En la prolífica carrera artística de la estadounidense Ursula K. Le Guin, exponente internacional de la fantasía y la ciencia ficción, el cuento y el relato corto han constituído una de las variantes literarias donde mayor desarrollo ha experimentado su excelente prosa. Revistas divulgativas y publicaciones americanas de la época especializadas en ciencia ficción han recogido gran parte de esa riqueza narrativa en forma de pequeñas historias, a menudo recompensada con premios de sobrada fama, como el Hugo o el Nébula. No hace mucho hablábamos aquí mismo de una de las recopilaciones más extensas que se han publicado al respecto, Las doce moradas del viento, relanzada por RBA en su colección Literatura Fantástica. Hoy vamos a comentar unas líneas sobre otra de ellas, que también ha conocido una reedición reciente —de Minotauro en este caso— y luce el elocuente título Cuatro caminos hacia el perdón.
También puedes seguir leyendo esta reseña en La Espada en la Tinta...
Si 'Doce moradas' nos ofrecía una antología heterogénea donde capítulos de high fantasy, con magos, dragones y otros seres extraordinarios, se entremezclaba con otros de la ci-fi propia de naves, razas alienígenas y mundos estelares, en Cuatro caminos hacia el perdón nos encontramos una selección de cuentos basada exclusivamente en este último campo novelístico. Mientras que el primero contaba además con un holgado repertorio de hasta diecisiete historias de lo más variadas, en este libro la autora se centra en contarnos tan sólo cuatro argumentos diferentes, pero hábilmente relacionados entre sí, como el lector irá descubriendo a medida que avance en sus páginas.
Un buen porcentaje de la producción de la Le Guin en este género, como bien saben sus seguidores e incondicionales, que no son pocos, se fundamenta en el llamado universo del Ekumen (o Ecumen; también denominado con frecuencia Ciclo Hainish), donde la civilización originaria del planeta Hain restablece el vínculo con otras sociedades de la galaxia sobre las que antiguamente dejó la huella de su especie (de apariencia humanoide y terrestre) y con quienes miles de años después retoma el contacto. Como breve apunte para aquellos que se encuentren en fase de descubrir a esta formidable mujer, la gran magnitud del Ekumen estriba en una vastedad de contextos que permiten a su creadora generar toda clase de mundos sobre los que imprimir su visión de la llamada ciencia ficción social, su terreno favorito. Y es que —ya lo ha manifestado en varias ocasiones— para ella este género no tiene sentido si no es capaz de abarcar la dimensión humana, más allá del reflejo sobre materias puramente físicas o tecnológicas.
Mundos pacíficos y sistemas dominados por tiranías opresoras, planetas donde la ciencia se ha implantado hasta en el último rincón de su superficie y otros cubiertos por vida exclusivamente vegetal donde el hombre apenas ha hollado, sociedades muy organizadas y otras de estructura tribal, continentes evolucionados hasta la modernidad y lugares que empiezan a dar sus primeros pasos en el camino del progreso. Un valioso abanico, en fin, gracias al que exploramos las teorías culturales de Ursula, muy influidas por la pluralidad psicológica, el feminismo, la anarquía, la lucha de clases, la ecología, el respeto al prójimo, las relaciones humanas o la transformación social. Creencias muy respaldadas además por su inclinación —seña de identidad propia— hacia las filosofías zen y taoísta.
Uno de esos muchos escenarios maravillosos que recogen algunas de estas ideas es el formado por los ficticios planetas Werel y su colonia Yeowe, inmediatamente próxima al sector galáctico del primero. Ambos mundos, los únicos habitados de su sistema, conforman una sociedad compleja basada en dos estamentos fundamentales, propietarios y activos, donde los unos mantienen sometidos bajo un férreo régimen de esclavitud a los otros. En el período durante el que tienen lugar estas pequeñas historias, asistimos a los primeros siglos de la revolución que se produce en Yeowe y la lucha por la libertad de los activos, justo al mismo tiempo en el que tanto planeta matriz como satélite comienzan a estrechar lazos con los enviados del Ekumen que arriban a sus respectivas órbitas y hacen las veces de mediadores en el conflicto. Un enfrentamiento que se desata a años luz de la Tierra y del que, sin embargo, mucho sabemos en nuestro conocido sistema solar.
Con Cuatro caminos hacia el perdón la veterana escritora emprende un tratado sobre un concepto tan abstracto como la libertad, no sólo entendiéndolo en términos mayores, sino incluso desde el plano más elemental, como la capacidad de decidir (¡o la posibilidad de hacerlo, en el caso de los oprimidos personajes yeowanos!), así como el modo de alcanzar ésta por medio de la redención. Muchos de sus protagonistas son mujeres que además padecen esa carencia de libertad por partida doble, en la condición de esclavas y también por ser del género femenino, y cuya búsqueda de la emancipación cobra el sentido de una verdadera odisea. Veamos ahora más de cerca estos cuatro cantos de libertad.
En el Arkamye (el libro sagrado para los habitantes de Yeowe) se dice: «vivir de manera sencilla es lo más complicado». Traiciones (Betrayals, 1994) nos muestra la visión de una anciana que ha sido testigo de las revueltas del planeta en su proceso de autonomía y ahora vive en un lugar casi de retiro espiritual, desde donde contempla que los cambios no han llegado a calar a nivel de tradición y costumbre. Un día conoce al que fuera uno de los grandes líderes de la revolución: un hombre caído en desgracia al que hoy muchos detestan y marginan. Porque a veces el camino de la liberación toma la forma de la misericordia y del amor, la protagonista tratará de asimilar los motivos del viejo cacique Abberkam encontrando consuelo en un mutuo entendimiento. Versada en reflejar las sensaciones del ocaso de la vida (y en revestir esta etapa de una dignidad tranquilizadora), Le Guin ofrece aquí una narración pausada que invita sobre todo a la reflexión.
Más enérgico resulta el siguiente relato, El día del perdón (Forgiveness day), centrado en la joven Solly: una Móvil (así se dice de las gentes que viven en diferentes mundos y saltan de uno a otro, sorteando el paso de las generaciones) que llega a Werel en calidad de Enviada del Ekumen. Tras una breve estancia en Voe Deo, la capital y nación dominante del planeta, es destinada al pequeño reino de Gatay, en otro continente, para extender las acciones diplomáticas de la embajada ecuménica. Libre de las ataduras burocráticas de la corte, Solly asume su nueva función con entusiasmo. Pero enseguida descubre que sus movimientos son controlados por los asistentes personales que las autoridades voedeanas se han empeñado en asignarle para 'garantizar' su seguridad. Sobre todo por Teyeo, su guardaespaldas, un militar que con toda su estricta moral no puede ocultar el gesto de incomprensión y hasta de desprecio por lo que Solly representa como mujer extranjera y figura de cierta influencia. Tenemos, en este caso, un relato más dinámico que el anterior, con personajes de una psicología trabajadísima y que presenta momentos descriptivos de increible fuerza, como la historia personal del rega Teyeo.
Cambiamos de escenario y de enfoque con Un hombre del pueblo (A man of the people), la única de las cuatro historias en la que el protagonismo recae en un personaje masculino. Havzhiva es originario de Stse, una región de Hain (cuna del Ekumen) profundamente arraigada en el respeto a la tradición local. A pesar de la expansión del planeta hacia otros mundos, en esta comarca parece que las creencias y el estilo de vida se hallan tan asentados que sus habitantes que no se cuestionan otra forma de hacer las cosas. Pero la sed de conocimiento en él es grande desde niño (un conocimiento que, en realidad, siempre ha tenido a su alcance). Su desarrollo personal le llevará a pasar por las Escuelas de Hain, visitar otros lugares, otros planetas, abrirse a la relación con alienígenas y finalmente integrarse en el Ekumen. Como agente de esta federación galáctica en Yeowe, Havzhiva ayudará a una organización de mujeres a sacudir los cimientos del patriarcado que, tras la liberación, aún sostiene en pie los viejos dogmas de la colonia. Este relato posee un tratamiento más abstracto y contiene algunas de las páginas donde la vena antropológica y el análisis sociocultural de la autora está más presente.
Por último, en La liberación de una mujer (A woman's liberation), publicado inicialmente en el 94 en la revista de ciencia ficción Asimov's (al igual que los dos cuentos anteriores), se narra la biografía de Rakam, eventualmente ligada al capítulo anterior. Nacida esclava en las plantaciones de Werel, contemplamos su evolución desde niña —cuando, sin ser ni siquiera muy consciente de ello, se convierte en el juguete sexual de su ama— hasta su llegada a la gran ciudad como sierva manumisa, en donde, además de a leer, aprende que los límites de su mundo están mucho más allá de los muros de los latifundios en los que sus propietarios la tenían encerrada. De las penalidades de la esclavitud al activismo revolucionario, Rakam realiza un viaje interior, por una parte, pero también espacial (oculta en una nave de carga), que la conduce hasta el utópico Yeowe. Allí descubrirá que, pese al fin de la guerra con el planeta opresor, aún queda mucho por hacer... Aunque sea un aspecto recurrente en todo el libro, este es sin duda el episodio donde el mensaje feminista es más acusado.
La relación entre estas historias y sus protagonistas, que (salvando el caso del primer capítulo) guardan cierto nexo en común, da consistencia a esta crónica sobre la liberación de Werel-Yeowe a lo largo de varios siglos, donde salen a relucir todos los temas que preocupan a Le Guin en ese estilo tan personal de su —mal llamada, en mi opinión— ciencia ficción soft, y en las que tampoco falta el toque fantástico que suele impregnar toda su obra. Cuatro personajes impresionantes para cuatro relatos largos (o novelas cortas, si se prefiere) no menos sorprendentes, vinculados por el amor como una fuerza viva. Existe un quinto relato ambientado en este mismo escenario imaginario, titulado Música antigua y las mujeres esclavas, que aparece recogido en el compendio posterior El cumpleaños del mundo y otros relatos.
Para rematar esta antología de 300 páginas, al final del libro disponemos de un apéndice que amplía el trasfondo de los dos planetas sobre los que se sitúa la narración, además de un glosario de notas y una guía de pronunciación de los distintos nombres y palabras. Un buen detalle que agradecerán aún más aquellos que achacan a la autora su interés prioritario en lo filosófico, en detrimento del esmero sobre cuestiones más tangibles de las culturas alienígenas que explora en su bibliografía. De esta reedición actual que estamos examinando, tan sólo cabe lamentar una portada poco agraciada y carente de sentido.
Tenemos nuevamente a nuestro alcance en las librerías una bella obra que los fans de la Le Guin más auténtica disfrutarán de principio a fin y gustarán de releer con esa placidez que la gran maestra del género contagia en cuanto escribe. Sin embargo, debe aclararse que no es la más apta como iniciación para quienes aún no hayan leído nada de la autora, o para los que quieran indagar en su vertiente orientada a la ciencia ficción (al menos dentro del ciclo Ekumen) sin pasar antes por sus otras publicaciones de referencia.
También puedes seguir leyendo esta reseña en La Espada en la Tinta...
Si 'Doce moradas' nos ofrecía una antología heterogénea donde capítulos de high fantasy, con magos, dragones y otros seres extraordinarios, se entremezclaba con otros de la ci-fi propia de naves, razas alienígenas y mundos estelares, en Cuatro caminos hacia el perdón nos encontramos una selección de cuentos basada exclusivamente en este último campo novelístico. Mientras que el primero contaba además con un holgado repertorio de hasta diecisiete historias de lo más variadas, en este libro la autora se centra en contarnos tan sólo cuatro argumentos diferentes, pero hábilmente relacionados entre sí, como el lector irá descubriendo a medida que avance en sus páginas.
Un buen porcentaje de la producción de la Le Guin en este género, como bien saben sus seguidores e incondicionales, que no son pocos, se fundamenta en el llamado universo del Ekumen (o Ecumen; también denominado con frecuencia Ciclo Hainish), donde la civilización originaria del planeta Hain restablece el vínculo con otras sociedades de la galaxia sobre las que antiguamente dejó la huella de su especie (de apariencia humanoide y terrestre) y con quienes miles de años después retoma el contacto. Como breve apunte para aquellos que se encuentren en fase de descubrir a esta formidable mujer, la gran magnitud del Ekumen estriba en una vastedad de contextos que permiten a su creadora generar toda clase de mundos sobre los que imprimir su visión de la llamada ciencia ficción social, su terreno favorito. Y es que —ya lo ha manifestado en varias ocasiones— para ella este género no tiene sentido si no es capaz de abarcar la dimensión humana, más allá del reflejo sobre materias puramente físicas o tecnológicas.
Mundos pacíficos y sistemas dominados por tiranías opresoras, planetas donde la ciencia se ha implantado hasta en el último rincón de su superficie y otros cubiertos por vida exclusivamente vegetal donde el hombre apenas ha hollado, sociedades muy organizadas y otras de estructura tribal, continentes evolucionados hasta la modernidad y lugares que empiezan a dar sus primeros pasos en el camino del progreso. Un valioso abanico, en fin, gracias al que exploramos las teorías culturales de Ursula, muy influidas por la pluralidad psicológica, el feminismo, la anarquía, la lucha de clases, la ecología, el respeto al prójimo, las relaciones humanas o la transformación social. Creencias muy respaldadas además por su inclinación —seña de identidad propia— hacia las filosofías zen y taoísta.
Uno de esos muchos escenarios maravillosos que recogen algunas de estas ideas es el formado por los ficticios planetas Werel y su colonia Yeowe, inmediatamente próxima al sector galáctico del primero. Ambos mundos, los únicos habitados de su sistema, conforman una sociedad compleja basada en dos estamentos fundamentales, propietarios y activos, donde los unos mantienen sometidos bajo un férreo régimen de esclavitud a los otros. En el período durante el que tienen lugar estas pequeñas historias, asistimos a los primeros siglos de la revolución que se produce en Yeowe y la lucha por la libertad de los activos, justo al mismo tiempo en el que tanto planeta matriz como satélite comienzan a estrechar lazos con los enviados del Ekumen que arriban a sus respectivas órbitas y hacen las veces de mediadores en el conflicto. Un enfrentamiento que se desata a años luz de la Tierra y del que, sin embargo, mucho sabemos en nuestro conocido sistema solar.
Con Cuatro caminos hacia el perdón la veterana escritora emprende un tratado sobre un concepto tan abstracto como la libertad, no sólo entendiéndolo en términos mayores, sino incluso desde el plano más elemental, como la capacidad de decidir (¡o la posibilidad de hacerlo, en el caso de los oprimidos personajes yeowanos!), así como el modo de alcanzar ésta por medio de la redención. Muchos de sus protagonistas son mujeres que además padecen esa carencia de libertad por partida doble, en la condición de esclavas y también por ser del género femenino, y cuya búsqueda de la emancipación cobra el sentido de una verdadera odisea. Veamos ahora más de cerca estos cuatro cantos de libertad.
En el Arkamye (el libro sagrado para los habitantes de Yeowe) se dice: «vivir de manera sencilla es lo más complicado». Traiciones (Betrayals, 1994) nos muestra la visión de una anciana que ha sido testigo de las revueltas del planeta en su proceso de autonomía y ahora vive en un lugar casi de retiro espiritual, desde donde contempla que los cambios no han llegado a calar a nivel de tradición y costumbre. Un día conoce al que fuera uno de los grandes líderes de la revolución: un hombre caído en desgracia al que hoy muchos detestan y marginan. Porque a veces el camino de la liberación toma la forma de la misericordia y del amor, la protagonista tratará de asimilar los motivos del viejo cacique Abberkam encontrando consuelo en un mutuo entendimiento. Versada en reflejar las sensaciones del ocaso de la vida (y en revestir esta etapa de una dignidad tranquilizadora), Le Guin ofrece aquí una narración pausada que invita sobre todo a la reflexión.
Más enérgico resulta el siguiente relato, El día del perdón (Forgiveness day), centrado en la joven Solly: una Móvil (así se dice de las gentes que viven en diferentes mundos y saltan de uno a otro, sorteando el paso de las generaciones) que llega a Werel en calidad de Enviada del Ekumen. Tras una breve estancia en Voe Deo, la capital y nación dominante del planeta, es destinada al pequeño reino de Gatay, en otro continente, para extender las acciones diplomáticas de la embajada ecuménica. Libre de las ataduras burocráticas de la corte, Solly asume su nueva función con entusiasmo. Pero enseguida descubre que sus movimientos son controlados por los asistentes personales que las autoridades voedeanas se han empeñado en asignarle para 'garantizar' su seguridad. Sobre todo por Teyeo, su guardaespaldas, un militar que con toda su estricta moral no puede ocultar el gesto de incomprensión y hasta de desprecio por lo que Solly representa como mujer extranjera y figura de cierta influencia. Tenemos, en este caso, un relato más dinámico que el anterior, con personajes de una psicología trabajadísima y que presenta momentos descriptivos de increible fuerza, como la historia personal del rega Teyeo.
Cambiamos de escenario y de enfoque con Un hombre del pueblo (A man of the people), la única de las cuatro historias en la que el protagonismo recae en un personaje masculino. Havzhiva es originario de Stse, una región de Hain (cuna del Ekumen) profundamente arraigada en el respeto a la tradición local. A pesar de la expansión del planeta hacia otros mundos, en esta comarca parece que las creencias y el estilo de vida se hallan tan asentados que sus habitantes que no se cuestionan otra forma de hacer las cosas. Pero la sed de conocimiento en él es grande desde niño (un conocimiento que, en realidad, siempre ha tenido a su alcance). Su desarrollo personal le llevará a pasar por las Escuelas de Hain, visitar otros lugares, otros planetas, abrirse a la relación con alienígenas y finalmente integrarse en el Ekumen. Como agente de esta federación galáctica en Yeowe, Havzhiva ayudará a una organización de mujeres a sacudir los cimientos del patriarcado que, tras la liberación, aún sostiene en pie los viejos dogmas de la colonia. Este relato posee un tratamiento más abstracto y contiene algunas de las páginas donde la vena antropológica y el análisis sociocultural de la autora está más presente.
Por último, en La liberación de una mujer (A woman's liberation), publicado inicialmente en el 94 en la revista de ciencia ficción Asimov's (al igual que los dos cuentos anteriores), se narra la biografía de Rakam, eventualmente ligada al capítulo anterior. Nacida esclava en las plantaciones de Werel, contemplamos su evolución desde niña —cuando, sin ser ni siquiera muy consciente de ello, se convierte en el juguete sexual de su ama— hasta su llegada a la gran ciudad como sierva manumisa, en donde, además de a leer, aprende que los límites de su mundo están mucho más allá de los muros de los latifundios en los que sus propietarios la tenían encerrada. De las penalidades de la esclavitud al activismo revolucionario, Rakam realiza un viaje interior, por una parte, pero también espacial (oculta en una nave de carga), que la conduce hasta el utópico Yeowe. Allí descubrirá que, pese al fin de la guerra con el planeta opresor, aún queda mucho por hacer... Aunque sea un aspecto recurrente en todo el libro, este es sin duda el episodio donde el mensaje feminista es más acusado.
La relación entre estas historias y sus protagonistas, que (salvando el caso del primer capítulo) guardan cierto nexo en común, da consistencia a esta crónica sobre la liberación de Werel-Yeowe a lo largo de varios siglos, donde salen a relucir todos los temas que preocupan a Le Guin en ese estilo tan personal de su —mal llamada, en mi opinión— ciencia ficción soft, y en las que tampoco falta el toque fantástico que suele impregnar toda su obra. Cuatro personajes impresionantes para cuatro relatos largos (o novelas cortas, si se prefiere) no menos sorprendentes, vinculados por el amor como una fuerza viva. Existe un quinto relato ambientado en este mismo escenario imaginario, titulado Música antigua y las mujeres esclavas, que aparece recogido en el compendio posterior El cumpleaños del mundo y otros relatos.
Para rematar esta antología de 300 páginas, al final del libro disponemos de un apéndice que amplía el trasfondo de los dos planetas sobre los que se sitúa la narración, además de un glosario de notas y una guía de pronunciación de los distintos nombres y palabras. Un buen detalle que agradecerán aún más aquellos que achacan a la autora su interés prioritario en lo filosófico, en detrimento del esmero sobre cuestiones más tangibles de las culturas alienígenas que explora en su bibliografía. De esta reedición actual que estamos examinando, tan sólo cabe lamentar una portada poco agraciada y carente de sentido.
Tenemos nuevamente a nuestro alcance en las librerías una bella obra que los fans de la Le Guin más auténtica disfrutarán de principio a fin y gustarán de releer con esa placidez que la gran maestra del género contagia en cuanto escribe. Sin embargo, debe aclararse que no es la más apta como iniciación para quienes aún no hayan leído nada de la autora, o para los que quieran indagar en su vertiente orientada a la ciencia ficción (al menos dentro del ciclo Ekumen) sin pasar antes por sus otras publicaciones de referencia.
2 comentarios:
Me ha encantado tu artículo. Está muy currado. Por ahora de esta autora únicamente he leído su saga Historias de Terramar. Aunque ya sabía que también escribía c.ficción y que había recibido muy buenas críticas y premios, no había leído ninguna reseña de los de este genero. Me ha gustado mucho como enfoca sus mundos. Lo tendré en cuenta.
Gracias josebaena.
Yo, que como te puedes imaginar soy más de fantástico, tengo la saga de Terramar en un pedestal. Sin embargo, la faceta de Le Guin como autora de CF me gusta precisamente por ese enfoque que comentas, que además de la parte sociológica tiende también bastante a la fantasía.
Saludos.
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