Una web de opinión sobre el género fantástico y de aventuras en todos sus medios.

viernes, 23 de abril de 2010

Tesoros de las culturas del mundo


De nuevo, el centro de exposiciones Arte Canal nos ofrece una interesante muestra que lleva en Madrid desde el pasado 12 de Diciembre y permanecerá aquí todavía hasta el próximo 10 de Mayo. Se trata de Tesoros de las Culturas del Mundo, y como su propio nombre indica consiste en un limitado, pero selecto, conjunto de piezas que entran en el concepto de representar auténticos tesoros, provenientes la mayoría de valiosos y afortunados hallazgos arqueológicos o de inspiradas obras que se han conservado durante siglos gracias a las donaciones de colecciones privadas.

El fondo principal de objetos que componen la exposición procede del Museo Británico de Londres. Y es una suerte para mi haber visitado la célebre institución hace sólo unos días y completar ahora con este reducido muestrario algunos de los objetos que allí figuraban bajo la etiqueta de préstamo temporal a otros centros del mundo, aunque lógicamente estas no formen parte de lo más granado o representativo que luce el British (porque dudo que las obras maestras se muevan alguna vez de sus salas). Asimismo, el Museo de América de Madrid también ha colaborado aportando algunas piezas propias.

Una gran globo terráqueo hinchable nos recibe en las inmediaciones de la entrada al pabellón, sobre el Parque del Canal, anticipando el pretendido carácter universal de la exposición. Traspasada esta, la distribución de las distintas áreas temáticas –divididas en base a los cinco continentes y alguna que otra sección complementaria- nos introduce en un ambiente bastante agradable, sin exceso de iluminación, que hace muy cómodo el recorrido, salpicado de pantallas con audiovisuales y paneles informativos. He de añadir además, yo que vivo cerca de este parque y paso al lado prácticamente a diario, que a diferencia de otros eventos anteriores no está acudiendo una afluencia excesiva de gente, lo que hace la visita más tranquila y recomendable, sin las habituales apreturas y esperas frecuentes. Un par de horas bastan para que el paseo nos aporte el suficiente nivel de detalle que, además, podemos extender con ayuda de una de las audioguías a nuestra disposición en el vestíbulo (en español, inglés y francés, por 3 euros más).


La visita comienza, como no podía ser de otra forma, a partir del continente africano como cuna de la civilización. Nada más entrar nos topamos con sendos raspadores de la Edad de Piedra que testimonian el inicio del desarrollo humano en la creación de herramientas de carácter meramente práctico, antes de lucir un aspecto ornamental como el de los utensilios que seguirán muchos siglos después. Muy cerca hallamos una réplica de la Piedra Rosetta (que yo sepa, la única imitación que nos vamos a encontrar, justificada en este caso por su carácter excepcional, siendo uno de los objetos más visitados y fotografiados del British). Nos sirve para hacernos una idea de lo maravilloso de esta roca pulida por una de sus caras, con inscripciones en tres alfabetos distintos. Enseguida irrumpe el arte egipcio, del que la estrella es una momia de mujer junto a un sarcófago bellamente trabajado. Estatuillas de divinidades con cabeza de animal, papiros y estelas funerarias, escarabajos de lapislázuli y otros pequeños adornos que se escondían en las mortajas para proteger al difunto en su viaje al más allá, se pueden ver también en este apartado, que se ve completado por un conjunto de tallas de los reinos del África negra, como un busto votivo de madera.

Le sigue el correspondiente al Oriente Medio y la cultura mesopotámica, en el que destacan buena cantidad de relieves asirios con motivos y figuras de guerreros, objetos de las excavaciones de los reinos de Ur y Lagash, la estatua de un dios barbudo con inscripciones acerca del procedimiento adecuado a su culto, todo un repertorio de joyas de Mesopotamia, así como una disposición de tablillas de escritura cuneiforme y, avanzando unos siglos, unas finas arquetas bizantinas de marfil.


Pasamos a un nuevo ámbito geográfico, el de Europa. Aquí residen algunas de las piezas más emblemáticas que se anuncian y que tenía mayor interés en ver. Empezando por la antigüedad clásica, podemos contemplar varias esculturas romanas completas o de torsos bellamente cincelados junto a un busto de Octavio Augusto, además de las clásicas cráteras griegas estilo blackfigure, un casco hoplita, losas conmemorativas de familias patricias y una preciosa gama de numismática grecorromana (incluyendo el famoso tetradracma ateniense, con la lechuza y la rama de olivo). No hay que perderse tampoco el rincón destinado al primitivo arte de tipo celta, con algunos magníficos escudos como el de Chestney, en bronce (rescatado de forma accidental del Támesis por una excavadora que lo abolló antes de ser debidamente restaurado), algunos torqués y abalorios diversos, y una preciosa fíbula ibérica de oro.



Avanzando temporalmente observamos varias vitrinas con elementos asociados a la Edad Media: cofrecillos, algunas pinturas eclesiásticas, astrolabios, relicarios medievales... Entretanto, nos habremos topado con una de las obras cuya imagen más se ha difundido al hablar de esta exposición: cinco piezas pertenecientes al famoso ajedrez noruego hallado en la isla escocesa de Lewis (del s. XII, realizadas en colmillo de morsa); excepcional conjunto formado por el rey, la reina, un alfil con forma de obispo, el caballo montado y la torre, representada como un guerrero. Una verdadera preciosidad que demuestra un fino y minucioso trabajo, del cual podemos disfrutar de una gama mucho más abundante en el Británico. Antes de abandonar esta sala, pasamos igualmente ante varias láminas de dibujos y grabados renacentistas, así como un curiosísimo avivador con forma de cabeza de joven esclavo perteneciente a alguna noble familia.


A continuación llegan las áreas temáticas de Asia, Oceanía y Las Américas. Sin embargo, hay que decir que estas secciones apenas pasan de anecdóticas, pues el espacio que se les ha dedicado es mucho más reducido y por tanto el número de objetos inferior y menos representativo de estas culturas, que desde luego dan mucho más de si. Entre lo que podemos ver del Extremo Oriente señalaría un atípico buda en posición erguida, la figura de la acostumbrada deidad hindú –si mal no recuerdo-, otras piezas de la isla de Java, y un encantador juguete del Japón de un dragón articulado de metal (por lo visto, cuando el negocio de las espadas samurai menguó, muchos artesanos se dedicaron a crear estos fabulosos y detallados trabajos para complementar su actividad). Respecto a Oceanía y la Micronesia, de lo poquito que se exhibe, nos puede llamar la atención un ídolo de dos cabezas, un gran tejido aborigen o una figurita de la Isla de Pascua. Y en cuanto a las Américas, se muestran entre otras cosas significativas unas máscaras precolombinas de oro y láminas que se situaban a modo de peto; sin embargo, resulta sorprendente lo limitado de esta área habiéndose contado con la participación del Museo de América...

Un último sector, bajo el nombre de ‘El mundo moderno’ nos presenta ciertas obras contemporáneas que, sin ser lo más destacable de la exposición, contienen un interesante simbolismo acerca de las cuestiones más relevantes de la humanidad, como la obra de la nigeriana Sokari Douglas Camp.

Camino de la salida nos topamos con un receptáculo destinado a los talleres, donde podemos hacer uso de las pantallas táctiles de consulta para obtener una información más detallada, si así lo queremos, de los principales elementos presentados. He olvidado mencionar que el pabellón también dispone de una sala de proyecciones que emite documentales relacionados con las colecciones expuestas. Antes de abandonar el recinto, un corredor nos conduce a lo largo del cronograma (el extenso panel que indica sobre una línea temporal a qué periodo corresponden los objetos que hemos visto) hasta la tienda, donde podemos hacernos con un recuerdo o adquirir algún libro divulgativo sobre los temas contemplados en el recorrido.


En definitiva, una exposición muy recomendable y apta para todo el mundo (de hecho, los paneles de información general de cada periodo histórico son bastante elementales). Lo único que descoloca un poco es cierta dispersión temporal dentro de cada sala, con verdaderos saltos seculares entre unos objetos y otros a sólo unos pasos de distancia, en lugar de guardar un mayor orden cronológico. Es importante advertir que no está permitido realizar fotos; una prohibición fuera de lugar, ya que en el Museo Británico no hay ningún impedimento en este sentido (las que incluyo en este resumen están extraídas de su galería virtual y de otras web). En estos casos, suelo recurrir al catálogo oficial de la exposición para conservar un recuerdo de lo visto, pero su precio -casi tan hinchado como el globo de la entrada (40€)- me hizo desistir de ello.


Para no repetirme, os remito a un artículo anterior de novedades donde podéis consultar precio de la entrada, horarios y demás aspectos, si tenéis pensado acudir.

8 comentarios:

Pedro dijo...

Je, je, si te fijas el guerrero del ajedrez está mordiendo el borde del escudo, y la mirada... Se da por hecho que se trata de un berserker en pleno ataque de furor místico.

La pregunta es: ¿en el siglo XII todavía existía la figura del berserker o es el resultado de la expresión de una figura mítica que aún estaba fresca en esa cultura?

Cualquiera de las dos posibles respuestas es fascinante.

Jolan dijo...

Si alguien se podía dar cuenta de tal detalle, sin duda ése eres tú, Pedro. :)

Efectivamente se supone que representa a un berserker. De hecho, hay ligeras variaciones sobre determinadas piezas y en otra de las torres-guerrero se aprecia mucho mejor este aspecto: voy a subir la foto al artículo para que pueda verse (no forma parte de las que trajeron a Madrid, sino que es una foto que hice a las que se exhiben en el British).

Beldz dijo...

Por tu reseña parece que la exposición tiene muy buena pinta. Lástima que me caiga lejos porque sin duda iría a visitarla.

Kászon Kovács dijo...

Hola, buena reseña! solo un pequeño detalle para las figuritas de ajedrez: una GRAN pena que la iluminación solo consistía de los focos en el techo; me hubiera gustado verles con mas luz...
Recomiendo tb mis comentarios al exposición en: http://kaszonkovacs.blogspot.com/
menos sistematico, pero creo q complementan bien a este aqui.

Jolan dijo...

Sí, la verdad que la tenue iluminación afectaba a que algunas piezas no se pudieran observar con la claridad que sería deseable. Y como encima no se pueden hacer fotos...

Interesante tu reseña ;)
Saludos.

Kászon Kovács dijo...

Hola Jolan, volviendo un momento al tema de la iluminación. Si se trata de contemplar espacios (interiores o exteriores) si que podemos hablar de una experiencia alternativa debido al luz tenue. Pero en caso de objetos pequeños: si no hay suficiente luz, simplemente no hay objeto! Las figuritas esas de ajedrez me encantan; podría haber tirado una hora dibujando sus detalles; pero como casi no se veían era casi como si no hubieran estado en Madrid…
Otra cosa: la piedra de roseta me fascinaba ya de niño; combina “piedra” con “lingüística” dos temas estrellas :o) Hace poco que descubrí tb la existencia del inscripción de Behistún, una pared en Irán con tres inscripciones cuniformes, 15 m alto, 25 m de ancho y esta situado en una altura de 100m. Merece la pena mirarlo en Google, es curiosísima tanto la inscripción misma como la historia de su desciframiento.
Un saludo, Kászon

Jolan dijo...

Hola Kászon,
a mi también me encantan esas piezas del ajedrez de Lewis (tengo cierta predilección por las figuritas, la verdad). En el British vendían réplicas del ajedrez completo, pero no precisamente baratas.

Magnífica la piedra Rosetta, sin duda. No conozco la que comentas (buscaré info sobre ella) pero otra piedra con inscripciones que me gustó mucho ver (esta otra en el Louvre, si mal no recuerdo) fue el Código de Hammurabi.

Saludos.

VINICIO SANTOS dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...