Era una época en que los periodicos todavía venían acompañados en su edición dominical no sólo de la típica revista de ocio para mayores, sino también de aquel deseado cuadernillo que reunía historietas de toda clase, en teoría para 'el pequeño de la casa' (y que luego acababa pasando por las manos de casi toda la familia). Allí te podías encontrar desde lo más característico del tebeo español, hasta Tintin en inglés por entregas. Ya no recuerdo cual era (Pequeño País, Gente Menuda o Mini Mundo, qué más da). Pero sí que fue en alguna de esas páginas donde conocí a Percevan. Luego, estos suplementos desaparecerían (pobres infantes de hoy), pero la imagen del paladín pelirrojo siempre quedó en mi cabeza, aunque sólo fuera como en una nebulosa. Tendrían que pasar muchos años hasta que, volviendo a traerlo a mi memoria, lograra reunir la colección al completo de nuevo (descubriendo álbumes de cuya existencia ni era consciente) para colocarlo como uno de mis favoritos.
En realidad Percevan nació en las páginas de la publicación mensual Gomme! en 1.981. Sus padres, Jean Leturgie (guionista o 'escenarista', como dicen en tierras galas) y Philippe Luguy (dibujo) pronto le harían dar el salto a una merecida tapa dura bajo el sello Glénat y, después de unos pocos álbumes, de Dargaud. A estos autores, a pesar de prodigarse poco en otras obras que aquí podamos conocer, se les puede etiquetar como grandes exponentes de la bande dessinée y han contribuido a crear una de las series más bellas, entretenidas y cautivadoras del comic europeo de fantasía.
Sin duda esta fantasía corre a raudales por sus páginas, pero también el humor, la historieta de aventuras y viajes, el relato de magia y leyendas. Percevan es de lectura siempre grata, colorista, profusa en detalles por cada viñeta que pasas: verdaderas escenas de un mundo y una historia por descubrir a lo largo de los 12 tomos publicados en la actualidad (en castellano se llegó hasta el 10º).
Las aventuras épicas que se nos muestran en la obra del tandem Luguy-Leturgie (con Xavier Fauche como co-guionista de algunas entregas) se inspiran, como otras muchas, en los principios más nobles: el valor, la amistad desinteresada, el amor, la misericordia con los desfavorecidos, etc. Pero no están ausentes las guerras y luchas, tramas oscuras y siniestras, enemigos de una doblez recurrente y muertes inesperadas.
Tal vez el propio Percevan nos parezca que pasa a engrosar la interminable lista de héroes atractivos de recto ideario, formas caballerescas, preceptos inamovibles y virtuosos valores; pero tras esa imagen (que tampoco es que le podamos negar) refleja una personalidad de lo más compleja y en constante desarrollo, -muy a diferencia de otros personajes del género, tan estáticos y previsibles- que lo aleja del caballero envuelto en los tópicos de siempre. Como también Percevan se va a pasear con cierta frecuencia por este lugar, podremos explorar más su carácter en una futura presentación de los integrantes de la serie.
Con el cortés caballero y su inseparable Kervin, juglar y bufón que encarna la parte más cómica de la historia, eternamente en contraste con la integridad de su compañero (a modo de un Sancho Panza caricaturesco) vamos a recorrer a un ritmo unas veces trepidante y otras sereno, como deteniéndose en los pormenores, multitud de escenarios maravillosamente recreados por Luguy: un mundo que se puede identificar con la Francia medieval, pero que no se estanca en ella ni mucho menos. Las campiñas verdes de Europa, los territorios helados de Noruega, los desiertos abrasadores de Arabia, junto a reinos subterráneos regentados por hechiceros, ignotas cadenas montañosas, dimensiones alternativas e incluso, adelantando parajes del álbum que se encuentra en la rampa de salida, las tierras del lejano Oriente.
Otro ingrediente que no podía faltar es la magia y las cuestiones sobrenaturales, muy presentes en sus páginas sin oponerse por ello a realidades a veces demasiado contundentes. Y el amor, que demostrando una vez más que el carácter de la serie no se queda en meros tópicos y va más allá de la conocida relación imposible, aparece a menudo de un modo bastante explícito, plasmado en los frecuentes líos de alcoba de nuestro caballero.
Por tanto, la evolución de la serie se evidencia de una forma progresivamente más adulta. Así, por encima de ese intencionado perfil idílico que parece ofrecer, nos encontramos según se avanza en la colección con enfrentamientos más cruentos, pasiones más desatadas, pérdidas más irremediables, desencantos más dolorosos y decepciones más profundas. Todas estas sensaciones no son simples palabras de adorno, sino que encuentran su perfecto ejemplo a lo largo de los episodios que componen esta admirable aventura.
Percevan, el campeón de las causas honestas, casi olvidado tristemente por nosotros desde que la desaparecida Grijalbo publicara su última aventura en español allá por 1998, ha seguido sus andanzas en el país vecino con una dignidad que lo sitúa entre los grandes de la BD. En ese trayecto ha llegado incluso hasta tierras americanas (tan ajenas al triunfo de los héroes europeos) en forma de una cuidada edición de integrales, con portadas expresamente diseñadas para la causa por Luguy. A sus 26 años, llevados con una salud envidiable por lo que indican las ventas (cada nueva entrega es esperada con entusiasmo, y no es de extrañar teniendo en cuenta los dos años que pasan entre una y otra) el chevalier Percevan se convierte en knight Percevan. Y, si Norma cumple, a partir del segundo trimestre de 2008 le veremos traspasar de nuevo -¡al fin!- nuestras propias fronteras.
En un próximo artículo vamos a conocer un poco mejor a Percevan, a sus compañeros de aventuras, y a los creadores de todo su mundo.