El último largometraje de Pixar, la subsidiaria de Disney puntera en la animación moderna (con el permiso de sus contendientes directos de DreamWorks) viste traje a cuadros escoceses y luce melena rojiza al viento. Aunque Brave llega en pleno agosto, con medio país de vacaciones, no por ello las salas de cine se encuentran vacías en los pases -sean digital o 3D- del que promete convertirse en uno de los taquillazos animados del verano y del año. Y bien merecidamente, en mi opinión, por más que mucho crítico especializado desabrido se empeñe en calificarla como el último revés de los estudios norteamericanos. Es verdad que la cinta, dirigida por Mark Andrews, se aparta claramente de la esencia que hasta ahora habían seguido los grandes éxitos anteriores de Pixar para adentrarse en un mundo de hadas y princesas más propio de la casa matriz. Sin embargo, la historia cuenta con un punto de originalidad distante del clasicismo Disney que tiene como resultado un producto muy fresco apto y disfrutable por todos los públicos y edades.
Merida es la primogénita del rey Fergus y la reina Elinor, que gobiernan pacificamente desde su castillo en las Highlands sobre el resto de los fieros clanes norteños. Como toda princesa medieval, ha sido educada para saber comportarse con los modales más exquisitos, desde el buen gusto a la mesa o declamando cual perfecta anfitriona ante sus invitados, como en el arte de las formas gentiles y las labores comunes de una dama de alta cuna. Pero, quizás por esa naturaleza rebelde que se supone caracteriza al pueblo escocés, Merida es un espíritu libre, contumaz y tozuda (haciendo honor al título de la película), que gusta de cabalgar en su montura a toda velocidad recorriendo los bosques, montañas y ríos de los alrededores y practicar su excelente puntería en el tiro con arco.
Estas inclinaciones tan impropias de una princesa le valen la constante reprobación de su madre, en un rifirrafe diario sobre lo que debe o no hacer en relación a su noble rango. En otras palabras, el destino para el que la reina Elinor prepara a su hija es convertirse en la consorte ideal de alguno de los pretendiendes, torpes y pomposos en su mayoría, del resto de clanes convocados al castillo. Evidentemente, Merida no está en absoluto de acuerdo con este futuro que le han preparado y en un arranque de ira huye a la carrera, buscando en el hechizo de una anciana que habita una cabaña en el interior del bosque la solución al descontento que la aflige. Pero, más que resolver así su situación, las cosas se complicarán de un modo inesperado, poniendo en riesgo la perdurabilidad del reino y la vida de su propia familia. Ahora más que nunca, Merida debe ser valiente y recapacitar sobre las acciones que afectan a los hilos de su destino.
Aunque buena cantidad de las opiniones desfavorables que está recibiendo Brave van enfocadas al giro hacia el cuento clásico que Pixar parece poner en marcha con esta obra, personalmente creo que el argumento es más original de lo que se quiere hacer creer por un sector de la crítica. Si bien la historia comienza narrando el típico compromiso, contrario a su voluntad, al que se ve forzada la protagonista, en lugar de volcarse posteriormente en clichés basados en los eternos príncipes azules, la trama se desmarca de lo corriente con una historia distinta, inédita y que alterna humor con momentos más solemnes en su justa medida, desembocando en un desarrollo del guión completamente fluido.
Ni Merida se inclina al perfil de heroina un tanto marimacho que pudiéramos contemplar, por ejemplo, en Mulan, ni desde luego tiene nada que ver con las bellas princesitas de Blancanieves o La Bella y la Bestia en busca de su galante caballero (de hecho, si alguien esperaba en este sentido que el trillado golpe de efecto apareciese finalmente en el film, se llevará una sorpresa). O sea que ni asomo, por tanto, de los acostumbrados estereotipos de princesa Disney en la película de Andrews. De otro lado, tampoco hay un enemigo claramente definido (la bruja no pasa de ser un elemento impulsor de las acciones que acontecen a partir de la segunda mitad de la proyección); si acaso éste procede de la propia inseguridad y obstinación de Merida a través de la relación con su madre.
Aquí hay que remarcar especialmente que la película hace todo un ejercicio por actualizar las relaciones padres-hijos (madre-hija más bien, en este caso) en el género de la animación de un modo realista y efectivo. Porque las conversaciones y trifulcas de Merida con su madre (estupendo personaje que trasciende el papel de simple secundaria), además de bien llevadas, elevan un grado por encima el usual conflicto del adolescente indómito que odia a sus progenitores sin más, haciéndolo creíble y nada cursi, aunque tenga sus puntos de tocar la fibra sensible. Hablando del papel de la reina Elinor, queda además como uno de los momentos más divertidos del metraje toda la gestualización y movimientos que conllevan sus escenas úrsidas (ya sabréis a qué me refiero quienes la habéis visto, y me entenderéis aquellos que lo hagáis próximamente...)
Tal vez la aventura sea más sencilla que en ocasiones anteriores viniendo de Pixar y no haya un espacio demasiado destacado para la épica y la acción, es verdad (salvando estupendas secuencias como la del torneo de tiro con arco), pero el espectador tampoco las echará en falta. El toque de inspiración celta (como siempre, cogiendo el término con pinzas) le viene de fábula a la película, con un cierto guiño a Braveheart en versión femenina. Únicamente encuentro algo desdibujada y poco clara la trama del hermano levantisco al que hace referencia la leyenda que se menciona, pero por lo demás, la película pasa volando sin hacerse en ningún momento pesada. Además, el humor de la cinta (que proviene sobre todo del simpático trio de mellizos, así como del rey Fergus y los estrafalarios miembros de los clanes tribales) es agradable y nada forzado.
A nivel técnico la película es impecable, un 10 en todos los aspectos, como ya se esperaba después de contemplar algunas escenas que nos habían adelantado. Toda expresión visual del film es de una belleza enorme y la ambientación a lo Escocia medieval, sin atender a su mayor o menor fidelidad (ya que esto no es una obra histórica) resulta tan asombrosa que parece real, especialmente con esos increibles fondos profundamente coloridos y planos aéreos sobre el mar o las colinas boscosas que rodean el castillo. Nadie puede discutir que, al menos en esto, Pixar siga manteniendo el listón tan alto como de costumbre. Pero sin duda, dentro de la caracterización algo más inclinada al estilo cartoon y hasta paródica de los personajes, lo que más ha dado que hablar es la ya famosa cabellera rojiza y ensortijada de la joven arquera, tan rebelde como su poseedora, de la que cada mechón casi parece tener vida propia. Sólo por las horas de trabajo que debe de haber supuesto el desarrollo de unos efectos tan alucinantes en este representativo rasgo físico de la protagonista ya merece nuestro aplauso al equipo creativo. Por cierto, no quisiera olvidarme de mencionar también el brillante corto La Luna, de Enrico Casarosa, que acompaña al estreno en cines de Brave.
En cuanto a la música, que corre a cargo de Patrick Doyle, hay que reconocer que ningún tema llega a ser especialmente memorable por si solo. No obstante, el conjunto de las composiciones musicales, donde de nuevo destacan las gaitas escocesas y cautivadoras tonadas de pinceladas célticas, resulta muy agradable. Me pareció curioso que el estudio haya decidido introducir un par de canciones vocales, que interpreta Russian Red, al más puro estilo Disney (una de las señas que le ha debido costar precisamente su aproximación a la factoría de la que depende), pero por suerte estos no saturan la cinta e incluso diría que encajan a la perfección en los momentos apropiados.
Aun con el peso de un cierto tono más infantil, de la etiqueta tradicional por la que Merida pasará a engrosar la lista de princesas animadas (se le saca algún parecido con Enredados) y de que pueda no llegar a la altura de otros títulos de la compañía -como Up o las distintas partes de Toy Story, por ejemplo- creo que Brave se trata de una película muy sólida, con la que he salido encantado del cine. Y, por si fuera poco, si en algo me reafirmo después de verla, es en las ganas que tengo de tener un arco de competición ya!
Merida es la primogénita del rey Fergus y la reina Elinor, que gobiernan pacificamente desde su castillo en las Highlands sobre el resto de los fieros clanes norteños. Como toda princesa medieval, ha sido educada para saber comportarse con los modales más exquisitos, desde el buen gusto a la mesa o declamando cual perfecta anfitriona ante sus invitados, como en el arte de las formas gentiles y las labores comunes de una dama de alta cuna. Pero, quizás por esa naturaleza rebelde que se supone caracteriza al pueblo escocés, Merida es un espíritu libre, contumaz y tozuda (haciendo honor al título de la película), que gusta de cabalgar en su montura a toda velocidad recorriendo los bosques, montañas y ríos de los alrededores y practicar su excelente puntería en el tiro con arco.
Estas inclinaciones tan impropias de una princesa le valen la constante reprobación de su madre, en un rifirrafe diario sobre lo que debe o no hacer en relación a su noble rango. En otras palabras, el destino para el que la reina Elinor prepara a su hija es convertirse en la consorte ideal de alguno de los pretendiendes, torpes y pomposos en su mayoría, del resto de clanes convocados al castillo. Evidentemente, Merida no está en absoluto de acuerdo con este futuro que le han preparado y en un arranque de ira huye a la carrera, buscando en el hechizo de una anciana que habita una cabaña en el interior del bosque la solución al descontento que la aflige. Pero, más que resolver así su situación, las cosas se complicarán de un modo inesperado, poniendo en riesgo la perdurabilidad del reino y la vida de su propia familia. Ahora más que nunca, Merida debe ser valiente y recapacitar sobre las acciones que afectan a los hilos de su destino.
Aunque buena cantidad de las opiniones desfavorables que está recibiendo Brave van enfocadas al giro hacia el cuento clásico que Pixar parece poner en marcha con esta obra, personalmente creo que el argumento es más original de lo que se quiere hacer creer por un sector de la crítica. Si bien la historia comienza narrando el típico compromiso, contrario a su voluntad, al que se ve forzada la protagonista, en lugar de volcarse posteriormente en clichés basados en los eternos príncipes azules, la trama se desmarca de lo corriente con una historia distinta, inédita y que alterna humor con momentos más solemnes en su justa medida, desembocando en un desarrollo del guión completamente fluido.
Ni Merida se inclina al perfil de heroina un tanto marimacho que pudiéramos contemplar, por ejemplo, en Mulan, ni desde luego tiene nada que ver con las bellas princesitas de Blancanieves o La Bella y la Bestia en busca de su galante caballero (de hecho, si alguien esperaba en este sentido que el trillado golpe de efecto apareciese finalmente en el film, se llevará una sorpresa). O sea que ni asomo, por tanto, de los acostumbrados estereotipos de princesa Disney en la película de Andrews. De otro lado, tampoco hay un enemigo claramente definido (la bruja no pasa de ser un elemento impulsor de las acciones que acontecen a partir de la segunda mitad de la proyección); si acaso éste procede de la propia inseguridad y obstinación de Merida a través de la relación con su madre.
Aquí hay que remarcar especialmente que la película hace todo un ejercicio por actualizar las relaciones padres-hijos (madre-hija más bien, en este caso) en el género de la animación de un modo realista y efectivo. Porque las conversaciones y trifulcas de Merida con su madre (estupendo personaje que trasciende el papel de simple secundaria), además de bien llevadas, elevan un grado por encima el usual conflicto del adolescente indómito que odia a sus progenitores sin más, haciéndolo creíble y nada cursi, aunque tenga sus puntos de tocar la fibra sensible. Hablando del papel de la reina Elinor, queda además como uno de los momentos más divertidos del metraje toda la gestualización y movimientos que conllevan sus escenas úrsidas (ya sabréis a qué me refiero quienes la habéis visto, y me entenderéis aquellos que lo hagáis próximamente...)
Tal vez la aventura sea más sencilla que en ocasiones anteriores viniendo de Pixar y no haya un espacio demasiado destacado para la épica y la acción, es verdad (salvando estupendas secuencias como la del torneo de tiro con arco), pero el espectador tampoco las echará en falta. El toque de inspiración celta (como siempre, cogiendo el término con pinzas) le viene de fábula a la película, con un cierto guiño a Braveheart en versión femenina. Únicamente encuentro algo desdibujada y poco clara la trama del hermano levantisco al que hace referencia la leyenda que se menciona, pero por lo demás, la película pasa volando sin hacerse en ningún momento pesada. Además, el humor de la cinta (que proviene sobre todo del simpático trio de mellizos, así como del rey Fergus y los estrafalarios miembros de los clanes tribales) es agradable y nada forzado.
A nivel técnico la película es impecable, un 10 en todos los aspectos, como ya se esperaba después de contemplar algunas escenas que nos habían adelantado. Toda expresión visual del film es de una belleza enorme y la ambientación a lo Escocia medieval, sin atender a su mayor o menor fidelidad (ya que esto no es una obra histórica) resulta tan asombrosa que parece real, especialmente con esos increibles fondos profundamente coloridos y planos aéreos sobre el mar o las colinas boscosas que rodean el castillo. Nadie puede discutir que, al menos en esto, Pixar siga manteniendo el listón tan alto como de costumbre. Pero sin duda, dentro de la caracterización algo más inclinada al estilo cartoon y hasta paródica de los personajes, lo que más ha dado que hablar es la ya famosa cabellera rojiza y ensortijada de la joven arquera, tan rebelde como su poseedora, de la que cada mechón casi parece tener vida propia. Sólo por las horas de trabajo que debe de haber supuesto el desarrollo de unos efectos tan alucinantes en este representativo rasgo físico de la protagonista ya merece nuestro aplauso al equipo creativo. Por cierto, no quisiera olvidarme de mencionar también el brillante corto La Luna, de Enrico Casarosa, que acompaña al estreno en cines de Brave.
En cuanto a la música, que corre a cargo de Patrick Doyle, hay que reconocer que ningún tema llega a ser especialmente memorable por si solo. No obstante, el conjunto de las composiciones musicales, donde de nuevo destacan las gaitas escocesas y cautivadoras tonadas de pinceladas célticas, resulta muy agradable. Me pareció curioso que el estudio haya decidido introducir un par de canciones vocales, que interpreta Russian Red, al más puro estilo Disney (una de las señas que le ha debido costar precisamente su aproximación a la factoría de la que depende), pero por suerte estos no saturan la cinta e incluso diría que encajan a la perfección en los momentos apropiados.
Aun con el peso de un cierto tono más infantil, de la etiqueta tradicional por la que Merida pasará a engrosar la lista de princesas animadas (se le saca algún parecido con Enredados) y de que pueda no llegar a la altura de otros títulos de la compañía -como Up o las distintas partes de Toy Story, por ejemplo- creo que Brave se trata de una película muy sólida, con la que he salido encantado del cine. Y, por si fuera poco, si en algo me reafirmo después de verla, es en las ganas que tengo de tener un arco de competición ya!