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sábado, 15 de marzo de 2014

Tramórea: La Espada de Fuego


Las etiquetas editoriales a menudo son engañosas o comprometedoras. Unas veces transmiten lo que queremos oír sobre una publicación concreta, otras nos fuerzan a encasillar la novedad del momento en base a unas expectativas previsibles, y la mayoría de ocasiones se convierten en un mero reclamo comercial, más contraproducente que útil, de la obra que buscan distinguir. Solemos huir de ellas, pero al mismo tiempo nos cuesta no alimentar su propósito si se nos pide opinión. Yo no sé si La Espada de Fuego es realmente «La mejor novela de fantasía épica española», como reza el lema grabado en su portada. Pero lo que sí tengo claro que es una de las más sobresalientes narraciones del género fantástico de origen nacional que ha pasado por mis manos en los últimos años.

Es verdad que he leído muchos más libros de procedencia extranjera que doméstica en lo referente a fantasía. Sin embargo, pienso que el madrileño Javier Negrete, autor de este vigoroso relato heroico, puede presumir con todas las de la ley de estar a la altura de respetados bestsellers de ficción anglosajones. Hoy día, la saga de Tramórea es un firme exponente de la buena fantasía que se hace dentro de nuestras fronteras, avalada por su evolución hasta alcanzar dimensiones de tetralogía y por haber sido traducida a otros idiomas. Si no la mejor, desde luego que puede postularse en el podio de los grandes de su género en español, siendo un enorme éxito de ventas y de crítica entre los lectores.


El título de una novela, aunque no sea lo principal, a menudo determina nuestro interés previo sobre la misma. Si bien llevaba mucho tiempo oyendo hablar de Tramórea, el nombre tan de 'dragonada' (con todos los respetos al término, pues las hay muy válidas) que luce ésta su primera parte admito que me echaba un poco para atrás. Craso error, en el que no es la primera vez que caigo además, y del que ya debería haber aprendido bien. Porque bajo el más arquetípico de los títulos (aunque justificado y no como un simple gancho) he comprobado que se ocultaba una historia extraordinaria, con sus pequeños clichés y sus referencias inequívocas del género, vale, pero también con matices muy originales y sobre todo una calidad narrativa magnífica. Y así empieza el relato...


Cuando Hairón, jefe de la Horda Roja, con sede en la fortaleza de Mígranz, y legítimo poseedor de Zemal, la Espada de Fuego, muere aquejado de una extraña y repentina enfermedad, se abre la competición por convertirse en el nuevo portador de este arma legendaria, que se dice forjada por el dios herrero Tarimán y otorga a quien la esgrime una posición de liderazgo supremo. Su nuevo poseedor sólo puede ser un gran maestro de la esgrima, un tahedorán, uno de entre los mejores espadachines de toda Tramórea. Siete son los candidatos dispuestos a averiguar dónde se halla ahora escondido el mítico filo; entre ellos, uno de los más fieles lugartenientes del anterior Zemalnit (título que se concede a su dueño), el gran guerrero tahedorán Kratos May.

Pero este no va a ser un certamen más para disputarse el relevo de Zemal, pues hay fuerzas oscuras que vuelven a ponerse en movimiento con un fin, ajeno a la comprensión humana, infundido por las pesadillas del durmiente y tenebroso dios Tubilok, que yace encerrado en el infernal Prates. Fuerzas que quieren favorecer a uno de los aspirantes de la prueba, Togul Barok, hijo del emperador de Áinar, elegido de los dioses. Además, tah Kratos tendrá que asumir la posición de improvisado maestro para Derguín, otro de los pretendientes de Zemal y antiguo alumno defenestrado de Uhdanfiún, la gran academia marcial del Tahedo. Siguiendo la guía del mago Linar de los Kalagorinôr (una orden de taumaturgos que busca sostener el delicado equilibrio de Tramórea) y junto al nuevo discípulo de éste, Mikhon Tiq, da comienzo una búsqueda épica, salpicada de peligros, para dar con el paradero de la hoja celestial y asegurarse de que caiga en manos correctas.


Ya sé que a priori muchos pensaréis que el argumento no puede ser más repetido: el fabuloso objeto inalcanzable, un héroe en ciernes, el viaje iniciático, magia, espadas, dioses que intervienen en el destino de los hombres corrientes... Pero os aseguro que esa primera impresión de relato trillado se desvanece en seguida, si es que llega a darse, bastando apenas unas pocas páginas para quedar enganchados a la trama. Javier Negrete moldea los elementos clásicos de la fantasía para urdir una prosa adictiva que atrapa en sus redes al lector gracias a unos personajes ante los que caer rendidos. Las parejas protagonistas, los guerreros Kratos May y Derguín Gorión, y los magos, Linar y Mikhon Tiq, inician caminos que se juntan y se separan para confluir en la espada de fuego, y durante esa grandiosa ruta se ganan nuestro cariño como compañeros de un viaje apasionante. El caso es que he tenido una facilidad en el momento de imaginar mentalmente a los personajes como no la he conseguido con otros libros de fantasía.

El Mago Linar (ilustración de Víctor Leza)
Sí, el tópico del grupo heroico formado por guerreros/magos extiende sus alas también a los personajes de La Espada de Fuego. ¡Pero qué personajes! ¡Qué grandes tah Kratos e ib Derguín! El autor nos describe sus personalidades con un precisión que nos hace meternos en su piel y vivir en primera persona sus impresiones: la firmeza de Kratos mezclada con ese sentir solitario, la sensibilidad y el anhelo por aprender de Mikha, el temor responsable y la determinación de Derguín, o la adusta ceremoniosidad adquirida con el paso de los siglos del viejo Linar. También los necesarios villanos están trabajados sobradamente. La bipolaridad del príncipe Togul Barok, a veces un monstruo despiadado, un verdadero sociópata sin escrúpulos; otras un ser atormentado capaz de reconocer y respetar la nobleza de sus contrarios, encuentra la horma de su zapato en el manipulador y demente Ulma Tor. La brillantez descriptiva sobre los personajes la encontramos igualmente en excelentes secundarios como el salvaje y conmovedor gigantón gaudaba al que apodan El Mazo, la enigmática ninfa Tríane, el criminal Kirión el Serpiente, o los también tahedoranes Krust, el arconte, y la albina amazona atagaira Tylse.

Siendo este libro la primera incursión de Javier Negrete en la fantasía heroica, se diría que lleve toda la vida escribiendo para ella. Alternando su profesión en el marco de la docencia de letras clásicas con una sólida vocación de novelista, su bibliografía anterior abarca géneros tan dispares como la narración infantil de aventuras, la literatura erótica o la ciencia ficción, viéndose recompensada con varios premios importantes, entre ellos el Ignotus. En 2003 se produce su afortunada entrada en Tramórea, que a día de hoy parece darse por cerrada y comprende las continuaciones de La Espada de Fuego; a saber: El Espíritu del Mago, El Sueño de los Dioses y El Corazón de Tramórea, segunda, tercera y cuarta entregas de la serie, respectivamente. No obstante lo dicho, este primer volumen del que hoy os hablo, pese a su final claramente abierto, puede leerse de forma independiente y disfrutarse igual sin tener en cuenta los siguientes números. El escritor tampoco ha dejado de lado su interés por los clásicos grecolatinos, de lo que son buenos ejemplos otros superventas como Salamina, Alejandro Magno y las águilas de Roma, Señores del Olimpo, o el más reciente La hija del Nilo (2012). Estoy convencido de que si la obra de Negrete tuviera una difusión aún más internacional, estaríamos citando a uno de los grandes autores de fantasía de la generación actual.

La misteriosa Tríane (ilustración de Víctor Leza)
Pero centrándonos en esta estupenda novela que inaugura el ciclo, tengo que resaltar lo agradable de su lectura debido a la calidad narrativa que le ha dotado su autor, con un estilo claro, diálogos interesantes y descripciones vívidas, amén de un léxico que nos resulta extrañamente cercano. Porque (hace poco lo comentaba precisamente con otros bloggers acerca de la fantasía en nuestra lengua vernácula) tenemos la suerte de leer una obra de estas características sin tener que depender de que el traductor de turno tenga o no un buen día. Naturalmente la historia tiene sus ligeros altibajos, e incluso algún que otro capítulo, como la huída de Linar y Mikha de los Pantanos de Purk, por poner un ejemplo, que se me hizo más irregular y surrealista. Sin embargo, el nivel general de redacción y elocuencia del texto es muy alto, con pasajes como el preámbulo sobre los últimos días de Hairón o la historia personal de El Mazo que no dudo en calificar de excelentes. La relación que tejen entre sí los protagonistas, en especial de Derguín con su mentor Kratos, y con su gran amigo Mikha por la ignominia a la que ambos fueron sometidos en el pasado como estudiantes de Uhdanfiún, está muy lograda.

Es más, para ser una obra donde la acción ocupa un espacio importante, la manera de relatar las luchas nos mantiene en vilo y se hace muy amena. Lejos de parecerse a la típica rutina de lances y estocadas, Negrete las expone con una habilidad especial, como ese memorable primer combate, a modo de entrenamiento, entre Kratos vs Derguín, referido en dos columnas paralelas que nos muestran los pensamientos simultáneos de los púgiles. En este sentido cabe decir que la estructura de la novela es ciertamente curiosa, estando dividida en dos partes, de la que sólo la segunda se compone de capítulos nominales, con incisos explicativos, flashbacks, citas al inicio de los episodios que forman la primera mitad, índices de personajes, etc. Esta circunstancia no es un simple capricho, sino en cierto modo consecuencia directa de que La Espada de Fuego comenzó siendo La Jauka de la Buena Suerte; primera tentativa del autor por escribir y publicar el libro cuando sólo contaba con 17 años, que tras sufrir el destierro al olvido durante largo tiempo, retomó y reescribió hasta convertirla en lo que es hoy.


Tramórea como el mundo ficticio donde se desarrolla la trama es una escenario realmente asombroso, del que en esta primera entrega apenas llegamos a vislumbrar una mínima área. Un agraciado coqueteo con la ciencia ficción, como pocos que haya visto en obras que mezclen géneros, nos sugiere que la aventura se instala en un lugar del que nuestro propio mundo pertenece a un tiempo pretérito muy remoto. El revelador mito de las edades que Linar desvela al calor del hogar a los jóvenes aprendices, así como los guiños visuales a una tecnología desaparecida o las referencias a lugares prohibidos de Tramórea (como el interior de selvas impenetrables y desiertos en los que flota un mal de efectos nocivos sospechosamente parecido a la radioactividad, herencia de eras muy antiguas), alude a este aspecto que, según tengo entendido, queda más esclarecido en los sucesivos libros, sin que por ello deje de predominar la faceta espada y brujería.

Nos movemos en un contexto en el que la riqueza de ambientes constituye uno de los grandes valores, con una cosmogonía exclusiva representada por el panteón de los Yúgaroi, o países y regiones que supongo se irán desarrollando en las próximas partes. También hay insinuaciones al mundo de las hadas (simbolizado por la espiritual Tríane), criaturas de invención propia (como los bestiales coruecos) y castas pseudocientíficas como los numeristas, o abiertamente relacionadas con la magia (la integrada por los Kalagorinôr y su universo interior de la syfron). Pinceladas aquí y allá que conforman un trasfondo elaboradísimo, respaldado por un glosario de términos y de personajes.

Los coruecos, monstruosos pobladores del Bosque de Corocín
(ilustración de Víctor Leza)
Pero siendo una historia que gira en torno a las espadas, es imprescindible mencionar el Tahedo, el dominio en su manejo y las técnicas ancestrales de lucha que se enseñan en la prestigiosa academia de Uhdanfiún, en Koras. Es uno de los puntos más atrayentes del relato, intrínsecamente vinculado con los protagonistas guerreros, que proporciona algunos de los momentos más emocionantes de la trama. Sobre todo cuando salen a relucir las llamadas aceleraciones: fórmulas mentales secretas que sólo se aprenden a partir de la obtención del grado de tahedorán, que Kratos posee y Derguín se afana en alcanzar para poder tomar parte en la vertiginosa carrera por Zemal.

Las aceleraciones, prácticas que aumentan la fuerza, velocidad y agilidad del tahedorán durante un breve lapso de tiempo a costa de una severa consunción corporal, son la piedra angular de este original estilo combinado de esgrima y lucha ideado por Javier Negrete, con el que —tal y como está descrito— evoca la tradición oriental de las artes marciales, el honor sobre la figura de la espada como objeto digno de veneración y, por qué no decirlo, un cierto rollito a lo Matrix muy característico. Difícil de explicar aquí, os diré, para que os hagáis una idea, lo genial que sería entrar en protahitéi para saltarse un atasco camino del trabajo, o responder con una yagartéi a algún que otro advenedizo.


Minotauro posee los derechos de publicación de los cuatro libros de Tramórea, con ediciones en tapa dura, aunque también están disponibles en bolsillo lanzadas por Booket (de hecho, es en esta como he leído el primer volumen). Las portadas, honestamente, son bastante insulsas y bien podría la editorial haber encargado unas cubiertas ilustradas a la altura de una obra tan estupenda y que le ha reportado pingües beneficios. Que yo sepa, la serie al completo ha sido publicada en francés por la editorial L'Atalante, aunque puede que también lo haya hecho en otros idiomas (no en inglés, me temo). Asimismo, el año pasado apareció un librojuego inspirado en el universo de Tramórea (al que pertenecen algunas ilustraciones de este artículo) que no tardaré demasiado en comentar.

Tras leer La Espada de Fuego, que os recomiendo con entusiasmo, tengo más que decidido no sólo continuar la tetralogía con El Espíritu del Mago, sino también que tantearé otras obras del autor. Lo único que lamento es quedarme con la impresión de llegar con retraso a la fantasía de Negrete y no haberla conocido en su momento álgido, en los tiempos que sus ávidos seguidores ocupaban foros hoy abandonados (incluso la web oficial se encuentra ya inoperativa). Es una preocupación un tanto estéril, por supuesto, ya que he podido disfrutar igualmente de su lectura, pero quizá he echado en falta participar de ese fenómeno. Por suerte aún me queda mucha Tramórea por delante.

Calificación:

11 comentarios:

jose manuel dijo...

Si te ha gustado la primera, las que quedan son mejores.La de Salamina es magnifica.Este hombre detalla las batallas como nadie.

Jolan dijo...

Creo que existe una opinión casi unánime de que El Espíritu del Mago es el mejor de los cuatro, sin desmerecer el nivel del resto. Desde luego, a mí este primer tomo me ha encantado. Y coincido contigo, jose manuel, en que Negrete tiene muy buena mano a la hora de describir la acción.

Me apunto Salamina, porque gustándome la historia clásica y viendo cómo escribe el autor, estoy seguro que me van a molar estas otras novelas suyas.

¡Saludos!

Antonio dijo...

A quienes les interesen las novelas ambientadas en las Guerras Médicas, les recomiendo encarecidamente "El agua y la tierra" de Julio Murillo Llerda, que es una muy buena novela histórica.

Un saludo.

Jolan dijo...

Tomo nota, Antonio. Es un periodo que me interesa.

De novela histórica voy a empezar pronto con 'Los Reyes Malditos' de Maurice Druon.

Dimitri dijo...

Curiosamente... a mi me fue pasando al revés, fui perdiendo interés conforme avanzaban los libros. Los dos primeros volúmenes me engancharon, pero luego deriva en algo más de ciencia-ficción espacial o metafísica, dejando un poco de lado la fantasía épica pura y dura.

Aún así, Negrete me parece un gran escritor, pero he disfrutado más de él en sus incursiones históricas.

Te dejo mis reseñas sobre Negrete, por si te interesan.
http://booksymusic.blogspot.com.es/search/label/Javier%20Negrete

Salud Jolan, un placer leerte.

Unknown dijo...

Buena reseña Jolan, muy completita. Me alegra que te guste.
Efectivamente, el primer tomo es muy bueno, pero el segundo es de aupa, y ya se ve hacia donde apunta la serie. El tercero, de transición, el más flojo, y el último brutal, tan bueno como el segundo.

Un saludo. Nos leemos.

Sawayn dijo...

Gran reseña Jolan, me dan ganas de leerme el libro por tercera vez ;). Como bien dicen, el siguiente es mucho mejor y los demás mantienen la línea del primero. Pero Salamina es de lo "mejorcito" dentro de la novela histórica, siempre según mis gustos literarios...

Jolan dijo...

Hola Dimitri:
Sabiendo un poco por encima los derroteros que tomará la saga, que por lo que tengo entendido adquiere un tono más de ciencia ficción que de fantasía, creo que me pasará como a ti y que disfrutaré sobre todo de los dos primeros volúmenes. Pero es más que probable que aún así los lea todos.

Me pasaré a ver tus reseñas de Negrete, sin duda. ;)

Hola Pedro:
Me consta que eres un gran admirador de esta tetralogía fantástica. :) ¡Que todos pongáis el segundo como el mejor de los cuatro hace que tenga más ganas de continuarla pronto!

Hola Sawayn:
Con que el resto mantengan el nivel de La Espada de Fuego, ya me parecerán formidables. :)

Viendo que todos recomendáis Salamina entre las publicaciones históricas de Negrete, será lo primero que pille del autor cuando me interne en sus novelas de este género.

Muchas gracias por vuestros comentarios.

Raistlin dijo...

Pues tengo el primer libro esperando en la pila, que hace tiempo que tengo ganas de hincarle el diente a esta saga. También reconozco que el hecho de que sea literatura fantástica nacional le apunta un plus de interés, ya que no he leído nada todavía de este género producido aquí. Y bueno, luego las críticas son bastante positivas, que es lo más importante claro.
A ver qué tal, no sé cuándo podré leerlo, pero en algún momento caerá xD

Jolan dijo...

Me pasaba como a ti, Raist. Lo tuve mucho tiempo esperando en la estantería, hasta que por fin decidí ponerme con él. Ahora tengo ganas de ir a comprar el segundo para no alargar mucho la vuelta a Tramórea. Ya me contarás tu opinión cuando lo leas. ;)

aidilla dijo...

Y a mí, que no terminan de convencerme? Seré rara... (la historia si que me ha enganchado pero poco más)

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