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domingo, 26 de enero de 2014

Exposición «El universo de Benjamin Lacombe»


El arte de Benjamin Lacombe, el joven ilustrador francés (París, 1982) que en pocos años ha obtenido un gran reconocimiento internacional, ha quedado expuesto durante las últimas semanas en la sala principal del Museo ABC de Dibujo e Ilustración de Madrid. El público que se ha acercado hasta allí ha podido contemplar una muestra de más de una treintena de láminas originales pertenecientes a varios de los libros ilustrados por este autor, que se completa con dos bellas esculturas, una de ellas basada en su último libro —Madame Butterfly— todavía pendiente de publicación en España.

La exposición, que previamente ha pasado por ciudades como Nueva York, Roma o Tokio, está patrocinada por Edelvives, editorial encargada de lanzar en nuestro país la mayoría de sus obras (Cuentos macabros, Los amantes mariposa, Ondina, Ruiseñor, Cuentos Silenciosos, Notre Dame en París y Blancanieves, entre otras).


Apurando fechas antes de que abandonase la capital, me acerqué ayer mismo a visitarla para dejarme llevar por ése estilo tan atrayente del ilustrador cuyo nombre muchos recordamos también por ser el responsable de las portadas de varias novelas del escritor Mathias Malzieu (La mecánica del corazón, La alargada sombra del amor o El beso más pequeño) así como por libros de grabados de notable éxito, como el famoso y recomendable El Herbario de las Hadas (también lanzado por Edelvives).


Aunque la afluencia de público era alta, el Museo ABC es un espacio cómodo y agradable que se recorre sin agobios pese a sus limitadas dimensiones. Pero los grandes ventanales y cristaleras que trazan su perímetro nos lo pusieron muy difícil a los asistentes para poder sacar fotos de las láminas que se exhibían (y es que todo el mundo iba cámara en ristre para inmortalizar las bellas estampaciones de Lacombe, porque la organización del acto ha tenido la mala fortuna de no editar un catálogo del acontecimiento o un mísero folleto). Por eso no me ha quedado más remedio que sustituir alguna de mis fotografías de las obras presentadas por imágenes de las mismas extraídas de la red, ya que los inevitables reflejos me han arruinado más de una instantánea. Aún así, espero que os sirva esta fotoreseña para haceros una idea de la celebración de tan bonito evento.

El ilustrador tiene un estilo espectacular que combina las influencias flamencas y del Quattrocento italiano con registros más contemporáneos, matices de un toque naif y motivos a menudo tenebrosos y melancólicos de inspiración burtoniana.

La monografía en torno al autor se abre con algunas estampas que evocan las tonalidades y el mundo del romanticismo, con planchas de Los amantes mariposa y de su reciente Madame Butterfly, escoltadas por una pequeña y frágil escultura de una visión fantástica sobre este personaje de la ópera de Puccini.



Uno de mis apartados preferidos fue el dedicado a sus Cuentos Macabros, donde mejor se refleja la percepción oscurantista y tétrica que tan a menudo encontramos en la obra del artista francés, marcada por coloraciones grises y apagadas, con figuras y seres de enfoque gótico. Aquí vemos sus realizaciones para títulos de Edgar Allan Poe (con un autoretrato incluido), como La muerte del hada, o su punto de vista de cuentos clásicos como Blancanieves y de algunos personajes de los Hermanos Grimm.




Escultura de La viuda (Cuentos Macabros)
de Benjamin Lacombe y Julien Martínez

Como contrapunto a los ejemplos anteriores, hallamos el mundo mágico y de colores más vivos e intensos del mencionado El Herbario de las Hadas, que se adentra en el imaginario feérico y de la fantasía, o de obras de temática similar como Ondina. No deja de sorprenderme que, a pesar del aire más animado que se respira en estas ilustraciones, sigue viéndose en ellas un resto enigmático y algo siniestro; en particular me llamó la atención una lámina que mostraba la disección de un duendecillo o criatura similar.




El pasado mes de septiembre aparecía en las librerías el segundo volumen de Nuestra Señora de París, donde Lacombe ofrece por medio de sus imponentes ilustraciones una interpretación personal de la célebre historia de Victor Hugo que gira en torno a los personajes de Esmeralda, el archidiácono Frollo y el jorobado Quasimodo. En su mirada de la arquitectura parisina, con la catedral de fondo, de nuevo todo se tiñe de lóbregas gamas de color para reflejar los ambientes sombríos de la ciudad en el s. XV.





Otra de las facetas del autor que podemos ver reflejada en la exposición es el lado más sensible de títulos como Ruiseñor, donde la fragilidad del trazo se compone de una extrema delicadeza que invita a la reflexión e interpretación del contenido de sus dibujos, llenos de metáforas visuales. También hay grabados de otros trabajos en colaboración con diversos artistas, como las imágenes de Swinging Christmas junto a Olivia Ruiz.



Ojalá hubiera podido subir la totalidad de las creaciones recogidas en la exposición para aquellos que no la hayáis podido disfrutar in situ... pero aunque las circunstancias lo han impedido, por suerte la mayor parte de los libros en los que ha intervenido Benjamin Lacombe (quien, por cierto, realizó una masterclass en el recinto con ocasión de su visita a Madrid) están disponibles en castellano actualmente. Así pues, si no se diera la oportunidad de que presenciéis la muestra en las ciudades donde tenga lugar en un futuro, no dudéis en echar un vistazo a las geniales publicaciones de este talentoso dibujante.

miércoles, 22 de enero de 2014

Cruz Negra: La Frontera (II)


Decía al comentar la primera entrega de Cruz Negra que no le damos el suficiente valor a la riqueza documental de nuestro pasado histórico medieval y a la gran fuente de ideas que constituye para narrar multitud de aventuras apasionantes. El cierre del ciclo, titulado La frontera, de este segundo tomo que completa un magnífico díptico ambientado en la Extremadura leonesa del s.XIII me reafirma en esa reflexión, ya que más allá de algunos clásicos del tebeo hispánico (citábamos entonces El Guerrero del Antifaz, por ejemplo) sigo sin encontrar apenas obras actuales del medio gráfico que ahonden en este periodo. Faltan más cómics de este tipo en nuestras librerías, no hay duda.

Quitémonos, por tanto, de una vez esa especie de complejo de que nuestro pasado está varios peldaños por debajo de la tradición europea, y disfrutemos por lo menos de esas escasas iniciativas dedicadas a explorar las vicisitudes de la Reconquista que aparecen en el panorama comiquero de nuestro país. Ya subrayé que el mérito de esta miniserie es doble, porque como apunta Gol —pseudónimo de Miguel Gómez Andrea, su guionista— además de buscar el entretenimiento en un formato ilustrado con un episodio de ficción, se trata de que la historieta deje un poso de conocimiento a quienes la lean.


Y lo consigue desde la primera página, pues tal como ocurría en el primer tomo, las viñetas se ven precedidas de un formidable prólogo, a cargo esta vez de Gabriel Ángel Ferrá Acero (licenciado en Historia, escritor y maestro de esgrima) que profundiza en los anales de las órdenes de caballería de la península, con especial énfasis sobre aquella en cuyas filas militan los dos protagonistas: la orden de Alcántara. Destacando el papel que jugaron estas hermandades de monjes-guerreros, no sólo en las contiendas bélicas, sino también en las tareas de repoblación, repasa los orígenes de la cofradía, sus principales hazañas en la defensa contra el infiel, la extensión de sus encomiendas y sus símbolos distintivos. Un preámbulo de lujo antes de lanzarnos a la aventura en si misma...


Por fin vamos a descubrir cómo se resuelve la misión del austero frey Juan de Santihervás, recuperado contra todo pronóstico (gracias a cierta intervención que trasciende lo terrenal) de sus gravísimas heridas al proteger la masía de una familia de siervos frente a una partida de moros que saquea esas tierras estratégicas, disputadas entre ambos bandos. Los aficionados a los lances guerreros presenciamos así cómo se desata una implacable escaramuza, incluyendo un duelo entre titanes, que tiene lugar en un paso de la serranía donde el hosco caballero, acompañado tan sólo por su escudero mudo, pretende dar cuenta de sus enemigos, que además han capturado a su leal compañero de armas, el hermano Alonso, y llevan a la esposa e hijos del labriego que les sirve de guía.


Más allá de las peripecias que contiene este tomo, que quizá se nos revelen algo fugaces, cabe resaltar que el argumento desprende anécdotas cronológicas e históricas por los cuatro costados, no sólo debido a testimonios como el de frey Alonso acerca de la memorable batalla de Las Navas de Tolosa junto a la hoguera del campamento moro, sino también porque los personajes, como luego veremos, atraviesan escenarios inconfudibles de la región increiblemente retratados por Pedro Camello (cosa que ocurría igualmente en el primer volumen, si recordáis) o por esos hechos cotidianos de una sociedad que a todas luces debió de ser dura y brutal (sorprenden los dilemas en torno a la familia de campesinos y la resignación con la que el padre de familia se enfrenta a su triste sino). Por supuesto que todos estos referentes revalorizan la lectura con matices interesantes que, lejos de postularse como un manual didáctico, orientan la manera de encarar, en mi opinión, cualquier obra que se diga basada en una serie de sucesos históricos. De nuevo queda claro que lo pedagógico y lo divertido conectan entre sí.

La pareja protagonista se acentúa, como es lógico, en este desenlace épico que recalca su carácter heroico y sus peculiaridades personales. El ánimo de desquite empuja a frey Juan, personaje adusto y malhumorado donde los haya, guiado por un fanatismo religioso que rivaliza con el de su oponente, el sirio; oscuro hassasin procedente de la fortaleza de Alamut. Por su parte, frey Alonso sigue haciendo gala de su temperamento afable y cómico, quitando hierro a la aspereza de su camarada con chanzas y bufonadas, sin dejar de lado sus habilidades con la espada y con la lanza. Como una réplica en versión servicial de los señores a los que asisten, los escuderos Abilio y Julián completan el reparto fundamental de este título. Por cierto, que de éste último —nos informan sus autores—, el enigmático paje mudo del no menos inmutable frey Juan, podríamos ver en un futuro una historieta corta que nos cuente su personal biografía...


Con la misma pericia, tesón y sobre todo (esas cosas se notan enseguida) cariño por el trabajo hecho desde dentro hasta el menor detalle, como ya nos dejaron ver durante el primer tomo, Gol y Pedro Camello ponen el colofón a este ciclo que combina a la perfección la épica fantástica con la Historia, abriendo la puerta a la continuidad con nuevas aventuras en la misma etapa, la cruzada ibérica de la Reconquista, ya sea con estos u otros personajes (el epílogo deja un posible hilo argumental en el aire). La armoniosa labor de los dos autores (recordemos que han suscrito su alianza profesional bajo el sello Aljaba), equipo al que se une la colorista Lola Aragón (sus tonalidades reflejan con acierto el tenso y bochornoso ambiente de la refriega entre las breñas y quebradas del monte donde tiene lugar la lucha), cierra uno de los mejores cómics que nos ha dado Aleta últimamente en su trayectoria editorial.


No es un secreto que Pedro Camello se trata de uno de mis dibujantes preferidos del horizonte patrio, bien lo saben los visitantes de esta web que hayan leído mis anteriores críticas de Treyes y de Guido el Negro. Esto es así en gran parte porque con él comparto interés por el género fantástico y el histórico, además de que su estilo gráfico se adapta totalmente con el tipo de dibujo que más me gusta encontrar. Siendo consciente de que me repito, no me queda sino alabar una vez más su buena mano para retratar las escenas de acción (gráficamente este álbum en concreto es puro movimiento, intensificado por las líneas del fuerte aguacero que cae durante el desafío entre los contrincantes de la reyerta), la fauna (¿caballos... quién dijo que para él fueran una dificultad?) y todo aquello que tiene que ver con la documentación de armas y armaduras (que evidencia sus conocimientos de primera mano sobre esta especialidad). En una segunda entrega de La Armería, entre las páginas de los extras, continúa su lección sobre el equipo y los pertrechos personales del guerrero medieval; nombres de piezas que en muchas ocasiones hemos oído mencionar, pero que con frecuencia no sabríamos encajar correctamente. Con estos curiosos datos que nos transmite, las dudas quedan despejadas.


Eso por no hablar de su dominio del entorno paisajístico... porque si en la primera parte de Cruz Negra nos obsequiaba con la estampa de monumentos reconocibles que jalonan la vieja Via de la Plata, esta vez le toca el turno —era ineludible, habida cuenta de la orden a la que pertenecen los protagonistas y la filiación geográfica del dibujante— al majestuoso Puente de Alcántara, una oda en piedra a nuestra Edad Media y muestra de ingeniería civil que aún resiste al paso de los siglos. Hasta el huraño gesto de frey Juan se suaviza ante la contemplación de tamaña obra de arquitectura, que ha inspirado a tantos artistas (ahí tenemos la gran novela de Frank Baer que se hace eco de su nombre). ¡No me extraña en absoluto que el cómic haya hecho las delicias de sus lectores extremeños!


Pero el contenido del cómic no acaba aquí, porque antes de cerrar sus tapas nos aguarda una agradable sorpresa que Gol nos tenía reservada en forma de relato, estructurado en diez pequeños actos e ilustrado por Camello, con el que podremos completar el círculo de La frontera y comprender muchos detalles y cabos que quedaban sueltos desde su primera parte. Un complemento ejemplar para las viñetas, donde además queda patente la gran soltura narrativa del guionista, que gira en torno a dos de los personajes del cómic. No desvelaré detalles sobre su trama ni los antecedentes de los que se ocupa, porque pienso que es una pequeña joya que conviene que descubráis por vosotros mismos.

¿Si apruebo que un tebeo confraternice con distintos medios, alterne elementos variados y dé cabida a nuevas facetas que tienen que ver no sólo con la ilustración, sino también con aspectos literarios, culturales y didácticos? ¡Por supuesto! Ojalá, de hecho, esto fuera más común... Así se lo hice saber a los autores de una obra experimental en este sentido como es Cruz Negra durante nuestro encuentro en el pasado Expocómic, del que además pude extraer una fabulosa dedicatoria que —aunque ya la subí al hilo correspondiente del evento— vale la pena que reproduzca nuevamente a continuación. Ahora que cada vez es más normal esto de que los cómics incluyan su pequeña sección de extras (a menudo despachada con un par de bocetos o datos sueltos, la verdad) tener entre manos un álbum plagado de tantos y tan buenos contenidos es toda una suerte.


Con este valor añadido se solventa además el que posiblemente se trate del mayor inconveniente de esta obra en dos volúmenes (ya lo comentaba al reseñar el primero): su carácter efímero y la circunstancia de que, al haberse dividido en un par de entregas, la lectura de cada una de ellas por si sola se nos hacía algo breve. Parece más lógico que la historieta se hubiera fusionado en un tomo único; sin embargo, en ese caso, tal vez las exigencias editoriales nos habrían hecho perder una buena parte de su valioso material adicional. Y por otra parte, hay que reconocer que los dos tomitos en tapa dura de Aleta Ediciones lucen de maravilla el uno junto al otro, ¿verdad?


Aunque ya está prevista una tercera entrega de Cruz Negra, que llevará por título La Hija del caíd, cronológicamente anterior a los sucesos que hemos leído en La frontera, en estos momentos los autores se encuentran embarcados en otros encargos de carácter más institucional y también relacionados con la temática histórica, que es lo que más les motiva. Gol ha concluido su adaptación del poema épico hindú Mahabhárata y se lanza ahora a por el guión de un proyecto sobre Cervantes, mientras que Pedro Camello tiene igualmente comprometidos una serie de trabajos gráficos en este mismo género. Así que es posible que aún tengamos que esperar algo hasta la aparición de esa nueva historieta para la serie. Pero aventuro que una de las próximas publicaciones que veremos de Pedro será —¡por fin!, si todo sale según lo previsto— más andanzas de su carismático personaje Guido el Negro, protagonista de uno de mis tebeos favoritos del dibujante extremeño. Podéis descubrir más pormenores de Cruz Negra y acerca de los futuros planes de los autores gracias a la extensa entrevista que han concedido a la web de RTVE.


Este es un cómic de altísima calidad que, desde mi sencillo púlpito en la red, no dejaré de recomendaros y empeñarme en que no pase desapercibido al público, porque el esmero que se ha puesto en su realización bien lo merece. Con obras así, nadie podrá decir que no existan alternativas de lectura, por aisladas que sean, que se decidan a rescatar nuestro pasado medieval más auténtico en el terreno gráfico. Además, ahora que las dos partes que lo componen se encuentran a la venta, ya no hay excusa para no hacerse con esta obra y disfrutar con las aventuras del caballero frey Juan de principio a fin.

Calificación:

martes, 14 de enero de 2014

El Hobbit: La desolación de Smaug


Como ya ocurrió hace un año cuando preparé mi reseña sobre Un viaje inesperado, he preferido esperar a que se disipara un poco el hype en torno a la adaptación cinematográfica de El Hobbit para poder hacer un comentario más sosegado y crítico —tratando de no dejarme influir por las reacciones acaloradas de los días posteriores a su estreno— de esta segunda parte del viaje de Bilbo. Además, con las salas de cine más despejadas, cuesta menos meterse en las aventuras sobre la gran pantalla del mediano más famoso de la Tierra Media (con permiso de su sobrino Frodo) y comprobar hasta qué punto las opiniones que inevitablemente habían llegado a mis oídos eran ciertas.

Y la verdad es que si esta continuación ha suscitado comentarios y juicios mucho más soliviantados que con la entrega anterior de la trilogía, tengo que admitir que muchas de esas reacciones contrarias a los derroteros que ha tomado la última gran superproducción de Peter Jackson guardan bastante lógica y son más que comprensibles. Pero antes de extraer conclusiones precipitadas, vayamos viendo poco a poco y a lo largo de los capítulos de la novela que versiona cuáles son las claves que definen esta nueva película sobre la obra de Tolkien que predece a El Señor de los Anillos y los motivos por los que el público la ha encajado con el pie cambiado.


Después de un breve preámbulo (cuya primera instantánea, por cierto, es un muy fugaz cameo del director) que plantea el encuentro inicial entre Gandalf y Thorin Escudo de Roble, donde el mago empuja al enano a organizar la misión para recuperar el reino bajo la montaña que perteneció a su familia, la proyección retoma la historia allí donde la dejó al terminar el film anterior, es decir, una vez superada la etapa de las Montañas Nubladas (en la que Bilbo realiza el descubrimiento del objeto que todos sabemos tan crucial para el universo de Tolkien). Y tras haber sido puestos a salvo por las águilas, toca parada y fonda —como todo lector de la novela sabe y esperaba con ganas— en la morada de Beorn. Sin embargo, el encuentro con el cambiapieles pierde mucha gracia respecto al modo en que se despliega durante el libro, y el paso por sus dominios es breve y poco detallado (de hecho, ni se menciona siquiera, que recuerde, el nombre de este anfitrión transmutado en oso que acoge a los enanos). El que resulta uno de los momentos más cómicos del libro (por la forma en que Gandalf introduce subrepticiamente a los enanos uno a uno en la casa de Beorn), queda solapado por una escena que no destaca especialmente. Cuestión de gustos, por supuesto, es la caracterización física del personaje concreto, aunque yo sí le veo parecido a la descripción brutal y afable que se le atribuye.


La carrera de fondo del grupo comandado por Thorin alcanza un nuevo hito con la llegada hasta el lindero del Bosque Negro; el otrora vergel ahora corrompido por las oscuras fuerzas del Nigromante que se oculta en las ruinas de Dol Guldur. Las circunstancias que llevarán a los enanos a apartarse de la senda de los elfos y el modo en que son capturados por las horribles arañas gigantes también difieren del texto original, pero al menos se nos regala esa panorámica en la que Bilbo contempla los alrededores desde la copa de los árboles (he lamentado, sin embargo, que no se hiciera mención a la caída de Bombur al río encantado y otros avatares que les suceden entre la espesura). Eventualmente se produce la irrupción de los elfos del bosque, liderados por el rey Thranduil (Lee Pace, quien demuestra que no todos los elfos son el colmo de la simpatía), y la controvertida aparición de Legolas y Tauriel, hijo del rey y capitana de los exploradores respectivamente, interpretados por Orlando Bloom y Evangeline Lilly.


La inclusión del primero, a pesar de ser un personaje que no aparece en El Hobbit, se puede justificar por su parentesco con Thranduil y como un elemento de enlace más con la saga cinematográfica anterior de Peter Jackson, aunque realmente no aporte nada al desarrollo de la trama. Y al contrario de lo que ocurre con la caracterización de otros personajes recuperados de El Señor de los Anillos (como Elrond o el propio Gandalf), sí me ha dado la impresión, curiosamente, de que al actor se le notaban los años en varios primeros planos. También es la primera vez que veo usar un arco como arma de cuerpo a cuerpo, disparando a escasos centímetros del enemigo… pero en fin. La ranger elfa, en cambio, es un personaje completamente inventado para el celuloide y un añadido puramente estético. No obstante, me gustaría al menos defender la actuación de este bellezón de actriz y destacar que es interesante el enfoque de una elfa con más sangre en las venas que la lánguida Galadriel. Pero sin duda, lo más incómodo de su personaje es el absurdo e innecesario coqueteo amoroso que se trae con Kili, el guaperas de entre los enanos. Una relación que nos ha chirriado enormemente a todos los espectadores y que no tiene más finalidad que la de introducir el factor romance en una cinta que en absoluto precisa de ello. Por cierto, añadir que hasta ahora sólo había visto una obra del género fantástico en la que se perfilara un idilio entre un enano y un miembro de otra raza (La maldición del dragón, de McKiernan, desde una óptica diferente y mucho más lograda, dicho sea de paso), aunque ya hay quien asocia la parejita, sin salirse del mundo de Tolkien, con la leyenda de Beren y Luthien.

El caso es que nuevamente la intervención de Bilbo queda descafeinada frente al golpe de efecto que debería suponer su rescate de los enanos y la huída por el río camuflados en los barriles. Eso sí, de la improvisada travesía fluvial puede decirse que se trata de unas de las secuencias más apabullantes del film, que se desenvuelve de una forma mucho más ruidosa y menos discreta que en el libro, y en la que tienen lugar una serie de piruetas, flechazos y persecuciones entre elfos, hobbits y orcos que se llevan su buena cuota de pantalla, para lucimiento absoluto sobre todo de Legolas y Tauriel.


La entrada de los enanos y del hobbit en Esgaroth, la ciudad del lago, se produce gracias a la barcaza de Bardo, quien adquiere un protagonismo inusitado, lo cual no me ha molestado realmente ya que pienso que quizá era uno de los personajes de Tolkien que más se prestaba a ser explotado. Además Luke Evans encaja estupendamente en su papel del honesto arquero, heredero de Girion de Valle, cuya intervención al fin y al cabo es crucial para el desenlace de la historia. Pero la demora en este lugar es excesiva, con una línea argumental secundaria en relación al gobernador, a la que hay que añadir la escaramuza del orco Bolgo, que conducen a momentos hasta de cierto tedio en los que deseas que la compañía avance ya de una vez por todas hacia la montaña solitaria.


Y en Erebor que nos plantamos, a punto ya de presenciar uno de los momentos que todos aguardábamos con más emoción: la entrada en escena de Smaug. Una vez más me queda esa sensación, repetida durante toda la película, de que los acontecimientos que tienen importancia sobre la figura de Bilbo (por ejemplo, la anécdota del zorzal y la apertura de la puerta oculta antes de penetrar en el cubil del dragón) se despachan con bastante ligereza, mientras que otras secuencias que no pintan nada (como la frenética actividad que tiene lugar en las moribundas fraguas de Erebor) se prolongan muchísimo más de la cuenta. No obstante, tenemos ante nosotros una de las recreaciones más fabulosas que se han logrado hasta la fecha de un dragón en todo su esplendor, y eso que con el doblaje nos perdemos la —por lo visto— espectacular voz que le pone Benedict Cumberbatch. A la dialéctica entre Bilbo y Smaug, con búsqueda de la piedra del arca de por medio, también le falta algo de salsa, en mi opinión. Y tras muchas carreras y caídas por los salones que horadan el interior de la montaña, todo queda listo para la futura conclusión de la trilogía, cuando el dragón se dispone a enseñorearse sobre la ciudad del lago. Los títulos de crédito marcan la amarga interrupción con la que siempre finalizan estas partes intermedias.


En fin, como puede deducirse de este repaso rápido por las casi tres horas de película, la condición de adaptación literaria emprendida por Peter Jackson se disipa en el horizonte. Tuve una percepción distinta de Un viaje inesperado, que contaba con algunas licencias válidas sin que por ello el director se pasara la novela por el arco de Moria e ideara su propia versión de los hechos. No es nada que debiera extrañarnos a estas alturas: desde el principio supimos que tres películas para un libro de reducidas dimensiones conllevaría forzosamente mucho relleno, y me temo que La desolación de Smaug se lleva la peor parte en ese sentido. No me disgusta que se incluyan variaciones de guión siempre y cuando éstas aporten algo de interés al conjunto… pero lamento que no se hayan explayado más en momentos que representan un peso importante del cuento original (Beorn, las arañas del Bosque Negro, la ciudad de los elfos, etc.) y se dé pábulo a intrigas de escaso interés o cuyos fines son estrictamente comerciales (como la ruptura de la expedición para propiciar un nuevo encuentro Tauriel-Kili).

El mejor ejemplo de que hay añadidos que sí suman minutos de provecho al rodaje es la parte de Gandalf en Dol Guldur, pues el hecho de que se separe momentáneamente de la misión de los enanos, unido a las informaciones que nos facilitan los apéndices sobre la ausencia del mago, que también se produce en el libro, permite ampliar el margen de dicho episodio. Además, creo que la mayoría agradecemos haber disfrutado de la genial interpretación, una vez más, del gran Ian McKellen y esa increíble representación del Nigromante, a.k.a. Sauron, durante el impactante choque que se desata entre el mago gris y el señor oscuro antes de convertirse en el amo absoluto de Mordor.


Pero si Gandalf gana puntos con ese extra sobre el relato original, no es menos cierto que Bilbo (bajo cuya apariencia Martin Freeman sigue haciendo un buen papel a pesar de todo) queda algo difuminado y pierde protagonismo a lo largo de esta entrega debido al ritmo vertiginoso de la acción, las escenas que le roban tiempo y los secundarios que adquieren más relevancia de la debida (tanto es así, que casi hasta me ha extrañado, vista la falta de reparos en incorporar personajes a voluntad, que no haya vuelto a salir Gollum, aunque ciertamente no tendría por qué). Aún así, existen guiños interesantes en torno al protagonista, como el influjo que el anillo empieza a ejercer sobre su mente (“¡Es mío!”, exclama al recuperarlo de entre las pinzas de las arañas) y su reticencia en confesar a Gandalf el misterioso hallazgo. También sobre otros personajes se va mostrando una transformación de carácter, como en el caso de Thorin (Richard Armitage), cuya creciente codicia —tan innata en los enanos— le hace parecer menos amable que en la película anterior. Salta a la vista de nuevo que Azog, que pasa temporalmente el relevo a su lugarteniente Bolgo, está destinado básicamente a dar juego durante la batalla que tendrá lugar en El Hobbit: Partida y regreso.

Técnicamente la cinta es impecable y ha sido creada para que secuencias como la evasión en barriles o la exhibición de poder de Smaug quiten el hipo y brillen por si solas. Lógico, por otra parte, en una producción que se vende como la mejor manifestación actual del HD 48fps, así que no hay mucho que añadir en ese aspecto; a día de hoy no cabía esperar otra cosa y desde luego no se le puede reprochar nada en ese ámbito. Pese a lo dicho, debido sobre todo a su larga duración, también esta vez he preferido verla en digital sin más, pues no acabo de cogerle el gusto a las gafas 3D. Parajes conocidos, entornos y escenarios famosos de la Tierra Media quedan retratados con rigor y lujo de detalles: el Bosque Negro, el reino de los elfos silvanos, la ciudad del lago, las ruinas calcinadas de Valle, las suntuosas cámaras de los enanos de Erebor… todo consigue su fiel reproducción. Por el contrario, no recuerdo una pieza musical especialmente destacable, como sí se descubría en Un viaje inesperado con el famoso tema coral de los enanos.


Al final, recortando de aquí y de allá, se acaba uno dando cuenta de que a la película le sobra fácilmente casi una hora de metraje que ni mejora significativamente la historia ni la reconduce a algo distinto de El Hobbit que el público haya encajado con demasiado entusiasmo. Esto me hace pensar que será más costoso digerir una edición extendida de La desolación de Smaug… Entretenida y con muchos pasajes espectaculares, sí, pero carente de la chispa que me hubiera gustado extraerle.

¿Qué cabe esperar de Partida y regreso? Pues más Smaug, una batalla de proporciones épicas, ver qué sucede con los enanos y con Bilbo, y desvelar el plan de Peter Jackson  para cerrar el círculo y que todo quede en coherencia con El Señor de los Anillos. Pero, sobre todo, que mejore el grado de satisfacción entre los aficionados. Y es que, en general, está quedando una impresión de que esta trilogía es sustancialmente inferior a la primitiva de hace una década, que probablemente fuera más solemne y ambiciosa que la actual. Así pues, a la alta nota concedida a su primera entrega, le sucede un modesto notable para una cinta que sin duda se disfruta, pero que también nos deja un regusto agridulce, incluso asumiendo de antemano su decreciente nivel en calidad de adaptación.

Calificación:

Otras reseñas en Adalides sobre El Hobbit:
El Hobbit, de J.R.R. Tolkien (la novela)
El Hobbit: Un viaje inesperado (la película)
El Hobbit (el cómic)

martes, 7 de enero de 2014

Crónicas Cretenses (I): La Venganza de Alteo


Llego de un largo viaje. Un viaje a través de la Grecia clásica desde tierras de la Argólida y por la península del Peloponeso, sorteando peligrosos caminos y encuentros traicioneros, al amparo de las costas del Egeo y las fértiles llanuras del Atica, hasta alcanzar la gloriosa Atenas y más allá. Trasladarse ha sido fácil: los libros siempre son un pasaporte seguro para conocer otros lugares sin moverse de casa. Pero si además se trata de una saga de las características de Crónicas Cretenses, que te permite meterte en la piel de un héroe legendario y vivir sus experiencias de primera mano, la inmersión es mayor todavía.

Bajo el papel del gentil Alteo, hijo de Egeo, rey de Atenas, tu misión es vengar a tu hermano, el noble Teseo, asesinado en el laberinto de Creta por el monstruoso Minotauro, y remediar el desagravio que ha sufrido vuestra familia. Hermes, mensajero de los dioses, te conmina a recuperar su cuerpo y traerlo de vuelta al palacio de tu padre. La travesía no ha hecho más que dar comienzo; ahora tú debes reanudar la aventura allí donde Teseo fracasó. Si te agrada el binomio librojuegos + mitología, esta es tu serie. Primer volumen de una sensacional trilogía, con La venganza de Alteo se inicia una de las obras más emblemáticas del subgénero de cuantas llegaron a nuestro país en la década de los 80.


Como podéis constatar, se trató de la apuesta histórica de la aureolada —para los fans de este tipo de libros— editorial Altea, elevando el tono didáctico que ya habían emprendido otras colecciones (como La Máquina del Tiempo, que publicaba Timun Mas por entonces) a una escala superior. Claro que no hay que olvidar que estos títulos se escribían pensando en chavales de la edad que teníamos muchos en aquellos tiempos, es decir, en torno a la adolescencia. Y por más que leídos/jugados de mayores no dejan de ser aún enormemente disfrutables, no puedo evitar pensar qué estupenda lectura habría constituído de descubrirla en los años mozos del colegio, como umbral a mi posterior interés por uno de los periodos históricos que más me apasionan, el prehelénico europeo.


Aunque el recorrido lúdico por las polis de la Hélade de este tomo que inaugura las Crónicas Cretenses es bastante atropellado, sin duda debía de ser de lo más instructivo para el joven lector. Pese a lo abultado de sus dimensiones (se trata del más voluminoso de los tres libros, con nada menos que 620 secciones) no puede decirse que se detuviera en muchos detalles. Con todo, nuestro periplo nos dejaba estampas como la puerta de los leones de Micenas, el templo de Asclepios en Epidauro, el oráculo de Delfos, el mercado de Megara, el tumultuoso puerto de Corinto y, cómo no, la majestuosa ciudad-estado por excelencia de la antigüedad, Atenas, antes de embarcarnos en una arriesgada ruta marítima por las Cícladas hasta el litoral de Creta. Para hacer más enriquecedora por mi parte la lectura-juego como adulto, lo cierto es que he ido saltando de entrada en entrada de Wikipedia relativas a los distintos asentamientos por los que pasa el personaje y las situaciones míticas que presencia, de modo que pudiera completar, más allá de aquello que ya sabía, las lagunas a las que, lógicamente, el librojuego no llega.

La ciclópea Puerta de los Leones de Micenas

Los narradores John Butterfield, David Honigmann y Philip Parker (que con esos nombres se les diría más agentes de la troika que escritores de literatura friki), junto al consabido ilustrador —Dan Woods—, fueron los responsables de dar vida al ciclo de las aventuras de Alteo, lo que implica que su autoría fuese tal vez una de las más numerosas para un librojuego, sólo superada en tiempos recientes. No tengo constancia de que ninguno de ellos volviera a escribir más obras, pero esto es difícil de precisar (y es que, haciendo una especie de censo sólo de lo publicado en España, me he dado cuenta hace poco de las innumerables colecciones vinculadas al género que se me escapan). Quizá sólo fueran un grupo de amigos aficionados a la historia clásica que quisieron así satisfacer su devoción hacia esa época de una manera que consideraban un mero pasatiempo...

Sea como fuere, la idea funcionó y la serie, publicada por Penguin Books entre 1985-86 en inglés, apareció traducida en los siguientes años al francés, italiano, japonés, portugués y, claro está, en español. El arte de las portadas (preciosas todas, por cierto, y que fueron afortunadamente respetadas en la edición española, cosa que Altea no hizo con otras sagas de importación) corrió a cargo de Michael Embden. Las ilustraciones interiores son correctas, pero la verdad que no destacan en demasía, al menos por la parte que toca a este primer tomo, y en ocasiones resultan algo confusas y comprimidas.

A pesar de que el número de secciones o referencias numéricas de juego es realmente grande (da para no pocas partidas eligiendo diferentes caminos), no se puede decir que en su contenido sean muy extensas, sino que la forma de relatar a menudo es un tanto escueta. En cambio —y esto es una curiosidad recurrente que no deja de tener su gracia— de vez en cuando dichas descripciones caen en giros excesivamente recargados de tan poéticos que quieren parecer (del tipo, por poner un ejemplo extraído textualmente del libro: «La fresca brisa del mar hace ondear tu pelo, como ondean las doradas espigas de trigo bajo el sol del verano antes de que los labradores las sieguen con sus hoces de brillante metal, contentos por la cosecha.»), lo que denota un estilo engolado que choca mucho. Pero en líneas generales está bien escrito y no es un aspecto al que se le pongan mayores pegas, más aún si lo comparamos con la sencillez lingüística de otros librojuegos. Por otro lado, la variedad de elecciones a pie de cada sección es más que satisfactorio.

Puedes buscar el consejo de Apolo en el Oráculo de Delfos

Los autores dan muestras de ser buenos conocedores de la cultura clásica y de sus mitos, de manera que no es infrecuente hallar en el texto abundantes guiños a pasajes y leyendas de esta fascinante era, de sus personajes más célebres, sus escenarios más concurridos y sus tradiciones seculares: el infame posadero Procusto, la descripción detallada del valle sobre el que se levanta el templo de Apolo o los misterios eleusinos ofrendados a la diosa Deméter, entre otros. Muchas ciudades por las que atravesaremos en dirección a Atenas y de las gentes con las que nos topamos por el camino son las mismas que se refieren en la historia de Teseo. Y es que, aunque los artífices de la serie decidieran que encarnemos al ficticio Alteo (cuya similitud fonética con la editorial española es pura coincidencia), amable hermano del muy admirado personaje heroico, en realidad prácticamente vamos a replicar las hazañas que llevó a cabo el famoso paladín, relatadas en los tratados de mitología, y que tendrán en la incursión al fatídico laberinto de Minos (que se desarrolla en el segundo libro y supone el epicentro de la serie) su principal y más destacado episodio.

El culto bóvido estará muy presente en los tres libros de las Crónicas Cretenses

Así pues, digamos que puntúa estar versado en mitología, y conocer de antemano las proezas de Teseo puede resultar casi tan útil como llevar una jabalina, disponer de una buena armadura o contar con el patronazgo de un segundo dios. Esto es así en tanto en cuanto nuestra misión para este primer número de las Crónicas consiste en realizar el recorrido terrestre desde la localidad de Trezena hasta Atenas, donde debes probarte digno ante el rey Egeo antes de izar las velas hacia Creta, reproduciendo por tanto los hitos que se cuentan en la leyenda de Teseo y solventando cometidos similares a los de su azarosa gesta (entre los que cabe destacar las míticas reyertas contra las Furias, el toro de Maratón, el jabalí de Cromión o el gigante de bronce Talos, que aparecen en la aventura).

Tu madre Aetra recibe consternada la noticia de la muerte de Teseo

La mecánica de juego de Crónicas Cretenses es muy diferente a la de los populares Fighting-Fantasy y sus simplistas reglas basadas en los manidos tanteos de Destreza y Resistencia. En este caso, disponemos de unas puntuaciones de Fuerza, Protección, Honor y Deshonra. Mientras que las dos primeras están orientadas a la parte marcial del juego, el uso de las armas y la efectividad de las defensas que llevamos encima, las últimas determinan la posición social en función de nuestra manera de actuar con los demás (en un medio en el que las epopeyas personales marcan el rango) y la relación de Alteo con las deidades. Al no haber Puntos de Vida no hay que preocuparse constantemente por el estado de salud del personaje, ni por la búsqueda regular de pociones o sustancias de propiedades curativas, sino que éste sólo se alterará en diversos estadios de gravedad durante los combates. Por su parte, los puntos de Honor pueden otorgar interesantes bonificadores que afecten a los otros ratios durante la lucha, y se obtienen por resolver las muy variadas misiones de la trama o al salir victorioso de una refriega. Pero también pueden disminuir si nos alejamos de la conducta intachable que se le supone a un héroe o si caemos en acciones vergonzantes, como dejar de auxiliar al prójimo. Debe procurarse que el valor de Deshonra permanezca lo más bajo posible, ya que si éste superase al de Honor, literalmente según las reglas, Alteo «se sacará las entrañas con una espada, o será abatido por un rayo de Zeus olímpico y su espíritu vagará gimiendo por las oscuras moradas del Hades.» ¿O acaso creíais que lo de tragedia griega no iba en serio?

Un barco de remos con velas negras sale del puerto de El Pireo

Los combates son una parte importante del juego y el sistema que se emplea para resolverlos es un poco atípico, aunque consecuente (no me entretendré en detallarlo, pero se puede entender que aquí actúan los puntos de Fuerza y Protección). El número de peleas, sin ser bajo, tampoco es especialmente nutrido (cosa que, a día de hoy, valoro y agradezco de cara a su rejugabilidad), además de fácilmente evitables. Pero se me ocurre que quizás ese fuera justo uno de los aspectos que hacían esta serie menos llamativa para el lector de antaño en favor de otras de Altea Junior. En cualquier caso, los combates a menudo son endiabladamente difíciles; incluso los más sencillos implican un riesgo. Hay que tener en cuenta que, por el particularísimo mecanismo de lucha, basta que tu contrincante te toque un par de veces para dejarte grave, reduciéndose el ataque a un solo dado de combate y haciendo que las posibilidades de asestar un golpe con éxito sean mínimas. Eso sin contar que las opciones de huída o rendición imponen penas morales (en forma de deshonra) y materiales (pérdida de piezas del equipo) muy onerosas.

Personalmente le hubiera añadido un estado intermedio más de salud (levemente herido, o algo similar) para hacer el combate un poco más verosímil. Eso sí, no puede negarse que el procedimiento es bastante realista e imita el modo en que se desataba un reto cuerpo a cuerpo en la brutal y directa Edad del Bronce helenística. Los enemigos son duros y sus estadísticas a veces están desmadradas. Para colmo, el equipo disponible brilla en parte por su ausencia (de entrada ya vas pelado, con apenas una tosca cachiporra). Cabe señalar, para terminar con los aspectos generales que afectan a la lucha, que los autores han incluido las características, típicamente roleras, de los críticos y las pifias.


Pero sin duda, uno de los matices que más me pirran de estos librojuegos es la presencia directa de los dioses en la aventura y su interacción sobre el destino del inocente Alteo. Al inicio de la partida debes consagrarte a una deidad protectora entre las propuestas y vincular tu suerte a sus caprichos y voluntades. Y ya se sabe que las divinidades grecolatinas tenían por costumbre manejar a su antojo a los pobres mortales... pero también podían ser grandes benefactores en un momento dado. Podemos elegir entre Hera, Apolo, Poseidón, Ares, Afrodita y Atenea. Da la casualidad que mis dioses preferidos del panteón griego (Atenea y Apolo) son tal vez los que a priori más favorecen al personaje jugador en cuanto a las ventajas de partida que otorgan. En todo caso, conviene probar con unos y otros, ya que deidades de las que se piensa que no cabe esperar gran ayuda pueden allanar nuestro camino más de lo que creemos. Los puntos de Honor, también en esta situación, nos servirán para invocar su asistencia cuando estemos en apuros.

La bendición de Poseidón es esencial para una navegación sin contratiempos

Según penetramos en las diferentes polis que salpican nuestro trayecto (y eso que, como he apuntado antes, algunas se despachan en apenas dos o tres secciones) el texto nos deja caer pistas acerca de bajo la protección de qué dios se halla el lugar (ya sea por la presencia de templos, celebraciones litúrgicas, etc.) Así, debemos ser un poco perspicaces para saber a qué deidad podemos atraer hacia nuestra causa y lo bastante cautos para tener en cuenta que una decisión desacertada puede enojarles y ponerles en contra de nuestra persona. Finalmente, existe un ruego de última instancia, sólo practicable una vez en cada libro, y es la invocación a Zeus, dios de dioses. Con este valioso recurso, el señor del Olimpo es capaz de restablecer nuestros puntos de honor, de aplacar a las deidades que nos son contrarias e incluso de resucitar a Alteo... a un cierto coste, claro está. Por lo visto cada dios padece una peculiaridad fonética propia, pero parece ser que con la traducción al castellano esta curiosidad del texto original se ha perdido.

Hay una maniobra fundamental que no debemos pasar por alto y que en cierto modo tiene que ver con la faceta deífica del juego: se trata de la opción de Probar Suerte (o lo que es lo mismo, activar un estado de premonición avanzando la cantidad de 20 secciones numéricas). Pero aviso que puede ser una instrucción muy capciosa que acabas pagando caro en términos de puntos de Deshonra o con pérdida del Honor (a veces te impone castigos y penalizaciones muy severas sobre ambos marcadores por acciones que ni siquiera tenías en mente realizar). Sin embargo, en ocasiones es la única manera de esquivar graves peligros inminentes u obtener pingües ventajas. Vendría a ser un concepto análogo al aciago Mundo de los Sueños de La Búsqueda del Grial, pero de uso más común (y, añadiría, consecuencias menos funestas), pues son muchas las secciones que te permiten ejercer esta práctica. De ahí que, pese al alto número de párrafos del librojuego, su tamaño en realidad no sea tan extenso porque un buen porcentaje de éstos se lo 'comen' las citadas secciones de presciencia.


Esta primera entrega de la trilogía cretense se insinúa un poco corta, no por longitud, sino en cuanto a profundidad, ya que da la impresión de que la aventura podría haberse explotado aún más. La historia tiene su meollo y se ve aderezada por pequeños minijuegos (como la carrera de carros de Acarnes, por ejemplo) que complementan una trama estupenda. Y aunque el nivel de complejidad está muy cuidado, para un lector curtido en la mitología griega puede resultar algo superficial. En cuanto a su jugabilidad de cara a combates y aspectos puramente lúdicos, ya he comentado que quizá no sea el punto fuerte de la serie. Pero esto es sólo un comienzo levemente discreto para una colección que se ha ganado por méritos propios grandísimas alabanzas, siendo su siguiente entrega, En la Corte del Rey Minos, uno de los librojuegos más aplaudidos por el público especialista en el género. Por tanto, no debe desanimar a nadie la relativa ligereza de este libro (por si existe la duda, aclaro que yo no me he dejado llevar por tales reservas), puesto que aparentemente lo mejor —mucho mejor— está por venir. Por lo pronto, consumar con éxito este volumen os llevará unas cuantas horas (¿desde cuándo los héroes griegos lo tuvieron fácil?), ya que no es nada sencillo arribar sano y salvo a nuestro destino: la mítica ciudadela de Cnosos (¡que puedo presumir de haber visitado en persona!)


La venganza de Alteo se trata de uno de los pocos Altea que aún me faltan físicamente (no así los dos siguientes tomos), de modo que lo he jugado gracias a un escaneo en pdf (aprovecho en este momento para recordar, evitando suspicacias, que se trata de un libro descatalogado y casi inencontrable, como el resto de la serie, salvo a precios desorbitados) y quizá por ese motivo postergué durante mucho tiempo iniciarlo. Pero aunque sea menos cómodo y no guarde el mismo encanto que tener el libro entre las manos, no es un inconveniente que me haya impedido disfrutarlo a lo grande. Además, para facilitarnos la tarea, el insigne Archimago de La Fortaleza de Manpang diseñó una Hoja de Anotaciones de lo más completa incluyendo hasta una síntesis de las reglas, que podéis ver y descargar sobre estas mismas líneas para utilizarla a vuestro gusto.

No me voy a enrollar más, pues ya iré desgranando otros aspectos de la colección cuando llegue el momento de hablar de los sucesivos tomos que la componen. Pero os doy un consejo para ambientar vuestras partidas, y es que lo juguéis con una música apropiada de fondo, como cualquiera de los acordes disponibles por ahí de la antigua Grecia o buenos temas como este 'Triumph' de la banda sonora de la serie Roma.


Calificación:

miércoles, 1 de enero de 2014

Resultados de la encuesta 'Los Mejores de 2013' y ganador del sorteo de El Hobbit — Juego de cartas

Arranca un nuevo año —el séptimo ya en nuestra andadura por la red— y en primer lugar quiero desearos que tengáis un feliz 2014, y que todos esos proyectos o buenos deseos que se empiezan a fraguar durante estos primeros días de enero vayan materializándose poco a poco. Por mi parte espero que se cumplan también algunos nuevos propósitos personales que me he hecho, y en lo que respecta a la web me conformaré con que las cosas al menos se mantengan igual de bien que han estado yendo hasta ahora.

Repartidos los consabidos parabienes a todos, es hora de desvelar una temporada más cuáles han sido las obras de la temática que abordamos por aquí (el género de aventuras y la ficción fantástica en general, para los recién llegados) que habéis elegido vosotros mismos, los lectores de Adalides. Tres categorías, tres candidados: uno para narrativa fantástica, uno para cómic y otro para cine. Habéis valorado las opciones y estos son los resultados, una vez hecho el recuento de votos recibidos tanto en los comentarios del hilo correspondiente como en el correo de la web:

Tierras Rojas, de Joe Abercrombie (Editorial Alianza - Col. Runas)

Ha estado muy disputado, seguido de cerca por el Primer Libro de Lankhmar (de Fritz Leiber), Los nombres muertos (de Jesús Cañadas) y El océano al final del camino (de Neil Gaiman)... Pero al final el todoterreno Abercrombie, un autor que hoy por hoy podemos considerar más que consagrado, y que gracias a sus éxitos figura ya como uno de los nombres más destacados en la actualidad de la literatura fantástica, se ha alzado con la victoria. Su reciente Tierras Rojas pudo con los otros candidatos y se postula como una de las lecturas que más darán que hablar en los próximos meses.

Blacksad 5: Amarillo, de Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido (Norma Editorial)

Tal vez no sea el álbum que más entusiasme de John Blacksad, pero lo que está claro es que los seguidores del felino más famoso del género negro en el cómic se han entregado con placer a esta nueva y esperada aventura. Las series consolidadas ganan puntos, qué duda cabe, y prueba de ello es que a un gigante como Astérix, con su último viaje a tierras de los pictos, le ha faltado poco para igualar al campeón de esta categoría. Algo más lejos han quedado los siguientes en el ranking: el Beowulf de David Rubín y el segundo capítulo de Saga, la premiada obra de Brian K. Vaughan y Fiona Staples.

El Hobbit: La Desolación de Smaug, de Peter Jackson (Warner Bros.)

Lo consiguió otra vez. Si Un viaje inesperado ya se hizo el año pasado con el primer puesto en la sección de cine de nuestra encuesta, este año la trilogía de Peter Jackson repite con La Desolación de Smaug. Pero las críticas a su segunda parte le han pasado factura, ya que su triunfo sobre el resto de candidatos no ha resultado tan aplastante como en la edición anterior. Aunque la distancia sobre segundo y tercer aspirantes sigue siendo considerable, tanto Gravity como Pacific Rim han logrado quitarle un buen número de votos. Tiembla There and Back Again... te estaremos vigilando.


Bueno, ¿qué os han parecido estos resultados? ¿Coinciden con vuestras apuestas, o discrepáis de las conclusiones obtenidas en esta encuesta? Como siempre, todo comentario es bienvenido. En todo caso, ¡gracias por vuestra participación!


Y como participar tenía premio, no hagamos esperar más al afortunado que se lleva un Juego de Cartas de El Hobbit, de Devir, diseñado por Martin Wallace, que se sorteaba entre todos aquellos que habéis contribuido a realizar nuestro pequeño sondeo anual (la lista completa de participantes y el número asignado a cada uno según el orden de votación lo podéis revisar en el post del concurso). Dado que no tenía un notario a mano, he recurrido a una mano inocente para que le dé al botoncito de la aplicación random.org y elegir así al azar al ganador:

...número que corresponde a:

Sawayn

(editado a 4 de enero)
Pues bien, sintiéndolo enormemente, y a pesar de los intentos de localizar a Sawayn, una vez transcurrido el plazo establecido –y unas cuantas horas más de cortesía– éste no ha contactado por ningún medio para reclamar su premio. Por lo tanto, tal y como estaba recogido en las bases, corresponde elegir un nuevo ganador entre el resto de participantes por el mismo procedimiento. Y en esta ocasión se trata de:

...número que corresponde a:

Jareth

(editado a 6 de enero)
Nada, que no hay forma. La entrega del premio este año no puede estar resultando más dificultosa. Ni tratando de contactaros por mail o a través de vuestras cuentas sociales consigo que lleguéis a tiempo de reclamarlo. Tomo nota para ampliar ése plazo de 48h. en los próximos sorteos, pero respetando las reglas que se habían marcado para éste, es justo conceder la oportunidad a otro participante. Así que vamos allá (¿será la definitiva..?)

...número que corresponde a:

Contando Dragones

¡Enhorabuena! No te olvides de reclamar el premio y de facilitar tus datos postales por medio del correo de la web (adalidesblog@gmail.com) para el envío. En caso de que el ganador no diera señales (de nuevo) en el plazo de 48h., tal como está estipulado en las bases del sorteo, se procedería a elegir por el mismo sistema a otro ganador.

¡Una vez más quiero agradeceros el haber tomado parte en este certamen, así como emplazaros a una futura edición de los mejores del año!

Ver resultados de encuestas anteriores:
"Los Mejores de 2012".
"Los Mejores de 2011".
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