Me disponía a escribir la crítica de la última temporada seriéfila de Juego de Tronos, que estuve viendo a finales del año pasado, cuando de pronto he caído en la cuenta de que inexplicablemente a estas alturas todavía tenía pendiente la de Tormenta de Espadas, a pesar de que finalicé su lectura muchos meses atrás. Así que me he impuesto el deber de cumplir con la tarea (nobleza obliga, dicen) sobre todo teniendo en cuenta que la tercera entrega de Canción de Hielo y Fuego es una de las novelas más extraordinarias del género fantástico, y que los capítulos más recientes de la teleserie adaptan precisamente esta parte. Y es que con la alternancia de la lectura del colosal bestseller desarrollado durante años por George R. R. Martin y de su versión para la pequeña pantalla, uno acaba ya confundiendo en qué punto de esta enrevesada trama se encuentra...
No es para menos. Con Tormenta de Espadas el creador de esta aún inconclusa saga épica se vio forzado a dividir la publicación en dos enormes tomos, so pena de poner en riesgo la integridad de nuestras sufridas muñecas. Pero el calibre físico de cualquier obra literaria nunca ha sido óbice para que ésta se devore con avidez si su contenido logra atrapar al que en ella se interna, y con este libro de cerca de 1.200 páginas se cumple la premisa al dedillo. No obstante ya dije —y me mantengo en mis trece en ese sentido— que, resistiendo el instinto de su lectura compulsiva, mi intención es ir espaciándola al ritmo de una entrega por año. Con todo, empiezo a atisbar en el horizonte, por más que no lo creyera posible cuando me decidí por este plan, que va a llegar un momento en el que inevitablemente sobrepase el ritmo de escritura del señor Martin.
Aunque lógicamente la narración prosigue con los acontecimientos allí donde terminaba Choque de Reyes, el autor ya nos advierte en un rápido prólogo que la vastedad del relato, las peculiaridades de la estructura narrativa (con la percepción desde el punto de vista de los diferentes protagonistas, como en los libros anteriores) y el mismo formato coral de la novela, con un conjunto de personajes que no deja de agrandarse más y más, imponen que los capítulos se ajusten entre sí con cierta flexibilidad temporal para que el engranaje de la acción vuelva a ponerse en marcha. Y si creíamos que tras la Batalla del Aguasnegras —con la que se ponía punto final al segundo volumen— presagiaba un periodo de calma, o cuando menos un lapso de respiro, estábamos muy equivocados.
Porque si hay algo que destacar de esta tercera parte de la Canción es justamente que el relato está preñado de pura acción. Con la flota de Stannis hecha pedazos frente a las altas almenas de Desembarco del Rey no termina el choque entre los diferentes pretendientes al trono de hierro de Poniente que pronosticaba el título anterior, sino que antes bien se avecina, tal como anuncia este, una verdadera borrasca que amenaza con empapar a todos. Creo que para ordenar en primer lugar mis propias ideas, no va mal que me dedique a repasar sucintamente qué les ha sucedido a los personajes (los que siguen en pie, claro) envueltos en esta tormenta de avatares, desgracias y graves actos. Huelga decir, por tanto, que en los siguientes párrafos aparecen detalles del argumento que podrían hacer saltar por los aires el factor sorpresa de quienes aún no se hayan adentrado en las procelosas mareas del hielo y el fuego. Ahí queda el aviso.
La suerte de los Stark está tan diseminada como desperdigados se encuentran los integrantes de su Casa. Mientras Robb, el joven lobo y Rey en el Norte (aunque ya sin un norte que gobernar tras la caída de Invernalia y a la vez con éste un poco perdido al demorar decisiones bajo la seguridad de Aguasdulces), ve hundirse a Catelyn en el desconsuelo por la fatalidad que corren los del huargo, sus hermanos emprenden destinos opuestos a lo largo y ancho de los puntos cardinales del mapa de Poniente. La maniobra iniciada por la viuda de Ned para reunir a las chicas Stark, liberando a Jaime Lannister bajo la estrecha custodia de Brienne de Tarth, quedará al albur de variables que escapan por completo a esta madre coraje. Pues Arya, dejando atrás la amenazadora silueta ruinosa de Harrenhal, se ve sometida a un vaivén errático entre el grupo de bandidos que conforma la llamada Hermandad sin Estandarte y con un posterior compañero de viaje mucho menos sociable, junto al que su único consuelo es repetir la letanía nocturna de venganzas hasta que llegue la consumación del Valar Morghulis.
Sansa también padecerá su personal calvario recluida en la aparente seguridad de la corte, por más que la capital se haya librado de los peligros de la guerra, a merced de nuevas vejaciones con el sello Lannister; familia a la que unirá su nombre debido al insospechado compromiso matrimonial con el miembro de la casa del león púrpura que menos habríamos podido imaginar a priori. Entretanto, el lisiado Bran inicia un lento y desventurado periplo hacia el Muro, en compañia de los extraños hermanos Reed, en busca del famoso cuervo de tres ojos que hostiga sus sueños confusos de warg.
Al bastardo Jon Nieve le aguardan toda clase de peripecias a un lado y otro del Muro, infiltrado entre los salvajes de Mance Rayder, junto a los que conocerá el amor de la indómita Ygritte («No sabes nada, Jon Nieve» será la consigna de esta entrega mutua tan vehemente como imposible) y de vuelta en el Castillo Negro, defendiendo la firmeza de la barrera de hielo que marca el fin del mundo civilizado. Con los caminantes blancos en marcha e inesperados aliados de última hora, no cabe duda que el hilo argumental del hijo de Eddard reclutado en las filas de la Guardia de la Noche, no por distante y ajeno a las intrigas de los Siete Reinos, deja de ser determinante para la solidez general del relato.
Pero no menos agitada es la trayectoria de la Casa Lannister durante las numerosas páginas de este tomo, paladeando tanto las mieles de la victoria compartida con los Tyrell, como la hiel de las calamidades personales más implacables. La figura del enano Tyrion, ese "gigante entre nosotros" (tan bien definido por el maestre Aemon), pasará de la convalecencia por las serias heridas arrostradas de su participación en la batalla durante sus últimos actos como Mano del Rey en funciones, al desamparo frente a los suyos —en especial de su hermana Cersei—, cuando no el desprecio directo del cabeza de familia, Tywin Lannister, que pasa a ocupar el puesto que él defendió con su ingenio. Tyrion será al principio de esta entrega un espectador en segundo plano, que pasará sin embargo a la primera línea ante uno de los sucesos más trascendentales de la saga, relacionado con el destino de su déspota sobrino, el odioso y ya coronado Joffrey Baratheon.
Por su parte, Jaime obtiene una relevancia de la que no había gozado previamente (consigue la titularidad episódica, de hecho), permitiéndonos así George R. R. Martin ahondar en profundidad en la psicología del Matarreyes, sin duda uno de los personajes más complejos de la serie, de la cual la poco agraciada Brienne se convierte en el resorte que la hace aflorar a la comprensión del lector. Ni qué decir tiene que el repertorio de conspiradores (Varys, Meñique, etc.) que integran la corte de la Fortaleza Roja seguirá tejiendo el entramado de dobles juegos y traiciones al que nos tienen acostumbrados.
Y cómo podría olvidarme de otro personaje esencial (tengo que reconocer que uno de mis favoritos, además) como Daenerys Targaryen en su peregrinaje libertador a lo largo de la Bahía de los Esclavos, que la llevará a conquistar inexorablemente una ciudad tras otra —las obstinadas, pero vulnerables, Astapor, Yunkai y Meeren— mientras aumenta no sólo el tamaño de sus dragones, sino también la lealtad de sus protectores, a cual más apasionado y fanático de su causa o de su belleza, amparados bajo la disciplina del devoto cuerpo de soldados eunucos que les protege, los Inmaculados. Lejos aún de su regreso triunfal a Poniente, la khaleesi da pasos de gigante a estas alturas de la trama para en un futuro que parece no llegar nunca disputar el trono de hierro a los usurpadores de la sangre del dragón.
Detenerme sólo en los personajes principales es quedarme corto, lo sé, ya que seguramente Tormenta de Espadas es la parte de esta saga en la que la teoría del caos se desata más descontroladamente, extendiendo su influjo hasta la última de las Casas, bandos y roles menores, y empezando a cobrarse consecuencias verdaderamente importantes en el devenir de la historia, al tiempo que deja resueltas por fin incógnitas que venían de largo (hablemos de la autoría del famoso puñal que atentó contra la vida del joven Bran, o de la mano tras la muerte de Jon Arryn). Prueba de ello es también que facciones que creíamos derrotadas y fuera del juego de tronos, como Stannis Baratheon (cuya dualidad moral atiende a una conciencia buena y otra mala, personificadas en Davos Seaworth y la oscura sacerdotisa roja Melisandre) vuelven a la carga con mucho que decir aún. En contra de la teleserie, no obstante, apenas se menciona a los Hombres del Hierro ni la suerte corrida por Theon Greyjoy, pero de eso ya nos ocuparemos donde corresponde.
La tercera parte de Canción de Hielo y Fuego está tocada por los hitos más trascendentales, o vibrantes si se quiere, de toda esta inmensa novela-río que lleva casi dos décadas encandilando partidarios a su causa. Las emociones más trepidantes que puede despertar una lectura de ficción (o de cualquier clase de vertiente literaria, qué demonios) se encuentran aquí reunidas: el sobresalto, la curiosidad, el espanto, la admiración, la añoranza, la empatía, la compasión, el enfado... instigando las ganas de leer más y más. Encrucijadas del relato, como la estremecedora e impactante Boda Roja, que lleva al hundimiento definitivo de una Casa esencial en la historia, la condena de Tyrion o la malograda suerte de sus parientes Lannister —de las cuales quizás la menor es la pérdida física que experimenta Jaime—, la catarsis de Daenerys durante su viaje de redención, la pujanza creciente de familias que hasta ahora se mantenían en la retaguardia, como los Tyrell y los Martell, o el sacrificio de Jon Nieve... se viven con tal pasión que no pueden sino llevar a considerar este libro una de las obras más imponentes del canon fantástico.
Puede que George R. R. Martin no sea un artesano de la narrativa a la altura de Tolkien y que sus maneras lingüisticas resulten de un pragmatismo muy lejano de la delicadeza poética del padre británico de la fantasía. Precisamente en este libro muestra un estilo más realista y brutal que nunca. Pero su maestría en el dominio del folletín y sus trucos para enganchar al lector no restan un ápice al mérito del que goza como contador de historias, aunque sea de una tan eterna que algunos ya empiecen a cansarse de esperar su desenlace. Yo no he llegado a esa situación, por lo menos de momento, y si bien es cierto que especialmente en esta tercera parte llegamos a amar y odiar al autor americano a partes iguales, al final no queda otra que conceder al César lo que es del César.
Los angustiosos giros de guión, la crudeza de las descripciones o la habilidad al trasladarnos de un confín a otro de su mundo medieval-fantástico (con un mapa que se amplía hacia nuevas fronteras, como las fortalezas que jalonan el Muro y las heladas extensiones más allá de éste, o los áridos zigurats que se alzan en las ciudades esclavistas al otro lado del Mar Angosto) forman parte de las herramientas empleadas por este lúcido escritor con las que nos atrapa de la primera página a la última. Porque, como él mismo advierte en su preámbulo: «Si los ladrillos no están bien hechos, las paredes se caen».
Pero si hay algo en lo que la saga brilla por si misma es la fuerza de unos personajes que traspasan la tinta de las hojas. Y, cómo no, la desafección de Martin por cualquiera de ellos (nada que cualquier fan no sepa ya), aislándoles de tópicos, sometiéndolos a toda clase de maniobras y alejándoles de esa condición de intocables a la que no saben renunciar otros autores sobre sus protagonistas, es lo que —nos guste reconocerlo o no, por mucho apego que les tomemos— colma de grandeza su obra. Mientras este viejo tramposo de New Jersey se entretiene en procurar la caída, uno por uno, de los reyes de Poniente, no descuida un minuto las relaciones que surjen entre los personajes, sean principales o secundarios, ni la evolución y la madurez de carácter que muchos de ellos (Sansa, Jaime o Samwell, por ejemplo) experimentan a medida que pasan los capítulos.
Unos breves apuntes sobre las ediciones bajo las que se presenta Tormenta de Espadas en la publicación española de Gigamesh: la rústica con solapas de dos tomos (que prefiero al resto), el formato de lujo con tapa dura, en bolsillo e incluso una ómnibus, para que elijamos la que más nos convenga. Eso sin dejar de lado las geniales portadas de Enrique Corominas que hacen las envidias de ediciones extranjeras, por supuesto. Recordemos que están también las adaptaciones en cómic y la exitosa serie de televisión de HBO (de la que, como era mi intención, no tardaré en rendir cuentas por aquí) para hacer más tolerable la espera a aquellos que llevan la saga al día, aunque no sea mi caso.
Así las cosas, ¿qué me aguarda en Festín de Cuervos? No son pocas las voces que hablan de una cuesta hacia abajo, así que algo me inclina a pensar que no será para tanto. Tal vez porque el presente volumen es considerado el mejor de la Canción y sin duda el que más me ha gustado de los leídos hasta ahora, y eso que el listón ya estaba al máximo. El caso es que en cuestión de galardones se lo ha llevado todo: el Locus de fantasía en 2001, el Ignotus en 2006, etc. En fin, es dificil resulta hacer una valoración de un título como este... De manera que, mientras os emplazo a la futura crítica a lo largo del año del siguiente número, me gustaría saber qué sensaciones dejó en vosotros esta tercera parte.
Increible y adictiva lectura para todo el mundo, sean o no lectores asiduos del género. Simplemente imprescindible. Tormenta de Espadas consigue lo que parecía imposible: sublimar el nivel de calidad de Canción de Hielo y Fuego hasta cotas aún más elevadas.
Reseña en Adalides de Canción de Hielo y Fuego I: Juego de Tronos
Reseña en Adalides de Canción de Hielo y Fuego II: Choque de Reyes
8 comentarios:
Un libro lleno de sorpresas monumentales que uno no se espera para nada. Respecto a Daenerys yo no lo habría descrito mejor: "pasos de gigante" ( ¿cómo habría sido todo si al final no hubiese el autor metido dragones en la saga?). Y de la Boda Roja que puedo decir... sencillamente BRUTAL.
Concuerdo en que hasta ahora es el libro más sorprendente de la saga. Ya contarás que te ha parecido Festín de cuervos.
No sabes cómo te envidio... es uno de los mejores libros que he leído nunca Jolan y me das envidia sana porque me quedan muy atrás sus páginas ya, pero el recuerdo es imborrable.
Salud!
Hola Santiago.
Es un punto de inflexión en la saga, sin duda. Y muy en particular debido a la famosa Boda Roja, y a otro suceso que he preferido omitir abiertamente, no sea que nos lea alguien que sólo está siguiendo la serie y le reviente la sorpresa, jeje.
Esta reseña la tendría que haber publicado el año pasado, pero al final se ha ido aplazando y... Bueno, este año tocará la de Festín y a ver si para el mes que viene la 3ª temporada de la serie, como tenía previsto.
Hola Dimitri.
Haciendo mías tus palabras, tengo que admitir que también es una de las mejores novelas de fantasía que he leído nunca. No hay un minuto de respiro y sus páginas se pasan volando.
¡Saludos a los dos!
Buenas Jolan,
Un libro increíble, de lo mejor que he leído en fantasía. A mí "Festín de cuervos" me gustó tanto o igual que éste, pero debo reconocer que hay un cambio de ritmo perceptible y que a más de uno no le gustará.
Ya nos contarás qué tal.
¡Un saludo!
Es una de mis imperdonables lecturas pendientes. Varias veces he intentado leerlas pero no encuentro el momento... Objetivo 2014!!!!!
¡Me encanto! Por cierto muy buena reseña.
Buenas Iván.
Yo también añado este título a mi particular Olimpo de la fantasía épica, y aunque Festín de Cuervos baje el ritmo, no todo van a ser sobresaltos, que en este título ya tenemos unos cuantos, jeje.
Pardi:
Comprendo que da un poco de pereza embarcarse en una serie tan extensísima y además sin acabar; a mí me pasaba igual al principio. Pero cuando lo hagas, verás que das por buena la decisión de leerlos.
Gracias Mari. ;)
¡Saludos!
Para mi, el mejor de la saga, de los que lleva publicados. Atrapa y engancha de una manera brutal, continuando con toda la narración y la historia que se ha ido construyendo desde el primer libro, y desembocando en algunos hechos que dejan al lector con cara de póker. A ciertas bodas me remito xD
En fin, que estoy muy de acuerdo con tu reseña :)
Un saludo!
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