No quería tardar mucho tras su estreno en ir a ver
John Carter, la producción más reciente de la
Disney y la apuesta de los estudios por el género fantástico, aventurero y de acción para este año. Lo admito; tenía bastantes ganas de sentarme frente a la pantalla para contemplar el último trabajo de
Andrew Stanton, sospechando ya casi de antemano aquello con lo que me iba a encontrar. Probablemente esa es la razón por la que he disfrutado de sus algo más de dos horas de proyección: me he dejado llevar por una historia que, a pesar de sus defectos -que no son pocos-, ha conseguido mantenerme entretenido hasta el último minuto; sobre todo gracias a una cierta inspiración a lo peli de serie B, cuajada de ingredientes propios de la fantasía y la ciencia-ficción, unos escenarios y efectos alucinantes y una ambientación muy aprovechable.
Y, sin pretender dar lecciones a nadie de cómo encarar la película, ésa es la actitud a la que invito a quienes quieran pasar un buen rato viéndola. Olvidaos de prejuicios, no esperéis el colmo de la originalidad y sed indulgentes con las interpretaciones. Para quienes estos supongan demasiados requisitos, que se abstengan de gastar su dinero en una entrada; pero los que estén dispuestos a asumirlos, seguro que acabarán juzgándola con mejores ojos. Supongo que empiezo por decir esto sabiendo que a
John Carter le va a caer la del pulpo. Por eso he querido anticiparme al aluvión de comentarios negativos y análisis desfavorables que seguramente va a recibir en las próximas semanas.
Una vez más estamos ante la adaptación a la gran pantalla de una obra literaria de género. Pero ojo, que en este caso no se trata de una saga más o menos moderna de la vertiente fantástica, sino de un auténtico clásico que se remonta a inicios del siglo pasado. Hablamos de
Una princesa de Marte, primer volumen de la serie marciana escrita por el estadounidense
Edgar Rice Burroughs. Si no fuera porque se trata del también autor de
Tarzán de los monos, igual a muchos no nos diría gran cosa. Y es que, pese a lo prolífico de su obra, la antigüedad de la misma no facilita que sea especialmente accesible hoy día -por lo que me ha parecido apreciar-, al menos en nuestra lengua. El caso es que este polifacético escritor cuenta en su haber con varios ciclos de la más genuina ficción, siendo en el que se basa la película uno de los destacados y habiendo servido de referencia a multitud de creaciones venideras de generaciones posteriores. Vaya, que al señor
Burroughs le debemos mucho más de lo que a priori pudiéramos pensar.
Como siempre, antes de meternos en harina, les cuento someramente de qué va el argumento. John Carter es un capitán del ejército americano en la Guerra Civil que, habiendo desertado de filas tras verse golpeado por un azaroso pasado y una serie de dramáticas circunstancias personales, se ve trasladado de forma inexplicable a Marte, cuyos moradores denominan Barsoom. Estos se hayan divididos en una serie de etnias y tribus diferentes, de los que se distinguen por su mayor nivel de evolución los llamados 'hombres rojos', pueblo humano enfrentado entre si, de un lado los seguidores de la violenta y destructiva ciudad de Zodanga y del otro los de la más prudente y civilizada Helium. Existen a su vez otras razas de apariencia humanoide, como los tharks, que se ven envueltos en medio del conflicto, así como todo un bestiario de criaturas insólitas del hostil planeta rojo. El efecto inmediato de la atmósfera marciana sobre el terrícola es un desproporcionado aumento de su fuerza y agilidad en base al cambio de gravedad que experimenta su cuerpo, lo que pronto atraerá la atención de los nativos.
Obviamente Carter se convierte de inmediato en héroe a la fuerza, que unos intentarán captar hacia su causa y otros destruir. Después de un primer y accidentado encuentro con los tharks, conocerá a la princesa Dejah Thoris de Helium, junto a la que asistirá en primera persona a la refriega que los suyos mantienen con el jeddak de Zodanga, Sab Than, quien acaba de hacerse con una fuente de poder que amenaza la libertad del resto de pueblos y la supervivencia del propio Barsoom, al borde de la catástrofe. En tal situación, el antiguo soldado tendrá que tomar partido, en contra de sus principios, en esta nueva guerra, sin perder de vista la idea de regresar, si es que es posible, al hogar terrestre.
El encargado de llevar la novela original
a la gran pantalla ha sido finalmente
Andrew Stanton, una de las figuras célebres de
Pixar que acomete con
John Carter su primera experiencia cinematográfica con medios reales, tras haber obtenido el reconocimiento gracias a las oscarizadas
Wall-E y
Buscando a Nemo (también ha trabajado en el equipo de realización de las distintas partes de
Toy Story,
Bichos y
Monstruos S.A.). Podríamos decir que el guión llegó a sus manos tras un interminable baile de directores que fueron postergando el proyecto durante décadas enteras. Tanto es así que ya en los años treinta, aún en vida del autor, el cineasta
Robert Clampett habría podido sentar todo un precedente en el cine de ci-fi si hubiera llevado a cabo una primera tentativa de adaptación que no llegó a buen puerto. El testigo fue pasando de unas manos a otras, cambiando de nombre en el proceso; pero ni
Robert Rodríguez (decidido a contar con
Frank Frazetta en su equipo artístico), ni
Kerry Conran (
Sky Captain) ni
John Favreau (
Iron Man) llegaron a materializar su compromiso de dar vida al personaje. Por suerte para
Stanton, que se reconoce lector entusiasta desde la niñez de las aventuras marcianas de
Burroughs, con este film, además de ofrecérsele la oportunidad de ir un paso más allá del cine de animación, ve cumplida su ilusión de homenajear a uno de sus autores favoritos, con un resultado que (en previsión de opiniones de lo más dispares) podrá o no ser determinante para su carrera profesional.
En el momento de considerar la película, cualquiera de nosotros podría caer en la tentación de reducirla a un mero refrito de productos más que vistos y aireados, a la vista de influencias que, de tan evidentes, parecen caer en el plagio mismo; pero en tal caso estaríamos pecando de una manifiesta falta de documentación. Porque, si bien es cierto que las similitudes se agolpan a cascoporro ante nuestros ojos a medida que va transcurriendo el curso del metraje, el argumento que se desarrolla en
John Carter tiene que ser tomado en cuenta como germen, y no como fruto, de las muestras que constituyen la cartelera fantástica contemporánea. Para ello, sólo basta con fijarse en la fecha de nacimiento de la obra que supone su fuente. Sin embargo, para el espectador, quizá esa sea una de las mayores deficiencias que se le pueden achacar a la cinta; su excesivo parecido con títulos que ya han quedado de sobra asentados en nuestra memoria.
Ahora bien, aclarado el punto anterior, si queremos entrar en el juego de los parecidos, bien que podemos hacerlo mediante una amplia lista a la que recurrir, con toda la longitud de
Star Wars como máximo exponente. De no ser porque conocemos la propensión de
George Lucas por apoyarse en referentes de la ciencia ficción de toda clase de medios al crear su saga galáctica, no tardaríamos un minuto en afirmar el sospechoso parecido entre determinadas secuencias: ¿a quién no le recuerda la huída de Carter por el desierto en una de las mini-aeronaves a la carrera de vainas del agreste Tatooine? ¿Y la escena en el circo de los tharks a la lucha en la arena de Geonosis? Los mismos tharks guardan una extraña semejanza con los geonosianos...y también tienen rasgos en común con los aborigenes azulados de Pandora en
Avatar, que igualmente podemos citar como modelo de más de un nexo entre ambas películas, por ejemplo, observando el trasfondo naturalista del planeta (fuentes de un extraño poder elemental, recursos en vías de extinción, vehículos que funcionan con energía solar, etc.)
Otras reminiscencias las hallamos, por ejemplo, en títulos como
Prince of Persia (omnipresencia de terrenos desérticos y, al mismo tiempo, exóticos),
Star Gate (conexión espacial de portales de teletransporte) e incluso de viejos videojuegos -esto ya es una observación más personal- como el mítico
Another World (por aquello del intruso foráneo que contacta con un miembro de la raza autóctona, el cual se muestra amistoso y le ayuda a escapar), citando algunos de los innumerables paralelismos posibles.
Un cúmulo de curiosidades y casualidad rodea al reparto de la película, pasando por alto una calidad interpretativa muy cuestionable de la mayoría de sus integrantes. Para empezar, los protagonistas,
Taylor Kitsch (John Carter) y
Lynn Collins (como la princesa Dejah Thoris), además de lucir un palmito envidiable, proceden ambos de la plantilla de
X-Men Orígenes: Lobezno. No son los únicos rescatados de un repertorio comiquero, como demuestra la presencia de
Dominic West (
300) en el papel de Sab Than,
James Purefoy (al que vimos en el pellejo de
Solomon Kane), ejerciendo aquí de uno de los lugartenientes de Helium, o
Mark Strong (
Green Lantern) como uno de los místicos therns, entre otros. Por otro lado, parece que el responsable de casting padece una especial querencia por la teleserie
Roma de
H.B.O. como cantera de personajes, pues hasta cuatro de sus actores se llegan a contar entre las caras conocidas que asoman a la superficie marciana:
Ciaran Hinds, el mismísimo Julio César (a.k.a. Tardos Mors, jeddak de Helium),
Polly Walker (la insidiosa Atia cubre la breve e irreconocible aparición de la alienígena Sarkoja),
Nicholas Woodeson (el otrora ayudante de campo del general romano, que interpreta al notario de Carter) y el ya mentado
Purefoy (Kantos Kan).
Tristemente comprobamos que muchos de los diálogos caen en los tópicos más flagrantes, por lo que el film no es que sobresalga precisamente en este aspecto, e incluso hay conversaciones que rozan el ridículo. Por lo demás,
Taylor Kitsch (evitemos malos juegos de palabras con su apellido) en su rol de héroe protagonista, aunque no llega ni de lejos a una actuación brillante, cumple con un mínimo de dignidad (al menos, para mi gusto, lo hace mejor que el zopenco de
Sam Worthington, a quien pronto nos tocará sufrir de nuevo en
Ira de Titanes). Su contrapunto femenino para justificar la trama amorosa de turno,
Lynn Collins, nos demuestra que tanto atractivo le ocasiona sin embargo un problema de expresividad. Va justita, pero también se defiende. Aunque transfigurado en marciano verde por merced del ordenador, el personaje de Tars Tarkas (
Willem Dafoe) se sitúa entre los más interesantes. No se puede decir lo mismo de un malo planísimo que desempeña
Dominic West con poca gracia y del que apenas entendemos sus motivaciones.
Uno de los aspectos que sin duda obtiene una mejor nota es la estupenda ambientación, que se distribuye además en hasta tres diferentes decorados que enmarcan la acción: por un lado, en su mayoría, el Marte ficticio; por otro, los minutos que se reparten entre el contexto western y el decimonónico. Por algún sitio tenía que despuntar la millonada de dólares que ha costado montarlo todo... No pongo pegas en este sentido: me ha parecido muy convincente el acabado de todo el surtido de monturas, bichejos y criaturas fantásticas que pueblan Barsoom (sí, mención singular tanto para el simpático perro-largarto Woola como para los gigantescos simios blancos), como de sus principales civilizaciones, los tharks (me habría gustado que se desarrollaran más facetas de su cultura; tal vez quede para una posible continuación) y los indígenas humanos, con toda la parafernalia propia del diseño de ciudades rocosas, aeronaves solares y un sistema social a caballo entre lo arcaico y lo tecnológico.
La aridez absoluta del desierto y de las vastas planicies y cañones de Utah, principal lugar de rodaje, aporta escenarios de una asombrosa belleza primitiva, que si bien carece de la exuberancia natural de otros entornos, como el ideado por
James Cameron en
Avatar (que, por cierto, seguro que también conocía la novela de
Burroughs desde hace mucho) resulta sobrecogedora en su perfecto retrato de lo que podría ser un Marte capaz de albergar vida, tirando de mucha imaginación, claro está. No vamos a negar que aquí ayuda un poco la mano del tratamiento 3D (aunque no sé si seré el único que en esta ocasión lo ha encontrado algo molesto y difuso en planos de cierta profundidad), tanto más efectivo cada vez que el prota se lía a dar brincos. El conjunto se ve agradablemente adornado por una buena banda sonora, de las que permanecen en la cabeza una vez has abandonado la sala de cine.
Puesto que ya vendrán los que se encarguen de despellejarla, vamos a subrayar lo que yo calificaría como otras virtudes de la cinta. Por una parte está la circunstancia de que la acción no se prolonga a lo largo de tomas interminables de batallas y escaramuzas, sino que se ajusta a un buen ritmo para no aburrir al espectador, cosa que agradecerán aquellos menos apegados a este tipo de tomas (hay alguna sobrada de guión, cierto, pero, ¡qué queréis... es ficción pura y dura!) Además hay algunos aditamentos sin duda originales; por ejemplo el hecho de incluir al propio autor de la novela como personaje determinante de la trama y el giro final que esta adquiere. Diría que se presenta como una película apta para todo tipo de públicos, y aunque habrá quienes no quieran ni oir de nuevo de
John Carter y sus andanzas marcianas, debo reconocer que a mí la película me ha motivado lo suficiente para adquirir el libro sobre el que se inspira. Quizá de esta manera pueda llenar los huecos que el film no ha llegado a cubrir del todo. Otro matiz que me ha agradado es la evocación que realiza de los tiempos en que todo eran conjeturas acerca del tipo de habitat que podría existir en el resto de planetas del sistema solar, acto que requiere cierta abstracción del espectador teniendo en cuenta lo que sabemos en la actualidad al respecto.
Una de las expresiones que va a ser más repetida entre la concurrencia durante los próximos días es que se trata de una adaptación que llega demasiado tarde. Si
John Carter hubiera sido rodada hace veinte años, aun cuando habría contado con mucha menos espectacularidad visual de la que goza hoy, posiblemente ocupara un lugar más alto en las galerías de cine fantástico. No se le puede negar el crédito de su valor como obra difusora de ideas de las que se han estado apropiando unos y otros desde mucho tiempo atrás, pero desafortunadamente eso no la librará de la condena implacable a la que la van a someter público y crítica, a pesar de que tenga detrás el aval de la factoría
Disney. Así que me voy a andar con tacto a la hora de recomendarla, que con lo caro que está ahora el cine no quiero que luego lluevan piedras sobre el blog, pero ya he sentado las que serían mis premisas para que cada cual decida si verla o no. Por mi parte, cuenta con un holgado aprobado.