Norma editorial. Colección Pandora nº 3
Edición original: Le pays Qâ
Edición original: Le pays Qâ
Atención: este artículo puede revelar detalles sobre el argumento.
Y llegamos a un incontestable punto de inflexión de la serie: la saga del país Qâ, que durante estos próximos cuatro volúmenes nos meterá en una aventura de proporciones épicas, hipnótica y adictiva de principio a fin. Mientras que Van Hamme desborda los límites del relato heroico que había alcanzado hasta ahora, Rosinski se muestra deslumbrante en cada página, convirtiéndose en un hacedor de imágenes memorables del comic fantástico, que ha encontrado además el equilibrio exacto en un acertadísimo uso del color. No es de extrañar, por tanto, que una vez transcurrida esta decena de números desde el inicio de Thorgal, exista un consenso general para afirmar que la colección ha conseguido el grado de obra maestra.
De vuelta al retiro de su isla con Aaricia y el pequeño Jolan, cada vez más espabilado, Thorgal rehace su hogar (no olvidemos que quedó destruido en el incidente con Alinoé) ayudado por los nuevos amigos que ganó en el número anterior: Arghun Pie-de-Árbol y su sobrino Tjall, que tras haber pasado una temporada en la isla colaborando en la tarea y ofreciendo su grata compañía, se disponen con la llegada del invierno a regresar a sus tierras. Sin embargo, ese retorno quedará truncado por un suceso del todo inesperado. Con el fin de forzar a Thorgal y Tjall para que la acompañen en una peligrosa misión en el otro extremo del mundo, que le reportará una inmensa suma de oro, la intrigante Kriss de Valnor ha planeado el secuestro de Jolan y Pie-de-Árbol, quienes desaparecen sin casi dejar rastro llevados hacia algún ignoto lugar.
Obligados a aceptar el chantaje y seguir sus manejos para garantizar la seguridad de estos últimos, los dos curtidos arqueros (y también Aaricia que, reacia a ver partir otra vez a su marido -sobre todo junto a la mercenaria- e implicada personalmente por lo que pueda sucederle a su hijo, decide unirse al grupo) se embarcan con Kriss en el bajel volador que ha de trasladarles allí donde tendrá lugar la misión. A bordo del mismo se les darán a conocer precisamente los detalles y el objetivo de ésta: ayudar al pueblo de los Xinjins a poner fin al reinado inhumano y esclavizante del dios Ogotaï -un ser desconocido de capacidades extraordinarias, tocado por una extraña corona que le otorga sus poderes- que amenaza con devastar por completo el país Qâ. Sin saberlo, este viaje supondrá para Thorgal un nuevo encuentro con su pasado y un hito en su destino. Cuando la nave les desaloja en mitad de una frondosa selva, de manera bastante accidentada, la expedición formada por Thorgal, Aaricia, Tjall y Kriss de Valnor emprende el camino hacia la terrible ciudad de Mayaxatl para cumplir cada cual con sus propósitos; la sed de oro, para una, y la esperanza de volver a ver a los suyos, de los demás. Entretanto, Jolan y el tío de Tjall permanecen recluidos como rehenes en un poblado en pleno desierto, tan fascinante como aislado, ajenos a los peligros que esperan al grupo.
El ciclo del país Qâ es uno de los más extensos y nos regala algunas de las secuencias más importantes de la serie. No falta componente alguno digno de aparecer en las mejores historias fantásticas y de aventuras. Este primer álbum del ciclo ya es una buena muestra en ese sentido. El viaje épico, retratado por medio de una inusitada variedad de escenarios, es un claro ejemplo: desde las costas nevadas de la isla de Thorgal a la aridez del desierto golpeado por un sol abrasador; de la inmensidad del océano insondable hasta lo más profundo de la espesura de la jungla, pasando por la vastedad de un cielo sin horizonte donde los abordajes aéreos se suceden sin tregua ni perdón hacia el enemigo.
La magnífica puesta en escena de los protagonistas es otro punto que contribuye a valorar con nota alta la grandeza de esta saga. En el volumen previo Van Hamme fraguaba nuevos secundarios, dotándoles de un fuerte carisma. Y aquí los utiliza sin dudarlo, ahondando en su carácter, exprimiendo todo lo que son capaces de aportar. Este juego con los personajes es doblemente hábil, pues resuelve separarlos en dos grupos, volviendo sobre cada uno en el momento justo, haciendo que la transición entre uno y otro funcione como un engranaje perfectamente engrasado, sin interrupciones bruscas. Las distintas preocupaciones a las que se enfrenta cada grupo forman parte de ese atractivo de dividir la acción entre ambos. Y en medio de la tensión de la aventura, asistimos al excitante choque de personalidades de las dos féminas que toman parte en ella. Las fricciones entre Aaricia y Kriss de Valnor, convertidas en dos amazonas irreconciliables (con cambios de look incluidos) provoca -y lo seguirá haciendo en los siguientes tomos- más de una situación, motivada por los celos y rabia de la primera y la agresividad de la segunda, en la que los componentes masculinos del grupo sólo pueden optar por separarlas de su intento de clavarse las uñas o quedar como peleles ante el cruce de insultos de ambas. El rencor de Aaricia por la aparición de Kriss en sus vidas parece razonable, al estar en peligro su propio hijo (y frustar, ya de paso, el mencionado proyecto de un nuevo retoño; algo que no se materializará hasta varios álbumes más tarde) pero con su entrada de lleno en la historia (incluso realiza su bautismo de sangre), acompañando al fin a su marido, los autores han dado en el clavo. Por otra parte, la mercenaria se nos antoja nuevamente como un personaje odioso, capaz de las más sucias tretas para lograr sus fines, pero a la que no podemos negar estar espléndida en su papel de líder del grupo, haciendo sombra al mismo Thorgal. Como bien preconiza Tjall, la aventura se promete movida.
La magnitud que alcanza la narración del país Qâ se amplía con el siempre bien sostenido factor mitológico. Si bien es verdad que el punto de arranque del guión vuelve a consistir en un rapto, recurso más que visto en la serie, enseguida adquiere un dinamismo que nos seduce fácilmente, cuando toda la maquinaria de la inspiración mítica se pone en marcha. Los autores nos llevan de pronto al otro lado del océano, hasta una alternativa América precolombina, sobre un entorno basado en las culturas de Mayas y Aztecas, con la magnificencia de sus pirámides haciéndose hueco entre el verdor selvático u otros parajes impresionantes (la vista de la ciudad excavada en la roca de los Xinjins, a imitación de la Petra de los nabateos, queda como una de las más preciosas viñetas de la saga), en medio de civilizaciones condenadas y manejadas por dioses vivos que deciden su suerte, en las que los sacrificios rituales y la crueldad de otras prácticas forman parte de lo común, y a su vez recurren a avances tecnológicos más propios de la ciencia-ficción -como las naves voladoras- camufladas bajo la argucia de la magia.
El emblema en las velas de los Chaams que tanto llama la atención de Thorgal y su sorpresa al toparse con la estatua de Haynée se dejan como pistas de lo que está por venir y será explicado más adelante, así como la contraposición existente entre los 'dioses' Ogotaï, el que ha llegado de muy lejos, y el protector que ampara a la única tribu -la de los Xinjins- que aún se le resiste: Tanatloc, quien pese su breve aparición en este número (sólo los más observadores le reconocerán a estas alturas como alguien ya presentado en una historieta anterior) va a desempeñar una relación primordial con Jolan.
El final abierto (no podía ser de otra manera) de este álbum llega en el momento correcto, una vez expuesta la trama y situados los personajes en el escenario que les va a ver sufrir en las próximas páginas como nunca hasta ahora. Sin duda consigue el efecto deseado por todo "continuará...", cual serial televisivo: el de dejarnos con la avidez de seguir leyendo y descubrir qué les depara a nuestros héroes. Lo sabremos en Los ojos de Tanatloc.
De vuelta al retiro de su isla con Aaricia y el pequeño Jolan, cada vez más espabilado, Thorgal rehace su hogar (no olvidemos que quedó destruido en el incidente con Alinoé) ayudado por los nuevos amigos que ganó en el número anterior: Arghun Pie-de-Árbol y su sobrino Tjall, que tras haber pasado una temporada en la isla colaborando en la tarea y ofreciendo su grata compañía, se disponen con la llegada del invierno a regresar a sus tierras. Sin embargo, ese retorno quedará truncado por un suceso del todo inesperado. Con el fin de forzar a Thorgal y Tjall para que la acompañen en una peligrosa misión en el otro extremo del mundo, que le reportará una inmensa suma de oro, la intrigante Kriss de Valnor ha planeado el secuestro de Jolan y Pie-de-Árbol, quienes desaparecen sin casi dejar rastro llevados hacia algún ignoto lugar.
Obligados a aceptar el chantaje y seguir sus manejos para garantizar la seguridad de estos últimos, los dos curtidos arqueros (y también Aaricia que, reacia a ver partir otra vez a su marido -sobre todo junto a la mercenaria- e implicada personalmente por lo que pueda sucederle a su hijo, decide unirse al grupo) se embarcan con Kriss en el bajel volador que ha de trasladarles allí donde tendrá lugar la misión. A bordo del mismo se les darán a conocer precisamente los detalles y el objetivo de ésta: ayudar al pueblo de los Xinjins a poner fin al reinado inhumano y esclavizante del dios Ogotaï -un ser desconocido de capacidades extraordinarias, tocado por una extraña corona que le otorga sus poderes- que amenaza con devastar por completo el país Qâ. Sin saberlo, este viaje supondrá para Thorgal un nuevo encuentro con su pasado y un hito en su destino. Cuando la nave les desaloja en mitad de una frondosa selva, de manera bastante accidentada, la expedición formada por Thorgal, Aaricia, Tjall y Kriss de Valnor emprende el camino hacia la terrible ciudad de Mayaxatl para cumplir cada cual con sus propósitos; la sed de oro, para una, y la esperanza de volver a ver a los suyos, de los demás. Entretanto, Jolan y el tío de Tjall permanecen recluidos como rehenes en un poblado en pleno desierto, tan fascinante como aislado, ajenos a los peligros que esperan al grupo.
El ciclo del país Qâ es uno de los más extensos y nos regala algunas de las secuencias más importantes de la serie. No falta componente alguno digno de aparecer en las mejores historias fantásticas y de aventuras. Este primer álbum del ciclo ya es una buena muestra en ese sentido. El viaje épico, retratado por medio de una inusitada variedad de escenarios, es un claro ejemplo: desde las costas nevadas de la isla de Thorgal a la aridez del desierto golpeado por un sol abrasador; de la inmensidad del océano insondable hasta lo más profundo de la espesura de la jungla, pasando por la vastedad de un cielo sin horizonte donde los abordajes aéreos se suceden sin tregua ni perdón hacia el enemigo.
La magnífica puesta en escena de los protagonistas es otro punto que contribuye a valorar con nota alta la grandeza de esta saga. En el volumen previo Van Hamme fraguaba nuevos secundarios, dotándoles de un fuerte carisma. Y aquí los utiliza sin dudarlo, ahondando en su carácter, exprimiendo todo lo que son capaces de aportar. Este juego con los personajes es doblemente hábil, pues resuelve separarlos en dos grupos, volviendo sobre cada uno en el momento justo, haciendo que la transición entre uno y otro funcione como un engranaje perfectamente engrasado, sin interrupciones bruscas. Las distintas preocupaciones a las que se enfrenta cada grupo forman parte de ese atractivo de dividir la acción entre ambos. Y en medio de la tensión de la aventura, asistimos al excitante choque de personalidades de las dos féminas que toman parte en ella. Las fricciones entre Aaricia y Kriss de Valnor, convertidas en dos amazonas irreconciliables (con cambios de look incluidos) provoca -y lo seguirá haciendo en los siguientes tomos- más de una situación, motivada por los celos y rabia de la primera y la agresividad de la segunda, en la que los componentes masculinos del grupo sólo pueden optar por separarlas de su intento de clavarse las uñas o quedar como peleles ante el cruce de insultos de ambas. El rencor de Aaricia por la aparición de Kriss en sus vidas parece razonable, al estar en peligro su propio hijo (y frustar, ya de paso, el mencionado proyecto de un nuevo retoño; algo que no se materializará hasta varios álbumes más tarde) pero con su entrada de lleno en la historia (incluso realiza su bautismo de sangre), acompañando al fin a su marido, los autores han dado en el clavo. Por otra parte, la mercenaria se nos antoja nuevamente como un personaje odioso, capaz de las más sucias tretas para lograr sus fines, pero a la que no podemos negar estar espléndida en su papel de líder del grupo, haciendo sombra al mismo Thorgal. Como bien preconiza Tjall, la aventura se promete movida.
La magnitud que alcanza la narración del país Qâ se amplía con el siempre bien sostenido factor mitológico. Si bien es verdad que el punto de arranque del guión vuelve a consistir en un rapto, recurso más que visto en la serie, enseguida adquiere un dinamismo que nos seduce fácilmente, cuando toda la maquinaria de la inspiración mítica se pone en marcha. Los autores nos llevan de pronto al otro lado del océano, hasta una alternativa América precolombina, sobre un entorno basado en las culturas de Mayas y Aztecas, con la magnificencia de sus pirámides haciéndose hueco entre el verdor selvático u otros parajes impresionantes (la vista de la ciudad excavada en la roca de los Xinjins, a imitación de la Petra de los nabateos, queda como una de las más preciosas viñetas de la saga), en medio de civilizaciones condenadas y manejadas por dioses vivos que deciden su suerte, en las que los sacrificios rituales y la crueldad de otras prácticas forman parte de lo común, y a su vez recurren a avances tecnológicos más propios de la ciencia-ficción -como las naves voladoras- camufladas bajo la argucia de la magia.
El emblema en las velas de los Chaams que tanto llama la atención de Thorgal y su sorpresa al toparse con la estatua de Haynée se dejan como pistas de lo que está por venir y será explicado más adelante, así como la contraposición existente entre los 'dioses' Ogotaï, el que ha llegado de muy lejos, y el protector que ampara a la única tribu -la de los Xinjins- que aún se le resiste: Tanatloc, quien pese su breve aparición en este número (sólo los más observadores le reconocerán a estas alturas como alguien ya presentado en una historieta anterior) va a desempeñar una relación primordial con Jolan.
El final abierto (no podía ser de otra manera) de este álbum llega en el momento correcto, una vez expuesta la trama y situados los personajes en el escenario que les va a ver sufrir en las próximas páginas como nunca hasta ahora. Sin duda consigue el efecto deseado por todo "continuará...", cual serial televisivo: el de dejarnos con la avidez de seguir leyendo y descubrir qué les depara a nuestros héroes. Lo sabremos en Los ojos de Tanatloc.
6 comentarios:
Bueno pues estamos en medio de los que muchos seguidores de Thorgal consideran el mejor ciclo de la serie. Yo no soy tan drástico y me gustan por igual casi todos los ciclos, pero si es verdad que en este se nota un punto de inflexión tanto en el dibujo de Rosinski como en el guión de Van Hamme.
Por cierto, un personaje que me encanta es Kriss de Valnor y aunque me gustaría comentar sobre ella, tengo que callarme y esperar a que llegues al episodio que lleva su nombre en "la saga de Bizancio" imagino que ya sabes la razón ;D
Un abrazo.
Yo pienso al igual que tú, Angux, y me encantan todas las sagas de la colección, por más que exista una etapa en la que se ha dicho que la serie decae un poco. El ciclo de Qa, eso sí, es especialmente bueno.
Y lo mismo digo de Kriss también. Un personaje increible donde los haya. Para reseñar el tomo "Kriss de Valnor" aún me falta mucho, pero bien sé a qué te refieres...
Nos leemos ;)
Esta saga tiene un momento que es cuando Ogotai descubre a su hijo que es puro voltaje emocional.
Aun recuerdo que mi hermano mayor trajo a casa un arcaico comic de thorgal llamado Los tres ancianos del pais de Aran que me quede totalmente subyugado con mis once o doce años por entonces
THORGAL debería ser de lectura obligtoria para los amantes del género y recomendada para los amantes de cualquier otro género.
Pues a mí este ciclo y el álbum de "Los arqueros" me parece el cénit de Thorgal. La saga mejor hilvanada y desarrollada tanto argumental como gráficamente. Una maravilla y el conjunto de los cuatro albumes uno de mis tebeos preferidos.
Impacientes Saludos.
Muy buena esta saga de los Dioses extraterrestres.
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