Un destino turístico que en los últimos años se ha convertido en referencia entre los aficionados al comic es Bruselas, la capital belga, y por extensión todo el país, que en realidad se puede recorrer con bastante tranquilidad a nada que dispongáis de unos cuantos días libres, dado lo limitado de su territorio y el excelente sistema de transportes que une todas sus ciudades importantes, en especial por vía ferroviaria, y hace que no disten entre si más de hora y pico. Este verano he tenido la suerte de poder pasar parte de mis vacaciones allí, así que permitidme que os cuente un poco la batallita, porque como comprobaréis merece mucho la pena conocer este amable país de la Europa noroccidental.
Citando un artículo de Van Hamme que he leído hace poco, Bélgica puede resultar a priori un destino poco evocador. Si hablamos de esta pequeña nación europea, a algunos quizá os venga a la cabeza las diferencias existentes entre las dos regiones lingüisticas del país (que hace que las que tenemos aquí parezcan casi de chiste) y sería capaz de citar algunas notas características o lugares conocidos, como el famoso Manneken-Pis, la sede de las instituciones de la UE, el Atomium de la Expo del 58, los preciosos canales de Brujas y Gante, las consabidas especialidades gastronómicas (moules -mejillones al vapor, muy ricos-, toda clase de cerveza -recomiendo la morte subitte-, los deliciosos chocolates o pralines, las socorridas frituras de todo tipo), etc. Pero la cosa no queda ahí, porque aunque conocida por menos gente en este sentido, Bélgica es la cuna del comic europeo, o bande dessinée, y colmará las ilusiones de todo amante de las viñetas que hasta allí se desplace. Como poco, quien más o quien menos sabe que se trata del lugar de origen del reportero más conocido del comic: Tintin (Kuifje, en flamenco o neerlandés).
Sin embargo, quedarse en la creación de Hergé sería profundizar muy poco en la tremenda aportación belga al mundo del comic, pues también se trata del país que ha visto nacer a figuras tan destacables como Franquin (Spirou, Marsupilami, Gastón el gafe), Morris (Lucky Luke), Jean Van Hamme (Thorgal, XII, Largo Winch), Peyo (los Pitufos, Johan y Pirluit), Edgar P. Jacobs (Blake y Mortimer), Jacques Martin (Alix, Lefranc) y muchos otros artistas del comic: Yslaire, Willy Vandersteen, Roba, Yves Chaland, Bob de Moor, Schuiten, etc. por mencionar sólo algunos cuyo nombre ha trascendido las fronteras del país.
Por eso, viajar a Bélgica y no disfrutar de todo lo que allí se ofrece en este plano artístico es perderse una parte muy importante de la visita. Así que ni corto ni perezoso, una vez llegados a Bruselas, acudí a la oficina de turismo ubicada en la impresionante y majestuosa Grand Place y me hice con el mapa de la ruta del comic dentro de la ciudad. Por 0,50 € resulta una herramienta imprescindible si se tiene la intención de conocer los murales que jalonan sus calles, de los que os hablaré un poco más tarde. También aparece marcada la ruta de la arquitectura Art Nouveau, así que se le saca bastante partido a su compra (y así quedó de maltrecho el pobre).
Pero si hay que citar un lugar de la ciudad por el que comenzar a empaparse de viñetas es sin duda el CBBD (Centre Belgue de la Bande Dessinée) o Museo del Comic, para entendernos; que cada año que pasa recibe un mayor número de visitantes. Ubicado en el número 20 de la Rue des Sables, también calle de los Pitufos, este elegante edificio de estilo art nouveau diseñado por el aclamado arquitecto Victor Horta, se adaptó para albergar desde 1.989 sus tres plantas dedicadas en exclusiva al noveno arte, centrándose como es lógico en la producción belga, que como he descubierto es abundantísima. En su vestíbulo nos reciben el busto de Tintin (dicen que da suerte tocarle la nariz) y el cohete de 'Aterrizaje en la luna', que custodian la escalinata hacia la primera planta y la taquilla. También aquí se encuentran la tienda del museo, una biblioteca y centro de documentación de libre acceso con la entrada (que dispone de miles de títulos) así como la cafetería. Igualmente está decorado con algunas estatuas como la de Asterix, los Pitufos y la reproducción de un coche (creo que de alguno de los volúmenes de Tintin) con firmas y dedicatorias de gran cantidad de autores y personalidades del comic.
Ya en la primera planta, una vez sacada la entrada (7,50 €/persona) conviene pedir prestado el catálogo del museo en español, ya que las cartelas explicativas que encontraremos en sus salas sólo se hallan en francés y flamenco. Junto a la taquilla es inevitable echarse una foto con Lucky Luke (al pobre le han sustraído su pitillo; tal es el alcance de la rigidez de las normas anti-tabaco) o con Tintin, Haddock y Tornasol. Empezamos por la sección que muestra el proceso de creación del comic y la evolución de todas sus etapas: curioso, aunque no es lo más interesante por ver. Posteriormente hay una sala de proyecciones de series de animación basadas en conocidas BD's (de poco sirve detenerse mucho tiempo aquí si no sabéis francés), para dar paso a una de las salas más amplias e importantes, que exhibe multitud de planchas originales de un gran elenco de dibujantes: fue en esta sala donde me percaté de la enorme cantidad de autores y obras de gran calidad de origen belga que convierten a Tintin y Spirou en tan sólo la punta del iceberg de una producción muy prolífica, y que lamentablemente nunca veremos publicada en castellano. Seguro que más de una de las páginas que veáis allí os hará esbozar una sonrisa al reconocerla entre vuestras lecturas preferidas.
Si continuamos hasta la segunda planta vamos a dar con un amplio recorrido de portadas de revistas de comic (la popular Tintin), más páginas originales, viejos objetos de merchandising, reproducciones y recreaciones de escenarios comiqueros, curiosidades, etc. de algunas de las obras más representativas de la BD. La zona central la ocupa el apartado de exposiciones temporales, que como no podía ser de otra forma en el año de su cincuentenario, estaba dedicada a los Pitufos y, en menor medida, otras obras de Peyo (como mis queridos Johan y Pirluit), así que os podéis imaginar que el color azul salpicaba la mayor parte de este área. La tercera y última planta contaba con más de lo mismo, pero esta vez enfocado a algunas obras más recientes y las últimas creaciones de nuevos autores. Asimismo, vitrinas abarrotadas de objetos, hoy de culto, dedicados al comic y secciones temáticas ocupan este último piso.
Posiblemente se echa en falta una mayor variedad de BD proveniente de otros países, pero hay que tener en cuenta que el centro se ha convertido en el sancta sanctorum del comic casi exclusivamente belga; protector y promotor de los intereses de las tiras de comic nacionales. Podéis desquitaros de esta sensación recorriendo las estanterías de la tienda del museo, en la que te topas con más y más volúmenes (no sólo comic europeo, sino también americano, manga, etc.), de esos con los que a menudo nos ponen los dientes largos muchos compañeros blogueros y que aquí sólo podemos anhelar y esperar que las editoriales españolas se acuerden de traer. Si bien es un deleite tener a tu alcance todos estos comics tan deseables (sigh... ¡esos fantásticos integrales de Thorgal...!), no deja de ser frustrante -al menos en mi caso- que de poco sirva gastarse los dineros si uno no tiene conocimientos de la lengua gala (asignatura pendiente: aprender francés). Para los que tienen esa suerte, aclaro que no hay grandes diferencias en los precios de los álbumes respecto a los de las librerías españolas: entre 8 y 14 € se mueve cualquier título en el clásico formato BD. Ante esta dificultad, le estuve echando un ojo a los típicos accesorios de merchandising para poder llevarme algún recuerdo del museo, pero todo es ca-rí-si-mo (especialmente las figuras esmaltadas de personajes de comic, cuyo precio es vergonzosamente privativo). Al final no pude evitarlo y pequé con algunas cosillas: unas postales y un precioso póster de Thorgal, así como un libro-guía de la ruta del comic por Bruselas (que mencionaré, dada su utilidad, en la segunda parte de este artículo). Ya digo; todo caro, muy caro.
El Museo del Comic es sólo la imagen más destacable y el punto de partida de este recorrido tan peculiar que no encontraréis en ninguna otra ciudad europea. Pero las calles de Bruselas nos deparan muchas más sorpresas que, para que esta entrada no quede muy larga, os sigo contando a continuación.
Citando un artículo de Van Hamme que he leído hace poco, Bélgica puede resultar a priori un destino poco evocador. Si hablamos de esta pequeña nación europea, a algunos quizá os venga a la cabeza las diferencias existentes entre las dos regiones lingüisticas del país (que hace que las que tenemos aquí parezcan casi de chiste) y sería capaz de citar algunas notas características o lugares conocidos, como el famoso Manneken-Pis, la sede de las instituciones de la UE, el Atomium de la Expo del 58, los preciosos canales de Brujas y Gante, las consabidas especialidades gastronómicas (moules -mejillones al vapor, muy ricos-, toda clase de cerveza -recomiendo la morte subitte-, los deliciosos chocolates o pralines, las socorridas frituras de todo tipo), etc. Pero la cosa no queda ahí, porque aunque conocida por menos gente en este sentido, Bélgica es la cuna del comic europeo, o bande dessinée, y colmará las ilusiones de todo amante de las viñetas que hasta allí se desplace. Como poco, quien más o quien menos sabe que se trata del lugar de origen del reportero más conocido del comic: Tintin (Kuifje, en flamenco o neerlandés).
Sin embargo, quedarse en la creación de Hergé sería profundizar muy poco en la tremenda aportación belga al mundo del comic, pues también se trata del país que ha visto nacer a figuras tan destacables como Franquin (Spirou, Marsupilami, Gastón el gafe), Morris (Lucky Luke), Jean Van Hamme (Thorgal, XII, Largo Winch), Peyo (los Pitufos, Johan y Pirluit), Edgar P. Jacobs (Blake y Mortimer), Jacques Martin (Alix, Lefranc) y muchos otros artistas del comic: Yslaire, Willy Vandersteen, Roba, Yves Chaland, Bob de Moor, Schuiten, etc. por mencionar sólo algunos cuyo nombre ha trascendido las fronteras del país.
Por eso, viajar a Bélgica y no disfrutar de todo lo que allí se ofrece en este plano artístico es perderse una parte muy importante de la visita. Así que ni corto ni perezoso, una vez llegados a Bruselas, acudí a la oficina de turismo ubicada en la impresionante y majestuosa Grand Place y me hice con el mapa de la ruta del comic dentro de la ciudad. Por 0,50 € resulta una herramienta imprescindible si se tiene la intención de conocer los murales que jalonan sus calles, de los que os hablaré un poco más tarde. También aparece marcada la ruta de la arquitectura Art Nouveau, así que se le saca bastante partido a su compra (y así quedó de maltrecho el pobre).
Pero si hay que citar un lugar de la ciudad por el que comenzar a empaparse de viñetas es sin duda el CBBD (Centre Belgue de la Bande Dessinée) o Museo del Comic, para entendernos; que cada año que pasa recibe un mayor número de visitantes. Ubicado en el número 20 de la Rue des Sables, también calle de los Pitufos, este elegante edificio de estilo art nouveau diseñado por el aclamado arquitecto Victor Horta, se adaptó para albergar desde 1.989 sus tres plantas dedicadas en exclusiva al noveno arte, centrándose como es lógico en la producción belga, que como he descubierto es abundantísima. En su vestíbulo nos reciben el busto de Tintin (dicen que da suerte tocarle la nariz) y el cohete de 'Aterrizaje en la luna', que custodian la escalinata hacia la primera planta y la taquilla. También aquí se encuentran la tienda del museo, una biblioteca y centro de documentación de libre acceso con la entrada (que dispone de miles de títulos) así como la cafetería. Igualmente está decorado con algunas estatuas como la de Asterix, los Pitufos y la reproducción de un coche (creo que de alguno de los volúmenes de Tintin) con firmas y dedicatorias de gran cantidad de autores y personalidades del comic.
Ya en la primera planta, una vez sacada la entrada (7,50 €/persona) conviene pedir prestado el catálogo del museo en español, ya que las cartelas explicativas que encontraremos en sus salas sólo se hallan en francés y flamenco. Junto a la taquilla es inevitable echarse una foto con Lucky Luke (al pobre le han sustraído su pitillo; tal es el alcance de la rigidez de las normas anti-tabaco) o con Tintin, Haddock y Tornasol. Empezamos por la sección que muestra el proceso de creación del comic y la evolución de todas sus etapas: curioso, aunque no es lo más interesante por ver. Posteriormente hay una sala de proyecciones de series de animación basadas en conocidas BD's (de poco sirve detenerse mucho tiempo aquí si no sabéis francés), para dar paso a una de las salas más amplias e importantes, que exhibe multitud de planchas originales de un gran elenco de dibujantes: fue en esta sala donde me percaté de la enorme cantidad de autores y obras de gran calidad de origen belga que convierten a Tintin y Spirou en tan sólo la punta del iceberg de una producción muy prolífica, y que lamentablemente nunca veremos publicada en castellano. Seguro que más de una de las páginas que veáis allí os hará esbozar una sonrisa al reconocerla entre vuestras lecturas preferidas.
Si continuamos hasta la segunda planta vamos a dar con un amplio recorrido de portadas de revistas de comic (la popular Tintin), más páginas originales, viejos objetos de merchandising, reproducciones y recreaciones de escenarios comiqueros, curiosidades, etc. de algunas de las obras más representativas de la BD. La zona central la ocupa el apartado de exposiciones temporales, que como no podía ser de otra forma en el año de su cincuentenario, estaba dedicada a los Pitufos y, en menor medida, otras obras de Peyo (como mis queridos Johan y Pirluit), así que os podéis imaginar que el color azul salpicaba la mayor parte de este área. La tercera y última planta contaba con más de lo mismo, pero esta vez enfocado a algunas obras más recientes y las últimas creaciones de nuevos autores. Asimismo, vitrinas abarrotadas de objetos, hoy de culto, dedicados al comic y secciones temáticas ocupan este último piso.
Posiblemente se echa en falta una mayor variedad de BD proveniente de otros países, pero hay que tener en cuenta que el centro se ha convertido en el sancta sanctorum del comic casi exclusivamente belga; protector y promotor de los intereses de las tiras de comic nacionales. Podéis desquitaros de esta sensación recorriendo las estanterías de la tienda del museo, en la que te topas con más y más volúmenes (no sólo comic europeo, sino también americano, manga, etc.), de esos con los que a menudo nos ponen los dientes largos muchos compañeros blogueros y que aquí sólo podemos anhelar y esperar que las editoriales españolas se acuerden de traer. Si bien es un deleite tener a tu alcance todos estos comics tan deseables (sigh... ¡esos fantásticos integrales de Thorgal...!), no deja de ser frustrante -al menos en mi caso- que de poco sirva gastarse los dineros si uno no tiene conocimientos de la lengua gala (asignatura pendiente: aprender francés). Para los que tienen esa suerte, aclaro que no hay grandes diferencias en los precios de los álbumes respecto a los de las librerías españolas: entre 8 y 14 € se mueve cualquier título en el clásico formato BD. Ante esta dificultad, le estuve echando un ojo a los típicos accesorios de merchandising para poder llevarme algún recuerdo del museo, pero todo es ca-rí-si-mo (especialmente las figuras esmaltadas de personajes de comic, cuyo precio es vergonzosamente privativo). Al final no pude evitarlo y pequé con algunas cosillas: unas postales y un precioso póster de Thorgal, así como un libro-guía de la ruta del comic por Bruselas (que mencionaré, dada su utilidad, en la segunda parte de este artículo). Ya digo; todo caro, muy caro.
Uno de los paneles que se exhiben en la recepción del hostal juvenil "Sleep Well".
Integra elementos y personajes del comic belga, con escenas y costumbres
típicas del país (el palacio de justicia, los tranvías, los mejillones, etc.)
Integra elementos y personajes del comic belga, con escenas y costumbres
típicas del país (el palacio de justicia, los tranvías, los mejillones, etc.)
El Museo del Comic es sólo la imagen más destacable y el punto de partida de este recorrido tan peculiar que no encontraréis en ninguna otra ciudad europea. Pero las calles de Bruselas nos deparan muchas más sorpresas que, para que esta entrada no quede muy larga, os sigo contando a continuación.
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