Ha pasado bastante tiempo desde que reseñé la primera parte de Geralt de Rivia, una de las sagas más exitosas del panorama fantástico actual, de la que no hace muchos meses se ha publicado por fin su conclusión. Ya hace también desde que leí el segundo libro de la serie, así que iba siendo hora de dedicarle algún comentario. Vaya por delante que tan sólo he leído estos dos primeros títulos, El último deseo y La espada del destino, por lo que mi opinión carece de la profundidad que pueda contar la de alguien que haya devorado los siete libros (bueno, ocho, considerando que La dama del lago es un volumen doble).
Aún con esta limitación, leer las historias de Geralt me ha parecido una delicia; me han gustado especialmente estos relatos cortos, con algunas tramas entrelazadas, que ocupan los comienzos de la serie. Precisamente por eso, por lo mucho que disfruto este formato de pequeñas historias, me da un poco de pereza abandonarlos para embarcarme en la lectura continuada y sin interrupción de los restantes números. Con toda seguridad, la calidad se mantendrá a la altura, de eso casi no me cabe duda, pero el menor apego que le tengo hoy día hacia las colecciones prolongadas me hace aplazarlos para más adelante, aunque sé que muchos me exhortaréis a no esperar demasiado.
En fin, quedémonos de momento con las impresiones sobre La espada del destino, el segundo tomo de la serie que, como digo, aparece dividido en seis relatos independientes, aunque de algún modo interrelacionados unos con otros. Para empezar, toda buena sensación que provocaba el primer libro, resurge y se multiplica en este. La prosa cruda, adictiva y directa de Andrzej Sapkowski que tan bien funcionaba en la entrega precedente, no sólo se mantiene sino que se ve incluso mejorada. Los distintos niveles de escritura y la modulación de los diálogos en función del grado de quien se pronuncia, son una de las capacidades del polaco que me parecen más logradas y que imponen un aire de frescura rara vez antes visto en la fantasía. Sapkowski sabe que no habla igual un zapatero que un príncipe (aunque sus príncipes poco posean de los remilgos caballerescos propios del género), tales como podrían ser los que aparecen en En las fronteras de lo posible, y lo refleja con una fidelidad que raya la perfección en boca de sus personajes. El escritor no tiene reparos en concederles un variado vocabulario que puede ir de lo más burdo e insolente, con todo un repertorio de insultos, malsonancias y exabruptos, a lo sofisticado, provocando ese contraste muchas veces la risa o la sorpresa. Pero no sólo es en los diálogos donde destaca la pluma del autor: su habilidad para descubrirnos ambientes y escenarios maravillosos casi reales, para narrar episodios donde la acción se desborda de repente, haciendo que te mantengas pegado a las páginas, o para describir el interior de los personajes y el caudal de sentimientos que cruza por sus mentes, tornándolos vivos y dándoles humanidad (aun a los supuestos monstruos), acercándolos con fuerza al lector, es extraordinaria.
Quizá en menor medida en este volumen, pero aún presente, vuelve a recurrirse a la riqueza del folklore centroeuropeo y los cuentos clásicos, en una versión que, de prostituida y a veces grotesca, siempre ocurrente, resulta genial y nos hace entender esas mismas fábulas de un modo totalmente distinto a como las teníamos concebidas desde nuestra niñez, suscitando de nuevo la reacción y el brillante golpe de efecto (¡quién no se sorprende, en ese precioso relato titulado Un pequeño sacrificio que perfila una variante alternativa de la sirenita, cuando su enamorado príncipe, herido en su dignidad de no verse correspondido, suelta a su amada reproches envenenados tales como “búscate un bacalao, sardina frígida”!) Además, el giro del tópico en un sentido de 180º alcanza a seres tan míticos, y a la vez sobados por otros, como dragones o magos, que lejos de exponer las mismas respuestas y actitudes que cabría esperar de ellos -a base de clichés hasta la saciedad repetidos en la fantasía- presentan matices tan impropios de su figura como originales y bien resueltos.
No quiero redundar en cosas ya apuntadas al hablar del libro que inauguraba la serie; simplemente diremos que se mantienen afortunadamente inalterables: un nutrido repertorio de bestias fantásticas desbordante de imaginación, la labor digna de aplauso de José Mª Faraldo como traductor en su adaptación al castellano, etc. Y también lo trabajado de los personajes secundarios, cuya psicología está descrita con asombrosa pericia (hay todo un plantel maravilloso en este volumen –el tratante Tres Grajos, el mago Istredd, las dríadas de Brokilón, el vicario eclesiástico Chapelle, el estarosta Herbolth, o el comerciante Yurga, entre otros). Pero sí que podemos observar que se opera un cambio en Geralt, que en esta sucesión de nuevas aventuras muda su protagonismo a un tono más profundo, melancólico y reflexivo de lo que veíamos anteriormente. Su lugar en el mundo, una lucha constante contra la inexorabilidad del destino o la percepción que los demás tienen de él, cobran peso en su forma de ver las cosas. Gran parte de culpa de ese cambio la tiene Yennefer, personaje que ya introducía El último deseo y que ahora adquiere una relevancia capital en la vida de Geralt. Para suavizar la gravedad de la tormentosa e intermitente relación entre el brujo y la hechicera de melena azabache, también reaparece, a menudo como surgido de ninguna parte, el trovador Jaskier, aporte cómico inconfundible de la obra y leal compañero de fatigas de Geralt; una de las pocas personas a las que no parece amedrentar el carácter y la fisonomía del cazador de monstruos.
Los relatos que contiene este volumen poseen una estructura similar a los del anterior, transcurridos varios años de los sucesos que en él tenían lugar: normalmente suelen encabezarse con la búsqueda o entuerto, en su tarea de espada a sueldo, que ocupa al brujo en ese momento y en un lugar concreto del complejo y oscuro mundo de Geralt de Rivia. Nos acercamos todavía más a ese mundo agonizante que ya se preconizaba en la primera entrega y que prepara al lector para las historias que se van a desarrollar en el futuro.
Hagamos un somero repaso de ellos:
En las fronteras de lo posible presenta la alocada cacería de un dragón malherido, cuyos participantes resultan de lo más variopinto, que se ha refugiado en las montañas del norte. Sin quererlo, Geralt acaba uniéndose a ellos, con poco o ningún interés en el reparto del botín que tantos recelos suscita en el grupo, no siendo por acercarse de nuevo a Yennefer -que toma parte en la caravana- para restañar las malas experiencias del pasado. La misión desemboca en un inesperado lance del que el único que parece salvar los platos es el propio brujo.
En Esquirlas de hielo Geralt y Yennefer, de nuevo juntos, hacen un alto en la ciudad de Gynvael, punto de reunión esporádico entre la hechicera y el mago Istredd, quien tras una serie de contactos amorosos puntuales separados en el tiempo, le guarda ahora proposiciones más serias. Los celos y la rivalidad entre Geralt y el mago, teñida del desprecio mutuo hacia la profesión que cada cual ejerce, ponen en tensión una relación apenas afianzada, de la que el mercenario de pelo blanco se revela claramente dependiente.
Fuego eterno tiene lugar en el populoso Novigrado, donde Geralt y Jaskier se enfrentan a la astucia de un doppler, un ser cambiaformas que aprovechando su inusual naturaleza pone en serios aprietos a un mercader mediano, al que nuestra pareja de buscavidas trata de ayudar. Un ingenioso y divertido relato en el que una vez más las circunstancias acaban favoreciendo a aquellos que suelen salir peor parados de los reveses diarios y que ahonda en el sentido de que no todos los monstruos merecen la imposición de tal calificativo.
Un pequeño sacrificio es lo que exige la historia del amor irrealizable entre el príncipe local de una población costera y una sirena, dando pie a algunos de los pasajes más destacables del libro, que tan pronto nos arrancan una sonrisa como nos dejan un regusto amargo y nostálgico. El fugaz acercamiento entre el brujo mutante y la joven poetisa Ojazos pone de manifiesto las dificultades del primero para reconocer la existencia de unos sentimientos que, por naturaleza, le han sido aparentemente negados.
La siguiente aventura, La espada del destino, que cede su título a la novela, encamina a nuestro personaje central hacia un nuevo planteamiento de su existencia y el inevitable choque con el destino que le depara un juramento del pasado. Mientras se interna en el impenetrable bosque de Brokilón en calidad de mensajero, Geralt descubre la brutalidad que empuja a las dríadas para proteger el último rincón que los humanos a duras penas les permiten conservar. Relato que alterna un sentido ecológico e instinto de preservación natural condenado al fracaso, con un hecho crucial para la saga: el encuentro con la pequeña Ciri.
Por último, en Algo más, el brujo expone gravemente su vida al ayudar a un mercader cuya carreta ha quedado atascada en un puente junto al que anidan seres monstruosos. En un estado continuo entre la vigilia y la inconsciencia provocada por la fiebre, los sueños de un Geralt más vulnerable que nunca nos muestran nuevos encuentros trascendentales que le conducen, por más que intente resistirse, hacia aquello a lo que está predestinado. Esta historia se convierte en la rampa de salida para los sucesos que acontecerán en los próximos volúmenes, en los que el mundo conocido se precipita al cambio.
Ya sé que a estas alturas no es necesario recomendar Geralt de Rivia a todo consumidor habitual de literatura fantástica; la saga se vende sola gracias a su combinación de originalidad, ingeniosos guiños, humor inteligente, formidables diálogos y una narrativa de estilo fluido que armoniza lo mejor del género con una agradecida dosis de realidad. Con el cambio de identidad editorial de Bibliópolis al sello Alamut, ahora además es posible adquirir una nueva edición de la saga en tapa dura, con renovadas y excelentes portadas (que estas novelas se merecían) retratando a sus distintos personajes. La obra clave de Sapkowski es un vicio al que resulta difícil renunciar.
Aún con esta limitación, leer las historias de Geralt me ha parecido una delicia; me han gustado especialmente estos relatos cortos, con algunas tramas entrelazadas, que ocupan los comienzos de la serie. Precisamente por eso, por lo mucho que disfruto este formato de pequeñas historias, me da un poco de pereza abandonarlos para embarcarme en la lectura continuada y sin interrupción de los restantes números. Con toda seguridad, la calidad se mantendrá a la altura, de eso casi no me cabe duda, pero el menor apego que le tengo hoy día hacia las colecciones prolongadas me hace aplazarlos para más adelante, aunque sé que muchos me exhortaréis a no esperar demasiado.
En fin, quedémonos de momento con las impresiones sobre La espada del destino, el segundo tomo de la serie que, como digo, aparece dividido en seis relatos independientes, aunque de algún modo interrelacionados unos con otros. Para empezar, toda buena sensación que provocaba el primer libro, resurge y se multiplica en este. La prosa cruda, adictiva y directa de Andrzej Sapkowski que tan bien funcionaba en la entrega precedente, no sólo se mantiene sino que se ve incluso mejorada. Los distintos niveles de escritura y la modulación de los diálogos en función del grado de quien se pronuncia, son una de las capacidades del polaco que me parecen más logradas y que imponen un aire de frescura rara vez antes visto en la fantasía. Sapkowski sabe que no habla igual un zapatero que un príncipe (aunque sus príncipes poco posean de los remilgos caballerescos propios del género), tales como podrían ser los que aparecen en En las fronteras de lo posible, y lo refleja con una fidelidad que raya la perfección en boca de sus personajes. El escritor no tiene reparos en concederles un variado vocabulario que puede ir de lo más burdo e insolente, con todo un repertorio de insultos, malsonancias y exabruptos, a lo sofisticado, provocando ese contraste muchas veces la risa o la sorpresa. Pero no sólo es en los diálogos donde destaca la pluma del autor: su habilidad para descubrirnos ambientes y escenarios maravillosos casi reales, para narrar episodios donde la acción se desborda de repente, haciendo que te mantengas pegado a las páginas, o para describir el interior de los personajes y el caudal de sentimientos que cruza por sus mentes, tornándolos vivos y dándoles humanidad (aun a los supuestos monstruos), acercándolos con fuerza al lector, es extraordinaria.
Quizá en menor medida en este volumen, pero aún presente, vuelve a recurrirse a la riqueza del folklore centroeuropeo y los cuentos clásicos, en una versión que, de prostituida y a veces grotesca, siempre ocurrente, resulta genial y nos hace entender esas mismas fábulas de un modo totalmente distinto a como las teníamos concebidas desde nuestra niñez, suscitando de nuevo la reacción y el brillante golpe de efecto (¡quién no se sorprende, en ese precioso relato titulado Un pequeño sacrificio que perfila una variante alternativa de la sirenita, cuando su enamorado príncipe, herido en su dignidad de no verse correspondido, suelta a su amada reproches envenenados tales como “búscate un bacalao, sardina frígida”!) Además, el giro del tópico en un sentido de 180º alcanza a seres tan míticos, y a la vez sobados por otros, como dragones o magos, que lejos de exponer las mismas respuestas y actitudes que cabría esperar de ellos -a base de clichés hasta la saciedad repetidos en la fantasía- presentan matices tan impropios de su figura como originales y bien resueltos.
No quiero redundar en cosas ya apuntadas al hablar del libro que inauguraba la serie; simplemente diremos que se mantienen afortunadamente inalterables: un nutrido repertorio de bestias fantásticas desbordante de imaginación, la labor digna de aplauso de José Mª Faraldo como traductor en su adaptación al castellano, etc. Y también lo trabajado de los personajes secundarios, cuya psicología está descrita con asombrosa pericia (hay todo un plantel maravilloso en este volumen –el tratante Tres Grajos, el mago Istredd, las dríadas de Brokilón, el vicario eclesiástico Chapelle, el estarosta Herbolth, o el comerciante Yurga, entre otros). Pero sí que podemos observar que se opera un cambio en Geralt, que en esta sucesión de nuevas aventuras muda su protagonismo a un tono más profundo, melancólico y reflexivo de lo que veíamos anteriormente. Su lugar en el mundo, una lucha constante contra la inexorabilidad del destino o la percepción que los demás tienen de él, cobran peso en su forma de ver las cosas. Gran parte de culpa de ese cambio la tiene Yennefer, personaje que ya introducía El último deseo y que ahora adquiere una relevancia capital en la vida de Geralt. Para suavizar la gravedad de la tormentosa e intermitente relación entre el brujo y la hechicera de melena azabache, también reaparece, a menudo como surgido de ninguna parte, el trovador Jaskier, aporte cómico inconfundible de la obra y leal compañero de fatigas de Geralt; una de las pocas personas a las que no parece amedrentar el carácter y la fisonomía del cazador de monstruos.
Los relatos que contiene este volumen poseen una estructura similar a los del anterior, transcurridos varios años de los sucesos que en él tenían lugar: normalmente suelen encabezarse con la búsqueda o entuerto, en su tarea de espada a sueldo, que ocupa al brujo en ese momento y en un lugar concreto del complejo y oscuro mundo de Geralt de Rivia. Nos acercamos todavía más a ese mundo agonizante que ya se preconizaba en la primera entrega y que prepara al lector para las historias que se van a desarrollar en el futuro.
Hagamos un somero repaso de ellos:
En las fronteras de lo posible presenta la alocada cacería de un dragón malherido, cuyos participantes resultan de lo más variopinto, que se ha refugiado en las montañas del norte. Sin quererlo, Geralt acaba uniéndose a ellos, con poco o ningún interés en el reparto del botín que tantos recelos suscita en el grupo, no siendo por acercarse de nuevo a Yennefer -que toma parte en la caravana- para restañar las malas experiencias del pasado. La misión desemboca en un inesperado lance del que el único que parece salvar los platos es el propio brujo.
En Esquirlas de hielo Geralt y Yennefer, de nuevo juntos, hacen un alto en la ciudad de Gynvael, punto de reunión esporádico entre la hechicera y el mago Istredd, quien tras una serie de contactos amorosos puntuales separados en el tiempo, le guarda ahora proposiciones más serias. Los celos y la rivalidad entre Geralt y el mago, teñida del desprecio mutuo hacia la profesión que cada cual ejerce, ponen en tensión una relación apenas afianzada, de la que el mercenario de pelo blanco se revela claramente dependiente.
Fuego eterno tiene lugar en el populoso Novigrado, donde Geralt y Jaskier se enfrentan a la astucia de un doppler, un ser cambiaformas que aprovechando su inusual naturaleza pone en serios aprietos a un mercader mediano, al que nuestra pareja de buscavidas trata de ayudar. Un ingenioso y divertido relato en el que una vez más las circunstancias acaban favoreciendo a aquellos que suelen salir peor parados de los reveses diarios y que ahonda en el sentido de que no todos los monstruos merecen la imposición de tal calificativo.
Un pequeño sacrificio es lo que exige la historia del amor irrealizable entre el príncipe local de una población costera y una sirena, dando pie a algunos de los pasajes más destacables del libro, que tan pronto nos arrancan una sonrisa como nos dejan un regusto amargo y nostálgico. El fugaz acercamiento entre el brujo mutante y la joven poetisa Ojazos pone de manifiesto las dificultades del primero para reconocer la existencia de unos sentimientos que, por naturaleza, le han sido aparentemente negados.
La siguiente aventura, La espada del destino, que cede su título a la novela, encamina a nuestro personaje central hacia un nuevo planteamiento de su existencia y el inevitable choque con el destino que le depara un juramento del pasado. Mientras se interna en el impenetrable bosque de Brokilón en calidad de mensajero, Geralt descubre la brutalidad que empuja a las dríadas para proteger el último rincón que los humanos a duras penas les permiten conservar. Relato que alterna un sentido ecológico e instinto de preservación natural condenado al fracaso, con un hecho crucial para la saga: el encuentro con la pequeña Ciri.
Por último, en Algo más, el brujo expone gravemente su vida al ayudar a un mercader cuya carreta ha quedado atascada en un puente junto al que anidan seres monstruosos. En un estado continuo entre la vigilia y la inconsciencia provocada por la fiebre, los sueños de un Geralt más vulnerable que nunca nos muestran nuevos encuentros trascendentales que le conducen, por más que intente resistirse, hacia aquello a lo que está predestinado. Esta historia se convierte en la rampa de salida para los sucesos que acontecerán en los próximos volúmenes, en los que el mundo conocido se precipita al cambio.
Ya sé que a estas alturas no es necesario recomendar Geralt de Rivia a todo consumidor habitual de literatura fantástica; la saga se vende sola gracias a su combinación de originalidad, ingeniosos guiños, humor inteligente, formidables diálogos y una narrativa de estilo fluido que armoniza lo mejor del género con una agradecida dosis de realidad. Con el cambio de identidad editorial de Bibliópolis al sello Alamut, ahora además es posible adquirir una nueva edición de la saga en tapa dura, con renovadas y excelentes portadas (que estas novelas se merecían) retratando a sus distintos personajes. La obra clave de Sapkowski es un vicio al que resulta difícil renunciar.
9 comentarios:
Excelente crítica para un excelente libro. De los dos libros de relatos que tiene la saga, este es mi favorito con diferencia (sin desmerecer al primero).
Es un libro que me gustaría releer de un momento a otro (aunque ya se sabe con todo lo que hay por leer), siendo mi relato favorito el de En las Fronteras de lo Posible. Ese relato con el dragón, lleno de humor, aventuras, fantasía... y algo más. Me parece de los mejores del libro.
Veo que te ha gustado bastante. Ahora te toca ponerte con las novelas, ya verás que no te defraudan (o eso espero). El tercero, La Sangre de los Elfos, es posiblemente el más flojo de todos los que he leído (relatos incluidos), o eso recuerdo, y hasta donde he leído (el quinto).
Espero que te gusten las novelas.
Los relatos de este tomo no tienen desperdicio. Yo también lo encuentro mejor que el primero, y eso que El último deseo ya dejaba el listón alto.
Sí, ahora tocaría continuar con las novelas, pero todavía esperaré un tiempo antes de ponerme con ellas.
Saludos!
Los dos primeros libros en su día me impactaron. Reconozco sin embargo que las novelas restantes me interesan bastante menos, hasta el punto de que la última ni siquiera la he leído.
En mi opinión el relato corto es el formato ideal para ciertos personajes y éste es uno de ellos. Siempre tendemos a minusvalorar el cuento como unidad narrativa, icluidos los propios autores, sin embargo es la forma ideal y más auténtica de contar historias, así es como lo hacían ya nuestros antepasados hace decenas de miles de años a la luz de las hogueras. Dominar este género no es nada fácil y Sapkowski creo que es todo un maestro.
Sobre los relatos mi favorito es el de Ojazos. Es una de las historias de amor más bonitas que he leído. Amor unidireccional o platónico si se prefiere, pero amor del bueno.
Tienes razón en lo que dices sobre los cuentos, Pedro. Por lo que otra recomendación que siempre hago cada vez que se nombra a Sapkowski es "La Tarde Dorada", versión recomendabilísima sobre "Alicia en el País de las Maravillas", que tiene un toque especial y novedoso. Recomendado al 100%. Se puede encontrar en un par de antologías de la editorial, así como en libro suelto (pero sale caro).
Totalmente de acuerdo, Pedro. El cuento, que parece ser el gran olvidado de la narrativa actual, a menudo es el formato idóneo para según qué historias, aunque es difícil ceñirse a las limitaciones de espacio que impone. Precisamente por eso, los autores que se manejan bien con el relato corto suelen destacar, ya que es una modalidad que engancha.
En este sentido, tomo muy en cuenta tu opinión sobre el resto de libros, porque con el paso de los años justamente he ido abandonando cada vez más la lectura de sagas muy prolongadas en favor de volúmenes únicos e historias autoconclusivas (lo que no implica que meterse de cuando en cuando en un ciclo amplio cuya historia da para varios volúmenes pueda ser igualmente apasionante).
Loren, me suena haber oído algo del libro que citas... ¿puede ser que lo haya leído en una reseña de tu blog? Tomo nota de tu recomendación, por si me lo encuentro por ahí.
Por cierto, que yo no he dicho cuáles son mis relatos favoritos de este volumen de Geralt, pero la verdad es que me cuesta decidirme. Todos tienen algo especial (unos más humor, otros aportan un punto nostálgico, otros son más épicos...) Me quedo con el conjunto que forman. Una pena que Sapko no decidiera continuar con la opción de relatos cortos; a Geralt le van que ni pintados.
Saludos!
Los relatos sin ideales para cuando se quiere leer historias cortas y uno no tiene tiempo (o ganas) de leer novelas, además del propio relato en sí, ya que hay muchos totalmente deliciosos (yo me los tomo como un postre xD).
Sí Jolan, el relato de Sapko sobre "Alicia en el País de las Maravillas" lo he nombrado varias veces en mi blog, por eso insto a leerlo siempre que puedo. xD Me parece de los mejores que he leído, claro que gusta más si se es fan del original.
Coincido mas o menos en que el segundo tomo mejora respecto a las historias del primero, pero en el tercero pasa lo mismo, en el cuarto sigue mejorando, en el...
La mega historia que digamos se inicia en la 3ª entrega es muy, muy buena.
Discrepo en lo de las portadas, prefiero las de la edición de Bibliópolis a las de Alamut.
Dadle una oportunidad a Narrenturm, buf, otra maravilla, aunque no se sepa cuando sale la segunda entrega (de tres).
Ante todo, felicidades por el blog, ya que lo acabo de conocer, y me hago seguidor en el acto.
Por supuesto estoy de acuerdo en que Sapkowski es un fabuloso cuentista, y mi favorito de esta entrega es también "Un pequeño sacrificio", de hecho a mí me gusta escribir relatos y es uno de esos autores que cuando leo pienso "joder, así me gustaría escribir a mí". Es una delicia leerlo, pero ojo, en mi opinión Geralt necesitaba una gran historia y el escritor polaco acertó novelizando las secuelas.
Las recomiendo enardecidamente, yo de hecho he vuelto a releérmelas todas, reseñándolas en mi blog, para afrontar la séptima con la memoria fresca y las he disfrutado más si cabe al realizar una lectura más pausada, evitando las prisas por averiguar lo que va a pasar en la página siguiente. Son muy buenas, especialmente Tiempo de odio y las dos últimas. Para mí es una saga tan imprescindible como Canción de Hielo y Fuego, no digo que mejor, pero tampoco que peor.
Por último me gustaría mencionar que Sapkowski también tiene otro libro de relatos: Camino sin retorno. Aunque contiene dos cuentos menores del universo Geralt de Rivia (que están bien), no se lo recomiendo a los fans del mismo si se compran el libro sólo por ello, pero es otra buena muestra de su narrativa y el resto de los relatos son buenos. Por cierto, que incluye La tarde dorada.
Saludos.
Bienvenido, Pedro López, y gracias por tu comentario. Sí, es envidiable la fluidez con la que escribe Sapkowski. Pasaré por tu blog para avanzar por dónde irá la lectura del tercer libro.
Sin duda, Canción de Hielo y Fuego y Geralt de Rivia son dos pilares de la fantasía moderna.
Desconocía que hubiera más relatos de Geralt fuera de la saga principal...
Saludos!
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