El panorama de los juegos de mesa ha cambiado muchísimo en los últimos años. De los sempiternos Monopoly, Cluedo, Pictionary, etc. hemos asistido a una renovación total del género. Algunos de ellos se inspiran en temáticas más o menos fantásticas. Quizá este que voy a comentar menos que otros, pero fue de los pioneros en ese resurgimiento del juego de tablero, y en su día -atraído en primer lugar por el nombre que lo abandera-, no pude evitar hacerme con él.
Tomando como referencia el recinto medieval que le da título, Carcassonne, de Klaus-Jürgen Wrede, es un juego de estrategia constructiva distribuído por Devir. Se basa en la colocación de una serie de piezas, cual un puzzle, para ir formando ciudades, caminos, campos y monasterios, sobre los que el jugador irá dejando sus personajes, o seguidores, convirtiéndolos así en caballeros, ladrones, granjeros o monjes. Al finalizarse este tipo de construcciones, se recuperan los seguidores y se obtienen puntos. Por supuesto, las fichas no se pueden casar de cualquier manera, sino de una forma coherente. La gracia está evidentemente en ser quien toma mayor control de las construcciones o en arrebatar ese control a tus competidores. La mecánica parece muy sencilla, y de hecho lo es, pero da lugar a cantidad de maniobras con las que 'hacer la puñeta' al contrario, probar nuestra astucia, pasar un buen rato y echarse unas risas. En resumen, es la mar de entretenido.
Y es muy adictivo, ya que se vuelve bastante dinámico al resolverse las partidas siempre en un tiempo no superior a una hora (uno de los inconvenientes de la nueva hornada de juegos de este estilo es que te puedes tirar tardes enteras leyendo el manual antes de aprender a jugar, cosa que no pasa con Carcassonne). Además, el tablero que se forma siempre es distinto, al irse configurando por losetas o fichas en cada partida (y cuando se termina la partida, el resultado visual suele quedar una pocholada)
Se puede jugar de 2 a 5 personas (recomendable 3 o 4) y la escasa complejidad de sus reglas lo hace apropiado a partir de 10 años. También, para lo que viene estilándose, es bastante barato (entre unos 18 y 20 €). Fue declarado Juego del Año en 2001. Ahora parece que incluso existe una versión para consolas.
El juego, a rebufo del conocido Descubridores/Colonos de Catán, también de creador alemán, ha cosechado bastante éxito, y aunque ya tiene sus años (es del 2000) toda una serie de periodicas expansiones -muy habituales también en muchos de estos nuevos juegos- han asegurado que siga contanto con multitud de adeptos. Algunas de estas expansiones son: El Río (una versión la incluye en la caja básica), Posadas y Catedrales, Comerciantes y Constructores, la Princesa y el Dragón, etc. Existen varias más, pero creo que no todas se han publicado aún en castellano.
No es que quiera animar desde aquí a nadie a comprar nada, pero se trata de un juego muy recomendable y si podéis echar mano de algún amigo que lo tenga, no dudéis en montaros unas partidas. Ah, cuidado con la regla de los granjeros, que puede cambiar definitivamente el resultado al final de la partida y suponer una faena a más de uno.
Una obviedad, o no tanto: ya que el juego toma su nombre de la ciudad amurallada del sureste francés, y aunque no venga al caso (bien podían haber tomado el nombre de ésta o de otra ciudad amurallada), si hay una visita obligada para todo amante del Medievo sin duda es Carcassonne. Mucho más fascinante que cualquier juego, eso sí os lo aseguro.
2 comentarios:
Este será uno de los primeros que comentaré en el blog, la verdad es que tiene muy buen equilibrio.
Hace eones que no juego al Carcassonne, y no porque no tenga capacidad de enganche y rejugabilidad (encima con cantidad de expansiones), pero han ido saliendo más y más juegos, y...
Estaré al loro de tu reseña.
Saludos.
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