No quería tardar mucho tras su estreno en ir a ver John Carter, la producción más reciente de la Disney y la apuesta de los estudios por el género fantástico, aventurero y de acción para este año. Lo admito; tenía bastantes ganas de sentarme frente a la pantalla para contemplar el último trabajo de Andrew Stanton, sospechando ya casi de antemano aquello con lo que me iba a encontrar. Probablemente esa es la razón por la que he disfrutado de sus algo más de dos horas de proyección: me he dejado llevar por una historia que, a pesar de sus defectos -que no son pocos-, ha conseguido mantenerme entretenido hasta el último minuto; sobre todo gracias a una cierta inspiración a lo peli de serie B, cuajada de ingredientes propios de la fantasía y la ciencia-ficción, unos escenarios y efectos alucinantes y una ambientación muy aprovechable.
Y, sin pretender dar lecciones a nadie de cómo encarar la película, ésa es la actitud a la que invito a quienes quieran pasar un buen rato viéndola. Olvidaos de prejuicios, no esperéis el colmo de la originalidad y sed indulgentes con las interpretaciones. Para quienes estos supongan demasiados requisitos, que se abstengan de gastar su dinero en una entrada; pero los que estén dispuestos a asumirlos, seguro que acabarán juzgándola con mejores ojos. Supongo que empiezo por decir esto sabiendo que a John Carter le va a caer la del pulpo. Por eso he querido anticiparme al aluvión de comentarios negativos y análisis desfavorables que seguramente va a recibir en las próximas semanas.
Una vez más estamos ante la adaptación a la gran pantalla de una obra literaria de género. Pero ojo, que en este caso no se trata de una saga más o menos moderna de la vertiente fantástica, sino de un auténtico clásico que se remonta a inicios del siglo pasado. Hablamos de Una princesa de Marte, primer volumen de la serie marciana escrita por el estadounidense Edgar Rice Burroughs. Si no fuera porque se trata del también autor de Tarzán de los monos, igual a muchos no nos diría gran cosa. Y es que, pese a lo prolífico de su obra, la antigüedad de la misma no facilita que sea especialmente accesible hoy día -por lo que me ha parecido apreciar-, al menos en nuestra lengua. El caso es que este polifacético escritor cuenta en su haber con varios ciclos de la más genuina ficción, siendo en el que se basa la película uno de los destacados y habiendo servido de referencia a multitud de creaciones venideras de generaciones posteriores. Vaya, que al señor Burroughs le debemos mucho más de lo que a priori pudiéramos pensar.
Como siempre, antes de meternos en harina, les cuento someramente de qué va el argumento. John Carter es un capitán del ejército americano en la Guerra Civil que, habiendo desertado de filas tras verse golpeado por un azaroso pasado y una serie de dramáticas circunstancias personales, se ve trasladado de forma inexplicable a Marte, cuyos moradores denominan Barsoom. Estos se hayan divididos en una serie de etnias y tribus diferentes, de los que se distinguen por su mayor nivel de evolución los llamados 'hombres rojos', pueblo humano enfrentado entre si, de un lado los seguidores de la violenta y destructiva ciudad de Zodanga y del otro los de la más prudente y civilizada Helium. Existen a su vez otras razas de apariencia humanoide, como los tharks, que se ven envueltos en medio del conflicto, así como todo un bestiario de criaturas insólitas del hostil planeta rojo. El efecto inmediato de la atmósfera marciana sobre el terrícola es un desproporcionado aumento de su fuerza y agilidad en base al cambio de gravedad que experimenta su cuerpo, lo que pronto atraerá la atención de los nativos.
Obviamente Carter se convierte de inmediato en héroe a la fuerza, que unos intentarán captar hacia su causa y otros destruir. Después de un primer y accidentado encuentro con los tharks, conocerá a la princesa Dejah Thoris de Helium, junto a la que asistirá en primera persona a la refriega que los suyos mantienen con el jeddak de Zodanga, Sab Than, quien acaba de hacerse con una fuente de poder que amenaza la libertad del resto de pueblos y la supervivencia del propio Barsoom, al borde de la catástrofe. En tal situación, el antiguo soldado tendrá que tomar partido, en contra de sus principios, en esta nueva guerra, sin perder de vista la idea de regresar, si es que es posible, al hogar terrestre.
El encargado de llevar la novela original a la gran pantalla ha sido finalmente Andrew Stanton, una de las figuras célebres de Pixar que acomete con John Carter su primera experiencia cinematográfica con medios reales, tras haber obtenido el reconocimiento gracias a las oscarizadas Wall-E y Buscando a Nemo (también ha trabajado en el equipo de realización de las distintas partes de Toy Story, Bichos y Monstruos S.A.). Podríamos decir que el guión llegó a sus manos tras un interminable baile de directores que fueron postergando el proyecto durante décadas enteras. Tanto es así que ya en los años treinta, aún en vida del autor, el cineasta Robert Clampett habría podido sentar todo un precedente en el cine de ci-fi si hubiera llevado a cabo una primera tentativa de adaptación que no llegó a buen puerto. El testigo fue pasando de unas manos a otras, cambiando de nombre en el proceso; pero ni Robert Rodríguez (decidido a contar con Frank Frazetta en su equipo artístico), ni Kerry Conran (Sky Captain) ni John Favreau (Iron Man) llegaron a materializar su compromiso de dar vida al personaje. Por suerte para Stanton, que se reconoce lector entusiasta desde la niñez de las aventuras marcianas de Burroughs, con este film, además de ofrecérsele la oportunidad de ir un paso más allá del cine de animación, ve cumplida su ilusión de homenajear a uno de sus autores favoritos, con un resultado que (en previsión de opiniones de lo más dispares) podrá o no ser determinante para su carrera profesional.
En el momento de considerar la película, cualquiera de nosotros podría caer en la tentación de reducirla a un mero refrito de productos más que vistos y aireados, a la vista de influencias que, de tan evidentes, parecen caer en el plagio mismo; pero en tal caso estaríamos pecando de una manifiesta falta de documentación. Porque, si bien es cierto que las similitudes se agolpan a cascoporro ante nuestros ojos a medida que va transcurriendo el curso del metraje, el argumento que se desarrolla en John Carter tiene que ser tomado en cuenta como germen, y no como fruto, de las muestras que constituyen la cartelera fantástica contemporánea. Para ello, sólo basta con fijarse en la fecha de nacimiento de la obra que supone su fuente. Sin embargo, para el espectador, quizá esa sea una de las mayores deficiencias que se le pueden achacar a la cinta; su excesivo parecido con títulos que ya han quedado de sobra asentados en nuestra memoria.
Ahora bien, aclarado el punto anterior, si queremos entrar en el juego de los parecidos, bien que podemos hacerlo mediante una amplia lista a la que recurrir, con toda la longitud de Star Wars como máximo exponente. De no ser porque conocemos la propensión de George Lucas por apoyarse en referentes de la ciencia ficción de toda clase de medios al crear su saga galáctica, no tardaríamos un minuto en afirmar el sospechoso parecido entre determinadas secuencias: ¿a quién no le recuerda la huída de Carter por el desierto en una de las mini-aeronaves a la carrera de vainas del agreste Tatooine? ¿Y la escena en el circo de los tharks a la lucha en la arena de Geonosis? Los mismos tharks guardan una extraña semejanza con los geonosianos...y también tienen rasgos en común con los aborigenes azulados de Pandora en Avatar, que igualmente podemos citar como modelo de más de un nexo entre ambas películas, por ejemplo, observando el trasfondo naturalista del planeta (fuentes de un extraño poder elemental, recursos en vías de extinción, vehículos que funcionan con energía solar, etc.)
Otras reminiscencias las hallamos, por ejemplo, en títulos como Prince of Persia (omnipresencia de terrenos desérticos y, al mismo tiempo, exóticos), Star Gate (conexión espacial de portales de teletransporte) e incluso de viejos videojuegos -esto ya es una observación más personal- como el mítico Another World (por aquello del intruso foráneo que contacta con un miembro de la raza autóctona, el cual se muestra amistoso y le ayuda a escapar), citando algunos de los innumerables paralelismos posibles.
Un cúmulo de curiosidades y casualidad rodea al reparto de la película, pasando por alto una calidad interpretativa muy cuestionable de la mayoría de sus integrantes. Para empezar, los protagonistas, Taylor Kitsch (John Carter) y Lynn Collins (como la princesa Dejah Thoris), además de lucir un palmito envidiable, proceden ambos de la plantilla de X-Men Orígenes: Lobezno. No son los únicos rescatados de un repertorio comiquero, como demuestra la presencia de Dominic West (300) en el papel de Sab Than, James Purefoy (al que vimos en el pellejo de Solomon Kane), ejerciendo aquí de uno de los lugartenientes de Helium, o Mark Strong (Green Lantern) como uno de los místicos therns, entre otros. Por otro lado, parece que el responsable de casting padece una especial querencia por la teleserie Roma de H.B.O. como cantera de personajes, pues hasta cuatro de sus actores se llegan a contar entre las caras conocidas que asoman a la superficie marciana: Ciaran Hinds, el mismísimo Julio César (a.k.a. Tardos Mors, jeddak de Helium), Polly Walker (la insidiosa Atia cubre la breve e irreconocible aparición de la alienígena Sarkoja), Nicholas Woodeson (el otrora ayudante de campo del general romano, que interpreta al notario de Carter) y el ya mentado Purefoy (Kantos Kan).
Tristemente comprobamos que muchos de los diálogos caen en los tópicos más flagrantes, por lo que el film no es que sobresalga precisamente en este aspecto, e incluso hay conversaciones que rozan el ridículo. Por lo demás, Taylor Kitsch (evitemos malos juegos de palabras con su apellido) en su rol de héroe protagonista, aunque no llega ni de lejos a una actuación brillante, cumple con un mínimo de dignidad (al menos, para mi gusto, lo hace mejor que el zopenco de Sam Worthington, a quien pronto nos tocará sufrir de nuevo en Ira de Titanes). Su contrapunto femenino para justificar la trama amorosa de turno, Lynn Collins, nos demuestra que tanto atractivo le ocasiona sin embargo un problema de expresividad. Va justita, pero también se defiende. Aunque transfigurado en marciano verde por merced del ordenador, el personaje de Tars Tarkas (Willem Dafoe) se sitúa entre los más interesantes. No se puede decir lo mismo de un malo planísimo que desempeña Dominic West con poca gracia y del que apenas entendemos sus motivaciones.
Uno de los aspectos que sin duda obtiene una mejor nota es la estupenda ambientación, que se distribuye además en hasta tres diferentes decorados que enmarcan la acción: por un lado, en su mayoría, el Marte ficticio; por otro, los minutos que se reparten entre el contexto western y el decimonónico. Por algún sitio tenía que despuntar la millonada de dólares que ha costado montarlo todo... No pongo pegas en este sentido: me ha parecido muy convincente el acabado de todo el surtido de monturas, bichejos y criaturas fantásticas que pueblan Barsoom (sí, mención singular tanto para el simpático perro-largarto Woola como para los gigantescos simios blancos), como de sus principales civilizaciones, los tharks (me habría gustado que se desarrollaran más facetas de su cultura; tal vez quede para una posible continuación) y los indígenas humanos, con toda la parafernalia propia del diseño de ciudades rocosas, aeronaves solares y un sistema social a caballo entre lo arcaico y lo tecnológico.
La aridez absoluta del desierto y de las vastas planicies y cañones de Utah, principal lugar de rodaje, aporta escenarios de una asombrosa belleza primitiva, que si bien carece de la exuberancia natural de otros entornos, como el ideado por James Cameron en Avatar (que, por cierto, seguro que también conocía la novela de Burroughs desde hace mucho) resulta sobrecogedora en su perfecto retrato de lo que podría ser un Marte capaz de albergar vida, tirando de mucha imaginación, claro está. No vamos a negar que aquí ayuda un poco la mano del tratamiento 3D (aunque no sé si seré el único que en esta ocasión lo ha encontrado algo molesto y difuso en planos de cierta profundidad), tanto más efectivo cada vez que el prota se lía a dar brincos. El conjunto se ve agradablemente adornado por una buena banda sonora, de las que permanecen en la cabeza una vez has abandonado la sala de cine.
Puesto que ya vendrán los que se encarguen de despellejarla, vamos a subrayar lo que yo calificaría como otras virtudes de la cinta. Por una parte está la circunstancia de que la acción no se prolonga a lo largo de tomas interminables de batallas y escaramuzas, sino que se ajusta a un buen ritmo para no aburrir al espectador, cosa que agradecerán aquellos menos apegados a este tipo de tomas (hay alguna sobrada de guión, cierto, pero, ¡qué queréis... es ficción pura y dura!) Además hay algunos aditamentos sin duda originales; por ejemplo el hecho de incluir al propio autor de la novela como personaje determinante de la trama y el giro final que esta adquiere. Diría que se presenta como una película apta para todo tipo de públicos, y aunque habrá quienes no quieran ni oir de nuevo de John Carter y sus andanzas marcianas, debo reconocer que a mí la película me ha motivado lo suficiente para adquirir el libro sobre el que se inspira. Quizá de esta manera pueda llenar los huecos que el film no ha llegado a cubrir del todo. Otro matiz que me ha agradado es la evocación que realiza de los tiempos en que todo eran conjeturas acerca del tipo de habitat que podría existir en el resto de planetas del sistema solar, acto que requiere cierta abstracción del espectador teniendo en cuenta lo que sabemos en la actualidad al respecto.
Una de las expresiones que va a ser más repetida entre la concurrencia durante los próximos días es que se trata de una adaptación que llega demasiado tarde. Si John Carter hubiera sido rodada hace veinte años, aun cuando habría contado con mucha menos espectacularidad visual de la que goza hoy, posiblemente ocupara un lugar más alto en las galerías de cine fantástico. No se le puede negar el crédito de su valor como obra difusora de ideas de las que se han estado apropiando unos y otros desde mucho tiempo atrás, pero desafortunadamente eso no la librará de la condena implacable a la que la van a someter público y crítica, a pesar de que tenga detrás el aval de la factoría Disney. Así que me voy a andar con tacto a la hora de recomendarla, que con lo caro que está ahora el cine no quiero que luego lluevan piedras sobre el blog, pero ya he sentado las que serían mis premisas para que cada cual decida si verla o no. Por mi parte, cuenta con un holgado aprobado.
Y, sin pretender dar lecciones a nadie de cómo encarar la película, ésa es la actitud a la que invito a quienes quieran pasar un buen rato viéndola. Olvidaos de prejuicios, no esperéis el colmo de la originalidad y sed indulgentes con las interpretaciones. Para quienes estos supongan demasiados requisitos, que se abstengan de gastar su dinero en una entrada; pero los que estén dispuestos a asumirlos, seguro que acabarán juzgándola con mejores ojos. Supongo que empiezo por decir esto sabiendo que a John Carter le va a caer la del pulpo. Por eso he querido anticiparme al aluvión de comentarios negativos y análisis desfavorables que seguramente va a recibir en las próximas semanas.
Una vez más estamos ante la adaptación a la gran pantalla de una obra literaria de género. Pero ojo, que en este caso no se trata de una saga más o menos moderna de la vertiente fantástica, sino de un auténtico clásico que se remonta a inicios del siglo pasado. Hablamos de Una princesa de Marte, primer volumen de la serie marciana escrita por el estadounidense Edgar Rice Burroughs. Si no fuera porque se trata del también autor de Tarzán de los monos, igual a muchos no nos diría gran cosa. Y es que, pese a lo prolífico de su obra, la antigüedad de la misma no facilita que sea especialmente accesible hoy día -por lo que me ha parecido apreciar-, al menos en nuestra lengua. El caso es que este polifacético escritor cuenta en su haber con varios ciclos de la más genuina ficción, siendo en el que se basa la película uno de los destacados y habiendo servido de referencia a multitud de creaciones venideras de generaciones posteriores. Vaya, que al señor Burroughs le debemos mucho más de lo que a priori pudiéramos pensar.
Como siempre, antes de meternos en harina, les cuento someramente de qué va el argumento. John Carter es un capitán del ejército americano en la Guerra Civil que, habiendo desertado de filas tras verse golpeado por un azaroso pasado y una serie de dramáticas circunstancias personales, se ve trasladado de forma inexplicable a Marte, cuyos moradores denominan Barsoom. Estos se hayan divididos en una serie de etnias y tribus diferentes, de los que se distinguen por su mayor nivel de evolución los llamados 'hombres rojos', pueblo humano enfrentado entre si, de un lado los seguidores de la violenta y destructiva ciudad de Zodanga y del otro los de la más prudente y civilizada Helium. Existen a su vez otras razas de apariencia humanoide, como los tharks, que se ven envueltos en medio del conflicto, así como todo un bestiario de criaturas insólitas del hostil planeta rojo. El efecto inmediato de la atmósfera marciana sobre el terrícola es un desproporcionado aumento de su fuerza y agilidad en base al cambio de gravedad que experimenta su cuerpo, lo que pronto atraerá la atención de los nativos.
Obviamente Carter se convierte de inmediato en héroe a la fuerza, que unos intentarán captar hacia su causa y otros destruir. Después de un primer y accidentado encuentro con los tharks, conocerá a la princesa Dejah Thoris de Helium, junto a la que asistirá en primera persona a la refriega que los suyos mantienen con el jeddak de Zodanga, Sab Than, quien acaba de hacerse con una fuente de poder que amenaza la libertad del resto de pueblos y la supervivencia del propio Barsoom, al borde de la catástrofe. En tal situación, el antiguo soldado tendrá que tomar partido, en contra de sus principios, en esta nueva guerra, sin perder de vista la idea de regresar, si es que es posible, al hogar terrestre.
El encargado de llevar la novela original a la gran pantalla ha sido finalmente Andrew Stanton, una de las figuras célebres de Pixar que acomete con John Carter su primera experiencia cinematográfica con medios reales, tras haber obtenido el reconocimiento gracias a las oscarizadas Wall-E y Buscando a Nemo (también ha trabajado en el equipo de realización de las distintas partes de Toy Story, Bichos y Monstruos S.A.). Podríamos decir que el guión llegó a sus manos tras un interminable baile de directores que fueron postergando el proyecto durante décadas enteras. Tanto es así que ya en los años treinta, aún en vida del autor, el cineasta Robert Clampett habría podido sentar todo un precedente en el cine de ci-fi si hubiera llevado a cabo una primera tentativa de adaptación que no llegó a buen puerto. El testigo fue pasando de unas manos a otras, cambiando de nombre en el proceso; pero ni Robert Rodríguez (decidido a contar con Frank Frazetta en su equipo artístico), ni Kerry Conran (Sky Captain) ni John Favreau (Iron Man) llegaron a materializar su compromiso de dar vida al personaje. Por suerte para Stanton, que se reconoce lector entusiasta desde la niñez de las aventuras marcianas de Burroughs, con este film, además de ofrecérsele la oportunidad de ir un paso más allá del cine de animación, ve cumplida su ilusión de homenajear a uno de sus autores favoritos, con un resultado que (en previsión de opiniones de lo más dispares) podrá o no ser determinante para su carrera profesional.
En el momento de considerar la película, cualquiera de nosotros podría caer en la tentación de reducirla a un mero refrito de productos más que vistos y aireados, a la vista de influencias que, de tan evidentes, parecen caer en el plagio mismo; pero en tal caso estaríamos pecando de una manifiesta falta de documentación. Porque, si bien es cierto que las similitudes se agolpan a cascoporro ante nuestros ojos a medida que va transcurriendo el curso del metraje, el argumento que se desarrolla en John Carter tiene que ser tomado en cuenta como germen, y no como fruto, de las muestras que constituyen la cartelera fantástica contemporánea. Para ello, sólo basta con fijarse en la fecha de nacimiento de la obra que supone su fuente. Sin embargo, para el espectador, quizá esa sea una de las mayores deficiencias que se le pueden achacar a la cinta; su excesivo parecido con títulos que ya han quedado de sobra asentados en nuestra memoria.
Ahora bien, aclarado el punto anterior, si queremos entrar en el juego de los parecidos, bien que podemos hacerlo mediante una amplia lista a la que recurrir, con toda la longitud de Star Wars como máximo exponente. De no ser porque conocemos la propensión de George Lucas por apoyarse en referentes de la ciencia ficción de toda clase de medios al crear su saga galáctica, no tardaríamos un minuto en afirmar el sospechoso parecido entre determinadas secuencias: ¿a quién no le recuerda la huída de Carter por el desierto en una de las mini-aeronaves a la carrera de vainas del agreste Tatooine? ¿Y la escena en el circo de los tharks a la lucha en la arena de Geonosis? Los mismos tharks guardan una extraña semejanza con los geonosianos...y también tienen rasgos en común con los aborigenes azulados de Pandora en Avatar, que igualmente podemos citar como modelo de más de un nexo entre ambas películas, por ejemplo, observando el trasfondo naturalista del planeta (fuentes de un extraño poder elemental, recursos en vías de extinción, vehículos que funcionan con energía solar, etc.)
Otras reminiscencias las hallamos, por ejemplo, en títulos como Prince of Persia (omnipresencia de terrenos desérticos y, al mismo tiempo, exóticos), Star Gate (conexión espacial de portales de teletransporte) e incluso de viejos videojuegos -esto ya es una observación más personal- como el mítico Another World (por aquello del intruso foráneo que contacta con un miembro de la raza autóctona, el cual se muestra amistoso y le ayuda a escapar), citando algunos de los innumerables paralelismos posibles.
Un cúmulo de curiosidades y casualidad rodea al reparto de la película, pasando por alto una calidad interpretativa muy cuestionable de la mayoría de sus integrantes. Para empezar, los protagonistas, Taylor Kitsch (John Carter) y Lynn Collins (como la princesa Dejah Thoris), además de lucir un palmito envidiable, proceden ambos de la plantilla de X-Men Orígenes: Lobezno. No son los únicos rescatados de un repertorio comiquero, como demuestra la presencia de Dominic West (300) en el papel de Sab Than, James Purefoy (al que vimos en el pellejo de Solomon Kane), ejerciendo aquí de uno de los lugartenientes de Helium, o Mark Strong (Green Lantern) como uno de los místicos therns, entre otros. Por otro lado, parece que el responsable de casting padece una especial querencia por la teleserie Roma de H.B.O. como cantera de personajes, pues hasta cuatro de sus actores se llegan a contar entre las caras conocidas que asoman a la superficie marciana: Ciaran Hinds, el mismísimo Julio César (a.k.a. Tardos Mors, jeddak de Helium), Polly Walker (la insidiosa Atia cubre la breve e irreconocible aparición de la alienígena Sarkoja), Nicholas Woodeson (el otrora ayudante de campo del general romano, que interpreta al notario de Carter) y el ya mentado Purefoy (Kantos Kan).
Tristemente comprobamos que muchos de los diálogos caen en los tópicos más flagrantes, por lo que el film no es que sobresalga precisamente en este aspecto, e incluso hay conversaciones que rozan el ridículo. Por lo demás, Taylor Kitsch (evitemos malos juegos de palabras con su apellido) en su rol de héroe protagonista, aunque no llega ni de lejos a una actuación brillante, cumple con un mínimo de dignidad (al menos, para mi gusto, lo hace mejor que el zopenco de Sam Worthington, a quien pronto nos tocará sufrir de nuevo en Ira de Titanes). Su contrapunto femenino para justificar la trama amorosa de turno, Lynn Collins, nos demuestra que tanto atractivo le ocasiona sin embargo un problema de expresividad. Va justita, pero también se defiende. Aunque transfigurado en marciano verde por merced del ordenador, el personaje de Tars Tarkas (Willem Dafoe) se sitúa entre los más interesantes. No se puede decir lo mismo de un malo planísimo que desempeña Dominic West con poca gracia y del que apenas entendemos sus motivaciones.
Uno de los aspectos que sin duda obtiene una mejor nota es la estupenda ambientación, que se distribuye además en hasta tres diferentes decorados que enmarcan la acción: por un lado, en su mayoría, el Marte ficticio; por otro, los minutos que se reparten entre el contexto western y el decimonónico. Por algún sitio tenía que despuntar la millonada de dólares que ha costado montarlo todo... No pongo pegas en este sentido: me ha parecido muy convincente el acabado de todo el surtido de monturas, bichejos y criaturas fantásticas que pueblan Barsoom (sí, mención singular tanto para el simpático perro-largarto Woola como para los gigantescos simios blancos), como de sus principales civilizaciones, los tharks (me habría gustado que se desarrollaran más facetas de su cultura; tal vez quede para una posible continuación) y los indígenas humanos, con toda la parafernalia propia del diseño de ciudades rocosas, aeronaves solares y un sistema social a caballo entre lo arcaico y lo tecnológico.
La aridez absoluta del desierto y de las vastas planicies y cañones de Utah, principal lugar de rodaje, aporta escenarios de una asombrosa belleza primitiva, que si bien carece de la exuberancia natural de otros entornos, como el ideado por James Cameron en Avatar (que, por cierto, seguro que también conocía la novela de Burroughs desde hace mucho) resulta sobrecogedora en su perfecto retrato de lo que podría ser un Marte capaz de albergar vida, tirando de mucha imaginación, claro está. No vamos a negar que aquí ayuda un poco la mano del tratamiento 3D (aunque no sé si seré el único que en esta ocasión lo ha encontrado algo molesto y difuso en planos de cierta profundidad), tanto más efectivo cada vez que el prota se lía a dar brincos. El conjunto se ve agradablemente adornado por una buena banda sonora, de las que permanecen en la cabeza una vez has abandonado la sala de cine.
Puesto que ya vendrán los que se encarguen de despellejarla, vamos a subrayar lo que yo calificaría como otras virtudes de la cinta. Por una parte está la circunstancia de que la acción no se prolonga a lo largo de tomas interminables de batallas y escaramuzas, sino que se ajusta a un buen ritmo para no aburrir al espectador, cosa que agradecerán aquellos menos apegados a este tipo de tomas (hay alguna sobrada de guión, cierto, pero, ¡qué queréis... es ficción pura y dura!) Además hay algunos aditamentos sin duda originales; por ejemplo el hecho de incluir al propio autor de la novela como personaje determinante de la trama y el giro final que esta adquiere. Diría que se presenta como una película apta para todo tipo de públicos, y aunque habrá quienes no quieran ni oir de nuevo de John Carter y sus andanzas marcianas, debo reconocer que a mí la película me ha motivado lo suficiente para adquirir el libro sobre el que se inspira. Quizá de esta manera pueda llenar los huecos que el film no ha llegado a cubrir del todo. Otro matiz que me ha agradado es la evocación que realiza de los tiempos en que todo eran conjeturas acerca del tipo de habitat que podría existir en el resto de planetas del sistema solar, acto que requiere cierta abstracción del espectador teniendo en cuenta lo que sabemos en la actualidad al respecto.
Una de las expresiones que va a ser más repetida entre la concurrencia durante los próximos días es que se trata de una adaptación que llega demasiado tarde. Si John Carter hubiera sido rodada hace veinte años, aun cuando habría contado con mucha menos espectacularidad visual de la que goza hoy, posiblemente ocupara un lugar más alto en las galerías de cine fantástico. No se le puede negar el crédito de su valor como obra difusora de ideas de las que se han estado apropiando unos y otros desde mucho tiempo atrás, pero desafortunadamente eso no la librará de la condena implacable a la que la van a someter público y crítica, a pesar de que tenga detrás el aval de la factoría Disney. Así que me voy a andar con tacto a la hora de recomendarla, que con lo caro que está ahora el cine no quiero que luego lluevan piedras sobre el blog, pero ya he sentado las que serían mis premisas para que cada cual decida si verla o no. Por mi parte, cuenta con un holgado aprobado.
13 comentarios:
La verdad es que a mí me apetecía verla, pero conforme he ido viendo comentarios y reseñas, menos ganas me dan... En mi opinión, un gran apartado técnico no es suficiente motivo para ir al cine y para este tipo de producciones, prefiero esperar a que salgan en alquiler y verlas en el salón de casa, en familia, y con un bol gigante de palomitas...
Fantástica reseña. De las más objetivas que he visto y mejor argumentadas. Las demás, salvo repetir la palabra BASURA poco más decían :S
Sólo me he leído los dos primeros párrafos de la crónica para no desvelarme nada. Y viendo que proviene de una obra "clásica" sé porqué la crítica va a ser mala. Creo que se debe a que hemos evolucionado tanto en los temas de fantasía y ciencia ficción que estas obras se quedan un poco anticuadas para nuestros días, lo cual no le quita valor, pero los que hacen las críticas deberían valorarlo.
Yo también pienso que no será un peliculón ,pero lo que espero de ella es que sea entretenida y pasar un rato agradable, y por lo que veo eso se cumple. Salu2
Al igual que Mr. Gibson, me he leído sólo los dos dos primeros párrafos de tu crítica, con permiso.
Quiero ir a verla, y cuanto menos opiniones lea sobre la misma, creo que va a ser mejor. Aunque me espero algo parecido, peli palomitera sin más, plagada de efectos especiales. Tampoco le pido mucho más. En estos tiempos que corren tampoco se lo curran mucho en las tramas...
Así que cuando la vea, vuelvo. :D
Eilonwy:
Esa es la solución que yo también he adoptado desde hace tiempo para las pelis que me interesa ver pero que no me motivan lo bastante como para pagar los 9€ de una entrada. Ira de Titanes, por ejemplo, correrá esa suerte.
Mr.Gibson:
Ese es el problema, que al tratarse de un clásico no aporta ya nada que no hayamos visto en producciones posteriores, pero hay que concederle el valor que posee como origen de las tramas que la han sucedido. ¡Estamos hablando de que la obra original cuenta con un siglo de antigüedad! Todo un referente del género.
Pardi:
Si acudes a verla con ese talante, sin esperar nada revolucionario, te aseguro que la vas a disfrutar, igual que me pasó a mí.
Loren:
OK! Cuando la veas, me cuentas y comprobaré yo también gracias a la reseña que harás en La Espada si nuestra opinión va encaminada por los mismos derroteros.
Saludos a tod@s!
¡Vale! Mensaje recibido. Iré sin prejuicios, con palomitas y con la idea de pasar el ratillo.
Eterna discusión. A veces pienso que ya he visto todos los melodramas y lo que me aptece es pura evasión.
Y gracias por la reseña-
Buenas, tras leer la reseña y ver la pelicula, estoy totalmente de acuerdo: No soy un gran seguidor del género, entre otras cosas por el abuso en escenas interminables de lucha que se hace en este tipo de metrajes. Pero la originalidad de Burroughs y la sencillez de los elementos de ficción que han inspirado a otras cintas, con la inclusión de situaciones reales, han hecho que me mantuviera pegado a la butaca y disfrutara hasta el final de esta pelicula de entretenimiento.
Igor:
¡Claro que sí! A veces parece que todo lo que se proyecta en una sala de cine tuviera que ser digno de Oscar y supereflexivo, cuando a menudo lo que apetece es mero entretenimiento, sin más. Que pases un buen rato viéndola. :)
Hola Bosco:
Lo dicho: como entretenimiento creo que la película cumple con creces y a mi entender es respetuosa en ese sentido con el espectador. Ofrece lo que se le puede exigir.
Y es cierto lo que comentas de que no existe una saturación de secuencias bélicas, lo que me imagino que es de agradecer para quienes peor lleváis el típico abuso de la lucha en las películas de género fantástico.
Mil gracias por comentar. ;)
Pedazo de reseña amigo Jolan... yo tambien la he disfrutado como tu (aunque en 3D) y la verdad es que no me arrepiento para nada... se ve que Stanton esta mas comodo dirigiendo criaturas por CGI pero que leches es una peli de Disney,de aventuras y marcianitos (con todo el respeto) y eso es lo que vendian en el trailer...
Si todas las peliculas fueran tan sinceras la gente iria mas al cine... ya que he perdido la cuenta de las veces que un trailer me vende una cosa y al final era otra...
En fin... excelente analisis y felicidades por sumarte a la gente que apoya este cine. Un abrazo
Gracias, King G. Haro. Yo también la vi en 3D, aunque cada vez pienso más que no es un requisito imprescindible ni siquiera para las películas confecciónadas con la idea de rentabilizar esta técnica. Pero bueno, también tiene su gracia.
La verdad que en lo que llevo de año no me estoy llevando grandes chascos con las pelis que estoy viendo. Como mínimo están consiguiendo entretenerme, como este John Carter.
Por cierto, que mañana me llegará el libro Una princesa de Marte. Aunque no me voy a liar con él de inmediato, si leeré algún capítulo para tantearlo un poco, que me apetece.
Saludos.
Buenas Jolan,
este no es el lugar más adecuado, pero quería decirte que hemos hecho un banner promocional. Es un poco sencillo, pero creo que sirve. No sé por qué el otro se ve borroso. A ver qué tal éste, si lo quieres cambiar. Te paso el enlace: http://i44.tinypic.com/34sryg2.jpg
¡Y muchas gracias por ponerlo!
Respecto a la película, excelente reseña, como siempre.
Beldz:
También desde aquí aprovecho para desearte suerte con el proyecto y para invitar a cuantos nos lean a que se pasen por tu nueva librería online. Por cierto, que ya he visto algún título que me interesa, como el de Ruwen Ogien.
Cambio el banner ahora mismo!
Saludos.
Gracias otra vez, Jolan, por la promoción que nos estás haciendo. Cualquier cosa es bienvenida :)
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