Hace aproximadamente un par de años que la revolucionaria saga de videojuegos Assassin's Creed irrumpió en el mundo de las consolas, con entregas adaptadas desde el deslumbrante título inicial para otras plataformas de entretenimiento como PS3, Xbox 360 y también NDS; siendo ésta última de la que vamos a tratar aquí. Aunque el juego tiene ya su cierta antigüedad (el mes pasado se anunciaba precisamente la aparición de la segunda entrega) sigue manteniendo su interés y hoy es fácil conseguirlo en una de esas ediciones de oferta que sacan de vez en cuando.
Desarrollado por Gameloft y distribuido por Ubisoft, el Assassin's Creed para DS, que lleva por subtítulo Altaïr’s Chronicles, es un juego de plataformas en 3D alternando frecuentes combates, dividido en varios episodios que constituyen las diferentes misiones. Se ha entendido como una precuela a la historia principal ideada para el resto de entornos y en él encarnaremos a Altaïr, eficaz miembro de la hermandad de los Asesinos que lucha por la liberación de Tierra Santa, en manos de los infieles cristianos durante la época de la Tercera Cruzada, hacia 1.190. De lo que se trata es de buscar determinados objetivos humanos y ejercer aquello que mejor se nos da, esto es nuestro oficio, eliminando a los corruptos cabecillas del ejército templario con limpieza y discreción para ir avanzando en la misión de fondo: encontrar un cáliz que puede decantar la lucha por la dominación de los territorios sagrados que se disputan uno y otro bando. Este objeto no es otro que el mismo Grial, aunque al cabo de nuestras andanzas se nos revela con sorpresa la verdadera naturaleza de la supuesta reliquia que andamos buscando.
A diferencia, sin embargo, del original, este Assassin's Creed no contiene excesivas referencias históricas ni a personajes reales. Nuestro protagonista se moverá básicamente entre las ciudades de Alepo, Jerusalén, San Juan de Acre, Tiro y Damasco. Con todo, tal como pasaba en el juego principal, nos encontramos inexactitudes en cuanto a datos cronológicos y geográficos. Pero supone un mal menor para la valoración del juego, y si ya hacemos la vista gorda con la documentación que hoy en día envuelve a no pocas películas de carácter histórico, no podemos ser mucho más exigentes con la de un videojuego. Aún así, de entrada se advierte que por el papel que nos toca desempeñar esta vez, los roles de malos y buenos ya están definidos: lo cierto es que ni la facción de los Asesinos era una organización movida únicamente por idealismos religioso-culturales, ni los Templarios eran exactamente los sanguinarios y despiadados caballeros, que es la imagen que de ellos parece desprenderse.
El desarrollo del juego se apoya en los escenarios a recorrer y la forma de interactuar sobre los mismos, donde Altaïr hace gala de toda una gama de movimientos y golpes que reflejan un entrenamiento frío y disciplinado: saltos efectuados con eficacia, diferentes maneras de trepar fachadas y tejados, maniobras de sigilo (disfrazándose si la situación lo requiere), acrobacias, patadas y fintas, manejo impecable del sable, golpes secos y certeros capaces de aturdir o dejar inconscientes al instante a nuestros enemigos, etc. Y luego están los recursos más originales, aquellos propios de la personalidad de la organización a la que pertenecemos: el robo, los interrogatorios -en los que no faltará la tortura- y el asesinato sin piedad. Mientras que el control del movimiento y la lucha se realizan fácilmente con la cruceta y los botones X e Y de acción, para efectuar estos últimos procedimientos especiales tendremos que recurrir al stylus demostrando nuestra habilidad sobre la pantalla táctil (en el modo normal, la pantalla superior nos muestra el encuadre general y la inferior el mapa de la zona por la que Altaïr se mueve).
A medida que avanzamos por la ruta -prefijada por desgracia- que marca nuestro camino en las ciudades y calabozos a explorar, sorteando multitud de trampas y adversarios, iremos recogiendo una serie de orbes rojos para recuperar la energía perdida por las heridas de combates y caídas, así como también unos orbes azules que nos permiten incrementar la experiencia, facilitando que al reunir una cierta cantidad podamos acceder a las mejoras de eficacia de nuestra espada o el aumento de la barra de vida. Igualmente, según progresemos en los capítulos en que se divide la aventura, vamos a ir completando nuevas habilidades que pueden ir desde diversas maneras de encaramarnos a muros y paredes para salvar obstáculos de otra forma impracticables hasta disponer de nuevas armas (dagas, una ballesta, bombas de humo para despistar, un gancho atado a una soga, etc.) que pueden llegar a ser imprescindibles para vencer a algunos contrincantes o, al menos, hacernos bastante más sencillas las cosas y no padecer tanta dependencia del sable y de la lucha cuerpo a cuerpo.
Por lo que respecta al apartado del combate, salvo determinadas luchas concretas con los líderes más poderosos y escurridizos entre los Templarios o con aquellos soldados de mayor rango, no puede decirse que supongan una excesiva complicación. Para no limitarnos a machacar botones sin cesar, al igual que con las destrezas especiales iremos aprendiendo nuevas combinaciones de golpes y maniobras de ataque (tan propias de este tipo de juegos), fáciles de memorizar y de poner en práctica, a cual más potentes o letales de necesidad. Si acaso donde encontramos mayores dificultades es a la hora de dar determinados saltos que requieren mucha precisión para evitar trampas o caídas que de otra forma serían fatales. La autograbación en puntos concretos muy bien repartidos nos ayuda también a no quedarnos atascados demasiado tiempo en un mismo sitio. No obstante, existen tres niveles de dificultad a nuestra elección en función del grado desafío que nos queramos imponer.
El apartado gráfico destaca por su calidad gracias a una bonita y cuidada puesta en escena de los lugares en los que se infiltra Altaïr (no estaría mal más fases de interior quizás) y la adecuada definición de los personajes. Además, el paso entre un episodio y otro se ve salpicado por pequeñas secuencias cinemáticas en las que se nos va contando la historia e introduce los siguientes pasos que debemos dar. Tanto textos como voces se encuentran en español (la edición es multilingüe) y cuenta con unos correctos efectos de sonido (el típico barullo de los mercados, los gemidos de agonía de quienes se cruzan con nuestra espada, etc) y una música de fondo que varía en función de la tensión del momento. La ambientación recuerda de inmediato a clásicos como Prince of Persia (no en vano, Gameloft fue el desarrollador de este juego para el iPhone) y, remontándonos aún más en el tiempo, a otro mítico plataformero como Aladdin.
Que no está a la altura de la versión para PC o para consolas de sobremesa es algo que ya dábamos por hecho, pero tiene en su favor que es bastante dinámico y no se hace pesado o repetitivo. El mayor inconveniente, sin embargo, es la linealidad de la aventura teniendo que seguir el camino señalado constantemente por un puntero azul, sin poder movernos libremente en las ciudades. El enfoque que proporciona el engine 3D no es todo lo bueno que sería deseable, ya que a veces la visibilidad queda bloqueada por otros elementos. Además, la variedad de escenarios brilla por su ausencia: al ser de sentido común evitar las calles para no quedar al descubierto, nos pasamos más de la mitad de las misiones urbanas atravesando las ciudades por arriba y por abajo, es decir en tejados y cloacas. Se echan en falta más ocasiones de utilizar el robo y la tortura, así como la disponibilidad de tácticas y objetos de interacción a nuestro antojo, y no sólo cuando se nos indica. Por último, los combates son poco realistas, pues aunque podemos vernos rodeados de varios enemigos a la vez, generalmente nos atacan de uno en uno, restando credibilidad a la acción simultánea.
En resumen, un digno cartucho del que hubiera sido deseable un diseño más esmerado en la mecánica de juego, que no en el aspecto gráfico, donde cumple con creces dentro de los estándares de esta consola. Confiemos que la segunda parte, además de reparar los puntos flojos, nos proporcione también bastantes más horas de juego (¡y un final menos abrupto, por Alah!)
Desarrollado por Gameloft y distribuido por Ubisoft, el Assassin's Creed para DS, que lleva por subtítulo Altaïr’s Chronicles, es un juego de plataformas en 3D alternando frecuentes combates, dividido en varios episodios que constituyen las diferentes misiones. Se ha entendido como una precuela a la historia principal ideada para el resto de entornos y en él encarnaremos a Altaïr, eficaz miembro de la hermandad de los Asesinos que lucha por la liberación de Tierra Santa, en manos de los infieles cristianos durante la época de la Tercera Cruzada, hacia 1.190. De lo que se trata es de buscar determinados objetivos humanos y ejercer aquello que mejor se nos da, esto es nuestro oficio, eliminando a los corruptos cabecillas del ejército templario con limpieza y discreción para ir avanzando en la misión de fondo: encontrar un cáliz que puede decantar la lucha por la dominación de los territorios sagrados que se disputan uno y otro bando. Este objeto no es otro que el mismo Grial, aunque al cabo de nuestras andanzas se nos revela con sorpresa la verdadera naturaleza de la supuesta reliquia que andamos buscando.
A diferencia, sin embargo, del original, este Assassin's Creed no contiene excesivas referencias históricas ni a personajes reales. Nuestro protagonista se moverá básicamente entre las ciudades de Alepo, Jerusalén, San Juan de Acre, Tiro y Damasco. Con todo, tal como pasaba en el juego principal, nos encontramos inexactitudes en cuanto a datos cronológicos y geográficos. Pero supone un mal menor para la valoración del juego, y si ya hacemos la vista gorda con la documentación que hoy en día envuelve a no pocas películas de carácter histórico, no podemos ser mucho más exigentes con la de un videojuego. Aún así, de entrada se advierte que por el papel que nos toca desempeñar esta vez, los roles de malos y buenos ya están definidos: lo cierto es que ni la facción de los Asesinos era una organización movida únicamente por idealismos religioso-culturales, ni los Templarios eran exactamente los sanguinarios y despiadados caballeros, que es la imagen que de ellos parece desprenderse.
El desarrollo del juego se apoya en los escenarios a recorrer y la forma de interactuar sobre los mismos, donde Altaïr hace gala de toda una gama de movimientos y golpes que reflejan un entrenamiento frío y disciplinado: saltos efectuados con eficacia, diferentes maneras de trepar fachadas y tejados, maniobras de sigilo (disfrazándose si la situación lo requiere), acrobacias, patadas y fintas, manejo impecable del sable, golpes secos y certeros capaces de aturdir o dejar inconscientes al instante a nuestros enemigos, etc. Y luego están los recursos más originales, aquellos propios de la personalidad de la organización a la que pertenecemos: el robo, los interrogatorios -en los que no faltará la tortura- y el asesinato sin piedad. Mientras que el control del movimiento y la lucha se realizan fácilmente con la cruceta y los botones X e Y de acción, para efectuar estos últimos procedimientos especiales tendremos que recurrir al stylus demostrando nuestra habilidad sobre la pantalla táctil (en el modo normal, la pantalla superior nos muestra el encuadre general y la inferior el mapa de la zona por la que Altaïr se mueve).
A medida que avanzamos por la ruta -prefijada por desgracia- que marca nuestro camino en las ciudades y calabozos a explorar, sorteando multitud de trampas y adversarios, iremos recogiendo una serie de orbes rojos para recuperar la energía perdida por las heridas de combates y caídas, así como también unos orbes azules que nos permiten incrementar la experiencia, facilitando que al reunir una cierta cantidad podamos acceder a las mejoras de eficacia de nuestra espada o el aumento de la barra de vida. Igualmente, según progresemos en los capítulos en que se divide la aventura, vamos a ir completando nuevas habilidades que pueden ir desde diversas maneras de encaramarnos a muros y paredes para salvar obstáculos de otra forma impracticables hasta disponer de nuevas armas (dagas, una ballesta, bombas de humo para despistar, un gancho atado a una soga, etc.) que pueden llegar a ser imprescindibles para vencer a algunos contrincantes o, al menos, hacernos bastante más sencillas las cosas y no padecer tanta dependencia del sable y de la lucha cuerpo a cuerpo.
Por lo que respecta al apartado del combate, salvo determinadas luchas concretas con los líderes más poderosos y escurridizos entre los Templarios o con aquellos soldados de mayor rango, no puede decirse que supongan una excesiva complicación. Para no limitarnos a machacar botones sin cesar, al igual que con las destrezas especiales iremos aprendiendo nuevas combinaciones de golpes y maniobras de ataque (tan propias de este tipo de juegos), fáciles de memorizar y de poner en práctica, a cual más potentes o letales de necesidad. Si acaso donde encontramos mayores dificultades es a la hora de dar determinados saltos que requieren mucha precisión para evitar trampas o caídas que de otra forma serían fatales. La autograbación en puntos concretos muy bien repartidos nos ayuda también a no quedarnos atascados demasiado tiempo en un mismo sitio. No obstante, existen tres niveles de dificultad a nuestra elección en función del grado desafío que nos queramos imponer.
El apartado gráfico destaca por su calidad gracias a una bonita y cuidada puesta en escena de los lugares en los que se infiltra Altaïr (no estaría mal más fases de interior quizás) y la adecuada definición de los personajes. Además, el paso entre un episodio y otro se ve salpicado por pequeñas secuencias cinemáticas en las que se nos va contando la historia e introduce los siguientes pasos que debemos dar. Tanto textos como voces se encuentran en español (la edición es multilingüe) y cuenta con unos correctos efectos de sonido (el típico barullo de los mercados, los gemidos de agonía de quienes se cruzan con nuestra espada, etc) y una música de fondo que varía en función de la tensión del momento. La ambientación recuerda de inmediato a clásicos como Prince of Persia (no en vano, Gameloft fue el desarrollador de este juego para el iPhone) y, remontándonos aún más en el tiempo, a otro mítico plataformero como Aladdin.
Que no está a la altura de la versión para PC o para consolas de sobremesa es algo que ya dábamos por hecho, pero tiene en su favor que es bastante dinámico y no se hace pesado o repetitivo. El mayor inconveniente, sin embargo, es la linealidad de la aventura teniendo que seguir el camino señalado constantemente por un puntero azul, sin poder movernos libremente en las ciudades. El enfoque que proporciona el engine 3D no es todo lo bueno que sería deseable, ya que a veces la visibilidad queda bloqueada por otros elementos. Además, la variedad de escenarios brilla por su ausencia: al ser de sentido común evitar las calles para no quedar al descubierto, nos pasamos más de la mitad de las misiones urbanas atravesando las ciudades por arriba y por abajo, es decir en tejados y cloacas. Se echan en falta más ocasiones de utilizar el robo y la tortura, así como la disponibilidad de tácticas y objetos de interacción a nuestro antojo, y no sólo cuando se nos indica. Por último, los combates son poco realistas, pues aunque podemos vernos rodeados de varios enemigos a la vez, generalmente nos atacan de uno en uno, restando credibilidad a la acción simultánea.
En resumen, un digno cartucho del que hubiera sido deseable un diseño más esmerado en la mecánica de juego, que no en el aspecto gráfico, donde cumple con creces dentro de los estándares de esta consola. Confiemos que la segunda parte, además de reparar los puntos flojos, nos proporcione también bastantes más horas de juego (¡y un final menos abrupto, por Alah!)
3 comentarios:
Pues mira que todavía no he jugado a ningún "Assassin's Creed", pero es que últimamente estoy muy desconectado del mundo videojueguil por diferentes causas, pero ello no me impide empaparme de vídeos, noticias y demás.
Esta versión que comentas de la DS parece interesante, aunque como bien dices, la lacra de los caminos guiados y ese fallo de que al estar rodeado de enemigos te atacan de uno en uno, son puntos negativos que a mi tampoco me gustan. :D
En todo lo demás parece un juego bastante chulo.
Yo también andaba un poco desconectado en los últimos tiempos de los videojuegos, no te creas. Y eso que en su momento era muy jugón. Por eso me pillé una portatil como la DSi, porque me permite jugar en pequeños ratos libres y en momentos en los que no podría hacerlo con el ordenador o con una consola de sobremesa.
Tanto la hermana mayor de la de la DS (Wii) como la portátil de la nintendo son videoconsolas que no pueden ser tratadas como las demás. Son aparatos que no destacan por su potencia gráfica pero si lo hacen en otro campo que hoy en día se ve relegado en un segundo plano: la jugabilidad (¿que en realidad es de lo que se trata no? de jugar). Y la pequeña de nintendo con su pantalla táctil brinda un mundo de posibilidades que por muchos desarrolladores es más un dolor de cabeza y como mucho consiguen implementar simple menu táctil (controlar todo el juego con el stylus es pedir demasiado) o el tener dos pantallas quedando muchas de las veces la pantalla superior como un marco para fotos estáticas. Pues bien esto es lo que le pasa a gameloft que son expertos "comprimidores" de grandes juegos (franquicias) y la verdad que en el mundo de los teléfonos han triunfado pero aún les queda aprender bastante para poder desarrollar juegos propios para la ds. La misma nintendo es una de las pocas compañias que "entiende" su propia máquina y lo ha demostrado con su eterna franquicia: The Legend of Zelda. Tanto Phantom Hourglass como el nuevo Spirit Tracks son dos verdaderas obras de arte que merecen la pena ser jugadas en la handheld.
Saludos y enhorabuena por el blog que esta muy chulo.
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