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domingo, 29 de abril de 2012

Da Vinci, el Genio

Una figura universal en el campo de la Cultura, las Artes y la Ciencia. Un personaje polivalente como pocos ha conocido la Historia de la Humanidad. Un maestro multidisciplinar de talento indiscutible, cuyos logros y aportaciones al desarrollo de decenas de materias de muy distinta índole hizo avanzar no sólo a la sociedad de su tiempo, sino que además sirvió para sentar las bases de muchas de las creaciones de generaciones posteriores. En definitiva, lo que entonces y ahora calificaríamos como un genio: hablamos de Leonardo Da Vinci, el prohombre renacentista al que se entrega la exposición levantada por Canal de Isabel II, en Madrid, ya cercana a su clausura (permanecerá abierta hasta el próximo miércoles 2 de mayo). Por eso, antes de que se cierren sus puertas, tenía aún pendiente dejar por aquí mis impresiones sobre su contenido.

Aunque todo el mundo haya oído hablar en un momento u otro del ilustre artista e inventor florentino, lo cierto es que es de tal magnitud el resultado de sus estudios e investigaciones, así como la aplicación práctica de estos a lo largo de su prolongada existencia (vivió 67 años, de 1452 a 1519) y durante los siglos posteriores, que verdaderamente merecía una exhibición donde se nos mostrase una mirada global sobre el peso de su obra y el legado de ésta. Por otra parte, la vocación de la muestra es analizar también su compleja personalidad y destapar un modo de pensamiento que ora podía concebir obras de un virtuosismo y belleza inigualables, ora estaba enfocada a la creación de artilugios de guerra y dispositivos cuya finalidad era acarrear la mayor destrucción posible a su alcance.

Antes de abordar la visita, se podía optar por comenzar ésta -como ha sido también habitual en otras ofrecidas anteriormente dentro del mismo recinto- con una proyección en 3D sobre unas someras generalidades en torno a la vida de Da Vinci y su producción científico-artística. Realmente es un apartado un poco prescindible, pues no añade mucho más a lo que la mayoría ya pudiéramos saber del personaje a grandes rasgos. Lo interesante es la sala de exposición en si misma, que está organizada en varios bloques temáticos, quedando separados los espacios según sus distintas facetas por un lado como inventor, y por el otro como artista. Teniendo en cuenta que estamos ante un hombre cultivado en toda clase de dominios (la ingeniería civil y militar, la arquitectura, las matemáticas, la óptica, las ciencias hidrodinámicas y aerodinámicas, la anatomía, la botánica, etc. en cuanto a materias más técnicas; al igual que la pintura, la escultura, la música, el teatro o la escritura de tratados, refiriéndonos a las materias artísticas), casi parece que el lugar se fuera a quedar pequeño para reflejar debidamente todas las posibilidades que se derivan de la fértil y desbocada labor del humanista italiano.

La extensión principal del recinto aglutina una variedad enorme de inventos en los ámbitos técnicos mencionados. Como creador entregado e incansable, aquí nos encontramos con reconstrucciones (muy bien confeccionadas, por cierto, y empleando los materiales propios de la época) de toda clase de máquinas surgidas de su fructífera mente. Uno de los puntos que destaca el recorrido por encima de la utilidad efectiva de todos estos ingenios es su capacidad de anticiparse en varios siglos a su puesta en marcha real por otros portentos de la ciencia que le sucederían. En este sentido, se deja claro que la gran mayoría de ellos se han probado de forma real en la actualidad por especialistas, siendo el resultado en muchos casos insatisfactorio, lo cual no resta valor a su plasmación teórica, entorpecida como es natural por la falta de medios de entonces o debido a un enfoque erróneo ante la ausencia de la aplicación de las leyes físicas adecuadas.

En el campo de la ingeniería civil, llama poderosamente la atención un prototipo de escafandra, con un primitivo sistema autónomo de respiración, hecha a base de los materiales que en su tiempo mejor podían adaptarse a las condiciones acuáticas. A Da Vinci le apasionaba el comportamiento de los fluidos y realizó avanzados proyectos para su aprovechamiento en las redes urbanas, al igual que sistemas de drenaje o de medición a partir del líquido elemento. ¡Hasta un adelanto de submarino se le ocurrió! Pero el genio no sólo se ciñó al funcionamiento de la hidráulica, sino que también puede considerarse el iniciador de las técnicas del vuelo moderno, a pesar de que la mayoría de sus desarrollos en este medio no pasaran de meros bosquejos en sus cuadernos de notas sobre aparatos planeadores (como el ornitóptero, inspirado en las alas de un murciélago), paracaídas e, incluso, una modalidad -muy elemental e imperfecta, lógicamente- de helicóptero. De todos ellos podemos contemplar igualmente las correspondientes reconstrucciones, que evidencian la fascinación de Da Vinci por imitar en sus diseños la morfología de las aves para conceder al hombre el siempre ansiado sueño de volar. Tampoco podemos dejar de lado otros ambiciosos diseños, irrealizables en aquel momento, que translucen hasta donde llegaba su portentosa imaginación, tan adelantada a su tiempo: coches y aún vehículos a la usanza de las futuras máquinas de vapor, quedando tan lejos todavía la era de la Revolución Industrial.

Si fijamos nuestra vista sobre los modelos de inventos destinados al mundo militar, tampoco saldremos de nuestro asombro: desde curiosas ametralladoras en forma de balistas dispuestas en varias filas para soltar sucesivas andanadas de proyectiles (¡seguro que más de un aficionado a ciertos wargames de miniaturas se hará una idea de lo que hablo!), a carruajes con cuchillas letales adosadas a las ruedas, o nuevas versiones mejoradas de las antiguas catapultas, cañones, bombardas y torres de asedio, algunas ya empleadas en la antiguedad, como las que ideó Arquímedes. La culminación de estos avances sería la invención de un extraño carro blindado, que en su apariencia más se nos asemeja hoy día a un platillo volante. No todo serían armas y objetos cuya finalidad era la amplificación del daño causado sobre el enemigo, sino que como ingeniero sobre el campo de batalla, también desarrolló puentes colgantes y otros artefactos en provecho del movimiento de las tropas.

Adosadas a las paredes de todo este área, como un fabuloso biombo de maravillosos conocimientos, nos encontramos con numerosos diseños ampliados en escala y láminas de bocetos extraídos de los célebres códices donde el maestro recopilaba todo aquello que iba germinando en su cabeza (y que, las más de las veces, bien fuera porque otros planes se interponían en su camino, bien porque su interés rápidamente viraba hacia nuevas disciplinas, no llegaban a proliferar). La contemplación de estos dibujos anatómicos y vísceras (diseccionó varios cadáveres, a menudo en la clandestinidad por las cortapisas éticas de su tiempo), de la estructura ósea de aves y otros animales, o de sus apuntes de botánica, deja pasmado a cualquiera por su nivel de detalle y precisión.

Todo este apartado está salpicado de innumerables cachivaches y mecanismos de finalidades a veces muy útiles, otras de dudoso interés práctico (al menos para sus contemporáneos), atestados de ruedas dentadas, sistemas de poleas, muelles, contrapesos, martillos, etc Personalmente soy bastante nulo en todo lo que concierne a la cuestión mecánica y confieso que me costó hacerme una idea de su funcionamiento, aunque para suerte del visitante alguno que otro se podía accionar y poner en marcha para su mejor comprensión: instrumentos de óptica a través de espejos, medición de factores atmosféricos o del tiempo con aparatos de cuerda, empleando principios de la física, difíciles de concebir aún para un período así.

Dando el salto hacia la otra gran superficie de la exposición, pasamos al apartado más puramente artístico de la producción de Leonardo Da Vinci. En este punto, la muestra se centra en tres secciones principales que abarcan algunas de sus obras más populares: Los secretos de la Mona Lisa, El Hombre de Vitruvio y La Última Cena.

La Mona Lisa (también conocida como La Gioconda), es sin duda el lienzo más conocido del maestro italiano, pero también una de las obras más increibles de la pintura de todos los tiempos. Para la realización de esta exposición se ha contado con la ayuda de Pascal Cotte, investigador francés que, gracias al uso de una cámara multiespectral de desarrollo propio, ha tenido acceso directo a la obra original (es de las contadas personas en el mundo que ha podido ponerle las manos encima), obteniendo imágenes de una precisión hasta ahora nunca conseguida, con las que ha podido desentrañar hasta 25 secretos del enigmático retrato que quedan ahora al descubierto. Entre ellos, se revelan matices de los pigmentos originales, de los colores que el cuadro ha perdido con el paso de los siglos y de daños que sufrió antaño, o curiosidades como la desaparición de las pestañas en los ojos de la dama italiana a causa del efecto del barniz empleado. En cambio, de la tan conjeturada identidad de la mujer nada se dice. Asimismo, se nos permite ver en la reproducción expuesta los grabados que aparecen en la parte posterior de la tela y su correspondiente examen. Además de la portentosa pintura, también podemos observar reproducciones de otras creaciones no menos hermosas firmadas por Da Vinci como La batalla de Anghiari o La dama del armiño.

En cuanto al estudio de las proporciones humanas que representa la famosa ilustración titulada El Hombre de Vitruvio, una serie de pasos explicativos ponen de manifiesto las teorías de Leonardo por relacionar conceptos de la física con la anatomía humana, a la que consideraba como la máquina perfecta en el sentido tanto de su belleza como de la precisión de sus movimientos. Por último, a partir de una copia perteneciente a la Royal Academy of Arts de Londres que se ha traído expresamente para la exposición, se hace un estudio, bastante sucinto para todo lo que se podría contar, la verdad- del mural de La Última Cena, una obra pictórica que encierra multitud de claves por desvelar e hipótesis espirituales sobre las que se ha especulado largamente, pero que por encima de todo constituye una espectacular referencia de la Historia del Arte.

Atendiendo a los trabajos artísticos ejecutados bajo el mecenazgo de los Sforza, enseguida hay que señalar la que probablemente se trate de la principal muestra de Leonardo como escultor: una imponente estatua ecuestre en honor del padre del Duque de Milán, Ludovico Sforza. También nuestro genio era un enamorado de los caballos y su fisonomía, pero por desgracia dicha estatua nunca fue más allá de su molde de arcilla, ya que la inmediata guerra contra los franceses obligó a destinar las varias toneladas de bronce que iba a requerir en la fabricación de cañones. En el patio exterior del pabellón nos recibe precisamente una colosal reproducción de este caballo de bronce, además de otra a menor escala dentro de la sala de exposiciones.

No podemos terminar la visita sin emocionarnos ante la vista de facsímiles de los códices y manuscritos que se conservan del puño y letra de Leonardo (quien, por cierto, era zurdo), catalogados según materias y procedencias, escritos en la característica caligrafía especular (esto es, sólo legibles al ser reflejados en un espejo) con ánimo de preservarlos de miradas indiscretas, otro de los rasgos de la genialidad del maestro. Cuadernos, códices, libretas y grabados plagados de incripciones, dibujos, croquis y anotaciones de una calidad y esmero casi mágicos. Ha sido toda una sorpresa descubrir que la Biblioteca Nacional es dueña de una pequeña parte de estos compendios que forman parte de una colección única. Por contra, resulta terrible de asimilar que lo que conservamos de estos documentos no es sino apenas un tercio de su legado escrito.

Con la reconstrucción arqueológica de un studiolo, o lo que podría ser el despacho de un erudito renacentista como Leonardo Da Vinci, se cierra el recorrido de una visita que se queda algo coja en ciertos aspectos. La exposición, verdaderamente, no aporta un acercamiento intimista al hombre que había detrás del genio, por lo que eché en falta un poco de esa visión personal (más allá de cuestiones morbosas como una pretendida relación con su pupilo Francesco Melzi, depositario y protector de la mayor parte de su obra, quien no es de extrañar que sintiera una lógica admiración y amor por su maestro); la de alguien sin familia ni hijos que vivió casi exclusivamente para alumbrar a su mundo con un acervo de creaciones sorprendentes, posiblemente no siempre entendidas por los que le rodeaban, en las que quizá encontrara refugio. Me queda una ligera sensación de tristeza al pensar en la figura de un hombre de mentalidad prodigiosa que lo quiso hacer todo, pero al que le habrían hecho falta varias vidas para llevar a cabo sus ideas, lo cual quizá explica la inconstancia de sus planteamientos y lo voluble de su carácter. ¡Cuánto disfrutaría Leonardo si por lo menos hoy pudiera atisbar el alcance de su herencia intelectual!

Aunque podría haber sido algo más completa y exhaustiva (sobre todo en la parte dedicada a la faceta artística) os animo a visitar esta exhibición, en la que han colaborado prestigosas instituciones y museos de todo el mundo, si en un momento dado pasa por vuestra ciudad. Siempre se puede profundizar y aprender más sobre la vida de este genio entre los genios gracias a alguna buena biografía, aunque entre las disponibles en la tienda no localicé ninguna que acabara de convencerme, así que se admiten sugerencias.

6 comentarios:

Antonio dijo...

Estupendo el blog. Lo acabo de descubrir y me ha encantado.

También me gustaría hacer una recomendación cinematográfica al autor que tal vez le interese: "Black Death", una trama medieval de Serie B con ribetes fantásticos, protagonizada por Sean Bean y que gustará a quienes no sean muy exigentes.

Además, quisiera hacer una petición al dueño del blog. Me acabo de iniciar en ésto de la Espada y Brujería como género literario y aún soy un poco inexperto, así que pido, si se es tan amable, algunas recomendaciones de libros que se pueden considerar esenciales (más allá de clásicos evidentes como Tolkien).

Muchas gracias de antemano.

Y de nuevo, mis felicitaciones por el blog.

Jolan dijo...

Hola Antonio. Ante todo, muchas gracias por tus amables comentarios sobre el blog!

Aquí siempre damos buena cuenta de las recomendaciones que nos dejáis los lectores, así que tomo nota de Black Death, que desconocía y por lo que cuentas pinta el tipo de películas que uno gusta de ver (además con el gran Sean Bean) y no te extrañe que igual en un tiempo la acabemos reseñando en la página.

Recomendaciones de Literatura Fantástica... Veamos; no es tan fácil como parece, porque dentro de esto del mundillo fantástico literario hay bastantes vertientes, así que tendría que saber un poco cuáles son los aspectos que más te atraen del género para que la recomendación fuera más precisa.

Así, a grandes rasgos, decirte que muchos nos iniciamos en la fantasia heroica o épica, también llamada genéricamente espada y brujeria, además del archiconocido El Señor de los Anillos, con las sagas de M. Weiss y T. Hickman (Crónicas y Leyendas de la Dragonlance, o La Espada de Joram), que quizá para un lector al que pilla más avanzado se pueden quedar un poco cortas, pues son las que contienen mayores clichés sobre este tipo de literatura, y por tanto las que sentaron un poco sus bases.

Pero si se trata de clásicos de siempre, ahí tienes por ejemplo a Conan (de Rober E. Howard), La Historia Interminable, de Michael Ende, las Crónicas de Belgarath, de David Eddings, la trilogía El Señor del Tiempo, de Louise Cooper, Tigana (Guy Gavriel Kay), la saga de Terramar (de Ursula K. Le Guin), las Crónicas de Narnia, de C.S. Lewis, o cualquier de las historias del Campeón Eterno de M. Moorcock. La lista podría prolongarse casi indefinidamente, y la verdad que para alguien que empieza las posibilidades son, afortunadamente, enormes.

Si se trata de sagas más actuales que están revolucionando el género, dos apuestas seguras son sin duda Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin (de la que es imposible que a estas alturas no hayas oído hablar) y Geralt de Rivia, de Andrzej Sapkowski. Por suerte, también en los últimos años han surgido autores españoles que están publicando grandes obras de fantasía, como Javier Negrete y su serie de Tramorea.

Si quieres alguna opinión más en profundidad de algún título, no dudes en decírmelo y en lo que buenamente se pueda ayudar, aquí estamos.

Saludos!

Beldz dijo...

Excelente análisis de la exposición, Jolan. Lástima que me quedara tan lejos... porque me hubiera gustado verla. La verdad es que es admirable el tipo de hombre que dio el Renacimiento: esa inquietud por abarcarlo y conocerlo todo; una fe en ellos mismos que choca de manera tan radical con la época anterior.

Sus inventos son una prueba del extraordinario talento de Da Vinci, no sólo en las artes plásticas, sino también en ingeniería, óptica... e incluso cocina.

¡Saludos!

Jolan dijo...

Beldz, quizá esta expo pase también por Bcn, la verdad que lo desconozco. Si fuera así, se trata de una visita interesante que te recomiendo hacer.

También a mí me parece asombrosa esa voluntad del hombre renacentista en general, y de Leonardo en particular, por abarcarlo todo, para recuperar lo que ellos consideraban siglos perdidos en la oscuridad desde el fin de la civilización clásica.

Saludos.

Antonio dijo...

Gracias por tu contestación, Jolan. Me apunto los títulos que me facilitas.

Me habían recomendado ya "Dilvish el Maldito" de Roger Zelazny y la saga de "La Rueda del Tiempo" de Robert Jordan. Junto a tus indicaciones, creo que tengo lectura para una buena temporada.

Muchas gracias.

Saludos.

Jolan dijo...

De nada, Antonio. Ambas son buenas series, pero eso sí: ármate de valor para La Rueda del Tiempo, una de las obras más prolongadas de la literatura fantástica. Sin duda, no te faltará lectura para rato. ;)

Saludos.

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