Si hace unas semanas hacía un repaso en una reseña anterior sobre las Crónicas de Prydain, la saga en cinco volúmenes creada por Lloyd Alexander, llega ahora el momento de hablar un poco sobre la película que, basándose -muy libremente- en el argumento de estos libros de ambientación fantástico-medieval, realizó la factoría Disney hace ya casi un cuarto de siglo. Dato que bien me hace constatar el abrumador paso del tiempo, porque a pesar de que no he podido disfrutar de ella hasta fechas recientes, aún recuerdo aquella hora del recreo en la que nos regalaron en el patio del colegio el álbum de cromos de Taron y el Caldero Mágico (que, como tantos otros, supongo que ahí se quedaría sin completar y que, por cierto, debió de ser uno de los escasos artículos que se distribuyó dentro del merchandising de la película).
Así pues, esta cinta de animación (la número 25 de la compañía) es un refrito de los dos primeros títulos de las Crónicas de Prydain: El Libro de los Tres y El Caldero Negro. De manera que, cogiendo elementos de aquí y allá de ambas novelas, nos cuenta la historia del soñador porquero Taron, que deberá enfrentarse al Rey del Mal cuando sus esbirros secuestran a la cerda oráculo Hen-Wen, a la que pretende utilizar para hallar el caldero negro que le permitirá despertar a un ejército de muertos vivientes y ponerlos bajo sus órdenes. Tratando de rescatar a la cerdita, Taron se pondrá en marcha hacia el castillo del siniestro rey, topándose de camino con Gurgi, una extraña y hambrienta criatura que decide seguirle. Pero será hecho prisionero y arrojado a las frías mazmorras, de donde sólo logrará escapar gracias a la ayuda de la joven princesa Elena y un excéntrico bardo, tras hallar una misteriosa espada que le facilitará mucho la tarea. Su misión consistirá ahora en encontrar el caldero antes de que acabe en manos del temible rey. El pueblo subterraneo de los gnomos le revelará que lo esconden las tres brujas de Morva, de modo que el grupo parte en su busca con la intención de destruirlo para siempre.
Como ya es habitual en toda adaptación del género, el equipo creativo se tomó sus libertades al traspasar la obra de Alexander a la gran pantalla. Además de las diferencias entre el guión de las novelas y el film, los nombres de los protagonistas, por poner un ejemplo (en la versión en castellano al menos), han sido ideados como les vino en gana: Taron, en lugar del original Taran, la princesa Elena por Eilonwy, o el patético Fausto -un hombrecillo avejentado que pinta muy poco durante los 77 minutos de metraje- sustituyendo al bardo Fflewddur Flam. Gurgi queda reducido a un pesadísimo perrillo de las praderas, o algo similar, mientras que el Rey del Mal (en un alarde de originalidad a la hora de ponerle nombre) es una mezcla extraña de Arawn y su sirviente, el Rey Astado. Por no mencionar el papel que desempeñan las tres brujas de Morva o los miembros del Fair Folk, el Pueblo Justo, entre ellos Doli, que figuran como un hatajo insufriblemente pueril de gnomos. El doblaje latino de la edición en español reconozco que no me ayudó mucho a cogerles gusto a los protagonistas. Es curioso pero, pese a contar con una banda sonora muy adecuada, no hay en la película ni una sola de las típicas cancioncillas entre escena y escena que de forma tan común la compañía calza en sus productos (hecho que personalmente agradezco, sintiéndolo mucho por aquellos a quienes le encanten).
Por primera vez, Disney se metía en otros fregados; el terreno de la fantasía heroica -hasta entonces rara vez pasaba de las fábulas más clásicas- y el experimento les salió mal. Hasta el punto de que situó en serios aprietos económicos al gigante de la animación y supuso el abandono de Don Bluth a resultas de este proyecto. Seguramente el cambio de registro no sentó nada bien en las salas de cine: a unos personajes algo vacíos, carentes del encanto y gancho de los cuentos tradicionales, se unía una visión mucho más oscura de lo acostumbrado. Paisajes tenebrosos, un malo versión Skeletor capaz de inspirar miedo de verdad (entre los más pequeños, se entiende), un ejército de zombis, y todo ello sin contar con que la cinta sufrió importantes tijeretazos y eliminación de escenas antes de su estreno (con la única finalidad de obtener la calificación para todos los públicos): secuencias en las que Taron aparece herido y sangrante, por ejemplo, o las de una Eilonwy -me resisto a usar su nombre cinematográfico- con los ropajes desgarrados que podrían dejar ver más de lo deseable, por lo que parece. Y sin embargo yo creo que esa ambientación tétrica es precisamente uno de los mayores aciertos de la película. Un matiz de madurez que la habría hecho mucho más realista de no sufrir los recortes mencionados. La 'culpa' de este carácter sombrío probablemente la tenga el señor Tim Burton, quien mucho antes de salir del anonimato debido a creaciones por todos conocidas, ya dejaba su particular huella aquí, como podéis comprobar por varias de las secuencias y el concept art del film que aparece en este artículo. Seguramente él sea el responsable, en esta ocasión, de que la imagen del antagonista fuera tan aterradora para los pequeños, aunque vaya acompañado del típico goblin, sapito o lo que sea, para contraponer a la seriedad del primero el aspecto gracioso del segundo.
Pero si nos ponemos a analizar los motivos del fracaso en taquillas de Taron y el Caldero Mágico, aparte de encontrar las razones en una producción difícil, muy costosa para la época, que no recuperó los millones de dólares por entonces invertidos, la clave puede estar en que no supo encajarse correctamente en los tiempos de su estreno, en 1985. Taron no despertó interés, principalmente por no dejar bien claro hacia qué público iba dirigida: se trataba de una película demasiado lúgubre para los niños de aquellos tiempos y en cambio muy infantil para los adultos, no siendo el resultado final del agrado de los unos ni de los otros. A esto hay que añadir el propósito fallido de emplear nuevas técnicas de animación, que han hecho que la cinta envejezca francamente mal.
El absoluto silencio de Disney sobre este título con el paso de los años, a diferencia de otros lanzamientos que han gozado de sus correspondientes remasterizaciones y nuevas ediciones, lo convierte en la oveja negra de la portentosa factoría. También La Bella Durmiente, Pinocho o Merlín el Encantador fueron fiascos en taquilla, con penosas recaudaciones en el momento de su estreno, pero al contrario que Taron fueron merecidamente rescatadas, pasando por chapa y pintura previamente a su release en DVD.
Así que la incógnita de si Taron regresará en un futuro, en una edición restaurada como sería necesario, sigue en pie. Francia y Alemania sí parecen apostar por ello, según tengo entendido por los anuncios que se han realizado en los últimos meses. Y circulan rumores de que, a finales de 2009, con motivo del 25 aniversario pueda aparecer una edición especial con extras. Pero por ahora sólo son eso; rumores.
La película no es mala; que no tuviera el éxito deseado en su día no es sinónimo de una inferior calidad, aunque desde luego requiere un imprescindible lavado de cara a nivel técnico. Algunos aspectos, como una ñoñería desatada en determinadas secuencias, pueden echarla un poco a perder, pero no es algo de lo que se libren muchos otros lanzamientos de la Disney. Yo creo que, con los retoques apropiados, hoy por hoy podría encajar entre el público bastante mejor que antaño. En resumidas cuentas, lejos de ser redonda, no es una peli tan decepcionante como para no poder sacarle partido en la actualidad ni dejarse ver.
Así pues, esta cinta de animación (la número 25 de la compañía) es un refrito de los dos primeros títulos de las Crónicas de Prydain: El Libro de los Tres y El Caldero Negro. De manera que, cogiendo elementos de aquí y allá de ambas novelas, nos cuenta la historia del soñador porquero Taron, que deberá enfrentarse al Rey del Mal cuando sus esbirros secuestran a la cerda oráculo Hen-Wen, a la que pretende utilizar para hallar el caldero negro que le permitirá despertar a un ejército de muertos vivientes y ponerlos bajo sus órdenes. Tratando de rescatar a la cerdita, Taron se pondrá en marcha hacia el castillo del siniestro rey, topándose de camino con Gurgi, una extraña y hambrienta criatura que decide seguirle. Pero será hecho prisionero y arrojado a las frías mazmorras, de donde sólo logrará escapar gracias a la ayuda de la joven princesa Elena y un excéntrico bardo, tras hallar una misteriosa espada que le facilitará mucho la tarea. Su misión consistirá ahora en encontrar el caldero antes de que acabe en manos del temible rey. El pueblo subterraneo de los gnomos le revelará que lo esconden las tres brujas de Morva, de modo que el grupo parte en su busca con la intención de destruirlo para siempre.
Como ya es habitual en toda adaptación del género, el equipo creativo se tomó sus libertades al traspasar la obra de Alexander a la gran pantalla. Además de las diferencias entre el guión de las novelas y el film, los nombres de los protagonistas, por poner un ejemplo (en la versión en castellano al menos), han sido ideados como les vino en gana: Taron, en lugar del original Taran, la princesa Elena por Eilonwy, o el patético Fausto -un hombrecillo avejentado que pinta muy poco durante los 77 minutos de metraje- sustituyendo al bardo Fflewddur Flam. Gurgi queda reducido a un pesadísimo perrillo de las praderas, o algo similar, mientras que el Rey del Mal (en un alarde de originalidad a la hora de ponerle nombre) es una mezcla extraña de Arawn y su sirviente, el Rey Astado. Por no mencionar el papel que desempeñan las tres brujas de Morva o los miembros del Fair Folk, el Pueblo Justo, entre ellos Doli, que figuran como un hatajo insufriblemente pueril de gnomos. El doblaje latino de la edición en español reconozco que no me ayudó mucho a cogerles gusto a los protagonistas. Es curioso pero, pese a contar con una banda sonora muy adecuada, no hay en la película ni una sola de las típicas cancioncillas entre escena y escena que de forma tan común la compañía calza en sus productos (hecho que personalmente agradezco, sintiéndolo mucho por aquellos a quienes le encanten).
Por primera vez, Disney se metía en otros fregados; el terreno de la fantasía heroica -hasta entonces rara vez pasaba de las fábulas más clásicas- y el experimento les salió mal. Hasta el punto de que situó en serios aprietos económicos al gigante de la animación y supuso el abandono de Don Bluth a resultas de este proyecto. Seguramente el cambio de registro no sentó nada bien en las salas de cine: a unos personajes algo vacíos, carentes del encanto y gancho de los cuentos tradicionales, se unía una visión mucho más oscura de lo acostumbrado. Paisajes tenebrosos, un malo versión Skeletor capaz de inspirar miedo de verdad (entre los más pequeños, se entiende), un ejército de zombis, y todo ello sin contar con que la cinta sufrió importantes tijeretazos y eliminación de escenas antes de su estreno (con la única finalidad de obtener la calificación para todos los públicos): secuencias en las que Taron aparece herido y sangrante, por ejemplo, o las de una Eilonwy -me resisto a usar su nombre cinematográfico- con los ropajes desgarrados que podrían dejar ver más de lo deseable, por lo que parece. Y sin embargo yo creo que esa ambientación tétrica es precisamente uno de los mayores aciertos de la película. Un matiz de madurez que la habría hecho mucho más realista de no sufrir los recortes mencionados. La 'culpa' de este carácter sombrío probablemente la tenga el señor Tim Burton, quien mucho antes de salir del anonimato debido a creaciones por todos conocidas, ya dejaba su particular huella aquí, como podéis comprobar por varias de las secuencias y el concept art del film que aparece en este artículo. Seguramente él sea el responsable, en esta ocasión, de que la imagen del antagonista fuera tan aterradora para los pequeños, aunque vaya acompañado del típico goblin, sapito o lo que sea, para contraponer a la seriedad del primero el aspecto gracioso del segundo.
Pero si nos ponemos a analizar los motivos del fracaso en taquillas de Taron y el Caldero Mágico, aparte de encontrar las razones en una producción difícil, muy costosa para la época, que no recuperó los millones de dólares por entonces invertidos, la clave puede estar en que no supo encajarse correctamente en los tiempos de su estreno, en 1985. Taron no despertó interés, principalmente por no dejar bien claro hacia qué público iba dirigida: se trataba de una película demasiado lúgubre para los niños de aquellos tiempos y en cambio muy infantil para los adultos, no siendo el resultado final del agrado de los unos ni de los otros. A esto hay que añadir el propósito fallido de emplear nuevas técnicas de animación, que han hecho que la cinta envejezca francamente mal.
El absoluto silencio de Disney sobre este título con el paso de los años, a diferencia de otros lanzamientos que han gozado de sus correspondientes remasterizaciones y nuevas ediciones, lo convierte en la oveja negra de la portentosa factoría. También La Bella Durmiente, Pinocho o Merlín el Encantador fueron fiascos en taquilla, con penosas recaudaciones en el momento de su estreno, pero al contrario que Taron fueron merecidamente rescatadas, pasando por chapa y pintura previamente a su release en DVD.
Así que la incógnita de si Taron regresará en un futuro, en una edición restaurada como sería necesario, sigue en pie. Francia y Alemania sí parecen apostar por ello, según tengo entendido por los anuncios que se han realizado en los últimos meses. Y circulan rumores de que, a finales de 2009, con motivo del 25 aniversario pueda aparecer una edición especial con extras. Pero por ahora sólo son eso; rumores.
La película no es mala; que no tuviera el éxito deseado en su día no es sinónimo de una inferior calidad, aunque desde luego requiere un imprescindible lavado de cara a nivel técnico. Algunos aspectos, como una ñoñería desatada en determinadas secuencias, pueden echarla un poco a perder, pero no es algo de lo que se libren muchos otros lanzamientos de la Disney. Yo creo que, con los retoques apropiados, hoy por hoy podría encajar entre el público bastante mejor que antaño. En resumidas cuentas, lejos de ser redonda, no es una peli tan decepcionante como para no poder sacarle partido en la actualidad ni dejarse ver.
6 comentarios:
No me acordaba yo de esta pelicula. No sabía que estaba basada en una obra de Alexander que es un autor bastante interesante. Imagino que finalmente Disney la reeditará en condiciones que otra cosa no tendrá pero sabe cuidar sus productos aunque no hayan sido los más rentables. Creo que "Blancanieves" a pesar de tratarse del clásico de los clásicos esperaron a reeditarla en condiciones hasta su aniversario.
Paciencia y seguro que este año sale.
Impacientes Saludos.
Creo que la ví de pequeño, aunque no me fio demasiado de mi memoria... Quizá haya que echarle otro vistazo, o al menos, a los comics que la inspiraron. Si tienen zombies, hay que leerlo! :)
Sólo un par de precisiones, padawan: está basada en una serie de novelas fantásticas(puedes ver más información sobre ellas en el enlace del artículo), no de comics, si bien es verdad que creo que sacaron uno de esos comics con fotogramas de la película, pero de escaso interés.
En cuanto a los 'nacidos del caldero' son una especie de esqueletos revividos inmutables, así que el concepto se puede asimilar más o menos a una especie de zombies, eso sí. :)
Saludos!
ah, no había leído tu post anterior, no sé por qué me quedé con la idea de que era un comic. Acabo de ver que está en la biblioteca de mi barrio :)
Alguien sabe donde conseguir el libro lo he estado buscando pero solo esta en españa y yo estoy en Colombia..gracias
Anónimo:
Supongo que te refieres a los libros de las Crónicas de Prydain, en uno de los cuales -el segundo- está basada esta película.
Si no recuerdo mal, la editorial Alfaguara los reeditó hace un tiempo. De todas formas, creo que tampoco son muy difíciles de encontrar las ediciones anteriores a través de portales como Ebay o Todocolección, que suelen hacer envíos internacionales.
Si quieres saber más sobre los libros, también les dedicamos un artículo en el blog.
Saludos.
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