Una web de opinión sobre el género fantástico y de aventuras en todos sus medios.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Thorgal (XXI): La corona de Ogotai

Rosinski – Van Hamme (1995)
Norma Editorial. Colección Pandora nº 57
Edición original: La couronne d'Ogotaï

Atención: este artículo puede revelar detalles sobre el argumento.

Seguimos inmersos en el ciclo de Shaigan Sin-Piedad en un álbum que se presenta como uno de los más inverosímiles y enrevesados de la colección, donde una vez más el peso de la historia recae en Jolan (¡y por partida doble!) Si aventuras anteriores como Alinoé o alguno de los números en torno al país Qa ya apuntaban a una futura importancia de Jolan en la serie, en este tomo, donde efectivamente se proclama protagonista absoluto a modo de ensayo general para la posteridad, asumimos ya que acabará tomando el relevo de su padre, tal como se comprueba en las entregas más recientes.

Ya en las primeras páginas los autores le dan un vuelco completo a la posición de los personajes desde la situación en la que los habíamos dejado anteriormente. En realidad, todo este episodio es un ovillo de giros, idas y venidas propiciados por un recurso que nos resultará más que familiar en Van Hamme: el viaje temporal. Al final se trata de una maniobra un tanto efectista para reparar el curso que estaban tomando los acontecimientos a partir de la pérdida de memoria de Thorgal que, como ya imaginábamos, no podía desembocar en un estado de indolencia demasiado duradero sin que su yo interior, tendente a la concordia, se manifestase de algún modo.


El poder de Shaigan y de su igualmente despiadada consorte Kriss de Valnor se extiende sin freno a lo largo de toda la costa norte. Sus asaltos y pillajes son temidos por todos los pueblos de los alrededores. Sin embargo, el otrora arquero filántropo, ahora antihéroe, empieza a cuestionarse el sentido de tanto saqueo y conquista fruto de oprimir a los más débiles en su propio beneficio. Algo en su cabeza se revuelve y le dice que él no actuaba así antes, pero tiene a Kriss para disipar sus dudas, recordándole que su lugar siempre ha estado a su lado. Durante uno de esos momentos de flaqueza, sus capitanes, hartos de un líder cada vez más reticente a organizar nuevas expediciones de rapiña, planean su asesinato…



Entretanto, el joven Jolan –acompañado por sus nuevos amigos Derek y Lehla– sigue tras la pista de Aaricia y Loba, que Kriss de Valnor mantiene prisioneras con el ignorante consentimiento de Thorgal, pero la violencia de una tormenta arroja su embarcación contra los acantilados de la isla que hace años fue su hogar. Horrorizado ante la pérdida de sus compañeros, allí sólo encuentra a un desconocido que le habla de cuestiones para él del todo incomprensibles y se presenta a sí mismo como un viajero a través del tiempo que solicita su ayuda para solventar un error cometido en el pasado por Thorgal. La corona de Ogotai, que antaño perteneciera a su abuelo Varth, ha ido a parar a manos de un sacerdote de los Xinjins: es preciso regresar al momento en el que se desprendieron del poderoso objeto, fuera de la época y del lugar al que pertenece, y evitar las funestas consecuencias que su uso malintencionado podría llegar a ocasionar.


La recuperación de la corona, aprovechándose del artefacto que permite a este misterioso individuo moverse a través del tiempo y el espacio, ofrece a Jolan una última posibilidad de revertir los dramáticos sucesos recientemente acaecidos a su familia. Pero las consecuencias pueden ser imprevisibles, hasta el punto de que Jolan tenga que recurrir a la intervención de su yo de varios años más tarde, a riesgo incluso de condenarse a sí mismo para siempre.


De nuevo Van Hamme apuesta por un vaivén de viajes al pasado y al futuro que se enreda de tal manera que, por momentos, resulta difícil seguir con exactitud. La búsqueda de la corona de Ogotai (como ya averiguamos, un amplificador de ondas cerebrales proveniente del pueblo de las estrellas) es un mero pretexto –aunque empleado con coherencia durante el resto de la trama– para retrotraer el hilo argumental a un punto desde el que poder redirigir la historia de Thorgal y los suyos con un mínimo de lógica. Si por un lado este capítulo nos sugiere que el guionista ha querido dar rienda suelta de nuevo a una de sus temáticas preferidas, por otro da la impresión que ha optado por despachar una solución rápida, y algo desmañada, para enmendar un guión que se le estaba yendo un poco de las manos. Sea como fuere, lo cierto es que se trata de un buen álbum con fuertes matices de ciencia-ficción muy correctamente llevados (no perder de vista la explicación de Jaax, el guardián del futuro, sobre los viajes por el espacio-tiempo y los peligros de una potencial paradoja temporal), que además nos permite asomarnos al tan curioso como desconocido destino del protagonista de este tomo, con el morbo añadido de atisbar la imagen que alcanzará en su edad adulta y la coincidencia de hasta tres Jolanes distintos en la misma aventura.


¡Y es que este doble treintañero de Jolan, que conspira con su identidad real de diez años para la salvación de su familia por encima de cualquier otra consideración, se nos antoja de lo más interesante! Heredero de las mejores cualidades de sus progenitores (la honestidad y fuerza por el lado paterno; el atractivo y la entereza de su madre) se convierte en el mejor aliado con el que el Jolan original, completamente huérfano y sin un solo amigo durante el transcurso de la presente epopeya, podría contar. Además, Rosinski logra el perfecto moldeado de una creíble evolución física del personaje. La complicidad que se traen entre manos esta suerte de hermano mayor y pequeño en la misma persona, es peculiar y al mismo tiempo un poco extraña (nos recuerda en cierto modo al uso de esta herramienta narrativa en El Señor de las Montañas, aunque el resultado no sea ni mucho menos tan logrado como en aquel tomo). Finalmente es inevitable que sintamos un poco de lástima ante la redención y sacrificada entrega de este Jolan adulto a favor de su doble infantil (¡sería realmente descabellado que a los autores se les ocurriera volver a introducirlo en el relato!) A cambio, nos queda al menos una idea de cómo veremos un día a Jolan si la serie se prolongase hasta la edad que su versión futurista alcanza aquí, algo que no parece tan improbable a la vista de los 32 números que ya abarca –y sigue sumando– la colección actualmente.


A lo largo de las páginas de este álbum son constantes las alusiones al fabuloso ciclo del País Qa. De hecho, la trama gira en torno a uno de los objetos provenientes de entonces, cuya existencia debemos a la incursión del pueblo de las estrellas en nuestro planeta. También en esta ocasión existe un precedente que se nos viene de inmediato a la cabeza, puesto que La Espada Sol tenía como medio articulador de su argumento a la pistola láser perdida por Varth, subrepticiamente conservada por la astuta Kriss para sus propósitos, como ya vimos. Esta utilización recurrente de elementos relacionados con los antepasados de Thorgal (a este paso, sólo nos falta por ver el hallazgo del salto de cama de Haynée o del orinal mágico de Tanatloc) empieza a estar sobreexplotada y sin duda es la que desencadena el principal factor del agotamiento de la serie en las próximas entregas, hecho que acabará por imponer el cambio de pulso definitivo que hoy por hoy ha adquirido.


Casi desde los comienzos, pero especialmente a partir del mencionado ciclo de la imaginaria cultura precolombina que tiene lugar entre los Xinjins, hemos venido observando que la saga sostiene un abierto flirteo con las teorías pseudocientíficas de Erich Von Däniken, que se mantiene en esta aventura mediante la intervención de una especie de guardianes del futuro; centinelas del rumbo emprendido por civilizaciones más primitivas para impedir, de una manera un tanto paternalista, que éstas se desvíen del cauce seguro que garantiza la continuidad del mundo. Con tal efecto actúan los agentes espacio-temporales venidos del futuro, Jaax y el Gran Guardián, ataviados de un inmaculado atuendo blanco (¡ojo, que aunque se parezcan, nada tienen que ver con la tipa del anuncio del detergente!) que enseguida nos evocan a los geniales Valerian y Laureline, protagonistas de la sensacional obra de Christin y Mézières, única en su género e inspiradora de tantas otras réplicas conocidas de la ciencia-ficción.

Al concluir este álbum, todos los elementos se hallan claramente dispuestos para que Thorgal reciba el testigo del relato, cuelgue la capa de Shaigan y retome su vida para el reencuentro con su familia, no sin atravesar antes algunas dificultades por el camino, como se comprobará en el próximo volumen: Gigantes.


Terminando como siempre con algunas de las últimas novedades thorgalianas, nos encontramos con la reciente publicación en Francia, durante este mismo mes, del 2º álbum de Los Mundos de Thorgal: Kriss de Valnor (del que siguen siendo autores Sente y De Vita), que lleva por título La sentencia de las Valquirias. Os recordamos que el primer tomo ya está disponible en español desde hace un tiempo (a su debido momento contará con reseña por aquí), por lo que cabe esperar que su continuación también aparezca por estos lares.

4 comentarios:

Olrik dijo...

Que buen análisis Jolan, tengo la colección parada, pero leyendo esto me anima a comprármelo. Saludos.

Beldz dijo...

Aún tengo que comprarme el primero de Kriss de Valnor. El otro día lo hojeé y tiene una pinta estupenda.

Es sorprendente como una serie tan antigua aún tenga a día de hoy tanta aceptación. Bueno, a mí no me sorprende, la verdad. Thorgal es una serie extraordinaria.

Jolan dijo...

Ya tenías comprados un montón, ¿no, Olrik? Imagino que ya no te faltarán muchos!

Beldz, yo también tengo aún pendiente de leer el de Kriss. No veo hora de echarle mano.

Saludos.

Anónimo dijo...

Estoy justo a la mitad ... poco a poco ;-)

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...