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domingo, 17 de febrero de 2013

El Mago de Oz

Dentro de pocas semanas, el próximo 8 de marzo para ser más exactos, se estrenará en las salas de cine una de las grandes proyecciones de Disney para este año: Oz, un Mundo de Fantasía, que se presenta como una especie de precuela de la archiconocida novela de L. Frank Baum, quién sabe si de cara a un futuro remake cinematográfico de la misma por parte de la factoría de animación, que ya le dedicó una versión anterior. La cuestión es que el lanzamiento de esta película me ha servido de aliciente para revisitar un clásico de la fantasía universal como es El Mago de Oz, publicado originalmente en 1900, al que tenía ya muy olvidado.

Porque debió ser alrededor de los diez u once años cuando leí por primera y única vez -hasta ahora- este libro (si la memoria no me falla, en una edición juvenil de Anaya que extraje de la biblioteca del colegio) del que, quien más y quien menos, conocerá, aunque sólo sea de oídas, los detalles más típicos acerca de Dorothy y su perro Totó, con sus estrafalarios acompañantes, el Espantapájaros, el Leñador de Hojalata y el León Cobarde, siguiendo el camino de baldosas amarillas hacia la mítica Ciudad Esmeralda; o sobre las Brujas de los cuatro puntos cardinales y los coloridos habitantes de la Tierra de Oz.

La verdad es que sentía una enorme curiosidad por descubrir hasta qué punto habían envejecido bien en mi memoria las sensaciones que me dejó aquella primera lectura y que todavía perduraban desde entonces, porque eran recuerdos vagos pero muy gratos; los de una historia que por esos tiempos me pareció muy original, divertida y repleta de personajes fascinantes e inverosímiles, como podéis suponer para la imaginación de un chaval en esa época. Pero está visto que esto de hacerse mayor es perjudicial para el entusiasmo e inversamente proporcional a la capacidad de sorprenderse.

Y el resultado, aunque la nostalgia te atenaza al ir reconociendo línea tras línea los viejos pasajes de la novela, es que la lectura de esta obra siendo adulto se evidencia como lo que es: un cuento manifiestamente infantil. ¡Ojo, que no subrayo esto como un aspecto negativo, ni mucho menos! Pero está claro que quien espere encontrar en ella una narración de fantasía concibiéndola bajo el prisma de los tiempos modernos, se verá sin duda contrariado. Porque, para disfrutar hoy de El Mago de Oz, considero importante haberlo experimentado previamente durante la niñez. Ahora bien, la publicación por excelencia de L. Frank Baum, a la que no obstante siguieron decenas de títulos basados en el mundo de Oz, posee un valor atemporal, que ya nadie puede negarle, propio de los cuentos clásicos de la literatura. Y, como tal, merece ser leído al menos una vez en la vida, en mi modesta opinión. Este es su argumento:

La pequeña Dorothy Gale lleva una vida humilde pero apacible en una granja de Kansas con su tío Henry y su tía Emma, cuando un buen día un tornado -tan común, por lo que se ve, en esta región del medio oeste americano- levanta la casa por los aires llevándose a la niña y a su perrito Totó y depositándoles en una tierra de fantasía conocida como Oz, el nombre del maravilloso mago que rige los destinos de sus habitantes. La casualidad hace que, al posarse, la casa de madera aplaste a la malvada bruja del Oeste. Adueñándose de los zapatos de plata de ésta, y con las bendiciones de la bondadosa bruja del Norte, Dorothy deberá poner rumbo a la Ciudad Esmeralda para encontrarse con el Gran Oz y que la ayude a regresar a su hogar.

A lo largo del sendero de ladrillos amarillos que la lleva hasta su destino, Dorothy tendrá que atravesar regiones salvajes pobladas por misteriosas criaturas y diversos peligros. Pero no hará el camino sola, porque pronto se topará con unos extraordinarios compañeros de viaje que, cada cual con sus particularidades y su propia petición personal para Oz, la van a acompañar y proteger hasta el final: un espantapájaros sin sesera, un hombre de hojalata que desea tener corazón y un gran león al que le faltan arrestos. Juntos pondrán en común sus virtudes y su firmeza para alcanzar el objetivo que les une.

Curiosamente, la parte que todo el mundo mejor recuerda es el recorrido del grupo hacia la Ciudad Esmeralda, que en absoluto es la culminación de la historia, sino sólo una parte de la misma, antes de devolver a Dorothy a Kansas sana y salva. Los personajes afrontan toda clase de aventuras y viven un montón de odiseas (la selva de los Kalidahs, los campos de amapolas letales, el país de porcelana, las montañas de los cabezas de martillo y un largo etcétera) que les hacen cruzarse la tierra de Oz de cabo a rabo.

Tras haber ejercido profesiones de lo más dispares, Lyman Frank Baum se lanzó a escribir libros para niños con una idea en mente: renovar el espíritu de las creaciones de los Grimm y de Andersen para ofrecérselas al público estadounidense de comienzos del s.XX, prescindiendo de las anécdotas más oscuras y crueles que irrumpían en los cuentos de hadas europeos, y que todos los niños viesen en ellos una fuente de diversión y de alegría. Eso explicaría el carácter deliberadamente inocente -que no plano- que caracteriza su obra más popular, éxito inmediato de ventas, así como el resto de su bibliografía a la que se consagró hasta el momento de su muerte.

En consecuencia, el estilo narrativo es muy asequible (adecuado para los lectores más jóvenes) y, sin pecar de la irritante tendencia moral de otros autores, se encarga de destacar solapadamente los principios de la amistad, el valor para afrontar nuestros temores, la filantropía, el buen juicio, el sentido de la responsabilidad o el amor por el hogar, entre otros. Es sobre todo en los comportamientos del espantapájaros (que no tiene nada de paja en el cerebro), del hombre de hojalata (que no acusa nada de hueco dentro) y del león supuestamente cobarde donde se encuentran personificados esos dogmas éticos, pues son estos personajes quienes constantemente dan muestras de aquellos valores de los que dicen carecer y que tanto anhelan. Y aunque pueda pensarse que otros seres de este entorno fantástico están demasiado inclinados hacia la bondad o la maldad más absolutas, no tardamos en averiguar, empezando por el papel que juega el propio Oz, que en realidad ese maniqueismo no es tan definitivo.

Leyendo El Mago de Oz como adulto es fácil percatarse de que la historia recae en contradicciones a las que de niño uno no les concede importancia, pero que en la madurez hacen que te cuestiones el sentido común de Dorothy y sus amigos. Esta es una reacción frecuente en los pasajes en los que, por ejemplo, intervienen los Monos Alados y el efecto del sombrero de oro que los controla. Por otra parte, siendo un relato de fantasía, ¿qué motivaciones podría tener la protagonista para querer regresar a su Kansas de origen, que se define como un lugar gris y rural, desprovisto de toda magia e interés para una cría pequeña?, digo yo (¡aunque tengo que coincidir con Dorothy en que no hay nada como el hogar!) Y encima con unos parientes descritos como anodinos, que ni siquiera son sus padres... También una revisión a día de hoy saca a relucir lo terriblemente precipitados que son todos los capitulos, en los que los problemas y obstáculos a los que se enfrentan los protagonistas se resuelven con una velocidad tan pasmosa como a la que se les presentan.

En fin, al margen de estas consideraciones que sólo revelan la pérdida de ingenuidad que conlleva crecer, hay que mencionar a William W. Denslow, ilustrador de prensa y amigo personal del escritor, como la persona elegida para revestir la obra de toda su grandeza gracias a los preciosos y pulcros dibujos que la salpican. De hecho, es la visión de Denslow la que se ha conservado para la posteridad, a pesar de que, por discrepancias entre ambos, Baum prescindiera de sus servicios para las muchas entregas posteriores que, como he apuntado antes, conformaron la extensa saga de Oz, donde el autor amplía las definiciones, los personajes y las anécdotas, con mejor o peor acierto, del título original y más célebre.

En la vieja edición de Alfaguara, que es a la que he recurrido para volver a leer esta novela y elaborar su reseña, se halla la reproducción de la mayor parte -no todas, creo- de las ilustraciones de Denslow en blanco y negro. Han habido innumerables ediciones de El Mago de Oz y, de hecho, no se conoce cuántos millones de lectores han pasado ya por sus páginas, dado que el texto se volvió de dominio público en 1956. Pero elijamos una tirada u otra de las muchas existentes (también hay una de Alianza más o menos reciente), no recomiendo decantarse por aquellas que nos priven o sustituyan el entrañable trabajo del ilustrador. La única pega de mi ejemplar es que muchos nombres aparecen castellanizados (como Dorotea, el tío Enrique o se habla del pueblo de los Mascones, en lugar de los Munchkins, los enanos del país del Este), pero no tiene mayor importancia.

Es inevitable, transcurrida la lectura, reflexionar sobre el posible mensaje implícito en el interior de la novela que nos ocupa: ¿Hay, en este libro, algún significado oculto o una doble lectura intencionadamente encubierta por parte de L. Frank Baum, o estamos simple y llanamente ante una historia para divertir a los niños? Desde luego, si se trata de lo primero, el autor se cuidó mucho de camuflar toda posible interpretación al respecto en forma de sátira, alusión o alegoría social de la época, porque salvando algún detalle concreto (es difícil no ver en esa ciudad, color verde por imposición, un reflejo de la manipulación escénica de quienes nos gobiernan), no he sido capaz de identificar claramente las circunstancias de la narración con ningún hecho verídico de aquel período, como sí ocurre en obras de corte similar, coetáneas o anteriores (pongamos por caso, el Gulliver de Swift). Descubro, al informarme sobre esta cuestión en la red, que no soy el único en proponerse tal ejercicio y que ha terminado por llegar a la misma conclusión: El Mago de Oz es, ante todo y sobre todo, una reinvención del cuento de hadas cuyo principal fin es el de complacer a sus más jóvenes lectores. Nada, por tanto, que no nos aclarase ya el mismo escritor en su epílogo del texto. Quizás, a veces, queramos aplicar una mirada crítica demasiado rebuscada sobre lo que en realidad no es más que, en este caso, una mera distracción infantil.

De las múltiples versiones y adaptaciones sobre El Mago de Oz al mundo del teatro, del cine, del musical, de la televisión o más recientemente del cómic, podría hablarse largo y tendido, pero no es ésa la intención que busco con esta entrada. Vamos a concederle a la novela por sí misma la relevancia que se merece. Baste con decir que la producción filmatográfica en color de la Metro Goldwyn Mayer de 1939, donde una jovencísima y prometedora Judy Garland encarnaba el papel de Dorothy, quedará por siempre como una de las películas más reconocibles del culto cinéfilo popular, llegando a ganarse incluso mayor peso y repercusión que la obra literaria en la que se inspira. Una vez haya visto el nuevo largometraje de Disney, de estreno inminente y del que pronto hablaré por aquí, estaré en condiciones de adjudicarle su espacio a estos temas paralelos. De momento, para ir abriendo boca, os dejo con su correspondiente trailer:



Y, de propina, este segundo video: una debilidad personal, que me concedo poner aquí, porque siempre que pienso en la peli de El Mago de Oz me viene esta canción a la memoria (a pesar de que, sin duda alguna, el tema estrella de la cinta sea el mítico "Somewhere over the rainbow"). Aviso que la puñetera cancioncita es de las que se meten en la cabeza y luego te pasas media tarde tarareándola: We're off to see the wizard... the Wonderful Wizard of Oz... because, because, because... ¡No perderse tampoco el 'mágico' momento (33" del video) en el que el pobre espantapájaros casi se deja las rodillas, por ir haciendo el moñas, en el camino de baldosas amarillas! XD (claro que igual está justificado, ya que en la novela su falta de sesos le hace tropezar una y otra vez...)



Calificación:

11 comentarios:

Igor dijo...

Carai, acabo de retroceder millones de años. No tiene mala pinta el tráiler, al menos, parece no engañar con otras cosas que no son.
Ah... Leí, como tú, el libro de pequeño y todavía me horroriza la bruja, la bruja del norte, si mal no recuerdo.
Saludos.

Jolan dijo...

Con Disney nunca se sabe, pero es cierto que el trailer, al menos por lo que se muestra de momento, inspira confianza en esta enésima versión ambientada en el mundo de Oz.

Sería la del Oeste, Igor. Las del Norte y el Sur eran buena gente. :)

Saludos!

Pardi dijo...

Hola Jolan. Yo nunca he podido con esta obra, siempre tuve manía a la película y no he conseguido verla entera. Por el mismo motivo no he leído nunca el libro.
Ahora con la nueva película de Disney puede que me anime...
Salu2

Jolan dijo...

Buenas Pardi.
No te culpo; no eres la primera persona de la que tengo constancia que le repele un poco tanto la película como el libro. Y es que es un tipo de fantasía algo ñoña desde una perspectiva actual, para qué engañarnos, aunque su condición de clásico lo hace especial. A ver qué enfoque le da Disney...

Jolan dijo...

Gracias, Melodie. Tomo nota de tus blogs para echarles un vistazo. Saludos.

el otro glendon dijo...

Me ha encantado el artículo. Soy un fanático del universo de Oz con todas sus ramificaciones. Aquí te dejo la dirección de mi blog monográfico "Ozmania no place like oz" http://elmaravillosomagodeoz.blogspot.com.es/

Salud OZ

Jolan dijo...

Gracias, glendon. Me apunto tu blog para echarle un vistazo, ya que más allá de la novela original, no he leído otras cosas sobre Oz. Imagino que estarás encantado estos días con la nueva peli, ya que artículos y comentarios bullen por todo internet; ha tenido bastante taquilla.

Saludos.

el otro glendon dijo...

Claro que sí se agradece que haya este resurgir de cosas sobre Oz. De hecho han reeditado la versión anotada que salió en el 2000 por el 100º aniversario, que es una auténtica maravilla y también están traduciendo la serie de comics. Ya solo falta que estrenen en el teatro el musical Wicked sobre la juventud de la bruja del Oeste, que no era tan mala como la pintaron en la peli.
Salud Oz

Jolan dijo...

A los cómics de Young y Shanower ya les estoy siguiendo la pista. Ah, y aquí en Madrid he visto en el Metro carteles colgados sobre un nuevo musical de Oz... aunque no me he fijado mucho y no te sabría decir más detalles.

Por cierto, que hace días compré en Fnac una libreta de Oz. Tenían varias con las ilustraciones originales en la portada.

el otro glendon dijo...

Sí ese musical ya lo vi hace unos años en el Parque de atracciones pero yo me refiero a Wicked un musical de Broadway que ha girado por todo el mundo menos por aquí http://pasionporelteatromusical.blogspot.com.es/2011/02/wicked.html

Esa agenda ya la tengo, además también tengo un diario de Dorothy muy chulo. Saludoz

Jolan dijo...

Por cierto, ¿cuál es tu opinión sobre la reciente peli? Yo tenía bastantes ganas de verla, pero debo reconocer que me esperaba más: http://adalides.blogspot.com.es/2013/03/oz-un-mundo-de-fantasia.html

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