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lunes, 5 de mayo de 2008

Thorgal (VI): La caída de Brek Zarith

Rosinski - Van Hamme (1984)
Norma editorial. Colección Pandora nº 70
Edición original: La chute de Brek Zarith

Atención: este artículo puede revelar detalles sobre el argumento.

Y llegamos a la última parte de este primer ciclo largo de la colección, que va a tener como escenario Brek Zarith y la fortaleza que, erguida sobre una cima escarpada, le da nombre al reino. Ahora que Thorgal tiene la certeza de que Aaricia ha emergido del limbo al que se había entregado, se pone en marcha la maquinaria para que Galathorn inicie la recuperación de su heredad. Brek Zarith es un reino de nobles disolutos, gobernados por un tirano opresor al que temen al mismo tiempo que conspiran contra él a sus espaldas: Shardar.

Con la intercesión de Thorgal, el príncipe Galathorn ha obtenido una curiosa alianza con los vikingos del norte, encabezados por Jorund el Toro. Mientras que estos dirigirán el ataque por mar con sus temibles drakkars, las tropas de Galathorn intentarán el asalto por vía terrestre. Entre tanto, en la fortaleza del usurpador, Aaricia ha despertado de su estado convaleciente (gracias a las acciones que, como vimos, emprendió Thorgal en el número anterior). Prisionera en esa jaula de oro, pasa sus días velando por la seguridad de Jolan, el hijo que, fruto de su unión con el héroe vikingo, ha nacido en igual situación de cautividad y al que Shardar pretende utilizar en alguno de sus múltiples experimentos, después de intuir que el pequeño alberga un poder de enigmáticos orígenes.


Tras una fantástica introducción, en la que las primeras páginas nos muestran un experimento de vuelo frente a las rompientes de Brek Zarith, que atestigua la crueldad de Shardar y el mutuo recelo que mantiene con sus cortesanos, nos metemos de lleno en esta aventura de reconquista del reino perdido. A la vez, los autores nos ponen sobre la pista del interés que Shardar sostiene sobre el jovencísimo Jolan, de apenas unos meses de edad: el descubrimiento de sus capacidades sobrenaturales, tema que se desarrollará ampliamente en próximos álbumes y que va a articular buena parte de la historia de la familia.

Hay un momento especialmente intenso, que resuelve rápidamente el ataque marítimo a Brek Zarith recurriendo al episodio que las crónicas narran sobre el asedio de la antigua ciudad de Siracusa, en el que Arquímedes, aplicando sus conocimientos de la técnica, empleó espejos cóncavos de metal para capturar y amplificar los rayos del sol del mediodía y destruir los navíos del enemigo romano, acabando con la flota casi al completo y liberando de esta forma el sitio que habían impuesto sobre su ciudad natal. Van Hamme copia la escena y Rosinski la retrata estupendamente. Es un acto que, no por conocido, deja de ser sorprendente y a su vez nos da una idea del potencial de Shardar al servicio de sus pesquisas científicas.


A pesar de esta hábil maniobra de Shardar, que deja con las fuerzas mermadas al ejército de los vikingos del norte, no conseguirá evitar que Thorgal logre infiltrarse en la fortaleza de Brek Zarith que, como ya nos anticipa el título de este tomo, está sentenciada a caer ante sus enemigos. En su deambular por los lóbregos corredores, pronto asistimos al primer encuentro de Thorgal con su propio hijo, aún sin ser consciente de este hecho. Es el comienzo de una relación padre-hijo que nos obsequiará con momentos memorables durante toda la serie.

En esta aventura cada personaje busca su propio objetivo. Hastiado del gobierno decadente de Brek Zarith, a Shardar no le importará rendir su corrupto reino a Galathorn mientras que pueda conservar los beneficios que piensa obtener de la involuntaria mediación de Jolan. A Thorgal en cambio, sólo le interesa encontrar a Aaricia y salir cuanto antes de allí, sin que le afecten ni los planes de Galathorn para restaurarse en el trono, ni la sed de oro y botín de Jorund, pero con lo que no cuenta es con la existencia de Jolan y su intervención en los proyectos de Shardar, que complicará la huída del lugar.

El álbum quiere extraer una lección sobre los manejos del poder: aquellos que lo ejercen rara vez son incorruptibles, de forma que muchos de quienes lo ostentan no logran escapar al destino de convertirse en seres sin escrúpulos por mantenerlo, aun cuando inicialmente se impongan a si mismos unos fines justos. Thorgal así lo entiende y, una vez recupera a su familia de nuevo, trata de alejarse lo más posible de toda forma de obediencia a cualquier príncipe o señor.

Rosinski sigue estando correcto en su evolución del dibujo, y nos muestra a un Shardar cuya imagen refleja muy bien la execrable personalidad del tirano. También destaca la estética que le aplica a la figura y los atuendos de la estrafalaria corte de Brek Zarith: barones, nobles y cortesanos cuyas motivaciones saltan de las celebraciones que les ofrece su señor a las intrigas palaciegas frustradas. Igualmente, transmite con acierto el ambiente claustrofóbico de las galerías subterráneas que marcan el itinerario de huída de Thorgal bajo la fortaleza.


Esta entrega es el punto final para algunos de los personajes secundarios que de forma esporádica nos han ido acompañando hasta ahora, no así para otros que sorprendentemente reaparecerán en un futuro. Al fin la pareja, que a partir de ahora incorpora a un nuevo miembro, parece alcanzar una relativa paz cuando cerramos las páginas de este número. Al menos ése es el deseo último que expresan, sin saber todavía lo duramente realizable que va a resultar para ambos durante la mayor parte de sus vidas.

2 comentarios:

Jareth dijo...

Una vez más, felicitarte por tus estupendas y completas entradas, Jolan. He acabado el ciclo de Brek Zarith y ya estoy completamente enganchado a la serie. Los guiones de Van Hamme, aunque no siempre me parezcan completamente originales, y adeuden mucho a otras fuentes, son esplendidos en su estructura, agilidad y emotividad. Son todo un ejemplo de lo que una buena historia de aventuras debe tener y consiguen un nivel de adicción altísimo por parte del lector, como demuestra que la serie tenga una continuidad tan larga.

En cuanto al dibujo de Rosinski es también formidable y encima no deja de mejorar según avanzo en la lectura de sus albúmes.

Menudo tandem el de estos dos. Ya me lo habían demostrado holgadamente en su magistral "El gran poder del Chninikel". Afortunadamente aún me queda mucho "Thorgal" por leer y disfrutar por vez primera.

Saludos desde dentro del laberinto.

Jolan dijo...

¡No sabes cuánto me alegra oirte decir que te has enganchado a Thorgal, Jareth! ^^

Es verdad que Van Hamme no es precisamente un dechado de originalidad (es algo que confirmarás según avances en la serie, sin duda), pero algo tiene en su manera de urdir los guiones que nunca se hace aburrido, sino todo lo contrario, por más que la historia nos suene a algo ya visto.

Y de Rosinski qué te voy a decir! Es un dibujante extraordinario con una gran evolución a lo largo de la serie. Incluso en esta última etapa de los álbumes más recientes, su trazo ha variado mucho desde entonces. A ver si puedo subir alguna entradilla sobre la biografía que me he comprado hace poco de Rosinski y os comento. :)

¡Saludos y gracias por comentar!

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