lector). Y a decir verdad este Loras es un poco impertinente y suspende en galantería, muy al contrario de su imagen real literaria, al igual que pasa con su hermana Margaery (que aquí se exhibe como una zorrilla desenfadada y ambiciosa) y el extravagante trato que ambos se traen entre manos con nuestro infortunado Renly. Como en el resto de las tramas, parece que al menos uno de sus integrantes está ahí para añadir una nota de acierto, que en este caso recae en una de las nuevas caras, aunque sea una tan poco agraciada como la que pone Gwendoline Christie (Brienne), que borda su rol tanto en lo físico como en lo interpretativo de la chicazo guerrera de Tarth.


Ocupémonos ahora del tercer rey en discordia, el Rey en el Norte. Es una pena que hayan limitado al bueno de Robb Stark a estar más afanado en ligarse a una curandera (la tal Talissa de Volantis, remedo de una futura Jeyne Westerling) que en sus incursiones guerreras contra los leones, si bien es cierto que durante Choque de Reyes el personaje tampoco es que se deje caer demasiado no siendo por mención de terceros. Eso sí, Catelyn Stark (Michelle Fairley) defiende desde el minuto uno su papel de la viuda de Ned con lealtad y una correctísima ejecución por parte de la actriz -especialmente desde el momento en que se le une Brienne-, así que cada vez me gusta más y casi le perdono a estas alturas la diferencia de edad. Lo que es imperdonable, en cambio, es que un cautivo Jaime Lannister se cargue a sangre fría a su primo Cleos Frey -rebautizado para la serie como Altan Lannister- cuando todos sabemos que, en virtud del honor de su Casa, un Lannister jamás atentaría contra otro miembro de su familia. Se ha omitido también todo lo que tuviera que ver con Aguasdulces, pero parece ser que la Casa Tully tendrá su trocito de protagonismo en la siguiente tanda de capítulos.


Seguimos ahora con los Stark que guardan Invernalia desde que Ned fuera ajusticiado y su primogenito hace la guerra en el sur. La verdad es que no se nos concede mucho tiempo para ver a Bran como joven señor del norte, ya que la toma de Invernalia por Theon y sus hombres del hierro se produce, a mi modo de ver, muy precipitadamente y sin apenas explicaciones. Aunque los personajes de esta trama en sí -Bran, Osha, el maestre Luwin, incluso Hodor y el pequeño Rickon- están más que cumplidores desempeñando las diferentes acciones que les corresponde (¡hay que ver cómo ha crecido Bran - Isaac Hempstead-Wright! y ovación especial para el actor que encarna al admirable Luwin), hay ausencias dolorosas que no permiten dilucidar cómo narices los guionistas van a encaminar esta parte del argumento: tanto los hermanos Reed de la Atalaya de Aguasgrises como el bastardo de Bolton de Fuerte Terror han quedado excluídos del reparto de esta temporada. ¿Cómo se entiende entonces la caída de Invernalia del modo en que termina la serie y de qué manera se las van a apañar los pequeños hermanos Stark, uno tullido, sin ayuda de los Reed? Por cierto, ni rastro tampoco de los odiosos pupilos Frey.


Y por lo que toca a Theon y su regreso a las Islas del Hierro (donde debe demostrar su valía para ganarse de nuevo la confianza de su padre, Balon Greyjoy, y dejar claro que no es un lobo domesticado), puesto que el personaje es uno de los que menos me atraen de la novela a pesar de su mayor protagonismo, tampoco en la serie me ha satisfecho especialmente. Pero apruebo la idea de hijo torturado por sentimientos contradictorios que consigue reflejarse en Theon y, al margen de la grotesca figuración de Asha Greyjoy, las conversaciones entre los hermanos destacan por su lucidez. Además, esta trama contiene grandes momentos y estupendos escenarios de varias tomas, aunque sigo diciendo que la ruina de Invernalia, tras su acelerada conquista por los hombres de Theon, es un despropósito y no se concibe cómo ni por quién acaba arrasada.


Por suerte tenemos a la solvente Maisie Williams en su papel de Arya Stark, que es como un astro que ilumina la filmación cada vez que sale. Desde su huida de la capital con Yoren y los futuros reclutas de la Guardia de la Noche, hasta el momento de la evasión nocturna de Harrenhal seguida por Gendry y Pastel Caliente (dos secundarios muy logrados junto al sigiloso Jaqen H'ghar) esta muchachita clava su actuación con nota. Aquí una vez más los guionistas se han saltado a la torera varias líneas del texto real, no os vayáis a creer. La más importante: sustituir a Roose Bolton por Tywin Lannister, de quien Arya ejerce de copera. Sin embargo, aunque la relación Arya-Tywin se troca en un poco creíble "abuelito dime tú", admito haber disfrutado un montón con la agudeza de las interpelaciones que se lanzan el uno contra la otra y ese constante tono de sospecha encubierta del poderoso Lannister hacia la niña norteña (brillante Charles Dance y bien que le debe de pesar al pobre su deleznable intervención pasada en Ali G...) ¡Creo que el valar morghulis dará mucho juego!

Me he estado reservando deliberadamente los platos fuertes para el último momento, porque aquí hay que cortar mucha tela. El Hielo y el Fuego del meollo: Jon Nieve y Daenerys Targaryen.


Jon durante su travesía más allá del Muro: hay una sensación de que esta parte se resuelve de forma muy atropellada (ya en el primer capítulo la expedición de la Guardia alcanza el Torreón de Craster, mientras que luego hay episodios enteros en los que no aparece ni una sola toma de esta subtrama). Poca trascendencia se da a la persona de Qhorin Mediamano, cuyo triste e indigno fin no sé si habrá permitido comprender del todo al espectador que no haya leído los libros la misión de infiltración de Jon entre los salvajes de Mance Rayder. Estaba cantado que se iba a explotar la incipiente relación que surge entre Jon e Ygritte, con una tensión sexual no resuelta que proporciona escenas divertidas. Personalmente, sigo pensando que Kit Harrington (que no Jon Nieve como personaje destacado de la saga) continúa siendo el Stark más flojo con diferencia de la teleserie. Por último, esta vertiente del guión es la que da lugar al cierre de temporada, con un cliffhanger que dejará helado -nunca mejor dicho- al espectador, al permitirle apercibirse de una aterradora visión de los Otros a partir de los ojos de Samwell.


Pero vamos ya con la traca final. La trama de Daenerys en Qarth es sin duda la más pisoteada, denostada y vapuleada de todas y va por libre de principio a fin, donde cualquier parecido con lo narrado en Choque de Reyes resulta casi anecdótico. Un agravio hacia uno de mis personajes preferidos de la novela, que sólo se justifica en caso de que los guionistas hayan entendido lo sucedido en Qarth como un bloque independiente sobre las acciones anteriores y posteriores de la Targaryen, en el que podían hacer y deshacer a su antojo sin escrúpulos. Incluso Emilia Clarke, que para mi gusto fue una de las interpretaciones más notables de la primera temporada, peca aquí de altibajos de carácter propios de niñata consentida y respondona en los que hasta ahora no he visto caer a la verdadera khaleesi de George R. R. Martin. Si no se tratara de una adaptación, posiblemente habría disfrutado más este hilo de la serie. Pero toda comparación echa por tierra cualquier intento de salvar esta parte de la versión televisiva.


Veamos, ¿por dónde empezar? Ya desde la travesía por el desierto rojo se alteran aspectos que uno hubiera esperado encontrar, como el descubrimiento de Vaes Tolorro, pero que hasta cierto punto se dispensan ante la limitación de presupuesto (no se puede meter todo, de acuerdo). Sin embargo, en seguida empiezan los desmanes: se ventilan de un plumazo a la Plata, la yegua de Dany, y a Rakharo, uno de sus jinetes de sangre. ¿Por qué? Aún me lo pregunto... Empezamos mal. La entrada a Qarth tampoco guarda ninguna similitud con el contenido del libro y Xaro Xhoan Daxos (obviando el hecho de que sea negro) poco tiene que ver con el amanerado príncipe mercader que acoje a la khaleesi y a su pueblo. Pero la sarta de disparates se consuma con el robo de los dragones y la masacre del khalasar casi al completo (Irri incluida), en un momento de desvarío máximo que se relaciona con un golpe de estado en la ciudad a manos de Xaro y Pyat Pree. Curiosamente uno de los pocos sirvientes de Dany a quien no fulminan hasta el final es a Doreah, que convierten en una fulana desleal (¡con la pena que me dio su desdichada pérdida en el desierto rojo!) La historia se remata en una secuencia que era muy esperada por los lectores y, exceptuando un encuentro imaginario entre Daenerys y Drogo, ha resultado bastante fría y decepcionante. Me estoy refiriendo al tránsito de Dany por la inquietante Casa de los Eternos (que igual podrían haberla llamado Marina D'Or, dado que ahí no hay 'eternos' se mire por donde se mire), una de las tomas más importantes -sí, y difíciles de filmar, lo reconozco- que se ha despachado sin darle mayor importancia, con lo significativas que son las revelaciones que acontecen entre sus pasillos y recámaras.


En fin, como se puede apreciar, esta mutilación y desorden del argumento de Daenerys es lo que más me ha jorobado de toda la temporada y ha pesado para que mi valoración adquiera un cariz negativo. Con todo, tiene algunos momentos buenos que se salvan de la quema, sobre todo por lo que respecta a la elogiable actuación de personajes como Ser Jorah (Iain Glen), Quaithe de la Sombra o el brujo Pyat Pree; con una caracterización tan grimosa como flipante, labios azules incluidos a causa del consumo de color del ocaso.

Resumiendo la evaluación sobre los personajes de esta temporada, hay que destacar que los que vienen de la anterior se ven más sueltos y cómodos en sus respectivos papeles y han realizado un trabajo muy digno, gracias al cual no se han echado en falta las bajas sufridas durante la primera (mención especial a las mujeres Stark, que han estado sensacionales cubriendo el vacío dejado por Eddard). La verdad es que en el apartado de las actuaciones no hay nada que objetar en líneas generales; muchas teleseries quisieran contar con actores y actrices -casi noveles en su mayoría- capaces de desarrollar estas aptitudes. Y en cuanto a las nuevas caras de estos diez capítulos, aunque los ha habido mejores y peores, destacaría sobre todo a Davos, a Brienne y las pequeñas intervenciones de algunos secundarios como Jaqen.


Si bien la fotografía de la serie se mantiene en un nivel fabuloso, debo advertir que no he apreciado demasiado la mayor inversión de presupuesto que hubiera sido de esperar en vista del éxito cosechado por la etapa precedente. Centrándonos en los principales escenarios nuevos, hay planos muy escasos de Harrenhal, de Pyke y de Qarth, casi siempre en interiores y algunos aéreos generales (no me refiero sólo a los del opening, lógicamente), y algo más visibles de las colosales montañas nevadas al otro lado del Muro, aunque dar con esta localización tampoco habrá supuesto un gran problema. El resto de aspectos de la ambientación (indumentaria, decorados, realización técnica, etc. ) guarda buenas apariencias como lo había hecho hasta ahora. Y por supuesto no se puede omitir la batalla de Aguasnegras como el momento épico por excelencia de esta temporada, más desde que se supo que estaría guionizado directamente por George R. R. Martin, por cuanto se preveía un sensacional despliegue del choque naval entre las flotas enfrentadas de Stannis y de Joffrey, rodeadas de llamaradas del espectáculo pirotécnico color jade del fuego valyrio. Claro está que con su ejecución a base de tomas nocturnas y grabaciones con poca luz ha servido para soslayar el repetido tropiezo de representar grandes concentraciones.


Referencia ineludible también es la de la música compuesta por Ramin Djawadi para la serie. He tenido ocasión de escuchar tranquilamente la banda sonora de la primera temporada, que tiene pistas increibles por encima del heroico y pegadizo tema principal (por ejemplo, el evocador y melancólico When the sun rises in the West) y la verdad que cada vez me gusta más. Me falta prestar oídos más a fondo a las canciones de esta segunda temporada, aunque uno de los temas más llamativos es la famosa Canción de los Lannister que se reproduce durante uno de los títulos finales de crédito.

Termino ya con la idea clara de que tendré que volver a verme el conjunto para sacar en claro ciertas cosas y quizá extraer un veredicto más certero y menos duro de la temporada, mientras sigo leyéndome placenteramente Tormenta de Espadas. Una ocasión para hacerlo, por si alguien aún no estaba al tanto, es gracias a la emisión en abierto desde el principio, a razón de dos capítulos seguidos por día, que acaba de empezar a difundir Antena3. Para los que habéis llegado hasta aquí y queráis una síntesis de mi opinión, os diré lo siguiente. Lo mejor: Tyrion, Arya y Aguasnegras. Lo peor: distracción argumental y pérdida de cercanía al espíritu original de la novela, que por desgracia rebaja mucho la nota de lo que empezó siendo una serie excelente y se ha transformado en una adaptación bastante regular (No sé... ¿me estaré pasando de exigente?)


En fin, espero no haberos aburrido con este repaso de la temporada. He tratado de no dejarme muchas cosas en el tintero, pero desde luego me encantaría conocer vuestras impresiones sobre la misma y que comentarais lo que os ha gustado y lo que no; aquello que os ha complacido y lo que encontráis mejorable para el futuro de la serie. Después de todo, tenemos por delante todavía nueve meses antes de descubrir por donde irán los tiros de una tercera entrega asegurada.

viernes, 13 de julio de 2012

Lecturas para el verano...


¡No, aún no me he marchado de vacaciones, amigos, aunque es cierto que últimamente ando un poco zángano para escribir y el calor tampoco anima demasiado a hacerlo! ¿Pero... qué quereis? Por fin dispongo de un poco más de tiempo libre y lo estoy aprovechando para leer y otras actividades que durante el resto del año dejo algo abandonadas, pues de algún lado hay que nutrirse precisamente para futuras reseñas de las que hablar por aquí.

El caso es que la lectura, como para muchos de vosotros supongo, me está sirviendo además estos días de bálsamo y venda contra la tormenta de desánimo que está sacudiendo con crudeza nuestra realidad y que a cualquiera acaba por afectarle. Uno de los mejores remedios para apartarse de tanto desencanto a los que gustamos de volar hacia mundos imaginarios en nuestros ratos de ocio, lo tenemos ya a nuestro alcance desde hoy mismo y se llama Danza de Dragones, quinto volumen de Canción de Hielo y Fuego, de George R. R. Martin, en su esperada edición en rústica (por la que optará una mayoría, sin olvidar que la lujosa versión en tapa dura apareció a finales del mes pasado). Estoy seguro que se tratará de uno de los libros más vistos en las manos de muchos durante estos próximos meses.

Pero sea porque no todo tiene que consistir en danzar con dragones, sea porque muchos sois ávidos devoradores de páginas a los que las mil y pico de esta obra os sabrán a poco, el cónclave de La Espada en la Tinta ha decidido juntarse para elegir una decena de títulos que pueden ser, desde nuestro punto de vista, tan buena opción alternativa como sustitutivo, en un momento dado, de la célebre novela que tanto le ha costado publicar a Gigamesh. Y aunque no son más que una pequeña selección del -afortunadamente- amplísimo abanico de posibilidades válidas entre las que podíamos escoger, sí creemos que son representativas de los principales exponentes del género de ficción de siempre, así como del buen momento que la literatura fantástica atraviesa en la actualidad.

Tras darle no pocas vueltas, a servidor se le ocurrieron un par de ejemplos pertenecientes a colecciones que pienso se han ganado un puesto de honor en la biblioteca de cualquier adicto a la fantasía, y que bien podrían codearse con la magna creación novelada de Martin. Aquí las tenéis:

1
SAGA DE TERRAMAR de URSULA K. LE GUIN (Minotauro)

2
DUNE de FRANK HERBERT (La Factoría de Ideas)

Aunque dudo mucho que os resulten desconocidas a estas alturas del camino, si deseais saber un poco más sobre el maravilloso universo que contienen ambas sugerencias, os animo a echarle un vistazo al listado que, con gran detalle y buena voluntad, ha preparado el contramaestre Loren en el siguiente enlace:


¡Y eso no es todo, porque el resto de compis del buque pirata han elaborado igualmente sus propuestas personales, a las que ni por asomo debéis dejar de prestar atención dentro de este decálogo variado y fresquito para la jornada veraniega! Esperamos que estos libros os supongan un (re)descubrimiento al que podáis sacar partido antes o después de abordar la saga del momento.
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