Ha sido una de las novedades de Norma que más ha sonado durante este Febrero que termina. El primer número de Servitud llega a nuestras manos sin tener aún prevista su continuación en Francia. Parece que la editorial se ha dado prisa en sacarlo y no es para menos, vistas las expectativas que la serie había levantado desde su aparición. Por mi parte, reconozco que cuando vi en su momento algunas muestras del álbum, ya hizo que tuviera ganas de hacerme con él una vez publicado en castellano.
Siendo sus autores unos recien llegados a la fantasía heroica, se puede afirmar que tanto Fabrice David (guión) como Eric Bourgier (dibujo) han conseguido un gran resultado. Por lo visto ya habían trabajado juntos en un álbum autoconclusivo de tintes bélico-futuristas (Live War Heroes) y esa sintonía se ha visto acrecentada en esta nueva obra, donde guión y dibujo destacan por su calidad pareja. Naturalmente, lo primero que entra por los ojos es la maravillosa labor gráfica de Bourgier, pero ésta quedaría coja de no ir acompañada por una historia intensa como la que se despliega en sus páginas.
Nos hallamos en el mundo de Los Hijos de la Tierra. Han transcurrido mil años desde que los Poderes primigenios se personificaran en la figura de los Gigantes, los Ángeles, los Dragones, las Sirenas y las Hadas. Pero actualmente todos estos seres míticos han desaparecido, dejando de interferir en el destino de los humanos. ¿Todos? ¿Acaso se avecina una nueva era? Eso es lo que vamos a averiguar leyendo este primer número y metiéndonos en las vidas de los descendientes de Afenor, el gran líder unificador de los territorios de los hombres, a quien los Gigantes ayudaron a forjar su imperio. La historia se centra en el devenir de las tres principales familias herederas de esta leyenda viva: los Veriel, los Anoroer y los Arkanor, que acusan por igual el desgaste ocasionado por años de poder y relaciones endogámicas, asentados sobre una cómoda paz que apenas se ve sacudida por ocasionales disputas territoriales que nunca llegan demasiado lejos.
Kiriel es un destacado maestro de armas en la corte del rey Garantiel de Anoroer, que ha hecho carrera dentro de las filas reales hasta el punto de ser finalmente designado para contraer matrimonio con la voluptuosa Lérine y renovar de algún modo la sangre y los ánimos de la familia. Aunque la corona de los Anoroer recae en Tarquain, hijo del rey, quien no ve del todo bien la adopción del nuevo miembro dentro de la familia por razones que le atañen de un modo muy cercano, Kiriel tendrá que asumir sus nuevas responsabilidades desde el feudo que le ha sido concedido, próximo a las tierras de los Veriel, quienes en su momento ejercieron la soberanía y eventualmente tuvieron que ceder el poder real. Como se puede apreciar claramente, Kiriel tendrá que afrontar el doble enconamiento que presentan sus actuales semejantes, tanto dentro de la que es su nueva familia como fuera de ella. Si a ello añadimos el resurgimiento de la amenaza de los Drekkars, el oscuro linaje ligado a los antiguos dragones, vemos que toda una historia de intrigas y misterios va a desatarse ante nosotros. Se adivina que asistimos a la caída de una familia, o a su lucha por la supervivencia. Y no es posible adelantar mucho más sobre la trama, ya que los frentes abiertos en este primer número son demasiados (y los cabos sueltos al finalizarlo también, pues apenas se nos concede un atisbo de todo lo que puede ofrecer la serie).
Con un argumento complejo y adulto (en el que las guerras, la violencia, el sexo, el incesto y la traición son algunas de sus señas de identidad) enseguida nos damos cuenta de que Servitud no es una de esas historias estáticas en las que nada parece ocurrir hasta las últimas cuatro páginas, sino que la acción se desenvuelve casi desde el comienzo. Sus personajes son realistas y humanos, en absoluto idealizados (más bien son un cúmulo de sentimientos contradictorios). Además, están estupendamente caracterizados por los trazos de Bourgier, siendo especialmente destacables sus uniformes (armaduras, atuendo militar y armas) y vestimentas; y unos rasgos faciales nítidos y expresivos.
La aventura se desarrolla en un mundo medieval serio y de tintes oscuros, donde no parece haber lugar para cuestiones de corto alcance (tal es la ausencia que muestra, por ejemplo, del tono jovial que a veces se mezcla, ya sea en forma de personajes de un carácter más intrascendente o en el propio argumento, en este tipo de historias). Ya se han establecido similitudes con Canción de Hielo y Fuego precisamente por ese aspecto. Y, hasta donde conozco de la gran obra de George Martin (aún tengo mi pobre ejemplar de Juego de Tronos esperando en la pila de lecturas a que disponga de una temporada de mayor tiempo libre) no es una comparación desacertada: rencillas familiares, duelos de poder, disputas nobiliarias (como la que se adelanta entre los Almirantes de Levante y Poniente) y personales (Tarquain vs Kiriel), mezcladas con un alto componente fantástico pero maduro. En efecto este comic recuerda más a una novela de literatura fantástica por su desarrollo, en su lectura densa (dicho esto en un sentido positivo) por la cantidad de nombres, lugares y sucesos pasados y presentes que engloba.
También se aproxima a esa idea por el mundo vastísimo que presenta, del que sólo una porción del mismo parece conocida. Y ya sólo en esa pequeña parte, Bourgier nos enseña viñetas de impresionantes construcciones, como las de los pilares levantados por los Gigantes, la capital del reino, Garantiel (tradicionalmente la capital toma el nombre de su gobernante durante los años de su reinado), la fastuosa Torre Blanca, la ciudad de Nilïn, y toda clase de paisajes que cuentan con un enorme detalle. El dibujo es apabullante, pero cuenta con un entintado uniforme, a veces un poco neutro, que aunque en general resulta bastante atractivo a mi me ha hecho notar la falta en determinadas escenas de una paleta de colores más viva y no tan sobria. En todo caso, es innegable la maestría de Bourgier en este tomo.
No cabe duda de que Servitud puede convertirse en un digno representante del género, al contar con todos los ingredientes necesarios para hacerse un nombre destacable en el mundo de la fantasía heroica. Parece una serie con grandes aspiraciones. Sin embargo, el aspecto más frustrante es la lentitud, anunciada de previo, en la publicación de los álbumes (se preparará uno cada dos años, según los mismos autores, de un total de cinco). Este hecho ha despertado, una vez más, cierta controversia sobre la idoneidad de Norma con sus elecciones editoriales. Va a ser difícil contener la espera, cuando además se dejan, como he dicho, multitud de cabos sueltos en la historia (no he logrado ni adivinar por donde van a ir los tiros en cuanto al personaje de Fl'ar de Peloris, cuya aparición queda muy poco clara, por no mencionar al hombre del desierto...). Confío en que la espera no refrene las ganas por conocer cómo continúa el ciclo. Pero a pesar de que antes de la compra ya conocía este grave inconveniente, no he quedado decepcionado, vista la calidad de este tomo, cuyas 56 páginas y una muy correcta edición supongo que justifican además los 14 euros que cuesta. Eso sí, estos precios por una BD sin continuación a la vista, duelen un poco.
Siendo sus autores unos recien llegados a la fantasía heroica, se puede afirmar que tanto Fabrice David (guión) como Eric Bourgier (dibujo) han conseguido un gran resultado. Por lo visto ya habían trabajado juntos en un álbum autoconclusivo de tintes bélico-futuristas (Live War Heroes) y esa sintonía se ha visto acrecentada en esta nueva obra, donde guión y dibujo destacan por su calidad pareja. Naturalmente, lo primero que entra por los ojos es la maravillosa labor gráfica de Bourgier, pero ésta quedaría coja de no ir acompañada por una historia intensa como la que se despliega en sus páginas.
Nos hallamos en el mundo de Los Hijos de la Tierra. Han transcurrido mil años desde que los Poderes primigenios se personificaran en la figura de los Gigantes, los Ángeles, los Dragones, las Sirenas y las Hadas. Pero actualmente todos estos seres míticos han desaparecido, dejando de interferir en el destino de los humanos. ¿Todos? ¿Acaso se avecina una nueva era? Eso es lo que vamos a averiguar leyendo este primer número y metiéndonos en las vidas de los descendientes de Afenor, el gran líder unificador de los territorios de los hombres, a quien los Gigantes ayudaron a forjar su imperio. La historia se centra en el devenir de las tres principales familias herederas de esta leyenda viva: los Veriel, los Anoroer y los Arkanor, que acusan por igual el desgaste ocasionado por años de poder y relaciones endogámicas, asentados sobre una cómoda paz que apenas se ve sacudida por ocasionales disputas territoriales que nunca llegan demasiado lejos.
Kiriel es un destacado maestro de armas en la corte del rey Garantiel de Anoroer, que ha hecho carrera dentro de las filas reales hasta el punto de ser finalmente designado para contraer matrimonio con la voluptuosa Lérine y renovar de algún modo la sangre y los ánimos de la familia. Aunque la corona de los Anoroer recae en Tarquain, hijo del rey, quien no ve del todo bien la adopción del nuevo miembro dentro de la familia por razones que le atañen de un modo muy cercano, Kiriel tendrá que asumir sus nuevas responsabilidades desde el feudo que le ha sido concedido, próximo a las tierras de los Veriel, quienes en su momento ejercieron la soberanía y eventualmente tuvieron que ceder el poder real. Como se puede apreciar claramente, Kiriel tendrá que afrontar el doble enconamiento que presentan sus actuales semejantes, tanto dentro de la que es su nueva familia como fuera de ella. Si a ello añadimos el resurgimiento de la amenaza de los Drekkars, el oscuro linaje ligado a los antiguos dragones, vemos que toda una historia de intrigas y misterios va a desatarse ante nosotros. Se adivina que asistimos a la caída de una familia, o a su lucha por la supervivencia. Y no es posible adelantar mucho más sobre la trama, ya que los frentes abiertos en este primer número son demasiados (y los cabos sueltos al finalizarlo también, pues apenas se nos concede un atisbo de todo lo que puede ofrecer la serie).
Con un argumento complejo y adulto (en el que las guerras, la violencia, el sexo, el incesto y la traición son algunas de sus señas de identidad) enseguida nos damos cuenta de que Servitud no es una de esas historias estáticas en las que nada parece ocurrir hasta las últimas cuatro páginas, sino que la acción se desenvuelve casi desde el comienzo. Sus personajes son realistas y humanos, en absoluto idealizados (más bien son un cúmulo de sentimientos contradictorios). Además, están estupendamente caracterizados por los trazos de Bourgier, siendo especialmente destacables sus uniformes (armaduras, atuendo militar y armas) y vestimentas; y unos rasgos faciales nítidos y expresivos.
La aventura se desarrolla en un mundo medieval serio y de tintes oscuros, donde no parece haber lugar para cuestiones de corto alcance (tal es la ausencia que muestra, por ejemplo, del tono jovial que a veces se mezcla, ya sea en forma de personajes de un carácter más intrascendente o en el propio argumento, en este tipo de historias). Ya se han establecido similitudes con Canción de Hielo y Fuego precisamente por ese aspecto. Y, hasta donde conozco de la gran obra de George Martin (aún tengo mi pobre ejemplar de Juego de Tronos esperando en la pila de lecturas a que disponga de una temporada de mayor tiempo libre) no es una comparación desacertada: rencillas familiares, duelos de poder, disputas nobiliarias (como la que se adelanta entre los Almirantes de Levante y Poniente) y personales (Tarquain vs Kiriel), mezcladas con un alto componente fantástico pero maduro. En efecto este comic recuerda más a una novela de literatura fantástica por su desarrollo, en su lectura densa (dicho esto en un sentido positivo) por la cantidad de nombres, lugares y sucesos pasados y presentes que engloba.
También se aproxima a esa idea por el mundo vastísimo que presenta, del que sólo una porción del mismo parece conocida. Y ya sólo en esa pequeña parte, Bourgier nos enseña viñetas de impresionantes construcciones, como las de los pilares levantados por los Gigantes, la capital del reino, Garantiel (tradicionalmente la capital toma el nombre de su gobernante durante los años de su reinado), la fastuosa Torre Blanca, la ciudad de Nilïn, y toda clase de paisajes que cuentan con un enorme detalle. El dibujo es apabullante, pero cuenta con un entintado uniforme, a veces un poco neutro, que aunque en general resulta bastante atractivo a mi me ha hecho notar la falta en determinadas escenas de una paleta de colores más viva y no tan sobria. En todo caso, es innegable la maestría de Bourgier en este tomo.
No cabe duda de que Servitud puede convertirse en un digno representante del género, al contar con todos los ingredientes necesarios para hacerse un nombre destacable en el mundo de la fantasía heroica. Parece una serie con grandes aspiraciones. Sin embargo, el aspecto más frustrante es la lentitud, anunciada de previo, en la publicación de los álbumes (se preparará uno cada dos años, según los mismos autores, de un total de cinco). Este hecho ha despertado, una vez más, cierta controversia sobre la idoneidad de Norma con sus elecciones editoriales. Va a ser difícil contener la espera, cuando además se dejan, como he dicho, multitud de cabos sueltos en la historia (no he logrado ni adivinar por donde van a ir los tiros en cuanto al personaje de Fl'ar de Peloris, cuya aparición queda muy poco clara, por no mencionar al hombre del desierto...). Confío en que la espera no refrene las ganas por conocer cómo continúa el ciclo. Pero a pesar de que antes de la compra ya conocía este grave inconveniente, no he quedado decepcionado, vista la calidad de este tomo, cuyas 56 páginas y una muy correcta edición supongo que justifican además los 14 euros que cuesta. Eso sí, estos precios por una BD sin continuación a la vista, duelen un poco.
3 comentarios:
Te has currado una estupenda reseña Jolan. Enhorabuena.
Nos leemos donde siempre. Un saludo.
Gráficamente me ha impresionado. La hitoria me ha dejado un poco frío, la verdad. Tal vez porque padece el mal que últimamente aqueja al cómic europeo: ¡Sabe a poco!
Y no digo que lo que cuente no tenga enjundia... pero cualquier comic de Blueberry cuenta mucho más con las mismas páginas.
Ciertamente, aunque al álbum no le falta acción, creo que los autores han querido abrir varias líneas de argumento, en las que no han podido profundizar demasiado en este primer número (por ejemplo, el aspecto más fantástico, el de los seres míticos del pasado, se menciona mucho pero sin concretar nada). Pero lo peor no es eso, sino la espera que se impone para continuar la historia. Eso sí, en cuanto al dibujo, creo que todos estamos de acuerdo en que es una delicia.
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