Disculpando los prolongados silencios por estos lares a los que las circunstancias me obligan, tengo que reconocer que entre mi larga lista de cómics leídos recientemente hay títulos en espera de reseña desde hace casi hasta seis meses (y que incluso van a exigirme una relectura para cuando quiera ponerme a comentarlos en la web). No es el caso, sin embargo, de Ardalén, uno de los últimos en pasar por mis manos, que me gustó hasta tal punto que tenía que colarse en los primeros puestos para dedicarle unas líneas cuando retomara lo de escribir por aquí. No por nada estamos hablando del tebeo que se ha alzado con el Premio Nacional del Cómic en 2013 y que corrobora la valía de su autor, el coruñés Miguelanxo Prado, dentro del panorama gráfico español.
Ardalén es una historia fabulosa en todos los sentidos, por lo que no debe extrañar encontrársela en una página sobre fantasía como esta. En el momento de encasillarlo en un género, resulta fácil recurrir a ese movimiento artístico que se ha venido en llamar realismo mágico y que tan a menudo nos trae a la cabeza nombres como el de Borges o García Márquez, pero que no es, en definitiva, sino una manera de afirmar la creencia en lo fantástico e inverosímil como algo corriente y que forma parte de nuestro mundo.
En una trayectoria salpicada de joyas, Prado ya había destacado anteriormente con piezas como Quotidiania Delirante, Tangencias, Crónicas Incongruentes o Stratos... (englobadas en la colección de Norma Editorial que lleva su nombre), pero sobre todo por esa obra maestra del medio que es Trazo de Tiza. Precisamente con ella guarda ciertas semejanzas que harán recordar al lector aquel exponente poético del noveno arte que ya ocupa un lugar en el podio del cómic patrio. El amor como eje principal de la historia, la honda relación con el mar —tan cercano siempre del ilustrador gallego—, un personaje femenino muy potente, la paradoja temporal y ese halo de misterio que se mantiene hasta el último minuto de lectura (y que reverbera en nuestra mente durante un largo periodo) son algunos de los matices que refuerzan la identidad del autor en su arte. Por no mencionar el lucimiento de su impresionante composición gráfica y la magnitud que abarca el esplendoroso colorido sobre la narración en sí misma.
El ar do alén (aire del más allá, en gallego) es un viento ábrego —uno no sabe si legendario o verídico, pero bien desearía que fuese esto último— que sopla tierra adentro desde el mar y evoca olores salobres y húmedos de las extensiones oceánicas. Es además el protagonista en la sombra de este relato y el fenómeno que construye una historia sobre la memoria y el recuerdo, el impacto de la dimensión onírica de los pensamientos y las experiencias que es capaz de invocar y revivir la mente humana. Dicho así puede parecer que el argumento roza lo pretencioso y hasta se diría que un perfil metafísico. Nada más lejos de la realidad y de las intenciones del autor (salvando, eso sí, ese carácter en cierta manera esotérico que Miguelanxo imprime a casi toda su obra).
En realidad Ardalén es la historia de una búsqueda y un encuentro; un drama fantástico que no por su apariencia de relato costumbrista dejará de gustar a los que tienen en el mundo de lo imaginario su especialidad favorita. Sabela, una mujer en la madurez a la que la vida no le sonríe últimamente, busca rellenar los huecos que han dejado sus actuales pesares completando una investigación que le angustia desde niña: averiguar el destino de su abuelo, que partió a hacer las Américas y a quien la familia acabó perdiendo la pista bajo unas circunstancias ciertamente sospechosas.
Las pocas cartas y recuerdos que conserva apuntan a un minúsculo pueblecito de montaña en la Galicia más rural, donde todavía podría vivir un viejo compañero en la emigración de este abuelo desaparecido e intencionadamente olvidado por los suyos. En la tasca local le hablan de Fidel, el único que supuestamente estuvo en Cuba años atrás y que podría tener noticias de su pariente. Pero la mente de Fidel es un revoltillo de recuerdos, delirios del pasado y viejas experiencias desordenadas. Comienza un tira y afloja de conversaciones y sentimientos compartidos entre Sabela y Fidel, al tiempo que la aldea desvela tímidamente sus secretos bajo la influencia el misterioso viento pelágico.
La narración posee este tono enigmático tan característico del autor con el que ya consiguió atraparnos en Trazo de Tiza, pero aunque inevitablemente se tienda a establecer vínculos como los que antes he citado entre ambas obras, cada una tiene una personalidad propia muy diferente. El protagonismo gira en torno a la figura del senil Fidel (tengo especial debilidad con aquellas historias que realizan un digno reflejo de la ancianidad) y de Sabela, que a pesar de su temple frágil y vulnerable, irradia una tenacidad fuera de lo común. Además, la relación que se establece entre el uno y la otra se basa en un tema tan atrayente como es la búsqueda de las raíces y la acción de escarbar en la memoria. Pero el resto de personajes, incluso aquellos 'fantasmales', no se quedan atrás y tienen unos rasgos tan peculiares que no dejan plano a ninguno de ellos: Tomás, Ramón, Rosalía, La Xana o Celia (de la que, por cierto, es inmediata la comparación con Sara, regentando una especie de oasis en mitad de la nada).
Hablando de los personajes hay un detalle muy curioso que resaltar: el uso de distintas tipografías en función de aquel que toma la palabra. Una rareza que hasta cierto punto diría que refleja la naturaleza interior de cada cual, aunque quizá esto que digo sea estirar mucho las sensaciones (tal vez es sólo una impresión personal). Y de nuevo el escenario es prácticamente un personaje más de la trama, hasta el grado de transmitir la sensación de que hemos traspasado los márgenes del mundo real. Son unos pocos lugares gracias a los que viajamos a un entorno semi-mágico e ilusorio durante la lectura: la aislada aldehuela —que como todo rincón bucólico es nido de chismorreos y secretos a media voz—, una hospedería que hace las veces de café-cantina, un pequeño caserío destartalado, un prado desde el que se escuchan los cantos abisales de las ballenas...
Porque Ardalén —basta con echar un vistazo a su portada— es también una historia de mar, que rezuma los orígenes gallegos de su creador (no olvidemos que es el impulsor del festival Viñetas desde el Atlántico) hasta en expresiones en boca de los personajes como el uso continuado de los diminutivos o del 'marchar' en vez de 'ir', por poner algunos ejemplos. Intensamente relacionado con De Profundis (la historieta ilustrada y el largometraje animado), Miguelanxo Prado retrata en sendos trabajos el sentimiento del náufrago, que en el caso del cómic que nos ocupa se basa en la percepción interior de la propia existencia, en el sentido figurado, así como en las alucinaciones que nos muestra a través de Fidel, que de pronto se ve rodeado de peces, celentéreos y otros animales marinos. Queda como una de las páginas más asombrosas e impactantes la que se refiere a la aparición de las ballenas (y que, curiosamente, me recordó a otra estampa similar —sobre un entorno urbano en este caso— en Las ballenas públicas de Broussaille).
Prado tiene un estilo gráfico muy distinguible, casi pictórico, que entra por los ojos y cautiva como pocos, ya se tengan más o menos conocimientos en esto del cómic. Dudo que haya quien pueda resistirse a ese dibujo hipnótico y al lirismo de sus composiciones ilustradas. Su maestría en el oficio, que con frecuencia suscita la sensación de estar contemplando un óleo, es incuestionable. Y del color se puede decir otro tanto, de una textura casi palpable, que ayuda a introducirse en la historia e intensifica esa fabulosa impresión mágica. Las absorbentes planchas de tonos ocres, azul y aguamarina llenas de peces y demás criaturas acuáticas a su libre albedrío cada vez que se desatan los recuerdos de Fidel y sus ojos chispean ante un pasado imaginario, convierten la actividad de pasar las páginas en un caleidoscopio de pigmentos fantásticos y acogedores.
Por si fuera poco, esta extensa historieta (son más de 250 páginas) está acompañada por unos llamativos e interesantes anexos que separan cada uno de los nueve capítulos que la componen, contribuyendo al relato y completando el enigma de la trama como si fueran piezas de un puzle que acabará por tener sentido al final: cartas, artículos de revistas, mapas, viejas fotografías, poemas y letras de canciones, artículos divulgativos, documentos, testimonios, grabados... (¡si hasta hay un repertorio de citas relacionadas con la memoria que alude, entre otras fuentes, al film Blade Runner!) La edición de Norma, que ya va por su 2ª reimpresión, con una nueva portada (lo cual, considerando la tirada de las publicaciones de Miguelanxo Prado, implica un volumen de ventas considerable) luce de lujo para una novela gráfica de estas características (incluye marcapáginas de tela y todo) haciendo que se lea con verdadero deleite y avidez.
En fin, Ardalén es una propuesta redonda: bellísima, inspiradora, profunda. Una nueva obra maestra de Miguelanxo que se merece los premios que ha acaparado y se presta no a una, sino a múltiples lecturas. Sólo puedo añadir que me encantó y me emocionó (siendo alguien para quien el apego al pasado es importante), de manera que debo recomendarlo con el mayor entusiasmo. Y encima los amantes de la temática fantástica estamos de enhorabuena, ya que el dibujante (miembro de la Real Academia Gallega de Bellas Artes) ha asegurado que se encuentra trabajando, por pura diversión, en un nuevo cómic que se entrega de lleno a este género.
«Quien no recuerda, no vive.» (Miguelanxo Prado)
3 comentarios:
La verdad es que ya había leído alguna crítica que lo ponía muy bien, y después de la tuya cada vez me pica más la curiosidad. La próxima vez que vaya de compras a ver si lo busco, me tienta y me lo llevo a casa.
Lo he tenido en mis manos un par o tres de veces. Esta mañana, precisamente, cuando he ido a la biblioteca, lo he ojeado y he pensado en cogerlo la próxima vez. Y como veo que le has puesto tanto entuasiasmo a la reseña, y que es un cómic que te ha gustado mucho, le voy a dar prioridad.
¡Gracias por la reseña, Jolan!
¡Espero no haber elevado excesivamente vuestras expectativas y que luego no os convenza! Pero vamos, a mi parecer es un cómic sobresaliente. Seguro que os gusta. ;)
Beldz, por lo pronto los que te has traído hoy de la biblioteca ya son una gozada. Si además tienen Ardalén, ya te queda lectura comiquera de la buena para futuros préstamos. :)
¡Saludos!
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