Cuentos de Terramar es la adaptación a la gran pantalla en formato de animación de una de las obras más populares de Ursula K. Le Guin, que para mi siempre ha sido referente y una de las maestras inconfundibles dentro de la literatura fantástica y de ciencia ficción, como ya habréis comprobado por algún artículo anterior. En concreto, esta película (que se convierte en la segunda tentativa realizada por unos grandes estudios de trasladar al cine las historias de Terramar) recoge, o eso pretende, los argumentos de los libros tercero y cuarto de dicha saga: La costa más lejana y Tehanu. Así pues, asumía el visionado de Cuentos de Terramar con cierto recelo después de ver en qué había quedado la anterior producción, llevada a cabo por Robert Liebermann, titulada Leyendas de Terramar, que en este caso acopiaba las historias de los dos primeros libros para realizar una miniserie en dos capítulos. En efecto, y como se desprende de mi reacción ante lo que pudiera deparar esta nueva realización, el resultado del film de Liebermann fue decepcionante hasta tal punto de levantar las iras de la escritora. Una traición absoluta al espíritu y a la fuerza de estos libros. Pero ya dedicaré otra ocasión para hablar de la miniserie. El caso es que las expectativas iniciales frente a la versión que iba a realizar Goro Miyazaki, hijo del famoso Hayao Miyazaki (La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro, El castillo ambulante) de los estudios Ghibli, nos alumbraba con la posibilidad de que ahora sí había llegado el momento para que Terramar se viera inmortalizada en el cine como se merecía. Además, una adaptación animada podía dar mucho juego y aportar preciosos matices que una película protagonizada por actores quizá no conseguiría. De algún modo, parece que solemos ser más críticos cuando hay por medio una interpretación a cargo de personas reales.
Antes de sentarme a verla me dije a mi mismo que intentaría valorarla desde una doble vertiente: como mero espectador de una cinta de fantasía y a partir del punto de mira como lector/espectador, guardando en mente la idea de lo fácilmente que se alejan este tipo de producciones del guión original y siendo generoso ante las concesiones y licencias que su director se hubiera podido tomar siempre que el resultado final fuera correcto. Pues bien, una vez pasadas las casi dos horas largas de metraje a las que se aproxima la proyección, la conclusión a la que llego es que, si contemplada como un espectador cualquiera la película no llega al aprobado, desde el segundo punto de vista lo hace menos todavía...
Partamos del guión que nos propone Miyazaki: En el archipiélago de Terramar, un nuevo y desconocido mal se extiende sin remedio, alterando el precario y siempre imprescindible equilibrio que afecta a todas las cosas. Se observan dragones provenientes del remoto oeste luchando entre si, las epidemias diezman a ganados y personas, los magos ven mermadas sus capacidades para ejercer su arte y las gentes parecen perdidas en su vocación y sus ganas de vivir. Gavilán, archimago de todas las islas, inicia un viaje para conocer el origen de la amenaza que se cierne sobre todo Terramar. En su deambular, acabará conociendo al joven Arren, príncipe de Enlad que, afectado por un extraño lado oscuro, después de asesinar a su padre, vaga perdido. Gavilán lo recoge, convirtiéndose en una especie de tutor para el muchacho, y lo lleva a la granja de Tenar, una antigua conocida que ya por entonces acoge a Therru, una niñita tímida y desconfiada, víctima de la violencia y marcada en el rostro. A su vez, el brujo malvado Cob/Kumo, enemigo de Gavilán, aprovechará las inseguridades de Arren, personificadas en la sombra que le persigue, para ponerlo en contra de su protector y cumplir así su sed de venganza y sus planes para la búsqueda de inmortalidad.
A estas alturas, cualquiera que haya leído Terramar se dará cuenta de que el argumento del film es un auténtico despropósito para con la obra de Le Guin. Todo parecido con el texto original es casi pura coincidencia. Miyazaki se ha limitado a escoger determinados nombres y pasajes para hacer con ellos lo que le ha venido en gana, aunque más bien diría que, sencillamente, no ha leído los libros, o al menos eso es lo que deja entrever el atropello que ha realizado. Tremenda decepción porque, al margen de que fuera más o menos fiel a la concepción literaria, esperaba encontrarme una película bella y profunda, tal es la fama de las producciones de Ghibli. Sin embargo, me ha parecido un título tirando a tedioso, con un guión que a todas luces carece de dinamismo, poblado por personajes planos que responden a los acostumbrados clichés, como tópico es también el eje sobre el que gira la historia: la eterna lucha del bien contra el mal, con un Ged de lo más anodino que en poco se parece al que conocemos de las páginas de La costa más lejana, y un malo malísimo típico (y para más señas, de identidad sexual indistinguible, pues en todo momento se le muestra como una mujer, pero el tratamiento con el que se dirigen hacia él/ella es de Lord).
Queda claro por tanto que la labor de adaptación del guión ha sido un rotundo fracaso. Y hay múltiples ejemplos que ilustran las libres interpretaciones del director. Si nos encontramos en un archipiélago, casi tenemos que imaginarlo. Toda la acción se desarrolla en una única isla, Wathort, y en torno a su ciudad más importante, la villa mercante de Hortburgo, que en la novela no es más que una de las múltiples paradas del viaje que realizan Ged y Arren. De tal forma, que la riqueza y la diversidad de un mundo como Terramar no queda reflejada ni de lejos. De hecho, en este sentido, los escenarios no son especialmente destacables, salvo la bonita panorámica de la ciudad y tal vez el palacio del rey que se ofrece casi al principio.
La actitud de Arren es del todo incomprensible y no se entienden cuáles son sus móviles. Aunque se intenta reflejar la inconstancia que acompaña al personaje, que en la cinta es sin duda el que lleva el peso de la historia, sólo vemos a un púber errático y desconcertante, en nada similar al chico, quizá inseguro, pero claramente valiente y valedor de una madurez creciente que observamos en la tercera entrega de la saga. Otro tanto se puede decir de Therru, indefinida a todos los niveles, y cuya verdadera naturaleza, presentada de forma incongruente en las últimas escenas, descolocará seguramente a todo aquel que no haya pasado primero por las novelas. Porque esa es una constante a lo largo de toda la filmación: las referencias que hacen los personajes a situaciones anteriores de los libros, lo que la vuelven aún más ininteligible para quien nada sepa de antemano sobre Terramar (pongamos por caso cuando Tenar, la pobre, desubicada por completo de su contexto original en este batiburrillo de los libros 3 y 4, menciona su estancia en las tumbas de Atuán).
Más retazos elegidos al azar de la novela para formar las secuencias a gusto del director, como el que escoge los ingredientes que le parecen más atractivos para confeccionar un plato que no guarda ninguna relación con la receta que está siguiendo: la fugaz aparición de Miralejos, la comerciante de telas del mercado de Hortburgo, los traficantes de hazia, con lección de moralina incluida, las pesadillas de Arren, su captura por los comerciantes de esclavos, la importancia de los nombres verdaderos y alguna que otra lejana semejanza del malo de turno con Araña, ser tenebroso que en la novela sí que está a la altura de lo que se espera de un antagonista, enseñándonos cómo un personaje malvado puede tener muchas facetas e incluso ser reclamo de compasión. Porque ese brujo de la película (o bruja, lo que sea...) es lo más ineficaz que he visto en mucho tiempo en lo que a 'malos de segunda' se refiere, con motivaciones poco claras, del que no se establece ningún nexo con los desequilibrios que se suceden en Terramar y asistido por una recua de absurdos ayudantes de pacotilla (con quienes se supone pretende conquistar sus objetivos... pfff), dirigidos por un cabecilla -con un extraño parecido al profesor Moriarty-, que provoca más lástima y risión que otra cosa...
Quisiera resaltar algún aspecto positivo, pero no se puede decir que abunden. Reconozco que no le acabo de encontrar el gusto a las producciones de Ghibli, tan respaldadas por un amplio público (ya me costó con El viaje de Chihiro y eso que está entre las mejor valoradas). El doblaje es bueno y la banda sonora es bonita a ratos, destacando sobre todo la canción de Therru, y ameniza un poco el desarrollo, torpe, lento y sin chispa, sobre todo desde la llegada a la granja, en torno a la media hora de proyección, momento a partir del cual el ritmo sufre un declive irremediable hasta casi el final, que se recupera un poco por las secuencias de acción. Y eso que el comienzo era prometedor, con esa lucha entre dragones sobre el mar y el conjurador del tiempo, incapaz de pronunciar sus hechizos. Aunque la estética en general está cuidada y cuenta con algunos planos de calidad, técnicamente no pasa de convencional ni está a la altura de producciones anteriores (incluso de muchos años atrás) dirigidas por Miyazaki padre. Conste que mi crítica no va dirigida, como la de otros medios, hacia las inevitables comparaciones entre el trabajo de padre e hijo, sino basándome únicamente en la historia que nos cuentan en este título. Historia que está alargada en exceso, con muchísimas lagunas en la trama y, por contra, multitud de pasajes de relleno que no aportan nada; se podría haber enseñado lo mismo en mucho menos tiempo. Pero, aunque traté de ser ajeno a ello, el golpe es muy duro en lo referente a la adaptación del guión: creí que sería mejor que la que se realizó con la miniserie, pero ahora no sé qué pensar.
No estaba errada Ursula cuando expresaba, tras una proyección cerrada en la que le presentaron este Cuentos de Terramar, que era una película vistosa, pero que nada tenía que ver con lo que ella había escrito. ¿Encontrarán algún día Le Guin y su rico mundo de Terramar un reflejo fiel en la gran pantalla? Desde luego, me extrañaría que la autora brindase una tercera oportunidad a otra compañía cinematográfica después del maltrato que su excelente labor literaria ha padecido en el cine y el escaso respeto que ello conlleva hacia los lectores. Una pena, ya que, bien llevado, se podría obtener un producto de extraordinaria originalidad. Pero tampoco será esta vez.
Ficha técnica:
Cuentos de Terramar (Gedo Senki)
Dirección: Goro Miyazaki.
Producción: Toshio Suzuki
Música: Tamiya Terashima
Japón - 2006. Duración: 115 min.
Estreno en España: 21/12/07
A la venta/alquiler en DVD: Marzo 2008.
Cuentos de Terramar (Gedo Senki)
Dirección: Goro Miyazaki.
Producción: Toshio Suzuki
Música: Tamiya Terashima
Japón - 2006. Duración: 115 min.
Estreno en España: 21/12/07
A la venta/alquiler en DVD: Marzo 2008.
Trailer:
6 comentarios:
Yo soy un expectador cualquiera, no he leído los libros y reconozco que me encanta el estilo Ghibli (El viaje de Chihiro me parece una obra maestra, con momentos que por justicia deberían pasar a la historia del cine, como ese tren sobre el agua...), pero coincido contigo, esta película se hace larga y aburrida, no conectas con los personajes y técnicamente es bsatante más tosca que las anteriores. Es una serie B para el estudio, sin duda.
Bueno, yo hace varios años de cuando vi El viaje de Chihiro, y no le pillé demasiado el punto (seguramente si la volviese a ver ahora, mi opinión mejoraría notablemente), pero desde luego sí recuerdo que en el apartado técnico era muy superior a Gedo Senki.
Yo coincido con Pedro, nunca he leído los libros pero sí he visto la película y tampoco me ha cautivado especialmente. Tampoco me ha empujado a ir a la librería a por las novelas originales ni nada (y eso que hace años que las veo por ahí y me tientan...)
Chihiro está muy bien, pero a mí me sigue gustando más Mononoke.
Saludos Jolan. ;)
Yo coincido contigo, aunque debo decir que no he leído los libros de Le Guin. En cuanto a la película, me pareció tan sumamente aburrida que no pasé de la primera hora, y eso que soy de las que le encanta Ghibli.
Yo sí que me leí los libros hace tiempo, pero aunque no tenga el recuerdo muy fresco, si te sientas a ver la película con un poco de cabeza ves que es todo un despropósito. Las películas de Miyazaki padre que he visto me gustan, y las del resto del estudio Ghibli también (que a veces parece que en Ghibli solo hace películas Miyazaki, y no es verdad. Las hay de otros, y muy buenas).
Coincido con lo que dices, lo único que se salva un poco es el apartado visual y la banda sonora, y más por ser el estudio que es que por mano de su director. Lástima, qué mala suerte tiene LeGuin...
Hola Contando Dragones: pues ya ves, esto demuestra que no todo lo que sale de Ghibli tiene por qué ser de 10.
Y sí que tiene mala suerte la Le Guin en esto de las adaptaciones, sí. Ni la teleserie ni esta cinta están a la altura de su obra literaria. Y eso que sus libros (no sólo Terramar, sino casi toda su producción novelística) dan para hacer películas y series magníficas.
Saludos!
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