Bajo este rimbombante título hay un sencillo juego de habilidad para la NDS de la compañía Mumbo Jumbo que hace poco ha caído en mis manos, a pesar de no ser precisamente muy reciente (2007), y me ha tenido enganchado en los ratos libres de estos últimos días.
7 Wonders of the Ancient World se inspira justo en lo que indica su nombre, ir construyendo en circuito, una tras otra, las 7 Maravillas del Mundo Antiguo progresando a través de pantallas que se nos presentan como cuadrículas de piezas de diferentes colores y formas. Estas parrillas, cuya disposición varía a medida que avanzamos en la fase de construcción para complicarnos la tarea, se sitúan en la pantalla inferior de nuestra DS (por tanto, en la que tendremos que manipular las piezas con el stylus) mientras que la superior nos muestra una sencilla animación en 2D del capataz y los esclavos que tenemos bajo nuestra tutela en la edificación y que se irán encargando de recoger los pedazos de piedra y materiales que desbloqueemos gracias a nuestras acciones. También en esta pantalla se encuentran los indicadores de tiempo (que es limitado, por supuesto) y de puntuación.
La mecánica es muy simple: con un único movimiento intercambiable (sólo vertical u horizontal) tenemos que conseguir grupos de tres piezas del mismo tipo, que desaparecerán liberando la materia prima que ocultan para la construcción, quedando su hueco ocupado por las piezas adyacentes. Estos trozos del mineral ascienden hasta la pantalla superior, donde serán recogidos por los trabajadores, sumando puntos y permitiendo que la obra avance. Una vez hayamos vaciado todos los recursos del tablero, pasamos a la siguiente fase. No obstante, para ello tendremos que haber hecho descender también un gran bloque de piedra angular imprescindible para dar el toque final a cada etapa. Y así hasta erigir la Maravilla en cuestión.
Aunque cuenta con sus particularidades, no tiene mucho sentido enrollarme aquí en detallar más el procedimiento, pues es de esos juegos que hasta que no te pones con ellos no terminas de aprender –casi al momento, eso sí– su funcionamiento. Tan sólo indicar que contamos con ayudas que hacen más interesante y divertida la secuencia: si logramos juntar cuatro piezas iguales, conseguiremos una bola relámpago (que libera a nuestra elección una fila entera de las que estén en contacto con la misma) y si juntamos cinco, una bola de fuego (como la anterior, pero elimina fila y columna). De esta forma, te acabas picando por obtener grupos mayores de baldosas para sacar cuantos más puntos mejor y en menor tiempo. Ocasionalmente, en función de la puntuación, nos aparece un bonus que permite eliminar aleatoriamente entre 15 y 20 casilleros; todo un alivio cuando por fin lo vemos aparecer.
No implica mucha enjundia, pero es un jueguillo tremendamente adictivo. Recuerda instantáneamente al Tetris (que nunca acabó de gustarme, la verdad) pero con otras agradecidas funciones que lo hacen mucho más ameno y variado que aquel viejo clásico, contando además con una estética más vistosa, aunque no se trate precisamente de un producto donde la calidad gráfica impere. Puede llegar a ser algo frustrante, sin embargo, ya que si te quedas atascado (lo cual es muy común cuando ya te faltan pocas piezas para concluir la plantilla) y no llegas a terminar esa pantalla en el tiempo establecido, pierdes una de las tres vidas de que disponemos, y cuando estas se agotan del todo... ¡a empezar de nuevo desde cero! Por fortuna existe una modalidad opcional en la que el capataz concede pistas sobre el siguiente movimiento a realizar, aunque no sirve de mucho cuando vas bastante justo de tiempo, sobre todo una vez que pasas los niveles iniciales.
Uno de los puntos que más gracia le pone al asunto es la ambientación histórica en el marco de las Maravillas de la Antigüedad (la Pirámide de Giza, el Coloso de Rodas, los Jardines colgantes de Babilonia, etc.) a las que se ha añadido una octava de carácter ficticio: Atlantis. Está muy bien ir viendo la evolución en la realización de los monumentos según vamos cerrando etapas de la misma (al final de cada una, nos indican el porcentaje alcanzado de su construcción). Cuando esta queda concluida, el mapa se abre para enviarnos a otra región del viejo Mediterráneo y acometer otra de estas apoteósicas obras de arquitectura. Aunque muy sucinta, se proporciona también en este momento alguna información histórica sobre la nueva Maravilla que hemos de levantar. Asimismo resultan divertidas las animaciones que protagonizan los obreros para amenizar la partida, quienes no dudarán en ponerse en huelga -pancarta en mano y todo- cuando llevemos un buen rato sin enviarles recursos con los que manejarse (es importante mantenerlos ocupados, ya que de lo contrario abandonarán el campo de trabajo con lo que esto conlleva en la puntuación final de cada ronda).
Se trata, en fin, de un adictivo título que asegura horas de entretenimiento fácil (lo que a veces se suponía que iba a ser echar un ratito, se acaba convirtiendo en una hora larga), con una dificultad no excesivamente alta, un tiempo de ejecución correcto y completamente traducido al castellano, además de que hoy día se puede encontrar ya seguramente tirado de precio. La clave de su éxito, como en tantos otros casos: su sencillez.
7 Wonders of the Ancient World se inspira justo en lo que indica su nombre, ir construyendo en circuito, una tras otra, las 7 Maravillas del Mundo Antiguo progresando a través de pantallas que se nos presentan como cuadrículas de piezas de diferentes colores y formas. Estas parrillas, cuya disposición varía a medida que avanzamos en la fase de construcción para complicarnos la tarea, se sitúan en la pantalla inferior de nuestra DS (por tanto, en la que tendremos que manipular las piezas con el stylus) mientras que la superior nos muestra una sencilla animación en 2D del capataz y los esclavos que tenemos bajo nuestra tutela en la edificación y que se irán encargando de recoger los pedazos de piedra y materiales que desbloqueemos gracias a nuestras acciones. También en esta pantalla se encuentran los indicadores de tiempo (que es limitado, por supuesto) y de puntuación.
La mecánica es muy simple: con un único movimiento intercambiable (sólo vertical u horizontal) tenemos que conseguir grupos de tres piezas del mismo tipo, que desaparecerán liberando la materia prima que ocultan para la construcción, quedando su hueco ocupado por las piezas adyacentes. Estos trozos del mineral ascienden hasta la pantalla superior, donde serán recogidos por los trabajadores, sumando puntos y permitiendo que la obra avance. Una vez hayamos vaciado todos los recursos del tablero, pasamos a la siguiente fase. No obstante, para ello tendremos que haber hecho descender también un gran bloque de piedra angular imprescindible para dar el toque final a cada etapa. Y así hasta erigir la Maravilla en cuestión.
Aunque cuenta con sus particularidades, no tiene mucho sentido enrollarme aquí en detallar más el procedimiento, pues es de esos juegos que hasta que no te pones con ellos no terminas de aprender –casi al momento, eso sí– su funcionamiento. Tan sólo indicar que contamos con ayudas que hacen más interesante y divertida la secuencia: si logramos juntar cuatro piezas iguales, conseguiremos una bola relámpago (que libera a nuestra elección una fila entera de las que estén en contacto con la misma) y si juntamos cinco, una bola de fuego (como la anterior, pero elimina fila y columna). De esta forma, te acabas picando por obtener grupos mayores de baldosas para sacar cuantos más puntos mejor y en menor tiempo. Ocasionalmente, en función de la puntuación, nos aparece un bonus que permite eliminar aleatoriamente entre 15 y 20 casilleros; todo un alivio cuando por fin lo vemos aparecer.
No implica mucha enjundia, pero es un jueguillo tremendamente adictivo. Recuerda instantáneamente al Tetris (que nunca acabó de gustarme, la verdad) pero con otras agradecidas funciones que lo hacen mucho más ameno y variado que aquel viejo clásico, contando además con una estética más vistosa, aunque no se trate precisamente de un producto donde la calidad gráfica impere. Puede llegar a ser algo frustrante, sin embargo, ya que si te quedas atascado (lo cual es muy común cuando ya te faltan pocas piezas para concluir la plantilla) y no llegas a terminar esa pantalla en el tiempo establecido, pierdes una de las tres vidas de que disponemos, y cuando estas se agotan del todo... ¡a empezar de nuevo desde cero! Por fortuna existe una modalidad opcional en la que el capataz concede pistas sobre el siguiente movimiento a realizar, aunque no sirve de mucho cuando vas bastante justo de tiempo, sobre todo una vez que pasas los niveles iniciales.
Uno de los puntos que más gracia le pone al asunto es la ambientación histórica en el marco de las Maravillas de la Antigüedad (la Pirámide de Giza, el Coloso de Rodas, los Jardines colgantes de Babilonia, etc.) a las que se ha añadido una octava de carácter ficticio: Atlantis. Está muy bien ir viendo la evolución en la realización de los monumentos según vamos cerrando etapas de la misma (al final de cada una, nos indican el porcentaje alcanzado de su construcción). Cuando esta queda concluida, el mapa se abre para enviarnos a otra región del viejo Mediterráneo y acometer otra de estas apoteósicas obras de arquitectura. Aunque muy sucinta, se proporciona también en este momento alguna información histórica sobre la nueva Maravilla que hemos de levantar. Asimismo resultan divertidas las animaciones que protagonizan los obreros para amenizar la partida, quienes no dudarán en ponerse en huelga -pancarta en mano y todo- cuando llevemos un buen rato sin enviarles recursos con los que manejarse (es importante mantenerlos ocupados, ya que de lo contrario abandonarán el campo de trabajo con lo que esto conlleva en la puntuación final de cada ronda).
Se trata, en fin, de un adictivo título que asegura horas de entretenimiento fácil (lo que a veces se suponía que iba a ser echar un ratito, se acaba convirtiendo en una hora larga), con una dificultad no excesivamente alta, un tiempo de ejecución correcto y completamente traducido al castellano, además de que hoy día se puede encontrar ya seguramente tirado de precio. La clave de su éxito, como en tantos otros casos: su sencillez.
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