Las tormentas siempre me han provocado alguna clase de reacción. Cuando era pequeño, me ponían los pelos de punta y procuraba no quedarme en casa solo. Siendo mayor, es uno de los fenómenos meteorológicos que me resultan más fascinantes y no es raro que cuando se desata una buena, salga un momento a la terraza en plan contemplativo del espectáculo de rayos, relámpagos y truenos (¡cualquier día me quedo frito en el sitio como me alcance uno!) Ahora, inevitablemente, van a sugerirme un estímulo más: el recuerdo de la lectura de El cazador de rayos.
Y es que la obra más conocida del autor granadino Kenny Ruiz, de la que felizmente tengo mi ejemplar firmado, consigue lograr la sensación de meternos la lluvia y la humedad hasta los huesos desde la primera hasta la última de sus páginas (algo casi de agradecer, en esta tórrida estación por la que estamos atravesando y que me hace tan difícil sentarme frente al ordenador a escribir, por cierto). Así que, por encima de su adictivo argumento -intrincado y bien urdido, que te mantiene en vilo constantemente-, del estupendo color -vivo, profundo y crudo- y de la caracterización de los personajes -todo lo realistas y creíbles que cabe esperar en una historia de índole fantástica- lo que más destacaría por encima del resto es la sensacional ambientación con la que Kenny logra envolver esta historia, dividida en tres partes, que ahora ha sido recuperada de forma completa por la editorial Dolmen.
Y, a juzgar por el éxito de este relanzamiento (que va por su segunda edición), ha sido un regreso afortunado que nos permite disfrutar más a fondo si cabe de esa citada ambientación, al poder leer los tres títulos que lo componen del tirón, en un formato que no padece excesivamente la reducción de tamaño y por un precio aceptable, amén de los acostumbrados extras y pin-ups que estos nuevos integrales suelen tener a bien ofrecernos. En buena hora, ya digo, porque de otra forma dudo que hubiera podido acceder a este comic y al gran trabajo que su autor desempeña en él.
Después de la caída en desgracia de su hermano Yarred frente a la máquina sagrada que ha de devolver la luz a la humanidad, Kaín asume el papel que le corresponde por nacimiento como el cazador de rayos; el nuevo mesías, el elegido del sol y protegido del rayo que debe poner fin a la interminable estación oscura de nubes y lluvia ininterrumpida que se abate sobre la civilización desde que sobreviniera una catástrofe global en el mundo entero.
Para hacerse valedor de su posición, debe armarse de la llave que abre el cielo y poner rumbo hacia el único puente que permite atravesar las aguas, más allá de las cuales se encuentra la máquina sagrada. Pero en la ciudad que la acoge gobierna Gabriel, contradictorio protector de los viejos usos, dueño y señor de un organizado feudo urbano, que se opone a las esperanzas que trata de infundir el cazador de rayos y quiere impedir a toda costa la realización de la profecía.
Pese a tener que dejar atrás a su pequeña hija invidente y afligido por el recuerdo de su difunta mujer, Kaín se empecina en su desventurado objetivo, acompañado por sus escoltas y amigos Otto, Danka, Jasón, Cáncer y otros; seguro de estar cumpliendo con la responsabilidad que, al igual que el estigma solar sobre su ojo izquierdo, siempre ha llevado encima. Pero al enfrentarse a la realidad de un destino impuesto, el credo de convicciones de Kaín se tambaleará como la torre que se ve sacudida por el rayo.
Ya en el prólogo, Victor Santos nos habla de la fuerza de la fe (que no necesariamente la religiosa) y de cómo esta afecta a toda cuestión, incluso mundana, por la que se rige nuestra vida diaria. Así, en el comic de Kenny Ruiz, vemos cuánto más importante es desde el momento en que toca el destino aparententemente prefijado de una persona y de las masas que le rodean. Uno puede creer o no creer en algo -y en este sentido, Kaín y Gabriel son los defensores máximos de uno y otro punto dentro de la aventura- pero como bien sabe el maestro Pietro, la fe y la creación de esperanzas pueden ser el instrumento más útil para sostener el poder. Mucho se podría extrapolar de esto a nuestra propia historia.
'El cazador de rayos' refleja un incierto futuro postapocalíptico y plantea una especie de venganza terrestre del planeta por los atropellos que se han cometido sobre ella. A diferencia de otras obras de similar escenificación, más centradas en catástrofes nucleares o guerras globales de resultados devastadores, parece que, en este caso, pudiera deberse a un descontrolado cambio climático por la falta de prudencia de la humanidad, que ha desembocado en la dominación -materializada en eternas tormentas- de los elementos naturales sobre los supervivientes, que han de soportar con toda la estoicidad que son capaces de reunir la nueva situación predominante en medio del caos y la anarquía, la disgregación e involución social, la falta de suministros y un estado de desigual retroceso tecnológico. Si nos fijamos en el rumbo que toma nuestro mundo, no parece una consecuencia descabellada. Haríamos bien en tomar nota...
Con la idea y referencias previas en mente de estar ante un magnífico ejemplo del buen comic fantástico que se hace por aquí, debo reconocer que la lectura del primer capítulo (el anterior volumen 'Esperanza') me dejó el gusto agridulce de una historia sencilla que parecía no ir a mayores. Pero sabía que no iba a ser así (ahí está la ventaja del formato integral). Y tras esa primera parte, donde se presentan multitud de personajes (de los que al principio cuesta establecer un nexo) y te mete a bocajarro en una búsqueda un poco incomprensible, al continuar la lectura, enseguida se puede constatar que la narrativa de la obra no se queda en la simpleza de la aventura sin más. Porque con 'Responsabilidad' y 'La verdad', el guión se enrevesa -y a la vez se clarifica- con el placer que proporciona ir desenredando la complicada madeja de una trama más profunda de lo que las apariencias daban a entender. Por cierto, que el título de cada una de las partes no puede estar más en concierto con lo que se cuenta en ellas y con las sensaciones que dominan el actuar de Kaín en su progresión de elegido. Además, el final está resuelto de forma brillante, sin recurrir a fantasías ni retorcer el guión hasta lo inverosímil.
Por tanto, tenemos un relato que se disfruta a cada página, con un argumento inteligente, fluído y bien estructurado, que gracias al carácter de continuidad de la edición ya no es necesario pausar. Pero es que dibujo y color no se quedan ni mucho menos atrás. Labor minuciosa la que lleva a cabo Kenny, que en el largo proceso de producción se felicita de contar con la colaboración de Mazi en la tarea de acabado y entintado. El resultado no puede ser más profesional: en una historia lúgubre y literalmente sombría, el color afirma con rotundidad el opresivo ambiente lluvioso y la sensación de decadencia, suciedad y precario equilibrio de esta nueva civilización sometida en su cotidianeidad a los caprichos de la tormenta.
Aunque Kenny dice no detenerse especialmente en el diseño de personajes, la caracterización de los protagonistas está definida con claridad. Esto se debe quizás no sólo a la variada figuración física y la notable expresividad que les ha asignado, sino también a la hábil combinación de aspectos y personalidades bien distintas dentro de la misma historia: pese a la concisión de sus apariciones, el lector no puede desdeñar la intensa relación entre Danka y Jasón, como tampoco la meláncolica música del violín de Yuvia, aunque la niña sólo cobre importancia durante las últimas páginas. El justificado mutismo de Cáncer, uno de esos personajes que destaca por si solo bien llevado de principio a fin, es difícil que pase desapercibido, o también la obstinación de Otto y la alegre prepotencia de Aquiles. Para conocer mejor a Kaín, que para eso es el protagonista, la sucesión de los acontecimientos se ve puntualizada mediante oportunos flashbacks, especialmente claves en la parte final. Sus gestos y su aspecto, por otro lado, parecen estar unidos a esa estampa de resignada actitud que siempre presenta. Además, Ruiz decide aplicar acertadamente en 'El cazador de rayos' algo que no es sencillo para una mayoría de autores: desechar -y de una forma definitiva- buena parte de los personajes con los que inicia el relato, e incorporar otros nuevos a los que en sólo unas páginas logra meter de pleno en el hilo argumental, tal es el caso de Aquiles o de Ginebra y Dante, por poner unos ejemplos.
Por otra parte, la estética manga que domina el trazo de Kenny Ruiz es inconfundible. Toriyama, Otomo o Marini son algunas de sus influencias declaradas. Un estilo que le ha dado buenos resultados, haciéndole merecedor de varios premios (tanto para esta publicación, como para la anterior 'Barcelona'), pero sobre la que lentamente se advierte una importante evolución a unos modos más europeos, como se puede comprobar echando un vistazo a sus más recientes proyectos. Si a su estupendo dibujo le une un color como del que goza este integral, desde luego es un profesional a tener muy en cuenta. La verdad es que El cazador ha sido lo primero que he leído de Ruiz, pero otro punto que destacaría, y que intuyo será común en su trabajo, es una composición de página y enfoque de viñeta sobresalientes, integrados en la dinámica de la lectura como pocas veces se ve.
Para seguir su trayectoria, tendremos que esperar que alguna de nuestras editoriales le conceda una oportunidad a su Deux Épées (Dos Espadas), más inclinado a la vertiente manga y de nuevo codo con codo con Mazi, editado en Francia por Soléil. O incluso a la serialización en cómic que está preparando del clásico 'La isla misteriosa', del que por ahora hemos podido atisbar algunos bocetos (mismamente, en la bonita exposición dedicada a su obra durante el pasado Expocomic, o en el blog de Kenny Ruiz) que dejan con la boca abierta. Pero, por ahora, nos quedaremos con este Cazador de rayos que acepta gustosas relecturas y constituye su, por ahora, trabajo más personal y ambicioso.
Muy recomendable. Y si además podéis leerlo en una tarde lluviosa, tanto mejor.
Y es que la obra más conocida del autor granadino Kenny Ruiz, de la que felizmente tengo mi ejemplar firmado, consigue lograr la sensación de meternos la lluvia y la humedad hasta los huesos desde la primera hasta la última de sus páginas (algo casi de agradecer, en esta tórrida estación por la que estamos atravesando y que me hace tan difícil sentarme frente al ordenador a escribir, por cierto). Así que, por encima de su adictivo argumento -intrincado y bien urdido, que te mantiene en vilo constantemente-, del estupendo color -vivo, profundo y crudo- y de la caracterización de los personajes -todo lo realistas y creíbles que cabe esperar en una historia de índole fantástica- lo que más destacaría por encima del resto es la sensacional ambientación con la que Kenny logra envolver esta historia, dividida en tres partes, que ahora ha sido recuperada de forma completa por la editorial Dolmen.
Y, a juzgar por el éxito de este relanzamiento (que va por su segunda edición), ha sido un regreso afortunado que nos permite disfrutar más a fondo si cabe de esa citada ambientación, al poder leer los tres títulos que lo componen del tirón, en un formato que no padece excesivamente la reducción de tamaño y por un precio aceptable, amén de los acostumbrados extras y pin-ups que estos nuevos integrales suelen tener a bien ofrecernos. En buena hora, ya digo, porque de otra forma dudo que hubiera podido acceder a este comic y al gran trabajo que su autor desempeña en él.
Después de la caída en desgracia de su hermano Yarred frente a la máquina sagrada que ha de devolver la luz a la humanidad, Kaín asume el papel que le corresponde por nacimiento como el cazador de rayos; el nuevo mesías, el elegido del sol y protegido del rayo que debe poner fin a la interminable estación oscura de nubes y lluvia ininterrumpida que se abate sobre la civilización desde que sobreviniera una catástrofe global en el mundo entero.
Para hacerse valedor de su posición, debe armarse de la llave que abre el cielo y poner rumbo hacia el único puente que permite atravesar las aguas, más allá de las cuales se encuentra la máquina sagrada. Pero en la ciudad que la acoge gobierna Gabriel, contradictorio protector de los viejos usos, dueño y señor de un organizado feudo urbano, que se opone a las esperanzas que trata de infundir el cazador de rayos y quiere impedir a toda costa la realización de la profecía.
Pese a tener que dejar atrás a su pequeña hija invidente y afligido por el recuerdo de su difunta mujer, Kaín se empecina en su desventurado objetivo, acompañado por sus escoltas y amigos Otto, Danka, Jasón, Cáncer y otros; seguro de estar cumpliendo con la responsabilidad que, al igual que el estigma solar sobre su ojo izquierdo, siempre ha llevado encima. Pero al enfrentarse a la realidad de un destino impuesto, el credo de convicciones de Kaín se tambaleará como la torre que se ve sacudida por el rayo.
Ya en el prólogo, Victor Santos nos habla de la fuerza de la fe (que no necesariamente la religiosa) y de cómo esta afecta a toda cuestión, incluso mundana, por la que se rige nuestra vida diaria. Así, en el comic de Kenny Ruiz, vemos cuánto más importante es desde el momento en que toca el destino aparententemente prefijado de una persona y de las masas que le rodean. Uno puede creer o no creer en algo -y en este sentido, Kaín y Gabriel son los defensores máximos de uno y otro punto dentro de la aventura- pero como bien sabe el maestro Pietro, la fe y la creación de esperanzas pueden ser el instrumento más útil para sostener el poder. Mucho se podría extrapolar de esto a nuestra propia historia.
'El cazador de rayos' refleja un incierto futuro postapocalíptico y plantea una especie de venganza terrestre del planeta por los atropellos que se han cometido sobre ella. A diferencia de otras obras de similar escenificación, más centradas en catástrofes nucleares o guerras globales de resultados devastadores, parece que, en este caso, pudiera deberse a un descontrolado cambio climático por la falta de prudencia de la humanidad, que ha desembocado en la dominación -materializada en eternas tormentas- de los elementos naturales sobre los supervivientes, que han de soportar con toda la estoicidad que son capaces de reunir la nueva situación predominante en medio del caos y la anarquía, la disgregación e involución social, la falta de suministros y un estado de desigual retroceso tecnológico. Si nos fijamos en el rumbo que toma nuestro mundo, no parece una consecuencia descabellada. Haríamos bien en tomar nota...
Con la idea y referencias previas en mente de estar ante un magnífico ejemplo del buen comic fantástico que se hace por aquí, debo reconocer que la lectura del primer capítulo (el anterior volumen 'Esperanza') me dejó el gusto agridulce de una historia sencilla que parecía no ir a mayores. Pero sabía que no iba a ser así (ahí está la ventaja del formato integral). Y tras esa primera parte, donde se presentan multitud de personajes (de los que al principio cuesta establecer un nexo) y te mete a bocajarro en una búsqueda un poco incomprensible, al continuar la lectura, enseguida se puede constatar que la narrativa de la obra no se queda en la simpleza de la aventura sin más. Porque con 'Responsabilidad' y 'La verdad', el guión se enrevesa -y a la vez se clarifica- con el placer que proporciona ir desenredando la complicada madeja de una trama más profunda de lo que las apariencias daban a entender. Por cierto, que el título de cada una de las partes no puede estar más en concierto con lo que se cuenta en ellas y con las sensaciones que dominan el actuar de Kaín en su progresión de elegido. Además, el final está resuelto de forma brillante, sin recurrir a fantasías ni retorcer el guión hasta lo inverosímil.
Por tanto, tenemos un relato que se disfruta a cada página, con un argumento inteligente, fluído y bien estructurado, que gracias al carácter de continuidad de la edición ya no es necesario pausar. Pero es que dibujo y color no se quedan ni mucho menos atrás. Labor minuciosa la que lleva a cabo Kenny, que en el largo proceso de producción se felicita de contar con la colaboración de Mazi en la tarea de acabado y entintado. El resultado no puede ser más profesional: en una historia lúgubre y literalmente sombría, el color afirma con rotundidad el opresivo ambiente lluvioso y la sensación de decadencia, suciedad y precario equilibrio de esta nueva civilización sometida en su cotidianeidad a los caprichos de la tormenta.
Aunque Kenny dice no detenerse especialmente en el diseño de personajes, la caracterización de los protagonistas está definida con claridad. Esto se debe quizás no sólo a la variada figuración física y la notable expresividad que les ha asignado, sino también a la hábil combinación de aspectos y personalidades bien distintas dentro de la misma historia: pese a la concisión de sus apariciones, el lector no puede desdeñar la intensa relación entre Danka y Jasón, como tampoco la meláncolica música del violín de Yuvia, aunque la niña sólo cobre importancia durante las últimas páginas. El justificado mutismo de Cáncer, uno de esos personajes que destaca por si solo bien llevado de principio a fin, es difícil que pase desapercibido, o también la obstinación de Otto y la alegre prepotencia de Aquiles. Para conocer mejor a Kaín, que para eso es el protagonista, la sucesión de los acontecimientos se ve puntualizada mediante oportunos flashbacks, especialmente claves en la parte final. Sus gestos y su aspecto, por otro lado, parecen estar unidos a esa estampa de resignada actitud que siempre presenta. Además, Ruiz decide aplicar acertadamente en 'El cazador de rayos' algo que no es sencillo para una mayoría de autores: desechar -y de una forma definitiva- buena parte de los personajes con los que inicia el relato, e incorporar otros nuevos a los que en sólo unas páginas logra meter de pleno en el hilo argumental, tal es el caso de Aquiles o de Ginebra y Dante, por poner unos ejemplos.
Por otra parte, la estética manga que domina el trazo de Kenny Ruiz es inconfundible. Toriyama, Otomo o Marini son algunas de sus influencias declaradas. Un estilo que le ha dado buenos resultados, haciéndole merecedor de varios premios (tanto para esta publicación, como para la anterior 'Barcelona'), pero sobre la que lentamente se advierte una importante evolución a unos modos más europeos, como se puede comprobar echando un vistazo a sus más recientes proyectos. Si a su estupendo dibujo le une un color como del que goza este integral, desde luego es un profesional a tener muy en cuenta. La verdad es que El cazador ha sido lo primero que he leído de Ruiz, pero otro punto que destacaría, y que intuyo será común en su trabajo, es una composición de página y enfoque de viñeta sobresalientes, integrados en la dinámica de la lectura como pocas veces se ve.
Para seguir su trayectoria, tendremos que esperar que alguna de nuestras editoriales le conceda una oportunidad a su Deux Épées (Dos Espadas), más inclinado a la vertiente manga y de nuevo codo con codo con Mazi, editado en Francia por Soléil. O incluso a la serialización en cómic que está preparando del clásico 'La isla misteriosa', del que por ahora hemos podido atisbar algunos bocetos (mismamente, en la bonita exposición dedicada a su obra durante el pasado Expocomic, o en el blog de Kenny Ruiz) que dejan con la boca abierta. Pero, por ahora, nos quedaremos con este Cazador de rayos que acepta gustosas relecturas y constituye su, por ahora, trabajo más personal y ambicioso.
Muy recomendable. Y si además podéis leerlo en una tarde lluviosa, tanto mejor.
8 comentarios:
Muy buenas, camarada:
Deja que te felicite sinceramente por la exhaustiva reseña de esta obra que, realmente, creo que lo merece.
Tendremos que esperar a que KENNY saque tiempo y ganas para hacer una saga personal, sin inherencias editoriales o pecuniarias, que pueda rivalizar con ésta.
Mientras tanto hará grandes cosas (KENNY es muy bueno y está llamado a firmar algunas de las mejores páginas de nuestra historieta) pero lo "redondo" de EL CAZADOR DE RAYOS será complicado de alcanzar. Pero es que este trabajo es realmente bueno.
Lo dicho, gracias por tu reseña.
Yo también he de felicitarte por la reseña, Jolan.
Muy, pero que muy buena.
Además estoy con Jorge Ivan que el comic lo merece.
Por supuesto énlazo esta reseña ya sabes donde.
Un abrazo.
Jorge Iván y Angux: Gracias, como siempre, por vuestros comentarios. Es verdad que 'El cazador' es una historia muy completa y que el mismo Kenny se ha puesto bien alto el listón. Ojalá haya suerte y podamos ver 'La isla misteriosa', que tiene también una pinta buenísima.
Debo decir que la edición de Dolmen, Jorge Iván, está a la altura del cómic: un formato cuidado, manejable y con extras, de precio bien ajustado. Y lo mismo se puede decir del 'Gorka, el viento de Odei', que he comprado hace nada (y espero reseñar en un futuro) y está editado con un gusto exquisito.
Saludos a ambos! ;)
Fantastica reseña Jolan!
Desde ya me entraron ganas de hacerme con esta obra.
Me recuerda un poco en cuanto a ambientación y a la sensación que se describe de tu descripción de la trama, a la serie "El orden y el Caos" de Louise Cooper, no se si la has leido.
Muy apeptecible.
Es increible el inmenso talento que desbordan los autores españoles.
Enhorabuena.
Un artículo interesante... por cierto, si te interesa Percevan, te recomiendo que vayas a mi blog o a http://www.luguy.com/percevan/main.php
Hay una estupenda declaración que ha hecho Luguy.
¡Saludos! :)
Hola Enrique. Sí, leí hace ya mucho la trilogía de El Orden y el Caos de Louise Cooper, y me encantó. Para mi gusto, de lo mejor que ha escrito la autora. Supongo que el paralelismo viene de que también hay un elegido forzoso, aunque él no quiera serlo.
Saludos!
Gracias por el chivatazo, Nickrar. Aunque la noticia es desoladora... casi otro año hasta ver los dos álbumes que ya tiene preparados Luguy. No sé en qué narices están pensando en Dargaud...
De nada, Jolan ;) Pensé que te interesaría. La verdad es que da pena que todavía falte un año más, pero por lo menos ya lo han confirmado. Han dejado de no decir nada y de retrasar los comics... ahora ya tienen fecha de salida, y espero que no se echen atrás. La editorial quedaría peor de lo que ya ha quedado.
¡Saludos! :)
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