Cinco relatos medievales: El bello desconocido, Amadas e Idoine, La castellana de Vergy, El rey Lëir y sus hijas, y Guingamor son los que contiene este libro. Una serie de historias cortas que son herencia de la tradición oral y que posteriormente otros autores clásicos iban a transcribir y adaptarían para algunas de sus obras más conocidas. Son aquellos cuentos que originalmente se narraban en tiempos de las damas de alcoba y que constituían verdaderos folletines novelescos de la época (a modo de los culebrones modernos, aunque sea un poco atrevido catalogarlas así).
La introducción del libro, tras resaltar los destellos de la que erróneamente se ha considerado una edad oscura, nos sitúa en el entorno en el que se desarrollan estas historias, el cual desemboca en lo que se ha venido en llamar el 'amor cortés'. En verdad el amor es el tema común que vertebra la mayoría de los relatos, o que como poco interviene en ellos. Muestran un idealismo que, aunque poco creíble, no hace sino reflejar el enaltecimiento de la honorabilidad y el virtuosismo que implantan estas narraciones de época en una Edad Media que, en la realidad, estaba muy lejana de esos gozos y esa rectitud de formas, pero que ciertamente atravesó, especialmente en determinadas regiones de Francia, un período en el que se impone la conquista de los valores y el culto a la mujer. No por ello se puede negar que muchas de las mujeres, ya sean doncellas o damas de alta alcurnia, que aparecen aquí son presentadas como seres caprichosos, enamoradizas hasta la infidelidad e incluso un poco tontas. Siempre actuando al servicio del amor, como telón de fondo de la mayoría de los relatos y en muchas de sus vertientes: el idílico, el pasional, el enfermizo, el despechado, el paterno-filial...
A destacar también las múltiples versiones existentes de todas estas historias. Investigando un poco uno se da cuenta de que los que aquí tienen un 'final feliz', en otras zonas y de mano de otros trovadores podían terminar siendo auténticos dramas. Sin duda esto se debe a la cantidad de fuentes que intervienen en su formación hasta el momento en que se han recopilado por escrito.
Amadas e Idoine es el drama de un amor doliente que, en cambio, acaba llegando a buen término. Su autor anónimo de origen anglonormando, narra los sentimientos del joven Amadas, hijo del Senescal de Borgoña, por la bella Idoine, la hija del duque. Desarrolla los argumentos de la locura de los amantes que se ven apartados del objeto de su deseo, el recurso de la falsa muerte y la preservación de la virginidad de la novia mediante actos de brujería. Algo que me parece curioso es cómo dentro de estos mismos romances los mismos personajes hacen referencia a otros más conocidos (tal como 'Tristán e Isolda', 'el cantar de Roldán' o 'Lanzarote y el caballero de la carreta') para establecer paralelismos con su situación.
La deslealtad y la traición motivados por la envidia son las claves que mueven los hilos en La castellana de Vergy (cuya autoría se atribuye a un discípulo de Chrétien de Troyes) en donde la duquesa de Borgoña (también esta historia, como la anterior, queda enmarcada en dicha región francesa) pone en práctica todos sus artificios para vengarse del amante que rechaza sus proposiciones infieles por amor a otra dama de más modesto linaje, su "amiga" (que indiscutiblemente es el tratamiento común que usan todas estas historias para designar a la querida/o de turno), quien a su vez también es infiel a su marido. Al constatar este hecho tras sonsacar el secreto al duque, al que previamente trata de poner en contra del caballero mediante la falacia de que éste le guardaba intenciones deshonestas, la duquesa va a urdir una picaresca para hundir la relación en la sombra que mantienen doncel y dama. El desenlace es trágico para todos los protagonistas de este romance y transmite como enseñanza las consecuencias de infringir la promesa de custodiar un secreto.
5 comentarios:
siempre se descubre algo interesante en tus artículos ;) y me apasionan las historias medievales, así que tendré que buscar este volumen... es encontrable?
La primera historia me recuerda a una de las aventuras de Sir Gawain, pero en ella el desconocido era el "malo" de la historia
Padawan:
Gracias por tu comentario. ;)
Me temo que este libro está descatalogado desde hace mucho, ya que Altea cerró años atrás. Siempre existe la posibilidad de encontrarlo de saldo por internet, que es como me hice con él, aunque estoy seguro de que tiene que haber ediciones más actuales que recopilen estas y otras historias medievales de igual interés.
bueno, he encontrado un ejemplar en mi biblioteca :)
Me alegro! A ver qué te parece y ya me comentarás.
Los tres príncipes Gupta y sus acompañantes montaban sus elefantes blancos, e iban subiendo por una espaciosa avenida, deslizándose entre muros de piedra bellamente labrada que ostentaban los signos del reino. Los hermanos pasaban por debajo de altos balcones y sobre los pétalos de exótica fragancia, que fueron arrojados por los ciudadanos. Ante ellos, iban elevándose los imponentes muros y contrafuertes, y las grandes cúpulas derramaban sus sombras sobre el camino que conducía hacia el palacio del emperador Otali; finalmente cruzaron por debajo de un gran arco de color blanco realzado con un reborde de borlas de mármol, que llevaba hacia los espléndidos jardines de recreo del monarca.
El nacimiento del príncipe Nirek se dio en una tranquila noche, mientras la plateada Luna daba su sereno rostro y se desplazaba a través de las estrellas. Otali estaba impaciente, pero sabía que la paciencia es como un árbol de raíz insípida que produce dulces frutos.
Luego ocurrió la ceremonia para darle un nombre al bebé; se le bendijo y los sacerdotes le desearon una larga vida llena de riqueza y sabiduría. Después, el niño fue colocado sobre el regazo de su padre y recibió su bendición. El sacerdote principal ofreció su plegaria a los dioses y a los espíritus de los antepasados del clan, para poder obtener sus bendiciones. Los clarividentes predijeron que algún día, este pequeño realizaría memorables acciones, y sería él uno de los prodigios de su creador. Nirek sería grande en pensamientos y en hechos; el noble hijo de Otali tendría un alto sentido de la justicia, su razón sería muy elevada, sus acciones rectas y firmes, sus intenciones nobles, y sería por derecho, el emperador de Panyab.
Ojayit era el segundo hijo de Otali, nació dos años después que Nirek y desde pequeño fueron notables sus cualidades atléticas. Desde joven fue educado rigurosamente en la lucha y en el camino de las armas, poseía habilidad natural para el uso de la espada, y su cuerpo era duro como roca.
Al ver tempranas cualidades de Ojayit, su padre le regaló una espada esplendorosa. Con un regalo de los dioses como ese, Ojayit sentía que podría enfrentar a cualquier oponente. Tenía el admirable arma ocupando el centro de su pomo el rostro de un dios de oro sobre un fondo de esmalte negro, y tallado en el mango los símbolos del imperio. El joven Ojayit hizo que la espada de gran hoja cortara el aire, y al verla, su espíritu parecía iluminarse y llenarse de gloria. El poseer aquella extraordinaria arma lo obligaba a convertirse algún día en un gran maestro.
Nayakan era el tercer hijo de Otali, y al igual que Ojayit, era un fornido joven de nobles cualidades. El príncipe tenía amplia la frente y ojos hundidos y oscuros, el muchacho amaba mucho a sus parientes y solía visitar a su abuelo.
Paramjit era el padre de Otali. Era un hombre correcto, honorable y hábil para resolver los problemas con la asistencia de sus hijos y consejeros. El anciano fue uno de los emperadores Gupta más queridos por su pueblo. Cierto día, pensó que los oficiales de prestigio o algún guerrero experto debía darles la instrucción necesaria a sus nietos, y fue así como buscó entre los mejores instructores del reino para realizar el trabajo.
Birendra era un general valiente y con el poder de un tigre. Al saber las intenciones del antiguo emperador, se ofreció para enseñar los secretos de la espada a los príncipes Gupta y, aunque el experimentado hombre era un tanto ambicioso, se encargó muy bien de dicha labor. El viejo guerrero escribió muchos lienzos referentes a las artes de la guerra, y esos manuscritos eran ricos en arte mostrando muchas verdades de noble índole.
Ojayit practicaba con la espada y sus compañeros observaban la soltura de sus movimientos, la gracia de sus ritmos y la variedad de sus ataques. El joven príncipe practicó con gran esfuerzo hasta llegar a la excelencia, y al igual que sus hermanos, realizaba el rígido entrenamiento cada día que duró la escuela militar.
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