En los últimos años se ha vuelto a poner de moda 'lo romano', tanto en el campo de la literatura como en el cine, y el mundo del comic no podía ser ajeno a esta tendencia. Uno de los ejemplos más recientes lo encontramos en La última batalla, de Tito Faraci y Dan Brereton, que acaba de publicar Planeta.
'La última batalla' combina uno de los episodios más conocidos de las conquistas romanas con otra parte de ficción. El comic abre con un extracto de los Comentarios a la Guerra de las Galias, de Julio César, escenario en el que se enmarca la historia que nos cuenta el dúo Faraci-Brereton: esta expedición militar conducida por el famoso general enfrentó a la República de Roma, en la época de su máximo ímpetu expansionista, contra la coalición de tribus celtas que por entonces poblaban el territorio franco, lideradas por el galo Vercingétorix. El conflicto se extendería durante varios años en los que Roma tuvo que soportar importantes derrotas, como la de Gergovia, pero finalmente la lucidez y el visionarismo de César, que aplicaría con acierto la estrategia del "divide y vencerás", aprovechando la desunión del pueblo galo y las disputas locales, decantaría la balanza de la contienda en su favor. La batalla de Alesia, una de los asentamientos más destacados de los bárbaros, en el año 52 A.C. pondría punto y final a la conquista de la Galia y aseguraría el alzamiento personal de César en su carrera política a su vuelta triunfante sobre las calles de Roma.
La historia comienza justamente con el asedio de Alesia y el impresionante despliegue militar que César sostiene frente a la ciudad gala defendida por Vercingétorix en un último intento de resistencia frente al águila romana. Un asedio constituído como una notable obra de fortificación militar y de ingenio del general, ideado por su mente fría y metódica, y que Brereton nos enseña de una forma bastante aproximada a como pudo ser en la realidad, pues las legiones romanas se convirtieron en sitiadores y sitiados: en tanto que mantienen el cerco de la ciudad, las tropas de César tienen que levantar defensas concéntricas para protegerse de las huestes bárbaras que acuden en ayuda de Vercingétorix.
No pretendo dar aquí ninguna lección de historia, pero es importante situar la escena y el periodo que esta obra comprende, ya que tiene mucho que ver con los propósitos de sus protagonistas. Aprovechando la situación expuesta, Faraci introduce a un César de carácter taimado y prudente, al que se le otorga un papel más oscuro que en otras apariciones en la novela o el celuloide, ya inmerso en pensamientos conspirativos contra la República, que recurre a un hombre al que conoce bien, el veterano Cayo Rodio, un antiguo instructor y consejero, para encargarle una importante misión: librar al ejército invasor de la amenaza externa que supone el contingente que se está reclutando por toda la Galia para levantar el asedio de Alesia. Sin un líder fuerte y disciplinado, los guerreros galos no tienen ninguna posibilidad contra sus legiones. Sin embargo, ése perfil recae precisamente en Camio, un prometedor guerrero formado tiempo atrás en las costumbres y las técnicas bélicas de Roma por el propio Cayo Rodio y objeto de la protección de éste, que personifica a las fuerzas de rescate de Alesia. La intriga está servida por tanto en torno a la figura de Rodio, al encargarle su alumno más competente que elimine a su alumno más querido.
Es de destacar el aspecto personalista de este comic, como señalan sus propios autores, donde los personajes y sus actos cobran importancia más allá de los hechos históricos que acontecen en sus vidas. Tal como reflexiona Faraci, el enfrentamiento entre dos hombres sobrepasa al de dos ejércitos e influye directamente sobre el resultado de la lucha armada. Cayo Rodio parece ser un hombre al que César debe mucho. Un general romano casi retirado, pero ante todo un experto soldado cuya azarosa existencia ha motivado que no se acomode a la disoluta vida en la urbe, y en quien es fuerte la llamada de la guerra. Valedor de la República, experimenta en cambio serias dudas y discrepancias respecto a los métodos de Roma en sus conquistas, de las que él mismo ha sido un activo partícipe. En este sentido, la decepción para con sus semejantes resulta palpable, hastiado de luchas y batallas. Faraci quiere que el lector se identifique con Rodio, al hacerle narrador en primera persona de sus propias impresiones sobre cada escena que le rodea y sobre las apreciaciones de los suyos. A lo largo de la historieta, avanzamos en el conocimiento de la relación que une a Rodio con Camio, más profunda de lo que denotan las páginas introductorias, y que iremos descubriendo al presenciar momentos de su pasado que se revelan con oportunos flasbacks en el guión, otorgando así lógica a los sentimientos encontrados que se manifiestan en Rodio. Con todo, y pese a suponer uno de los puntos fuertes de esta historia, la psicología de algunos personajes (no siendo César y Rodio) a veces aparece un poco desdibujada.
Mientras el asedio de Alesia prosigue, Rodio y el variopinto grupo compuesto por sus viejos compañeros de armas, perfectamente coordinados entre si, se pone en camino. Sus compañeros son conscientes de que Rodio se debate entre su lealtad a Roma y los vínculos que le unen a Camio, al que la llamada de la sangre, de su pueblo, se ha sobrepuesto por encima de su educación romana; lo que le convierte en un peligroso enemigo para sus contrincantes y a quien ahora la persona que ha modelado su carácter pretende quitarle de en medio. Al igual que con Rodio, los autores se centran en la personalidad del galo, sus recuerdos y sus temores, pues padece de las mismas dudas que su mentor. Para uno y otro, la misión que articula el argumento se convertirá finalmente en una búsqueda de la reconciliación con el pasado.
Entre tanto, Brereton se explaya en los episodios que narran esta especie de cacería, estructurada en forma de pequeños capítulos (lo cual dinamiza bastante la lectura) a través de los profundos bosques y vados de la Galia más salvaje, sin evitar bastantes escenas de cierta truculencia en todas las manifestaciones del 'arte' de la guerra que despliega el comic y de las emboscadas que protagonizan los personajes, con una mayoría de pasajes de gran viveza y calidez en el color, siendo al contrario en las secuencias nocturnas. Además, retrata correctamente las realidades históricas, como el asedio, el circo romano, las rutinas e indumentaria de los legionarios con sus acerados gladius o los atuendos de los galos, lo que denota la labor de documentación que subyace en el aspecto gráfico.
Por tanto, del comic se pueden resaltar los giros que convierten lo que en principio es sólo una expedición para comprometer el liderato de las fuerzas de apoyo a Alesia, y que en realidad contiene motivos mucho más altos dentro de esos convulsos años de traspaso de la República al Imperio, así como el estilo pictórico y peculiar del dibujante, de trazos pseudorealistas pero bastante originales, pese a esos rostros a menudo tan inquietantes y de mirada torva.
Cierra este trabajo autoconclusivo una serie de apéndices que, tras un sucinto recorrido por la historia de Roma y la guerra de las Galias, se centra en cómo se ha reflejado esta época en el plano artístico. Y verdaderamente, tal como exponen sus autores, sorprende que no contemos con toda una herencia de comics italianos de tradición romana (como también sorprende que no se citen más que algunos ejemplos aislados, omitiendo toda referencia a la que hoy día se puede considerar principal representante maestro sobre la historia romana en el comic: Murena -también editado por Planeta, de hecho). En todo caso, como apuntaba al iniciar esta reseña, no es menos cierto que asistimos a un redescubrimiento del género.
En los apéndices también encontramos referencias al proceso creativo de los autores y sus trabajos anteriores, bastante dispares a la temática de 'La última batalla'. Tito Faraci es conocido por sus encargos de la factoría Disney, tan asentada en Italia, y las franquicias de Bonelli (que en España publica Aleta, incluída la futura serie Brad Barron, precisamente creación propia de Faraci). Mientras que Daniel Brereton (premio Russ Manning en 1.990) destaca más por sus aportaciones al género pulp y de superhéroes, siempre con ese estilo pictórico tan particular que le caracteriza. Por lo demás, los apéndices incluyen diversos bocetos y fuentes de documentación.
Un tebeo que, pese a la aparente simpleza de la historia y no ser nada del otro mundo (desde luego, no va a revolucionar el subgénero de romanos) nos muestra unas cuantas notas interesantes, cumple y entretiene, además de poseer una relación calidad-precio muy adecuada.
'La última batalla' combina uno de los episodios más conocidos de las conquistas romanas con otra parte de ficción. El comic abre con un extracto de los Comentarios a la Guerra de las Galias, de Julio César, escenario en el que se enmarca la historia que nos cuenta el dúo Faraci-Brereton: esta expedición militar conducida por el famoso general enfrentó a la República de Roma, en la época de su máximo ímpetu expansionista, contra la coalición de tribus celtas que por entonces poblaban el territorio franco, lideradas por el galo Vercingétorix. El conflicto se extendería durante varios años en los que Roma tuvo que soportar importantes derrotas, como la de Gergovia, pero finalmente la lucidez y el visionarismo de César, que aplicaría con acierto la estrategia del "divide y vencerás", aprovechando la desunión del pueblo galo y las disputas locales, decantaría la balanza de la contienda en su favor. La batalla de Alesia, una de los asentamientos más destacados de los bárbaros, en el año 52 A.C. pondría punto y final a la conquista de la Galia y aseguraría el alzamiento personal de César en su carrera política a su vuelta triunfante sobre las calles de Roma.
La historia comienza justamente con el asedio de Alesia y el impresionante despliegue militar que César sostiene frente a la ciudad gala defendida por Vercingétorix en un último intento de resistencia frente al águila romana. Un asedio constituído como una notable obra de fortificación militar y de ingenio del general, ideado por su mente fría y metódica, y que Brereton nos enseña de una forma bastante aproximada a como pudo ser en la realidad, pues las legiones romanas se convirtieron en sitiadores y sitiados: en tanto que mantienen el cerco de la ciudad, las tropas de César tienen que levantar defensas concéntricas para protegerse de las huestes bárbaras que acuden en ayuda de Vercingétorix.
No pretendo dar aquí ninguna lección de historia, pero es importante situar la escena y el periodo que esta obra comprende, ya que tiene mucho que ver con los propósitos de sus protagonistas. Aprovechando la situación expuesta, Faraci introduce a un César de carácter taimado y prudente, al que se le otorga un papel más oscuro que en otras apariciones en la novela o el celuloide, ya inmerso en pensamientos conspirativos contra la República, que recurre a un hombre al que conoce bien, el veterano Cayo Rodio, un antiguo instructor y consejero, para encargarle una importante misión: librar al ejército invasor de la amenaza externa que supone el contingente que se está reclutando por toda la Galia para levantar el asedio de Alesia. Sin un líder fuerte y disciplinado, los guerreros galos no tienen ninguna posibilidad contra sus legiones. Sin embargo, ése perfil recae precisamente en Camio, un prometedor guerrero formado tiempo atrás en las costumbres y las técnicas bélicas de Roma por el propio Cayo Rodio y objeto de la protección de éste, que personifica a las fuerzas de rescate de Alesia. La intriga está servida por tanto en torno a la figura de Rodio, al encargarle su alumno más competente que elimine a su alumno más querido.
Es de destacar el aspecto personalista de este comic, como señalan sus propios autores, donde los personajes y sus actos cobran importancia más allá de los hechos históricos que acontecen en sus vidas. Tal como reflexiona Faraci, el enfrentamiento entre dos hombres sobrepasa al de dos ejércitos e influye directamente sobre el resultado de la lucha armada. Cayo Rodio parece ser un hombre al que César debe mucho. Un general romano casi retirado, pero ante todo un experto soldado cuya azarosa existencia ha motivado que no se acomode a la disoluta vida en la urbe, y en quien es fuerte la llamada de la guerra. Valedor de la República, experimenta en cambio serias dudas y discrepancias respecto a los métodos de Roma en sus conquistas, de las que él mismo ha sido un activo partícipe. En este sentido, la decepción para con sus semejantes resulta palpable, hastiado de luchas y batallas. Faraci quiere que el lector se identifique con Rodio, al hacerle narrador en primera persona de sus propias impresiones sobre cada escena que le rodea y sobre las apreciaciones de los suyos. A lo largo de la historieta, avanzamos en el conocimiento de la relación que une a Rodio con Camio, más profunda de lo que denotan las páginas introductorias, y que iremos descubriendo al presenciar momentos de su pasado que se revelan con oportunos flasbacks en el guión, otorgando así lógica a los sentimientos encontrados que se manifiestan en Rodio. Con todo, y pese a suponer uno de los puntos fuertes de esta historia, la psicología de algunos personajes (no siendo César y Rodio) a veces aparece un poco desdibujada.
Mientras el asedio de Alesia prosigue, Rodio y el variopinto grupo compuesto por sus viejos compañeros de armas, perfectamente coordinados entre si, se pone en camino. Sus compañeros son conscientes de que Rodio se debate entre su lealtad a Roma y los vínculos que le unen a Camio, al que la llamada de la sangre, de su pueblo, se ha sobrepuesto por encima de su educación romana; lo que le convierte en un peligroso enemigo para sus contrincantes y a quien ahora la persona que ha modelado su carácter pretende quitarle de en medio. Al igual que con Rodio, los autores se centran en la personalidad del galo, sus recuerdos y sus temores, pues padece de las mismas dudas que su mentor. Para uno y otro, la misión que articula el argumento se convertirá finalmente en una búsqueda de la reconciliación con el pasado.
Entre tanto, Brereton se explaya en los episodios que narran esta especie de cacería, estructurada en forma de pequeños capítulos (lo cual dinamiza bastante la lectura) a través de los profundos bosques y vados de la Galia más salvaje, sin evitar bastantes escenas de cierta truculencia en todas las manifestaciones del 'arte' de la guerra que despliega el comic y de las emboscadas que protagonizan los personajes, con una mayoría de pasajes de gran viveza y calidez en el color, siendo al contrario en las secuencias nocturnas. Además, retrata correctamente las realidades históricas, como el asedio, el circo romano, las rutinas e indumentaria de los legionarios con sus acerados gladius o los atuendos de los galos, lo que denota la labor de documentación que subyace en el aspecto gráfico.
Por tanto, del comic se pueden resaltar los giros que convierten lo que en principio es sólo una expedición para comprometer el liderato de las fuerzas de apoyo a Alesia, y que en realidad contiene motivos mucho más altos dentro de esos convulsos años de traspaso de la República al Imperio, así como el estilo pictórico y peculiar del dibujante, de trazos pseudorealistas pero bastante originales, pese a esos rostros a menudo tan inquietantes y de mirada torva.
Cierra este trabajo autoconclusivo una serie de apéndices que, tras un sucinto recorrido por la historia de Roma y la guerra de las Galias, se centra en cómo se ha reflejado esta época en el plano artístico. Y verdaderamente, tal como exponen sus autores, sorprende que no contemos con toda una herencia de comics italianos de tradición romana (como también sorprende que no se citen más que algunos ejemplos aislados, omitiendo toda referencia a la que hoy día se puede considerar principal representante maestro sobre la historia romana en el comic: Murena -también editado por Planeta, de hecho). En todo caso, como apuntaba al iniciar esta reseña, no es menos cierto que asistimos a un redescubrimiento del género.
En los apéndices también encontramos referencias al proceso creativo de los autores y sus trabajos anteriores, bastante dispares a la temática de 'La última batalla'. Tito Faraci es conocido por sus encargos de la factoría Disney, tan asentada en Italia, y las franquicias de Bonelli (que en España publica Aleta, incluída la futura serie Brad Barron, precisamente creación propia de Faraci). Mientras que Daniel Brereton (premio Russ Manning en 1.990) destaca más por sus aportaciones al género pulp y de superhéroes, siempre con ese estilo pictórico tan particular que le caracteriza. Por lo demás, los apéndices incluyen diversos bocetos y fuentes de documentación.
Un tebeo que, pese a la aparente simpleza de la historia y no ser nada del otro mundo (desde luego, no va a revolucionar el subgénero de romanos) nos muestra unas cuantas notas interesantes, cumple y entretiene, además de poseer una relación calidad-precio muy adecuada.
3 comentarios:
Muy interesante. Desde luego me haré con él si lo veo por aquí (la distribución no es muy buena en esta zona).
Por lo que puedo ver por las páginas que has colgado tiene cosas buenas y malas: esa reconstrucción del asedio de Alesia está muy bien, pero los cascos de los legionarios... están como un siglo y medio fuera de época.
Es de agradecer este tipo de cómics en estos tiempos tan cotidianamente mediocres.
Muy buena tu reseña Jolan:O
Lástima que a mi entender el comic no sea tan bueno...
Sin embargo, como tu dices, entretiene y es barato.
Quizás yo me esperaba algo más. Al menos unos personajes más trabajados ya que se nos muestran como autómatas y los autores no ahondan nada en su personalidad.
Un saludo.
Pedro:
Veo que también eres buen conocedor de la historia romana (yo nunca me hubiera percatado del anacronismo de los cascos). Si lo encuentras, creo que te gustará, pero tampoco te formes expectativas muy altas, aunque pienso que vale la pena leerlo.
Angux:
Sí, se queda en el camino de algo más grande. Pero bueno, a mi es que lo histórico me llama bastante, así que lo dicho, si Planeta sigue sacando cosillas de este tipo, pueden contar conmigo.
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