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jueves, 28 de agosto de 2008

Bruselas y la BD (2ª parte)


Y siguiendo con el recorrido en torno al mundo del comic por la capital de Bélgica, uno se tira a las calles, sobre las cuales las autoridades bruselenses decidieron hace ya unos 15 años desplegar mediante la expresión gráfica más notoria este aspecto que caracteriza al país y forma parte de su identidad nacional. La ruta de los murales no se encuentra -de hecho ni siquiera se cita- habitualmente en las guías de viaje más conocidas (al menos, no en las que yo llevaba). Aunque no es una iniciativa tan reciente, parece ser bastante desconocida para quienes preparan este tipo de publicaciones, si bien se trata de un foco de turismo que se está empezando a rentabilizar. Por eso es importante, como ya dije, que si queréis efectuar de un modo más o menos exhaustivo esta trayectoria os hagáis con el mapa facilitado por la oficina de turismo del lugar; de otro modo, sólo podéis esperar algún encuentro casual con determinadas obras que componen el circuito.

¿En qué consiste esta ruta del comic a pie sobre la ciudad? Pues se trata de un itinerario urbano mediante el que podremos observar multitud de murales, fachadas, frescos y también alguna estatua u ornamento referidos al mundo de la BD, rindiendo así un tributo a un buen número de personajes y héroes del comic franco-belga, y a la vez a sus autores. La Mural Art Company, una asociación sin ánimo de lucro, dependiente de las autoridades locales y de la esponsorización de empresas privadas, se encarga de producir todos los frescos de Bruselas utilizando para ello el trabajo artístico original del autor y traspasándolo a escala por medio de complicadas técnicas sobre ciertos parajes urbanísticos que encajan o sugieren el motivo o diseño que se pretende mostrar.

De izda. a dcha., en orden descendente: Señor Jean, de Dupuy y Berberian. El Gato, de Geluck. Quick y Flupke, de Hergé, en el bohemio barrio de Les Marolles. El arcángel de Yslaire.


Pertrechados con nuestro mapa, podemos iniciar el recorrido por el punto que nos parezca más conveniente o que se halle más próximo a nuestro hotel o alojamiento en Bruselas. Éste marca un camino con determinadas paradas, señalizadas con puntitos, que indican que allí nos vamos a encontrar con una de estas maravillosas atracciones para la vista. Comprobaréis que casi se trata de un juego de descubrimiento, ya que en muchas ocasiones llegas al lugar indicado por el plano y no localizas el mural en cuestión. Entonces doblas la esquina o levantas un poco la vista, y enseguida te das de bruces con lo que anteriormente no era más que una sobria pared y hoy se ha convertido en una obra de arte. Salir a buscar a un montón de personajes, algunos muy conocidos, otros menos, del comic se convierte así en una actividad bastante amena y original.

Arriba, a la izda.: La patrulla de los Castores, de Mitac.

No siempre estas viñetas a gran escala se encuentran donde lo hacen por un motivo puramente aleatorio cuando se decide su emplazamiento, sino que a menudo se sitúan en lugares que tienen alguna conexión con el dibujo que se está representando. En parte ésta fue una de las motivaciones de llevar adelante este tipo de creaciones, ya que varios aficionados al comic reconocían en determinados lugares de la ciudad el escenario de algunos de sus tebeos favoritos. A partir de ahí, se han ido añadiendo paulatinamente más frescos al circuito, puesto que se trata de una ruta en constante desarrollo. Actualmente, la ciudad cuenta aproximadamente con más de medio centenar de puntos en los que pararse a contemplar uno de estos murales.

De izda. a dcha., en orden descendente: Tintin y Haddock, de Hergé, muy cerca del Manneken-Pis. Blondin y Cirage, de Jijé. Bill y Bolita, de Roba. Nic, un personaje poco conocido de Hermann.

Seas un amante o no de la BD, la ruta del comic es un paseo que no te puedes perder si visitas Bélgica, aun cuando no la completes en su totalidad. No hay excusa para no realizarla, ya que aún en el caso de que no te apasione la BD te habrá servido para conocer la ciudad desde otro punto de vista y te asegura un tour bastante íntegro por sus calles, disfrutando de su arquitectura, de la amabilidad de sus gentes, de las tiendas, brasseries y rincones en los que hacer un descanso, etc., así como para ubicar los museos u otros sitios destacables que también se esté interesado en visitar más tarde.

Enumerar aquí todos los frescos y pinturas del circuito sería un trabajo arduo y tampoco es mi intención, pues existen algunas web en internet con todo detalle en este sentido donde podéis observar la casi totalidad de estas obras en imágenes de buena calidad, como por ejemplo la de BDtour, a la que os aconsejo echar un vistazo. En cambio, sí he querido poner a lo largo de este artículo algunas de las fotos que pude sacar tras mi rastreo personal pateando las calles de Bruselas (hacer click para agrandarlas), que después de todo fue bastante completo, aunque naturalmente no me dio tiempo a verlo todo. Merece la pena capturar estas imágenes con vuestra cámara de fotos e ir aumentando la galería de fachadas que se van localizando, y pronto os daréis cuenta que no sois ni mucho menos los únicos con esa misma idea. En todo caso, ya anticipo que es difícil ver algunas porque se encuentran en zonas un poco más alejadas del centro de la ciudad (como las del área de Laeken), o bien por estar dentro de recintos cerrados a los que no se puede acceder en todo momento (tal es el caso del gran mural de Asterix, que se encuentra en el patio vallado de un colegio). No sabría quedarme con una obra concreta, porque hay gran cantidad de ellas repartidas por las calles cuyo nivel de realización es francamente impresionante.

La preciosa fachada de Brusaille, de Frank Pé, que en 1.992 inauguró la ruta de los murales. Representa la Platesteen y cuenta con la particularidad de que el mural se reproduce de nuevo dentro de si mismo.

Además de los dibujos que salpican las paredes de algunos edificios, también hay otros elementos que homenajean el comic belga, como la estatua de Gastón el gafe, erigida en 1.996 para conmemorar el centenario del comic, que se encuentra muy cerca del CBBD. Lamentablemente, durante mi visita la habían retirado temporalmente con objeto de restaurarla. Y es que, pese a la apreciación que tenemos del norte de Europa como un pueblo muy respetuoso con su entorno (cosa que en general es cierta), no deben de faltar excepciones, como demuestra alguno de los atropellos que se producen sobre los murales que han sido burdamente grafiteados o los apilamientos de basura junto a los frontales decorados. Dejando a un lado el descontento que produce esta situación, no se pueden omitir los emplazamientos de la ciudad dedicados al trabajo de Hergé, como las imágenes y viñetas que decoran la Gare du Midi y la estación de metro de Stockel, o el rótulo de Tintin y Milú que corona la sede de las ediciones Le Lombard. Hay también una divertida curiosidad que, de no prestar atención, puede pasar del todo desapercibida. Los letreros en los que figura el nombre de las calles de Bruselas se hallan en dos idiomas: francés y flemish (flamenco, muy similar al holandés), lenguas oficiales del país ambas, por lo que a menudo la denominación de una calle difiere por completo dependiendo de la versión lingüística por la que se opte. Pues bien, a un buen número de calles del centro urbano se les ha asignado un tercer nombre que coincide con el de algún personaje del comic europeo: casi parece una broma, pero veréis que podéis acabar deambulando por la calle de Mafalda, de los Casacas Azules, de Bill y Bolita, del pequeño Spirou o de Lucky Luke, por decir unos cuantos ejemplos.

Estar en la ciudad de los comics por excelencia y no comprar alguno casi me parecía una ofensa, a pesar de no saber más que unas pocas palabras de francés. Resultan tan tentadoras las muchas tiendas y librerías que te puedes encontrar paseando por Bruselas, en especial por el Boulevard Anspach, que es inevitable entrar en alguna y dejarse llevar durante un buen rato por la fiebre de hojear un álbum tras otro. Evidentemente, en la capital la oferta de locales y puntos de venta de comics se dispara, pues hay una enorme cantidad de librerías especializadas y de segunda mano. En las primeras se pueden encontrar las novedades más recientes en toda clase de formatos, mientras que las segundas, las típicas tiendas más pequeñitas pero atestadas de volúmenes, son el sitio idóneo donde hacerte con BD's de saldo, pero en muy buen estado y por entre 2 y 5 €. A esos precios, ¿quién no se lleva algún que otro álbum, aunque sólo sea como recuerdo? Pues eso, unos cuantos se han venido a España en mi maleta, entre ellos un gracioso pastiche de muchísimos personajes de comic franco-belga.

De izda. a dcha., en orden descendente, algunos personajes totalmente desconocidos aquí: Cori el grumete, de Bob de Moor. El misionero Odilon Verjus, de Verron y Yann. Billy el gato, del dúo Colman-Desberg. El pequeño Jojo, de Geerts.


También hay que mencionar la Boutique de Tintin, muy cerquita de la Grand Place, que obviamente dispone no sólo de todos los títulos del reportero belga en varios idiomas, sino además de artículos de merchandising de toda clase: calendarios, postales, libretas, figuras, cuadros, tazas, ropa, láminas, llaveros y cualquier cosa que se os pueda ocurrir sobre los personajes principales de Tintin. Aquí compré tres figuritas de pvc, muchísimo más asequibles que las que se realizan en versión numerada de materiales rígidos. Por cierto, que en Brujas también se encuentra la Tintin Shop, muy parecida a su establecimiento gemelo de Bruselas. Otro recurso para comprar buena BD, especialmente si se busca algo concreto y no se quiere dar muchas vueltas, es acudir al Fnac del Centro Comercial City2, donde tienen una estupenda sección de comics ordenada por autor y género, y de donde me llevé un álbum-dvd de Thorgal, inédito en castellano (y del que ya os hablaré más adelante en el monográfico correspondiente) así como un comic-book baratillo de Bob y Bobette, de W. Vandersteen, por conservar de este viaje un título propiamente belga del que tuviera la certeza que no se va a traducir aquí.

Arriba a la izda.: la pirámide formada por los protagonistas de Bob y Bobette.

En la entrada anterior mencioné que, tras visitar la tienda del CBBD, adquirí una guía con la intención de que me procurase una fuente de ayuda e información para realizar correctamente el tour de los murales: 'Brussels through comic strips, Comic strips through Brussels' (sólo está disponible en francés e inglés), de Thibaut Vandorselaer, con prefacio de Jean Van Hamme, llena de fotos y viñetas ilustrativas. Se trata de un libro que responde bastante bien a lo que significa su título, pues a lo largo de un camino de 60 paradas sirve no sólo para localizar algunos de los murales más conocidos, mientras callejeamos por el casco histórico, sino que también indica determinados enclaves en los que presenciar pasajes vivos del comic; es decir, lugares de Bruselas que han servido de inspiración a varios autores, quienes posteriormente los han reflejado en sus obras. La guía expone las viñetas sobre las que se han representado todas esas plazas, avenidas y edificios emblemáticos de Bruselas para que podamos establecer la comparación in situ. Igualmente, incluye cuadros explicativos sobre la temática y los personajes de estos mismos comics relacionados con la ciudad y sobre sus autores, así como otras curiosidades de los puntos a visitar. El principal inconveniente de esta guía (además de su precio) es que no está completamente actualizada, pues como he dicho el trabajo de la Mural Art Company crece constantemente cada año. También existe otra guía, La BD dans la ville (La BD en la ciudad) mucho más gráfica y que sí se halla coeditada en castellano. Ésta última está más enfocada a las representaciones artísticas de los murales y estatuas, tanto de la capital como de otras ciudades del país. Es algo más escueta en textos, pero constituye una excelente recopilación de fotografías de prácticamente todos los monumentos relacionados con el comic de Bélgica.

La original fachada de Caroline Baldwin, por Taymans y Wesel.

La popularidad del noveno arte entre los belgas alcanza tal calado que no son pocas las comunidades y municipios del país que cuentan con su pequeño homenaje a los personajes más famosos del comic autóctono, como por ejemplo es el caso de las estatuas de Spirou y Fantasio, del Marsupilami o de Lucky Luke en Charleroi. Esta implicación cotidiana y aceptación natural del pueblo belga con el comic se advierte en detalles tan simples, y a la vez tan admirables, como en los típicos periodicos gratuítos que en cualquier gran urbe se reparten en el metro o junto a las paradas de autobús, y que allí incluyen BD's de altísima calidad por entregas (y no como la mayoría de las insulsas tiras que sufren nuestros diarios), o en que te puedas tomar una cerveza en algún local decorado con láminas y objetos relacionados con el comic, o en una terraza al abrigo de uno de los encantadores murales urbanos. Lamentablemente, ver todo sería imposible, pues el comic es sólo uno de los muchos atractivos que alberga este pequeño país y las vacaciones tienen que dar de si para hacer de todo. Después mi viaje continuó hacia Amsterdam, pero eso ya es una historia totalmente distinta.

De izda. a dcha.: El joven Alberto, de Yves Chaland. Lucky Luke, de Morris.

En fin, espero no haberos dado mucho la chapa con mis vacaciones :) y, como otros tantos artículos, también cierro este con una recomendación más que evidente: la de que hagáis una pequeña escapada a Bélgica, aunque sea de fin de semana, para disfrutar de todas estas cosas. El año que viene es una ocasión única para visitar el país, porque durante 2009 se van a festejar en Bruselas las jornadas temáticas dedicadas al comic a nivel mundial, con decenas de eventos, exposiciones, actos, etc. coincidiendo a su vez con el 20 aniversario de la creación del CBBD. Podéis obtener en esta página más detalles sobre los acontecimientos que tendrán lugar para entonces. Saludos.

Bruselas y la BD (1ª parte)


Un destino turístico que en los últimos años se ha convertido en referencia entre los aficionados al comic es Bruselas, la capital belga, y por extensión todo el país, que en realidad se puede recorrer con bastante tranquilidad a nada que dispongáis de unos cuantos días libres, dado lo limitado de su territorio y el excelente sistema de transportes que une todas sus ciudades importantes, en especial por vía ferroviaria, y hace que no disten entre si más de hora y pico. Este verano he tenido la suerte de poder pasar parte de mis vacaciones allí, así que permitidme que os cuente un poco la batallita, porque como comprobaréis merece mucho la pena conocer este amable país de la Europa noroccidental.

Citando un artículo de Van Hamme que he leído hace poco, Bélgica puede resultar a priori un destino poco evocador. Si hablamos de esta pequeña nación europea, a algunos quizá os venga a la cabeza las diferencias existentes entre las dos regiones lingüisticas del país (que hace que las que tenemos aquí parezcan casi de chiste) y sería capaz de citar algunas notas características o lugares conocidos, como el famoso Manneken-Pis, la sede de las instituciones de la UE, el Atomium de la Expo del 58, los preciosos canales de Brujas y Gante, las consabidas especialidades gastronómicas (moules -mejillones al vapor, muy ricos-, toda clase de cerveza -recomiendo la morte subitte-, los deliciosos chocolates o pralines, las socorridas frituras de todo tipo), etc. Pero la cosa no queda ahí, porque aunque conocida por menos gente en este sentido, Bélgica es la cuna del comic europeo, o bande dessinée, y colmará las ilusiones de todo amante de las viñetas que hasta allí se desplace. Como poco, quien más o quien menos sabe que se trata del lugar de origen del reportero más conocido del comic: Tintin (Kuifje, en flamenco o neerlandés).

Sin embargo, quedarse en la creación de Hergé sería profundizar muy poco en la tremenda aportación belga al mundo del comic, pues también se trata del país que ha visto nacer a figuras tan destacables como Franquin (Spirou, Marsupilami, Gastón el gafe), Morris (Lucky Luke), Jean Van Hamme (Thorgal, XII, Largo Winch), Peyo (los Pitufos, Johan y Pirluit), Edgar P. Jacobs (Blake y Mortimer), Jacques Martin (Alix, Lefranc) y muchos otros artistas del comic: Yslaire, Willy Vandersteen, Roba, Yves Chaland, Bob de Moor, Schuiten, etc. por mencionar sólo algunos cuyo nombre ha trascendido las fronteras del país.

Por eso, viajar a Bélgica y no disfrutar de todo lo que allí se ofrece en este plano artístico es perderse una parte muy importante de la visita. Así que ni corto ni perezoso, una vez llegados a Bruselas, acudí a la oficina de turismo ubicada en la impresionante y majestuosa Grand Place y me hice con el mapa de la ruta del comic dentro de la ciudad. Por 0,50 € resulta una herramienta imprescindible si se tiene la intención de conocer los murales que jalonan sus calles, de los que os hablaré un poco más tarde. También aparece marcada la ruta de la arquitectura Art Nouveau, así que se le saca bastante partido a su compra (y así quedó de maltrecho el pobre).

Pero si hay que citar un lugar de la ciudad por el que comenzar a empaparse de viñetas es sin duda el CBBD (Centre Belgue de la Bande Dessinée) o Museo del Comic, para entendernos; que cada año que pasa recibe un mayor número de visitantes. Ubicado en el número 20 de la Rue des Sables, también calle de los Pitufos, este elegante edificio de estilo art nouveau diseñado por el aclamado arquitecto Victor Horta, se adaptó para albergar desde 1.989 sus tres plantas dedicadas en exclusiva al noveno arte, centrándose como es lógico en la producción belga, que como he descubierto es abundantísima. En su vestíbulo nos reciben el busto de Tintin (dicen que da suerte tocarle la nariz) y el cohete de 'Aterrizaje en la luna', que custodian la escalinata hacia la primera planta y la taquilla. También aquí se encuentran la tienda del museo, una biblioteca y centro de documentación de libre acceso con la entrada (que dispone de miles de títulos) así como la cafetería. Igualmente está decorado con algunas estatuas como la de Asterix, los Pitufos y la reproducción de un coche (creo que de alguno de los volúmenes de Tintin) con firmas y dedicatorias de gran cantidad de autores y personalidades del comic.


Ya en la primera planta, una vez sacada la entrada (7,50 €/persona) conviene pedir prestado el catálogo del museo en español, ya que las cartelas explicativas que encontraremos en sus salas sólo se hallan en francés y flamenco. Junto a la taquilla es inevitable echarse una foto con Lucky Luke (al pobre le han sustraído su pitillo; tal es el alcance de la rigidez de las normas anti-tabaco) o con Tintin, Haddock y Tornasol. Empezamos por la sección que muestra el proceso de creación del comic y la evolución de todas sus etapas: curioso, aunque no es lo más interesante por ver. Posteriormente hay una sala de proyecciones de series de animación basadas en conocidas BD's (de poco sirve detenerse mucho tiempo aquí si no sabéis francés), para dar paso a una de las salas más amplias e importantes, que exhibe multitud de planchas originales de un gran elenco de dibujantes: fue en esta sala donde me percaté de la enorme cantidad de autores y obras de gran calidad de origen belga que convierten a Tintin y Spirou en tan sólo la punta del iceberg de una producción muy prolífica, y que lamentablemente nunca veremos publicada en castellano. Seguro que más de una de las páginas que veáis allí os hará esbozar una sonrisa al reconocerla entre vuestras lecturas preferidas.


Si continuamos hasta la segunda planta vamos a dar con un amplio recorrido de portadas de revistas de comic (la popular Tintin), más páginas originales, viejos objetos de merchandising, reproducciones y recreaciones de escenarios comiqueros, curiosidades, etc. de algunas de las obras más representativas de la BD. La zona central la ocupa el apartado de exposiciones temporales, que como no podía ser de otra forma en el año de su cincuentenario, estaba dedicada a los Pitufos y, en menor medida, otras obras de Peyo (como mis queridos Johan y Pirluit), así que os podéis imaginar que el color azul salpicaba la mayor parte de este área. La tercera y última planta contaba con más de lo mismo, pero esta vez enfocado a algunas obras más recientes y las últimas creaciones de nuevos autores. Asimismo, vitrinas abarrotadas de objetos, hoy de culto, dedicados al comic y secciones temáticas ocupan este último piso.

Posiblemente se echa en falta una mayor variedad de BD proveniente de otros países, pero hay que tener en cuenta que el centro se ha convertido en el sancta sanctorum del comic casi exclusivamente belga; protector y promotor de los intereses de las tiras de comic nacionales. Podéis desquitaros de esta sensación recorriendo las estanterías de la tienda del museo, en la que te topas con más y más volúmenes (no sólo comic europeo, sino también americano, manga, etc.), de esos con los que a menudo nos ponen los dientes largos muchos compañeros blogueros y que aquí sólo podemos anhelar y esperar que las editoriales españolas se acuerden de traer. Si bien es un deleite tener a tu alcance todos estos comics tan deseables (sigh... ¡esos fantásticos integrales de Thorgal...!), no deja de ser frustrante -al menos en mi caso- que de poco sirva gastarse los dineros si uno no tiene conocimientos de la lengua gala (asignatura pendiente: aprender francés). Para los que tienen esa suerte, aclaro que no hay grandes diferencias en los precios de los álbumes respecto a los de las librerías españolas: entre 8 y 14 € se mueve cualquier título en el clásico formato BD. Ante esta dificultad, le estuve echando un ojo a los típicos accesorios de merchandising para poder llevarme algún recuerdo del museo, pero todo es ca-rí-si-mo (especialmente las figuras esmaltadas de personajes de comic, cuyo precio es vergonzosamente privativo). Al final no pude evitarlo y pequé con algunas cosillas: unas postales y un precioso póster de Thorgal, así como un libro-guía de la ruta del comic por Bruselas (que mencionaré, dada su utilidad, en la segunda parte de este artículo). Ya digo; todo caro, muy caro.

Uno de los paneles que se exhiben en la recepción del hostal juvenil "Sleep Well".
Integra elementos y personajes del comic belga, con escenas y costumbres
típicas del país (el palacio de justicia, los tranvías, los mejillones, etc.)


El Museo del Comic es sólo la imagen más destacable y el punto de partida de este recorrido tan peculiar que no encontraréis en ninguna otra ciudad europea. Pero las calles de Bruselas nos deparan muchas más sorpresas que, para que esta entrada no quede muy larga, os sigo contando a continuación.

lunes, 25 de agosto de 2008

Eberron. La ciudad de las torres

No hace mucho, la gente de Fantasymundo me hizo la amable oferta de colaborar con su web incorporándome a su equipo de redactores, de modo que espero poder publicar esporádicamente alguno de mis artículos con ellos. Inauguro esta especie de afiliación con el comentario de la novela La ciudad de las torres, primer volumen de la Trilogía de la Oscuridad Onírica, de la nueva franquicia Eberron, iniciada hace pocos meses por Timun Mas con este libro.


La novela nos mete de lleno en un nuevo universo fantástico, muy al estilo de Reinos Olvidados, por lo que los aficionados a esta vertiente de la fantasía se pueden hacer una idea bastante clara de lo que se van a encontrar: un mundo de acontecimientos épicos por explorar, el grupo de aventureros al uso, la omnipresente magia y acción en grandes dosis; si bien cuenta también con algunas notas novedosas que lo vuelven lo suficientemente diferenciador. Aunque no sea el tipo de literatura fantástica por la que a la larga sienta mayor predilección, se trata de la típica lectura refrescante con la que uno acaba picando para pasar unas horas entretenido.

Dado que Eberron, a pesar de ser originalmente un módulo para juegos de rol bajo un sistema similar a Dungeons & Dragons, es un mundo desconocido para una gran mayoría, con muchísimos datos, cronologías y demás parafernalia, puede ser interesante que si vais a meteros en su lectura le echéis previamente un ojo a este FAQ, que explica bastante bien las características principales de Eberron y a mi me sirvió de ayuda para saber un poco de qué iba la cosa.

Os dejo aquí la sinopsis y ficha técnica proporcionadas por la editorial:

Eberron. La Oscuridad Onírica 1.
La ciudad de las torrres.
Autor: Keith Baker
Editorial: Timun Mas
Colección: Eberron
Formato: rústica, 431 páginas, 17 €

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Durante los últimos cien años, el continente de Khorvaire ha sido arrasado por una gran guerra. Y la nación de Cyre ha desaparecido a causa de un desastre cuyo origen se desconoce. Cuatro soldados que sirvieron en el ejército de la nación hoy extinta se ven obligados a iniciar una nueva vida, y para ello acuden a Sharn, una ciudad de inmensas torres y enormes desigualdades en la que conviven los refugiados de la guerra que viven bajo el cielo y las Casas que llevan la marca del dragón.

Aceptan investigar el paradero de un contrabandista de mercancías mágicas y jinete de bestias míticas, lo que les llevará, sin ellos proponérselo, a enfrentarse con los poderes establecidos en la ciudad, conocer a los seres más fabulosos y poner a prueba, por encima de todo, la amistad y la lealtad por medio de una aventura emocionante y llena de resonancias.



Por cierto, que Timun acaba de anunciar el lanzamiento del segundo volumen, La tierra devastada, entre sus novedades del mes de Octubre. Así que pronto tendremos la continuación, tras la que parece haber sido una buena acogida de esta primera entrega.

Podéis leer el artículo completo haciendo click en el siguiente enlace:


martes, 5 de agosto de 2008

Veraneando

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Pues eso, que me voy fuera un par de semanitas, que ya tocaba...
¡Que paséis unas buenas vacaciones y hasta la vuelta!

sábado, 2 de agosto de 2008

La última batalla


En los últimos años se ha vuelto a poner de moda 'lo romano', tanto en el campo de la literatura como en el cine, y el mundo del comic no podía ser ajeno a esta tendencia. Uno de los ejemplos más recientes lo encontramos en La última batalla, de Tito Faraci y Dan Brereton, que acaba de publicar Planeta.

'La última batalla' combina uno de los episodios más conocidos de las conquistas romanas con otra parte de ficción. El comic abre con un extracto de los Comentarios a la Guerra de las Galias, de Julio César, escenario en el que se enmarca la historia que nos cuenta el dúo Faraci-Brereton: esta expedición militar conducida por el famoso general enfrentó a la República de Roma, en la época de su máximo ímpetu expansionista, contra la coalición de tribus celtas que por entonces poblaban el territorio franco, lideradas por el galo Vercingétorix. El conflicto se extendería durante varios años en los que Roma tuvo que soportar importantes derrotas, como la de Gergovia, pero finalmente la lucidez y el visionarismo de César, que aplicaría con acierto la estrategia del "divide y vencerás", aprovechando la desunión del pueblo galo y las disputas locales, decantaría la balanza de la contienda en su favor. La batalla de Alesia, una de los asentamientos más destacados de los bárbaros, en el año 52 A.C. pondría punto y final a la conquista de la Galia y aseguraría el alzamiento personal de César en su carrera política a su vuelta triunfante sobre las calles de Roma.


La historia comienza justamente con el asedio de Alesia y el impresionante despliegue militar que César sostiene frente a la ciudad gala defendida por Vercingétorix en un último intento de resistencia frente al águila romana. Un asedio constituído como una notable obra de fortificación militar y de ingenio del general, ideado por su mente fría y metódica, y que Brereton nos enseña de una forma bastante aproximada a como pudo ser en la realidad, pues las legiones romanas se convirtieron en sitiadores y sitiados: en tanto que mantienen el cerco de la ciudad, las tropas de César tienen que levantar defensas concéntricas para protegerse de las huestes bárbaras que acuden en ayuda de Vercingétorix.


No pretendo dar aquí ninguna lección de historia, pero es importante situar la escena y el periodo que esta obra comprende, ya que tiene mucho que ver con los propósitos de sus protagonistas. Aprovechando la situación expuesta, Faraci introduce a un César de carácter taimado y prudente, al que se le otorga un papel más oscuro que en otras apariciones en la novela o el celuloide, ya inmerso en pensamientos conspirativos contra la República, que recurre a un hombre al que conoce bien, el veterano Cayo Rodio, un antiguo instructor y consejero, para encargarle una importante misión: librar al ejército invasor de la amenaza externa que supone el contingente que se está reclutando por toda la Galia para levantar el asedio de Alesia. Sin un líder fuerte y disciplinado, los guerreros galos no tienen ninguna posibilidad contra sus legiones. Sin embargo, ése perfil recae precisamente en Camio, un prometedor guerrero formado tiempo atrás en las costumbres y las técnicas bélicas de Roma por el propio Cayo Rodio y objeto de la protección de éste, que personifica a las fuerzas de rescate de Alesia. La intriga está servida por tanto en torno a la figura de Rodio, al encargarle su alumno más competente que elimine a su alumno más querido.


Es de destacar el aspecto personalista de este comic, como señalan sus propios autores, donde los personajes y sus actos cobran importancia más allá de los hechos históricos que acontecen en sus vidas. Tal como reflexiona Faraci, el enfrentamiento entre dos hombres sobrepasa al de dos ejércitos e influye directamente sobre el resultado de la lucha armada. Cayo Rodio parece ser un hombre al que César debe mucho. Un general romano casi retirado, pero ante todo un experto soldado cuya azarosa existencia ha motivado que no se acomode a la disoluta vida en la urbe, y en quien es fuerte la llamada de la guerra. Valedor de la República, experimenta en cambio serias dudas y discrepancias respecto a los métodos de Roma en sus conquistas, de las que él mismo ha sido un activo partícipe. En este sentido, la decepción para con sus semejantes resulta palpable, hastiado de luchas y batallas. Faraci quiere que el lector se identifique con Rodio, al hacerle narrador en primera persona de sus propias impresiones sobre cada escena que le rodea y sobre las apreciaciones de los suyos. A lo largo de la historieta, avanzamos en el conocimiento de la relación que une a Rodio con Camio, más profunda de lo que denotan las páginas introductorias, y que iremos descubriendo al presenciar momentos de su pasado que se revelan con oportunos flasbacks en el guión, otorgando así lógica a los sentimientos encontrados que se manifiestan en Rodio. Con todo, y pese a suponer uno de los puntos fuertes de esta historia, la psicología de algunos personajes (no siendo César y Rodio) a veces aparece un poco desdibujada.

Mientras el asedio de Alesia prosigue, Rodio y el variopinto grupo compuesto por sus viejos compañeros de armas, perfectamente coordinados entre si, se pone en camino. Sus compañeros son conscientes de que Rodio se debate entre su lealtad a Roma y los vínculos que le unen a Camio, al que la llamada de la sangre, de su pueblo, se ha sobrepuesto por encima de su educación romana; lo que le convierte en un peligroso enemigo para sus contrincantes y a quien ahora la persona que ha modelado su carácter pretende quitarle de en medio. Al igual que con Rodio, los autores se centran en la personalidad del galo, sus recuerdos y sus temores, pues padece de las mismas dudas que su mentor. Para uno y otro, la misión que articula el argumento se convertirá finalmente en una búsqueda de la reconciliación con el pasado.


Entre tanto, Brereton se explaya en los episodios que narran esta especie de cacería, estructurada en forma de pequeños capítulos (lo cual dinamiza bastante la lectura) a través de los profundos bosques y vados de la Galia más salvaje, sin evitar bastantes escenas de cierta truculencia en todas las manifestaciones del 'arte' de la guerra que despliega el comic y de las emboscadas que protagonizan los personajes, con una mayoría de pasajes de gran viveza y calidez en el color, siendo al contrario en las secuencias nocturnas. Además, retrata correctamente las realidades históricas, como el asedio, el circo romano, las rutinas e indumentaria de los legionarios con sus acerados gladius o los atuendos de los galos, lo que denota la labor de documentación que subyace en el aspecto gráfico.

Por tanto, del comic se pueden resaltar los giros que convierten lo que en principio es sólo una expedición para comprometer el liderato de las fuerzas de apoyo a Alesia, y que en realidad contiene motivos mucho más altos dentro de esos convulsos años de traspaso de la República al Imperio, así como el estilo pictórico y peculiar del dibujante, de trazos pseudorealistas pero bastante originales, pese a esos rostros a menudo tan inquietantes y de mirada torva.

Cierra este trabajo autoconclusivo una serie de apéndices que, tras un sucinto recorrido por la historia de Roma y la guerra de las Galias, se centra en cómo se ha reflejado esta época en el plano artístico. Y verdaderamente, tal como exponen sus autores, sorprende que no contemos con toda una herencia de comics italianos de tradición romana (como también sorprende que no se citen más que algunos ejemplos aislados, omitiendo toda referencia a la que hoy día se puede considerar principal representante maestro sobre la historia romana en el comic: Murena -también editado por Planeta, de hecho). En todo caso, como apuntaba al iniciar esta reseña, no es menos cierto que asistimos a un redescubrimiento del género.


En los apéndices también encontramos referencias al proceso creativo de los autores y sus trabajos anteriores, bastante dispares a la temática de 'La última batalla'. Tito Faraci es conocido por sus encargos de la factoría Disney, tan asentada en Italia, y las franquicias de Bonelli (que en España publica Aleta, incluída la futura serie Brad Barron, precisamente creación propia de Faraci). Mientras que Daniel Brereton (premio Russ Manning en 1.990) destaca más por sus aportaciones al género pulp y de superhéroes, siempre con ese estilo pictórico tan particular que le caracteriza. Por lo demás, los apéndices incluyen diversos bocetos y fuentes de documentación.

Un tebeo que, pese a la aparente simpleza de la historia y no ser nada del otro mundo (desde luego, no va a revolucionar el subgénero de romanos) nos muestra unas cuantas notas interesantes, cumple y entretiene, además de poseer una relación calidad-precio muy adecuada.
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