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sábado, 16 de mayo de 2009

Thorgal (XII): La ciudad del dios perdido

Rosinski - Van Hamme (1987)
Norma editorial. Colección Pandora nº 12
Edición original: La cité du dieu perdu

Atención: este artículo puede revelar detalles sobre el argumento.

Álbum muy importante dentro de la colección, La ciudad del dios perdido nos aproxima al final de la saga del país Qâ. En este número, se van a atar cabos con los que parecen cerrarse todas las incógnitas que han rodeado desde el comienzo la vida de Thorgal (aunque en el fondo sabemos que no es así) y a partir de este momento ya tenemos un conocimiento aún más completo del héroe y del porqué de los continuos golpes que afectan a su malhadado destino.


Abandonada ya la jungla, ahora empiezan las verdaderas dificultades para el grupo, que alcanza por fin la sanguinaria ciudad-templo de Mayaxatl. Allí les espera su contacto de la resistencia Xinjin, que resulta ser el mismísimo comandante del ejército de los Chaams. Una vez reunidos, descubren con estupefacción que la misión cuenta con muy pocas posibilidades de éxito, pues no consiste simplemente en apoderarse del casco mágico de Ogotaï, sino en acabar con la vida del dios en persona.

Thorgal planta cara a Kriss y rechaza participar en un acto tan disparatado, lo que motiva su captura por una de las muchas patrullas que recorren las vigiladas calles de Mayaxatl. Y en la soledad de su celda, llegará a conclusiones terribles sobre su propia identidad, en una búsqueda interna para rescatar los recuerdos arrinconados por Tanatloc en lo más profundo de su memoria. Entretanto, instigados por la vengativa Kriss de Valnor -que decide seguir adelante sola con sus ambiciosos planes- los Chaams apresan también a Aaricia y Tjall, si bien el joven arquero logra huir en el último instante.

Todo se dispone para que Thorgal y Aaricia sean sacrificados en honor a Ogotaï sobre el altar que se alza frente a su palacio, pero la postrera intervención de Tjall altera el curso de la ceremonia. Dentro del palacio de Ogotaï nada es lo que parece: el encuentro con el temible dios -y lo que es peor, con el pasado- es inevitable...


Al contrario que en los dos tomos anteriores del ciclo, este número se dedica en exclusiva al grupo compuesto por Thorgal y esposa, junto a la siempre provocativa Kriss y el desdichado Tjall, que jugarán ambos aquí un papel decisivo. Así pues, tras una primera plancha que nos resume los acontecimientos hasta este punto, la aventura es toda ella una secuencia desbocada que difícilmente habría de romper ni por un segundo el hilo argumental para trasladarnos a un escenario diferente de la impresionante pirámide, epicentro de la acción.

Es seguro que la conclusión apoteósica del álbum no revela nada que no supieramos de antemano con la lectura de los números previos, pero no por eso el encuentro deja de ser enormemente impactante. El vínculo de la sangre nos ha conducido justo hasta esas viñetas finales, y a lo largo de todas las anteriores de este ciclo se ha ido reproduciendo una reunión de familia que cede paso a la generación actual del pueblo de las estrellas: Xargos, Varth (también la ausente Haynée), Thorgal y Jolan. Como en casi todo serial familiar, el resultado de unirlos al completo no puede ser más trágico.

Un calificativo que se extiende por igual a la suerte de los secundarios. Como ya avecina la portada que constituye el más claro spoiler de la colección, Tjall se libra de sus remordimientos y redime sus culpas al salvarle la vida a Thorgal perdiendo la suya. Queda así, en uno de los momentos más emocionales de la serie, como un mártir que -ya lo dije al presentarlo en Los arqueros- no podía por tanto pasar simplemente como el personaje gracioso de turno. Pero Kriss de Valnor recibe también su parte; y sus ansias de poder, su autosuficiencia e ingratitud se ven correspondidas con el castigo más cruel que se le podía infligir a la seductora guerrera. Por si fuera pequeño el correctivo, es igualmente en esta entrega donde queda reconocida la evidencia de su admiración por Thorgal y la frustración de que nunca podrá llegar a tenerle a su lado. ¿O tal vez sí..? Una vez más, toca esperar unos cuantos tomos para averiguar la respuesta.


Un análisis más profundo sobre la figura de Varth (u Ogotaï, que según nos aclara la web Le deuxième monde, fue también el nombre de un Gran Khan mongol que dominó buena parte de Asia en el s. XIII) sólo puede llevar a compadecernos de este dios, perdido en un planeta que ya no es el suyo, cegado por la locura, buscando satisfacer los propósitos que perseguía cuando la nave expedicionaria del pueblo de las estrellas llegaba a la Tierra, y todo por aferrarse al recuerdo de su diosa sin nombre. No sabe que, al depositar a sus descendientes en ese mismo plano de existencia al que no pertenecen, les ha condenado a un porvenir acaso más infausto.

La religión y cultura Maya son la base sobre la que los autores se han inspirado notablemente para referir a los pueblos del país Qâ. Si ya de por si los nombres empleados nos sugieren indudables connotaciones precolombinas (Mayaxatl, Tanatloc, Nazca, etc.) es en el reflejo gráfico donde se aprecia esta faceta más visiblemente. Como si fuera una Chichen Itza o una Tikal de proporciones colosales, la pirámide alberga en su cima el santuario consagrado a la veneración de Ogotaï, al que -del mismo modo que a Tanatloc- no le resulta difícil hacerse pasar por un dios en una estructura social sometida a una fuerte teocracia, tal como en el régimen Maya. Se muestran también los terribles rituales de sacrificios en los que el derramamiento de sangre de enemigos y prisioneros de guerra servía para aplacar las iras de los dioses y ganarse su favor. La manera en que Rosinski retrata los entornos selváticos, el resto de construcciones y la fisonomía misma de las tribus de Qâ completa el cuadro de semejanzas.


Además, Van Hamme juega -o quizá ironiza- con ese convencimiento histórico de algunos 'estudiosos' que establecen una relación directa entre los mayas y su adoración a una cultura alienígena desconocida, que eventualmente les habría ayudado a levantar sus prodigiosas obras arquitectónicas y que, una vez abandonaron el contacto terrestre, condenarían a esta civilización a su casi total desaparición de forma misteriosa. Sin entrar en un debate sobre tales cuestiones, de las que se ha llegado a escribir bastante, la verdad es que posiblemente a los Chaams no les depare un futuro mucho más halagüeño en esta historieta.

Pero, dejando a un lado especulaciones más o menos razonables, lo cierto es que esta aventura de Thorgal es una lección sobre el poder que son capaces de sostener las tiranías, los liderazgos de los falsos dioses y autoproclamados ídolos, así como el peligro de los fenómenos de fanatismo de algunas ideologías religiosas para con las masas mediante la instrumentalización del miedo, la opresión y el castigo. Una circunstancia a la que, lamentablemente, no somos ajenos en la época actual que nos ha tocado vivir.


El colofón a esta gran historia tendrá lugar en el próximo volumen; un epílogo necesario para tomar aire tras las fuertes emociones de este duodécimo número.

6 comentarios:

Nickrar dijo...

Mmmh... ¿están bien los comics de Thorgal? Tengo curiosidad :P
¡Saludos!

Jolan dijo...

¡Pues te animo a que lo compruebes por ti mismo! :) Dado que los primeros números son un tanto irregulares, te recomendaría que probases con alguno de los volúmenes más o menos independientes. Alinoé o Los arqueros pueden ser buenas opciones...

Enrique Jaramillo dijo...

Hola Jolan, me tome el atrevimiento de poner tu dirección como un vinculo en mi blog, para los interesados en ahondar mas sobre Thorgal. Espero no te moleste.
Un saludo.

Jolan dijo...

Al contrario, Enrique. Te agradezco el enlace. Saludos!

Olrik dijo...

Qué trágico final ...Impresionante las pirámides y los sacrificios rituales además de Ogotaï Varth con su casco misterioso y su locura por quedarse sin Haynee
Espero que Kriss recupere su juventud y belleza ;-)

Jolan dijo...

Ya sólo te queda el colofón de la saga en "Entre tierra y luz", Olrik. :)

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