Cuando se estrenó Centurión en las salas de cine, hará cosa de un par de años, reconozco que de primeras no daba un duro por ella. Me gusta el cine de romanos, desde luego que sí, y tanto el escenario como el momento histórico escogido para esta producción me parecen la mar de interesantes, pero escaldado de películas que omiten toda fidelidad a la historia que pretenden retratar y se limitan al artificio y a la acción ciega, sólo en favor del espectáculo visual, me autoconvencí de que no valdría demasiado la pena gastar el dinero en una entrada de cine y luego la fui aplazando durante muchos meses. Por si fuera poco, la crítica se ensañó tanto, que se me fueron quitando las ganas de darle una oportunidad. Finalmente lo he hecho, y aunque pueda costarme una lapidación virtual, la verdad es que me ha hecho pasar un buen rato, quizá precisamente porque no esperaba gran cosa, de modo que no la considero en absoluto una película a la que tildaría directamente de mala, aunque es verdad que tenga momentos no muy creíbles. El caso es que ya llevo unas cuantas sorpresas de este tipo en lo que va de año; será cuestión de no crearse previamente ciertas expectativas.
Lo que Neil Marshall (The Descent, Dog Soldiers), director de la película, ha querido plasmar en esta producción es la célebre y misteriosa historia de la Novena Legión, más formalmente la Legio IX Hispana Macedonia Victrix. No es el primer cineasta que se ocupa de los avatares sucedidos a esta avanzadilla romana durante la invasión de Britania, como podemos comprobar también por la algo posterior La Legión del Águila, de título homónimo a la novela de R. Suttcliff en la cual ambas cintas parecen inspirarse, y creo que ya antes hubo otras adaptaciones. El verdadero destino de los hombres que componían estas fuerzas se confunde entre realidad y leyenda. Durante mucho tiempo se creyó que sucumbieron a las escaramuzas de los pictos en las incursiones efectuadas hacia el norte de la isla. Es verdad que estas tribus de las tierras altas provocaron verdaderos quebraderos de cabeza a los disciplinados soldados romanos, incapaces de hacer frente a sus constantes lances en forma de guerrilla y a la brutalidad de su acoso continuo; hecho que motivaría que la débil romanización de la provincia no pasará de cierto punto geográfico (y que sus huellas, por cierto, se borraran allí con más facilidad que en otros lugares de Europa tras el colapso del Imperio). Posteriormente se postularía que la suerte de la Novena fue otro y que en realidad cayó años más tarde en tierras de Oriente Medio, pero lo que finalmente ha permanecido en la mente colectiva, quizá por el atractivo legendario que sugiere esta versión, es la tesis de su supuesta desaparición en la fría y hostil Albión. En este sentido, la película se hace eco plenamente de tal episodio mítico-histórico, y yo creo –sin ser para nada un experto en el tema– que en general lo vuelve verosímil, aunque no es menos cierto que adereza el relato con aspectos de cosecha propia y otros aportes que son pura invención.
Corre el año 117 d.C. y, bajo la égida del emperador Adriano, las fronteras del Imperio se extienden en su confín noroccidental hasta la ignota provincia de Britania. El intento de conquista de la isla en su totalidad lleva tiempo estancada y el gobernador Julio Agrícola, designado por Roma, ordena que se ponga en marcha la poderosa Novena Legión, bajo el mando del general Tito Flavio Virilo, para acabar de una vez por todas con las belicosas huestes de los pictos del norte que, liderados por su despiadado cacique Gorlacon, están causando estragos entre las guarniciones de los fortines más septentrionales. En su avance hacia las tierras bárbaras, guiados por una amenazante exploradora del pueblo de los pictos, se topan justamente con el único hombre que ha logrado escapar con vida de una de las últimas masacres, el leal Centurión Quinto Dias, quien se unirá a la expedición militar. Sin embargo, no tardarán en ser objeto de una brutal emboscada que va a diezmar sus efectivos, de la que sólo sobrevivirá un puñado de hombres, cuyo principal objetivo ahora es regresar con vida a terreno seguro, justo hasta allí donde se está empezando a edificar el muro que marcará la infranqueable linea divisoria de la conquista.
Centurión ha sido comparada –sin mucha fortuna en mi opinión– con otros títulos del género pseudohistórico como Braveheart, 300, Gladiator y Rey Arturo, más por similitudes concretas o coincidencias puntuales que por una verdadera semejanza en su realización, ya que de promedio algunas de estas últimas, no todas, la superan con creces. Sin embargo, es imposible no acordarse de los combatientes que luchaban junto a William Wallace cuando vemos a los pictos pintarrajearse la cara de azul, o evocar la batalla en la que participaba Russell Crowe en los bosques de la Germania de los primeros minutos de metraje de Gladiator al contemplar a la Novena caer en la encerrona que les tienden los bárbaros, por citar un par de ejemplos claros. Que estas secuencias induzcan a errores temporales y anacronismos ya es otro cantar.
Porque más allá de inexactitudes de fechas (el registro del pueblo picto como tal por los cronistas romanos, o el periodo en el que efectivamente vivió alguno de los personajes reales que aparecen), de indumentarias y armas (sustitución del pilum por lanzas convencionales, los ya famosos y recurrentes estribos, etc.) o de la atribución de ciertas costumbres a los salvajes (al menos en lo de los tatuajes y la pintura ritual –picto = cara pintada– creo que acertaron; el que se coló con siglos de diferencia en este aspecto fue Mel Gibson) tengo la impresión de que se recoge con más o menos corrección la época y los acontecimientos que tuvieron lugar entonces, haciendo bastante la vista gorda. Hay otras discusiones que, en cambio, sí resultan demasiado cuestionables. Aunque las mujeres de estos clanes tomaran parte en la vida guerrera y en asuntos tradicionalmente reservados a los hombres en sociedades más civilizadas, como las que estaban bajo el predominio romano, es muy discutible que lo hicieran del modo tan activo que se quiere reflejar en la película. Tampoco sé hasta qué punto sería común la presencia de legionarios negros entre las tropas del Imperio, por más que las provincias del norte de África estuvieran ya bajo el control de Roma… Por último, la refriega que marca el fin de la Novena me resulta difícil de creer: que digo yo que no sería cosa fácil cargarse a una legión entera de golpe, ¿no? Eso sí, la secuencia de la emboscada admito que es impresionante, con la filas romanas dispuestas en formación para hacer frente a esa lluvia de fuego que cae por la pendiente del bosque.
La verdad es que Centurión mantiene un buen ritmo que sólo decae en determinados momentos, sobre todo con una historia de amor que no viene muy a cuento, y se puede decir que su duración –aproximadamente de hora y media– está adecuadamente medida. Ahora bien, aviso importante, recomiendo que se abstengan de verla quienes no gusten del género de acción, puesto que la mayor parte del metraje se centra en esta, y muy en especial los propensos a girar la vista ante cuchilladas, borbotones de sangre y casquería variada. El film es bastante gore en este sentido y, de hecho, no recuerdo ahora ninguna proyección reciente de este género donde se mostrase con tanta crudeza decapitaciones, degüellos, miembros cercenados y toda clase de acciones truculentas. A mí no me desagrada, y sin duda Marshall tiene buena mano para las escenas de violencia, pero pueden no ser del gusto de cualquier público. Por otro lado, hay que reprochar al director que no haya sabido sacudirse de encima no pocos tópicos a los que se entrega alegremente. Puesto que la mayor parte del film narra una persecución, no podían faltar clásicos como el salto de barranco al río que discurre por debajo, el gafe de los personajes que se intuye van a palmar a las primeras de cambio, o la ocultación del grupo bajo la típica trampilla que pasa desapercibida para sus perseguidores (siendo la guerrera Etain una cazadora infalible, capaz de detectar a distancia el rastro de sus presas humanas sin el menor problema), por no hablar del forzado devaneo amoroso con una mujer desterrada del clan, demasiado guapa para tratarse de la supuesta bruja desfigurada que nos quieren vender.
En el apartado de las interpretaciones, el protagonismo obviamente lo ostenta el propio centurión (Michael Fassbender) así como el variopinto grupo de legionarios supervivientes que le acompaña en la huída. Se trata de personajes no muy complejos y a los que les falta bastante profundidad, pero cumplidores en sus respectivos papeles para una cinta de estas características. A Fassbender le va bien el rol de tipo duro en la piel del Centurión Quinto Dias (¿a quién se le ocurrió el nombre?) aunque por lo general está mejor callado que cuando abre la boca (de hecho, me pareció particularmente fastidiosa su voz en off soltando una frase altisonante tras otra). Está claro que se buscaba crear una especie de grupo de aventureros con un toque exótico: tenemos, entre otros, a un portaestandarte griego; a Macros, el tenaz legionario negro que ya hemos mencionado, a un cocinero de tropa sarraceno, o Brick, el veterano de la legión (en serio, ¿quién se encargó de poner los nombres?) representado, por cierto, por el actor Liam Cunningham, que encarna a Davos Seaworth, el Caballero de la Cebolla, en la 2º temporada de Juego de Tronos. Mención especial para Dominic West como el General Virilo, mucho más convincente que en su triste papel durante la reciente John Carter. Tampoco podemos olvidarnos de la principal figura femenina, Etain; una letal exploradora muda de los pictos que interpreta Olga Kurylenko, actriz con mucha 'personalidad' (y un exceso de rimmel que deberían haber suavizado los del equipo de maquillaje) que, pese a no decir una palabra, logra transmitir la insensibilidad de su personaje.
No se puede negar que la fotografía del film es magnífica, con pasos de montaña nevados para identificar el abrupto territorio escocés, bosques umbríos, torrentes gélidos y desfiladeros. Salvo las precisiones que antes hemos indicado, el vestuario y el conjunto de armas utilizadas obtienen el aprobado. Por su parte, la banda sonora no destaca demasiado pero contiene las típicas tamborradas épicas que ambientan las distintas secuencias guerreras.
Me parece un acierto que los minutos finales de proyección se dediquen a mostrar el proceso de construcción de la Muralla de Adriano (aunque esta no fuese terminada hasta la tercera década del s. II), allí donde se acabarían replegando los estandartes de Roma ante la imposibilidad de someter las tierras más septentrionales de Gran Bretaña, ocupadas por los pictos (o, como se les conocía de un modo más genérico, caledonios) hasta ser derrotados por los escotos siglos más tarde, dando lugar al origen de Escocia. Esta estructura protectora de piedra quedaría como el límite efectivo del Imperio en esta región del mundo y se hallaba jalonada por decenas de baluartes para garantizar su defensa (¿a quién no le recuerda a cierto muro de hielo en el norte?) En la actualidad, se conservan aún grandes tramos en relativo buen estado y está catalogada como Patrimonio de la Humanidad. Asimismo, la maniobra para justificar la desaparición de la Novena en el desenlace de la película también afirmaría que está bien llevada y consigue cerrar la trama dignamente.
Cuesta pensar en Centurión como un peplum si nos ponemos a compararla con algunos clásicos del género; sin embargo, a pesar de que a esta película le han dado por todos los lados, creo sinceramente que merece la pena para pasar un rato entretenido viéndola y, como siempre digo, al menos, para suscitar un poco de interés por la apasionante temática sobre la que trata.
Lo que Neil Marshall (The Descent, Dog Soldiers), director de la película, ha querido plasmar en esta producción es la célebre y misteriosa historia de la Novena Legión, más formalmente la Legio IX Hispana Macedonia Victrix. No es el primer cineasta que se ocupa de los avatares sucedidos a esta avanzadilla romana durante la invasión de Britania, como podemos comprobar también por la algo posterior La Legión del Águila, de título homónimo a la novela de R. Suttcliff en la cual ambas cintas parecen inspirarse, y creo que ya antes hubo otras adaptaciones. El verdadero destino de los hombres que componían estas fuerzas se confunde entre realidad y leyenda. Durante mucho tiempo se creyó que sucumbieron a las escaramuzas de los pictos en las incursiones efectuadas hacia el norte de la isla. Es verdad que estas tribus de las tierras altas provocaron verdaderos quebraderos de cabeza a los disciplinados soldados romanos, incapaces de hacer frente a sus constantes lances en forma de guerrilla y a la brutalidad de su acoso continuo; hecho que motivaría que la débil romanización de la provincia no pasará de cierto punto geográfico (y que sus huellas, por cierto, se borraran allí con más facilidad que en otros lugares de Europa tras el colapso del Imperio). Posteriormente se postularía que la suerte de la Novena fue otro y que en realidad cayó años más tarde en tierras de Oriente Medio, pero lo que finalmente ha permanecido en la mente colectiva, quizá por el atractivo legendario que sugiere esta versión, es la tesis de su supuesta desaparición en la fría y hostil Albión. En este sentido, la película se hace eco plenamente de tal episodio mítico-histórico, y yo creo –sin ser para nada un experto en el tema– que en general lo vuelve verosímil, aunque no es menos cierto que adereza el relato con aspectos de cosecha propia y otros aportes que son pura invención.
Corre el año 117 d.C. y, bajo la égida del emperador Adriano, las fronteras del Imperio se extienden en su confín noroccidental hasta la ignota provincia de Britania. El intento de conquista de la isla en su totalidad lleva tiempo estancada y el gobernador Julio Agrícola, designado por Roma, ordena que se ponga en marcha la poderosa Novena Legión, bajo el mando del general Tito Flavio Virilo, para acabar de una vez por todas con las belicosas huestes de los pictos del norte que, liderados por su despiadado cacique Gorlacon, están causando estragos entre las guarniciones de los fortines más septentrionales. En su avance hacia las tierras bárbaras, guiados por una amenazante exploradora del pueblo de los pictos, se topan justamente con el único hombre que ha logrado escapar con vida de una de las últimas masacres, el leal Centurión Quinto Dias, quien se unirá a la expedición militar. Sin embargo, no tardarán en ser objeto de una brutal emboscada que va a diezmar sus efectivos, de la que sólo sobrevivirá un puñado de hombres, cuyo principal objetivo ahora es regresar con vida a terreno seguro, justo hasta allí donde se está empezando a edificar el muro que marcará la infranqueable linea divisoria de la conquista.
Centurión ha sido comparada –sin mucha fortuna en mi opinión– con otros títulos del género pseudohistórico como Braveheart, 300, Gladiator y Rey Arturo, más por similitudes concretas o coincidencias puntuales que por una verdadera semejanza en su realización, ya que de promedio algunas de estas últimas, no todas, la superan con creces. Sin embargo, es imposible no acordarse de los combatientes que luchaban junto a William Wallace cuando vemos a los pictos pintarrajearse la cara de azul, o evocar la batalla en la que participaba Russell Crowe en los bosques de la Germania de los primeros minutos de metraje de Gladiator al contemplar a la Novena caer en la encerrona que les tienden los bárbaros, por citar un par de ejemplos claros. Que estas secuencias induzcan a errores temporales y anacronismos ya es otro cantar.
Porque más allá de inexactitudes de fechas (el registro del pueblo picto como tal por los cronistas romanos, o el periodo en el que efectivamente vivió alguno de los personajes reales que aparecen), de indumentarias y armas (sustitución del pilum por lanzas convencionales, los ya famosos y recurrentes estribos, etc.) o de la atribución de ciertas costumbres a los salvajes (al menos en lo de los tatuajes y la pintura ritual –picto = cara pintada– creo que acertaron; el que se coló con siglos de diferencia en este aspecto fue Mel Gibson) tengo la impresión de que se recoge con más o menos corrección la época y los acontecimientos que tuvieron lugar entonces, haciendo bastante la vista gorda. Hay otras discusiones que, en cambio, sí resultan demasiado cuestionables. Aunque las mujeres de estos clanes tomaran parte en la vida guerrera y en asuntos tradicionalmente reservados a los hombres en sociedades más civilizadas, como las que estaban bajo el predominio romano, es muy discutible que lo hicieran del modo tan activo que se quiere reflejar en la película. Tampoco sé hasta qué punto sería común la presencia de legionarios negros entre las tropas del Imperio, por más que las provincias del norte de África estuvieran ya bajo el control de Roma… Por último, la refriega que marca el fin de la Novena me resulta difícil de creer: que digo yo que no sería cosa fácil cargarse a una legión entera de golpe, ¿no? Eso sí, la secuencia de la emboscada admito que es impresionante, con la filas romanas dispuestas en formación para hacer frente a esa lluvia de fuego que cae por la pendiente del bosque.
La verdad es que Centurión mantiene un buen ritmo que sólo decae en determinados momentos, sobre todo con una historia de amor que no viene muy a cuento, y se puede decir que su duración –aproximadamente de hora y media– está adecuadamente medida. Ahora bien, aviso importante, recomiendo que se abstengan de verla quienes no gusten del género de acción, puesto que la mayor parte del metraje se centra en esta, y muy en especial los propensos a girar la vista ante cuchilladas, borbotones de sangre y casquería variada. El film es bastante gore en este sentido y, de hecho, no recuerdo ahora ninguna proyección reciente de este género donde se mostrase con tanta crudeza decapitaciones, degüellos, miembros cercenados y toda clase de acciones truculentas. A mí no me desagrada, y sin duda Marshall tiene buena mano para las escenas de violencia, pero pueden no ser del gusto de cualquier público. Por otro lado, hay que reprochar al director que no haya sabido sacudirse de encima no pocos tópicos a los que se entrega alegremente. Puesto que la mayor parte del film narra una persecución, no podían faltar clásicos como el salto de barranco al río que discurre por debajo, el gafe de los personajes que se intuye van a palmar a las primeras de cambio, o la ocultación del grupo bajo la típica trampilla que pasa desapercibida para sus perseguidores (siendo la guerrera Etain una cazadora infalible, capaz de detectar a distancia el rastro de sus presas humanas sin el menor problema), por no hablar del forzado devaneo amoroso con una mujer desterrada del clan, demasiado guapa para tratarse de la supuesta bruja desfigurada que nos quieren vender.
En el apartado de las interpretaciones, el protagonismo obviamente lo ostenta el propio centurión (Michael Fassbender) así como el variopinto grupo de legionarios supervivientes que le acompaña en la huída. Se trata de personajes no muy complejos y a los que les falta bastante profundidad, pero cumplidores en sus respectivos papeles para una cinta de estas características. A Fassbender le va bien el rol de tipo duro en la piel del Centurión Quinto Dias (¿a quién se le ocurrió el nombre?) aunque por lo general está mejor callado que cuando abre la boca (de hecho, me pareció particularmente fastidiosa su voz en off soltando una frase altisonante tras otra). Está claro que se buscaba crear una especie de grupo de aventureros con un toque exótico: tenemos, entre otros, a un portaestandarte griego; a Macros, el tenaz legionario negro que ya hemos mencionado, a un cocinero de tropa sarraceno, o Brick, el veterano de la legión (en serio, ¿quién se encargó de poner los nombres?) representado, por cierto, por el actor Liam Cunningham, que encarna a Davos Seaworth, el Caballero de la Cebolla, en la 2º temporada de Juego de Tronos. Mención especial para Dominic West como el General Virilo, mucho más convincente que en su triste papel durante la reciente John Carter. Tampoco podemos olvidarnos de la principal figura femenina, Etain; una letal exploradora muda de los pictos que interpreta Olga Kurylenko, actriz con mucha 'personalidad' (y un exceso de rimmel que deberían haber suavizado los del equipo de maquillaje) que, pese a no decir una palabra, logra transmitir la insensibilidad de su personaje.
No se puede negar que la fotografía del film es magnífica, con pasos de montaña nevados para identificar el abrupto territorio escocés, bosques umbríos, torrentes gélidos y desfiladeros. Salvo las precisiones que antes hemos indicado, el vestuario y el conjunto de armas utilizadas obtienen el aprobado. Por su parte, la banda sonora no destaca demasiado pero contiene las típicas tamborradas épicas que ambientan las distintas secuencias guerreras.
Me parece un acierto que los minutos finales de proyección se dediquen a mostrar el proceso de construcción de la Muralla de Adriano (aunque esta no fuese terminada hasta la tercera década del s. II), allí donde se acabarían replegando los estandartes de Roma ante la imposibilidad de someter las tierras más septentrionales de Gran Bretaña, ocupadas por los pictos (o, como se les conocía de un modo más genérico, caledonios) hasta ser derrotados por los escotos siglos más tarde, dando lugar al origen de Escocia. Esta estructura protectora de piedra quedaría como el límite efectivo del Imperio en esta región del mundo y se hallaba jalonada por decenas de baluartes para garantizar su defensa (¿a quién no le recuerda a cierto muro de hielo en el norte?) En la actualidad, se conservan aún grandes tramos en relativo buen estado y está catalogada como Patrimonio de la Humanidad. Asimismo, la maniobra para justificar la desaparición de la Novena en el desenlace de la película también afirmaría que está bien llevada y consigue cerrar la trama dignamente.
Cuesta pensar en Centurión como un peplum si nos ponemos a compararla con algunos clásicos del género; sin embargo, a pesar de que a esta película le han dado por todos los lados, creo sinceramente que merece la pena para pasar un rato entretenido viéndola y, como siempre digo, al menos, para suscitar un poco de interés por la apasionante temática sobre la que trata.
8 comentarios:
Pues ahora que estoy metido en faena con una trilogía como la de Escipión el Africano, me viene al dedillo la recomendación.
Dejé pasar la oportunidad de ver la peli en su momento, por lo mismo que cuentas, pero le daré una oportunidad ya que aunque tratan de épocas y lugares distintos, una de romanos es una de romanos. :D
Gracias por recuperarla para todos.
Pues ya sabes, Txema, si quieres meterte en más inspiración romana, aquí tienes una peli que como mínimo ofrece su versión de un episodio histórico muy atrayente.
Saludos!
Sí, la película se deja ver y pasas el rato. La cuestión histórica no deja de ser una mera excusa para mostrar la típica pelicula de correquetepillo y vísceras que podría haberse ambientado sin problemas en Vietnam o en la II Guerra Mundial.
El asunto del gore está también muy presente en otra producción "histórica" de la misma época que adolece de los mismos aciertos y problemas que ésta: "Templario". No sé, tal vez fue una pequeña moda.
Por otro lado, las cagadas históricas ya son tan habituales que ni me molestan. De hecho creo que lo hacen a posta porque la gente está tan desinformada al respecto que si no se les da lo que esperan (un romano es un romano independientemente de la época. Y punto) se sentirán estafados.
Al margen de esto, Roma se desentendió del norte de Bretaña sencillamente porque no le compensaba el esfuerzo, demasiadas vidas a cambio de unos territorios yermos sólo aptos para el ganado. Supongo que si Escocia hubiera sido un país conocido por sus minas de oro, ahora hablarían en romance. Fijo.
Efectivamente, esa la misma impresión que tuve, Pedro. Siguiendo con el ejemplo, si hubieran puesto de un lado sioux y del otro colonos americanos, igual habría dado y en vez de una de romanos tendríamos una de vaqueros.
En cuanto al lado gore, la verdad es que la película es muy bestia en algunas escenas. Tendré que ver la de Templario; imagino entonces que tanto cruzados como sarracenos saldrán trasquilados con una brutalidad similar..
Precisamente apelando a esa desinformación del público en general que comentas (con la que estoy totalmente de acuerdo) es por lo que no entiendo que no se hagan las cosas bien. Es decir, si la condición del espectador medio es que no sabe o le da igual, ¿por qué no meter a un legionario romano en condiciones, con su pilum y su gladius, por poner un ejemplo, en vez de inventarle otras armas? Se puede conseguir un resultado igual de convincente -a la postre, un romano de pies a cabeza- para el público siendo respetuoso con la realidad histórica, no? En fin, como dices, es una batalla perdida en este tipo de cine.
Está claro que si Escocia hubiera sido, por sus recursos, merecedora de una mayor atención por parte de Roma, las cosas habrían sido muy diferentes. De algún modo, sorprende el pragmatismo del Imperio también en este sentido, en plan: "hasta aquí hemos llegado y no merece la pena avanzar más: levantemos un muro que marque la frontera y no dejéis que esos bárbaros molesten más de la cuenta". No obstante, Bretaña en general es, como decía, una de las provincias donde menos caló la romanización y de donde antes desaparecieron sus vestigios.
Un placer como siempre, Pedro. Saludos.
Yo ya me he rendido Jolan. He visto documentales del canal de Historia en la que aparecían Vándalos, suevos, Visigodos y francos enfrentandose a romanos vestidos con sus lorigas segmentatas y con sus cascos tipo gálico del siglo II en pleno siglo V.
Repito, creo que le dan a la gente lo que la gente espera encontrar, es triste pero al mismo tiempo fácil.
Hombre, pues que el común de los mortales caigamos en el desconocimiento y la ignorancia en estos temas (yo el primero) es algo más disculpable... pero que lo haga el Canal Historia! vaya tela...
Entre las compras del día del libro he pillado uno que se titula Legionario: El Manual (no oficial) del soldado romano. Está claro que no es lo que se dice precisamente una obra de rigor histórico, pero parece que se trata de un libro ameno entre de curiosidades y aproximación histórica a la vida del legionario en tiempos del Emperador Trajano que me ha parecido resultón. Ya hablaré algo más de él; además, vienen fotos de compañias de reconstrucción histórica y de obras escultóricas en las que aparecían representados los legionarios, además de ilustraciones tipo Osprey que me han gustado bastante. Y un resumen de cada una de las legiones y sus hazañas también.
Al revés, tiene bastante rigor histórico. Esto es un pequeño manual precisamente para recreadores históricos, que, como sabes, en otros países es un verdadero fenómeno y una cosa seria.
El juego es presentarlo como un manual que se entregara a un legionario al alistarse, que es exactamente para lo que sirve, para ilustrar a los que se quieren iniciar en el mundo de la recreación de la legión romana clásica.
Hay otro, más reciente, sobre los caballeros aunque centrado en los siglos XIV y XV.
Como bien dices es una publicación muy curiosa y muy simpática, has tenido buen ojo.
Las ilustraciones como dices muy buenas, tomé buena nota en su día.
Sí, el Manual del Caballero Medieval también estaba, y si al final no me lo llevé fue porque sólo lo tenían en tapa dura (a diferencia del de Legionario) y costaba nada menos que el doble de la edición en rústica! Supongo que lo acabarán sacando en este formato, así que ya me lo pillaré igualmente, porque también pintaba curioso.
Resulta que el autor, Philip Matyszak, es doctor en Historia de Roma. Entre eso y lo que me contabas me dará mucha más confianza cuando lo lea al saber que el tipo no habla de cualquier cosa por llenar páginas sin más. Por cierto, del mismo autor acaba de publicar, también Akal, La Antigua Roma, por cinco denarios al día (otro título chocante para un trabajo que aparentemente también es serio). En este caso parece que jugara con la idea de guía turística para presentar los principales monumentos y la vida cotidiana de la Roma antigua.
Publicar un comentario