Tres semanas después de su estreno, Las aventuras de Tintin: El secreto del Unicornio confirma lo que ya sospechábamos de esta producción largamente urdida por Steven Spielberg en colaboración con Peter Jackson: que se iba a convertir en uno de los taquillazos del año. Y es que para cualquier aficionado al cine de aventuras y al cómic es difícil resistirse a presenciar la espectacularidad que auguraba la cinta y que, al menos en este aspecto, hay que decir que se ve colmada con creces una vez en la sala de cine.
Vaya por delante ante todo que no me considero lo que se califica un "tintinófilo". Como muchos otros lectores de cómic, he crecido con las aventuras de Tintin, que semanalmente extraía de la biblioteca del colegio y por la tarde devoraba cada tomo en casa junto a mi bocata de nocilla, antes de poder ir adquiriendo al cabo de los años la colección completa por mi mismo. Así es que por fuerza guardo un magnífico recuerdo de los avatares del reportero y de su inseparable Milú, de Haddock y Tornasol, de Hernández y Fernández... pero aunque siempre he disfrutado de su lectura no me cuento entre los seguidores que se conocen al dedillo hasta la menor de las anécdotas de sus veintitrés álbumes y de la vida de su creador, Hergé (de hecho, ni siquiera he leído nunca los Soviets o el Arte-Alfa). Tal vez por este motivo acudí a ver la película con menos prejuicios y temores de los que, por lógica, pudiera observar un fan más incondicional y 'auténtico' del personaje. Y quizá justo por eso me ha gustado más de lo que en un primer momento hubiera pensado que acabaría por admitir.
Sabido es que el propio Georges Remi reconoció en vida que de haber alguien capaz de llevar las aventuras de su más importante creación artística a la pantalla grande, ese sería Spielberg (quien, a su vez, es un rendido admirador del historietista belga). Al director estadounidense le ha llevado su tiempo, todo sea dicho, pero el caso es que al final ya tenemos resultado a la vista, a larga distancia de las dos tentativas previas por trasladar Tintin a las galerías del séptimo arte. De hecho, ni Tintin y el misterio del Toisón de Oro (1961) ni Tintin y las Naranjas Azules (1964), dos raros experimentos que, honestamente, nunca me ha atraído demasiado ver, podían esperar alcanzar la trascendencia del film actual ni tenían vocación para ello y, por tanto, no gozaron de la mitad de aceptación.
Personalmente, creo que el mayor acierto del dúo Spielberg-Jackson al abordar la versión cinematográfica de Tintin ha sido tirar por la calle de enmedio y decantarse por la técnica de la captura en movimiento para representar el paso del cómic a la pantalla. Justo porque esas dos películas anteriores, así como la más conocida serie por capítulos en dibujos animados, demostraron que ni la puesta en escena con actores reales ni la animación en estado puro se consagraban como la modalidad ideal para aproximarse a la concepción de Hergé y, por ende, de la línea clara. De modo que el tan vilipendiado motion-capture, aquí se revela -a juicio propio, ya digo- como el sistema idóneo para transmitir el sentido caricaturesco y la ambientación realista que cohabitan el estilo del cómic francobelga clásico. Acaso sea este de los raros ejemplos en que la citada técnica, que en otros films en los que se ha usado no acababa de cuajar, manifiesta su utilidad. Tanto es así porque, en esta ocasión, los actores elegidos para encarnar a los protagonistas (Jamie Bell como Tintin, Andy Serkis para Haddock y Daniel Craig como Rackham el Rojo) no los personifican como tal, sino que hacen más bien de titiriteros de sus respectivos roles sobre el celuloide (nos libramos así de esa sensación de actores computerizados de resultado extraño y que producían hasta cierta grima), de modo que no tenemos que asumir una interpretación real, que difícilmente podría convencer a todo el mundo, ni una figuración totalmente animada que lo más probable es que nos hubiera dejado fríos.
El fruto de esta decisión, no se puede negar, es que la película es sencillamente perfecta a nivel técnico. Sensación que, de cara a la aludida espectacularidad, se ve algo acrecentada si además presenciamos el metraje en 3D en las salas de cine (aunque compruebo, una vez más, que no es ni mucho menos imprescindible): todo un espectáculo de acción a raudales, persecuciones, intriga ininterumpida y ritmo vertiginoso al servicio de una gran aventura. Desde un concepto visual y artístico, creo que este es el Tintin que muchos esperábamos ver algún día en los cines.
Ahora bien, ¿es el Tintin sobre papel el mismo que ahora revive en la pantalla? Ahí ya tengo mis dudas. Porque, si bien es cierto que cada página de cada álbum en las aventuras de Tintin nos descubre a un personaje inquieto y audaz que corre aventuras a cual más sorprendentes, entre toda la acción sin freno de la película a veces cuesta rememorar al verdadero Tintin, que se me aparece un tanto desenfocado. La inspiración en el tebeo está ahí, sin duda; las peculiaridades de sus personajes también, los guiños al lector del cómic, el dinamismo de la trama, los toques de humor, hasta algunos detalles propiamente tintinescos... y, sin embargo, hay una conclusión colectiva a la que muchos de los espectadores hemos terminado llegando: tanto podría ser Tintin como un tal Indiana Jones, mira por donde. Y eso es tal vez lo que se echa en falta de esta obra que, por otra parte, cumple sobradamente con el objetivo de mantenernos pegados a la silla desde el primer minuto: la existencia de algo que la identifique únicamente con el aventurero belga y que no pueda adjudicarse a nadie más que a él en exclusiva.
La trama, ya es bien conocido, es una adaptación -bastante libre en buena parte- del díptico El secreto del Unicornio y El tesoro de Rackham el Rojo, junto a El cangrejo de las pinzas de oro (esta última especialmente para justificar el encuentro Tintin-Haddock). Por supuesto el film comienza con la compra de la maqueta del Unicornio en el mercadillo y el descubrimiento del pergamino escondido en su mástil que revela la existencia de un tesoro, enlazando con la disparata investigación de Hernández y Fernández del carterista que está causando estragos en la ciudad. A partir de esta introducción, todo se mezcla un poco y el hilo del relato se sirve de múltiples referencias, atropellando un poco el que, yo hubiera preferido, sería un seguimiento más ordenado del relato original. Pero esto, al fin y al cabo, era algo de esperar. Como también las múltiples insinuaciones a otras historietas, mezclado con muchos minutos de cosecha propia e incluso la inserción de personajes que nada tienen que ver con estas entregas (aun cuando sean tan brillantes como la aparición de Bianca Castafiore, un pasaje que inevitablemente te hace esbozar una sonrisa). Otros, en cambio, se han quedado por el camino -¿dónde están Tornasol y su submarino?-, quedando seguramente emplazados para una más que evidente continuación, a expensas todavía de las cifras de recaudación que se obtengan en USA.
El regusto final que me queda después de haber visto la película, aparte de la comentada analogía Tintin-Indy y otros puntos que me ha costado más asimilar (como un sentido de la acción un tanto apabullante), es el de una intención de respeto hacia la obra de Hergé, aspecto que al menos era fundamental para asignar a esta producción la categoría de adaptación digna, y no solamente divertida. En líneas generales, creo que los personajes son muy fieles a su origen y no faltan escenas y lugares míticos que de un modo u otro tenían que hacer acto de presencia: el secuestro del Karaboudjan, el recorrido por el desierto, la travesía en hidroavión, el castillo de Moulinsart, el abordaje del Unicornio, etc. al compás de una agradable banda sonora. Encuentro que la caracterización y expresividad de los personajes está muy bien lograda, no sólo con el héroe protagonista y con Milú, sino también especialmente con Haddock (Hernández y Fernández son los que más presentan imagen de caricatura, como es lógico debido al papel humorístico que desempeñan). Me gustó el homenaje al propio Hergé de la escena inicial; como también el reflejo de la Bruselas de época -con su mercado de pulgas, sus calles de adoquines mojadas- que transpira en los fotogramas urbanos, más pausados, en contrapunto a las atronadas secuencias de fuga (de las que la huída del exótico Bagghar en moto con side-car es el mejor ejemplo de toda la proyección).
Con la actualización de Tintin que esta superproducción supone para el público general, queda por ver si calará de igual forma entre los espectadores americanos, la gran masa desconocedora del personaje (no es casual, por cierto, que el estreno haya tenido lugar previamente en Europa). Si, como mínimo, invita a todo un nuevo mercado a la lectura de sus álbumes y al gusto por el cómic creado en el viejo continente, ya puede anotarse un objetivo conseguido. Y, aunque hay opiniones para todos los gustos, en Bélgica ha sido una pequeña revolución en torno a uno de los iconos nacionales por excelencia. ¡Hasta han inaugurado una estatua de Tintin en la encantadora plaza del Sablon! Un nuevo hito que visitar en el recorrido comiquero de la ciudad. Así pues, aprovecho para recomendar el siguiente enlace a los interesados en seguir la pista de Tintin en su lugar de nacimiento, si bien faltan menciones esenciales, como la del propio Museo Tintin del que ya hablé hace un tiempo.
Tintin y Bruselas
Una espinita que se me queda clavada de la película: no haber encontrado entre los títulos de crédito, ni iniciales ni finales, el magnífico tema que acompaña a las aventuras de Tintin. Tenía entendido que Spielberg pensaba utilizarlo, pero parece ser que finalmente ha sido descartado. Para restañar la herida, aquí va:
Vaya por delante ante todo que no me considero lo que se califica un "tintinófilo". Como muchos otros lectores de cómic, he crecido con las aventuras de Tintin, que semanalmente extraía de la biblioteca del colegio y por la tarde devoraba cada tomo en casa junto a mi bocata de nocilla, antes de poder ir adquiriendo al cabo de los años la colección completa por mi mismo. Así es que por fuerza guardo un magnífico recuerdo de los avatares del reportero y de su inseparable Milú, de Haddock y Tornasol, de Hernández y Fernández... pero aunque siempre he disfrutado de su lectura no me cuento entre los seguidores que se conocen al dedillo hasta la menor de las anécdotas de sus veintitrés álbumes y de la vida de su creador, Hergé (de hecho, ni siquiera he leído nunca los Soviets o el Arte-Alfa). Tal vez por este motivo acudí a ver la película con menos prejuicios y temores de los que, por lógica, pudiera observar un fan más incondicional y 'auténtico' del personaje. Y quizá justo por eso me ha gustado más de lo que en un primer momento hubiera pensado que acabaría por admitir.
Sabido es que el propio Georges Remi reconoció en vida que de haber alguien capaz de llevar las aventuras de su más importante creación artística a la pantalla grande, ese sería Spielberg (quien, a su vez, es un rendido admirador del historietista belga). Al director estadounidense le ha llevado su tiempo, todo sea dicho, pero el caso es que al final ya tenemos resultado a la vista, a larga distancia de las dos tentativas previas por trasladar Tintin a las galerías del séptimo arte. De hecho, ni Tintin y el misterio del Toisón de Oro (1961) ni Tintin y las Naranjas Azules (1964), dos raros experimentos que, honestamente, nunca me ha atraído demasiado ver, podían esperar alcanzar la trascendencia del film actual ni tenían vocación para ello y, por tanto, no gozaron de la mitad de aceptación.
Personalmente, creo que el mayor acierto del dúo Spielberg-Jackson al abordar la versión cinematográfica de Tintin ha sido tirar por la calle de enmedio y decantarse por la técnica de la captura en movimiento para representar el paso del cómic a la pantalla. Justo porque esas dos películas anteriores, así como la más conocida serie por capítulos en dibujos animados, demostraron que ni la puesta en escena con actores reales ni la animación en estado puro se consagraban como la modalidad ideal para aproximarse a la concepción de Hergé y, por ende, de la línea clara. De modo que el tan vilipendiado motion-capture, aquí se revela -a juicio propio, ya digo- como el sistema idóneo para transmitir el sentido caricaturesco y la ambientación realista que cohabitan el estilo del cómic francobelga clásico. Acaso sea este de los raros ejemplos en que la citada técnica, que en otros films en los que se ha usado no acababa de cuajar, manifiesta su utilidad. Tanto es así porque, en esta ocasión, los actores elegidos para encarnar a los protagonistas (Jamie Bell como Tintin, Andy Serkis para Haddock y Daniel Craig como Rackham el Rojo) no los personifican como tal, sino que hacen más bien de titiriteros de sus respectivos roles sobre el celuloide (nos libramos así de esa sensación de actores computerizados de resultado extraño y que producían hasta cierta grima), de modo que no tenemos que asumir una interpretación real, que difícilmente podría convencer a todo el mundo, ni una figuración totalmente animada que lo más probable es que nos hubiera dejado fríos.
El fruto de esta decisión, no se puede negar, es que la película es sencillamente perfecta a nivel técnico. Sensación que, de cara a la aludida espectacularidad, se ve algo acrecentada si además presenciamos el metraje en 3D en las salas de cine (aunque compruebo, una vez más, que no es ni mucho menos imprescindible): todo un espectáculo de acción a raudales, persecuciones, intriga ininterumpida y ritmo vertiginoso al servicio de una gran aventura. Desde un concepto visual y artístico, creo que este es el Tintin que muchos esperábamos ver algún día en los cines.
Ahora bien, ¿es el Tintin sobre papel el mismo que ahora revive en la pantalla? Ahí ya tengo mis dudas. Porque, si bien es cierto que cada página de cada álbum en las aventuras de Tintin nos descubre a un personaje inquieto y audaz que corre aventuras a cual más sorprendentes, entre toda la acción sin freno de la película a veces cuesta rememorar al verdadero Tintin, que se me aparece un tanto desenfocado. La inspiración en el tebeo está ahí, sin duda; las peculiaridades de sus personajes también, los guiños al lector del cómic, el dinamismo de la trama, los toques de humor, hasta algunos detalles propiamente tintinescos... y, sin embargo, hay una conclusión colectiva a la que muchos de los espectadores hemos terminado llegando: tanto podría ser Tintin como un tal Indiana Jones, mira por donde. Y eso es tal vez lo que se echa en falta de esta obra que, por otra parte, cumple sobradamente con el objetivo de mantenernos pegados a la silla desde el primer minuto: la existencia de algo que la identifique únicamente con el aventurero belga y que no pueda adjudicarse a nadie más que a él en exclusiva.
La trama, ya es bien conocido, es una adaptación -bastante libre en buena parte- del díptico El secreto del Unicornio y El tesoro de Rackham el Rojo, junto a El cangrejo de las pinzas de oro (esta última especialmente para justificar el encuentro Tintin-Haddock). Por supuesto el film comienza con la compra de la maqueta del Unicornio en el mercadillo y el descubrimiento del pergamino escondido en su mástil que revela la existencia de un tesoro, enlazando con la disparata investigación de Hernández y Fernández del carterista que está causando estragos en la ciudad. A partir de esta introducción, todo se mezcla un poco y el hilo del relato se sirve de múltiples referencias, atropellando un poco el que, yo hubiera preferido, sería un seguimiento más ordenado del relato original. Pero esto, al fin y al cabo, era algo de esperar. Como también las múltiples insinuaciones a otras historietas, mezclado con muchos minutos de cosecha propia e incluso la inserción de personajes que nada tienen que ver con estas entregas (aun cuando sean tan brillantes como la aparición de Bianca Castafiore, un pasaje que inevitablemente te hace esbozar una sonrisa). Otros, en cambio, se han quedado por el camino -¿dónde están Tornasol y su submarino?-, quedando seguramente emplazados para una más que evidente continuación, a expensas todavía de las cifras de recaudación que se obtengan en USA.
El regusto final que me queda después de haber visto la película, aparte de la comentada analogía Tintin-Indy y otros puntos que me ha costado más asimilar (como un sentido de la acción un tanto apabullante), es el de una intención de respeto hacia la obra de Hergé, aspecto que al menos era fundamental para asignar a esta producción la categoría de adaptación digna, y no solamente divertida. En líneas generales, creo que los personajes son muy fieles a su origen y no faltan escenas y lugares míticos que de un modo u otro tenían que hacer acto de presencia: el secuestro del Karaboudjan, el recorrido por el desierto, la travesía en hidroavión, el castillo de Moulinsart, el abordaje del Unicornio, etc. al compás de una agradable banda sonora. Encuentro que la caracterización y expresividad de los personajes está muy bien lograda, no sólo con el héroe protagonista y con Milú, sino también especialmente con Haddock (Hernández y Fernández son los que más presentan imagen de caricatura, como es lógico debido al papel humorístico que desempeñan). Me gustó el homenaje al propio Hergé de la escena inicial; como también el reflejo de la Bruselas de época -con su mercado de pulgas, sus calles de adoquines mojadas- que transpira en los fotogramas urbanos, más pausados, en contrapunto a las atronadas secuencias de fuga (de las que la huída del exótico Bagghar en moto con side-car es el mejor ejemplo de toda la proyección).
Con la actualización de Tintin que esta superproducción supone para el público general, queda por ver si calará de igual forma entre los espectadores americanos, la gran masa desconocedora del personaje (no es casual, por cierto, que el estreno haya tenido lugar previamente en Europa). Si, como mínimo, invita a todo un nuevo mercado a la lectura de sus álbumes y al gusto por el cómic creado en el viejo continente, ya puede anotarse un objetivo conseguido. Y, aunque hay opiniones para todos los gustos, en Bélgica ha sido una pequeña revolución en torno a uno de los iconos nacionales por excelencia. ¡Hasta han inaugurado una estatua de Tintin en la encantadora plaza del Sablon! Un nuevo hito que visitar en el recorrido comiquero de la ciudad. Así pues, aprovecho para recomendar el siguiente enlace a los interesados en seguir la pista de Tintin en su lugar de nacimiento, si bien faltan menciones esenciales, como la del propio Museo Tintin del que ya hablé hace un tiempo.
Tintin y Bruselas
Una espinita que se me queda clavada de la película: no haber encontrado entre los títulos de crédito, ni iniciales ni finales, el magnífico tema que acompaña a las aventuras de Tintin. Tenía entendido que Spielberg pensaba utilizarlo, pero parece ser que finalmente ha sido descartado. Para restañar la herida, aquí va:
7 comentarios:
¡Qué casualidad! Ayer fui a ver la película al cine, y hoy veo tu opinión en tu blog :D
Como lector de todos los álbumes de Tintín que han salido, la verdad es que la película me ha entretenido. Han trasladado los personajes del cómic a la gran pantalla muy acertadamente, la verdad es que ese tipo de animación le queda como anillo al dedo. En el guión se han tomado algunas libertades, pero se lo paso... en conjunto está bien :D Al menos han conservado algunas escenas importantes del cómic, como dices...
Hecho en falta la aparición de los Hermanos Pájaro, creo que se llamaban... al menos, el antagonista que los sustituye no está nada mal.
En cuanto a la banda sonora... me preguntaba cómo sería, y bueno, al escucharla, la verdad es que me recordó en ocasiones a algún que otro tema de Star Wars ^^U Pero está bien, un acompañamiento ligero y acertado para una buena adaptación del cómic a la gran pantalla...
Saludos! :D
¡Esto sí es un artículo! Bueno, a nivel técnico, como dices, perfecta.
A otros niveles: me sorprendió en positivo. No es genial, pero se deja ver bastante bien y tiene tres o cuatro momentos buenos.
Lo peor: la manía de marear al espectador y meterle acción a todo en detrimento de la trama. Sí, en papel me gusta más.
Y luego, lo mejor: el capitán. ¡Cómo me reí!
Saludos.
Hola Nickrar. Pues sí, ante todo yo también la he encontrado entretenida y, a pesar de sus licencias (como el detalle que apuntas de la ausencia de los Pájaro en favor de Sakharine), lo bastante respetuosa para no defraudar al fan de siempre de Tintin. Hay de todo, y es verdad que también he oído a algún que otro incondicional del tebeo rasgarse las vestiduras por esta versión, pero en general creo que la mayoría -lectores y no lectores de Tintin- hemos quedado aceptablemente satisfechos.
Igor:
Estoy de acuerdo, como habrás podido ver. El exceso de secuencias desenfrenadas llega a marear y confundir por momentos. Y claro, cuando luego viene una escena que forzosamente ha de presentar acción (como el abordaje del Unicornio) uno ya está un poco saturado.
Sin duda, Haddock de lo más logrado. :)
Saludos.
Hola Jolan,
Reconozco que no estoy muy puesto en el universo de Tintin; he leído algunos cómics, pero poco más.
En cualquier caso, la película me resulta muy llamativa y espero poder hacer una escapada este finde para ir a verla, antes de que me la quieten de las carteleras.
Saludos.
Hola Jolan. Pude verla la semana pasada y la verdad es que en general sale uno encantado. Estoy deseando que salga en DVD para volver a ver y por los extras. Lo único mejorable furon varias escenas que ralentizan la película y que frenan demasiado la acción. Y lo malo es lo que nos toca ahora esperar para la segunda parte. Salu2
Hola Txema:
No te preocupes, la película yo pienso que está hecha precisamente para contentar lo mismo al fan de Tintin como al lector ocasional, o incluso a quien no conozca apenas al personaje. Y seguro que permanece en cartel bastantes semanas más; creo que ahora mismo sigue a la cabeza de la taquilla.
Pardi:
Pues no te diría yo que no me haga también con ella cuando salga en DVD. Creo que los extras pueden ser muy interesantes, y por tratarse de la primera adaptación 'en serio' de Tintin al cine, es una pieza a considerar para tener en la videoteca personal.
Estupenda crónica Jolan, Coincido en muchas cosas, como lo de echar en falta algo de la identidad de Tintín. Estoy de acuerdo con algo que ha escrito Fernando Castillo: que en la película está ausente el tíntin-héroe defensor de las causas justas y parece que sólo le preocupa le tesoro. Yo añadiría que también hay un rasgo como de talante de profesional del periodismo mayor que en los álbumes...Saludos, nos leemos!
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