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domingo, 14 de septiembre de 2008

Thorgal (VIII): Alinoé

Rosinski - Van Hamme (1985)
Norma editorial. Colección Pandora nº 79

Edición original: Alinoë

Atención: este artículo puede revelar detalles sobre el argumento.

Retomamos la historia de la familia un tiempo después del punto en donde les dejamos, tras su afortunado reencuentro en el sexto volumen de la serie. Y lo hacemos con un tomo independiente que, aunque no tenga una incidencia trascendental en el curso general de las andanzas del hijo de las estrellas, conforma un álbum excelente en todos los sentidos. Un relato escalofriante y de ambiente claustrofóbico en el que, por primera vez -aunque no será la última-, Thorgal no es el personaje más importante de la historia.


Ya podemos decir que les hemos tomado la suficiente cercanía a los protagonistas como para apreciar la calidez de las primeras escenas costumbristas, de corte cotidiano, que nos hacen pensar que la tranquilidad se ha instalado, al menos de momento, en sus vidas. Y es que la familia ha establecido su residencia en un plácido y solitario islote boscoso, alejado a varias jornadas por mar de la zona civilizada más próxima. En estas circunstancias, ¿qué amenaza podría perturbar su deseado aislamiento, sino acaso aquellas que proceden del interior de sus cabezas?

El invierno se aproxima y Thorgal debe embarcarse hacia el continente para conseguir las provisiones que van a necesitar durante la estación más fría del año. Ya ha hecho el viaje otras veces y estará de vuelta en apenas un par de días, pero Aaricia siente una inquietud diferente a la de otras ocasiones en las que se ha tenido que separar de su marido durante estas expediciones esporádicas. Sin embargo, no hay nada que temer: después de todo queda acompañada por Jolan, que ya es todo un hombrecito, y ambos estarán solos en la isla, de no ser por Muff, el perro que han adoptado por mascota, y el resto de animales de granja que les proporcionan lo más básico.


Es muy interesante ver la manera en que, durante las primeras páginas, Van Hamme hilvana con toda naturalidad una serie de pasajes familiares sencillos, en los que destaca la curiosidad emergente que Jolan siente por sus padres y lo que le rodea, para posteriormente meternos de lleno en una secuencia de tensiones constantes. Ese despertar a la razón del pequeño de la familia es precisamente el que motiva los acontecimientos que se van a desencadenar: Jolan se siente solo, todavía sin hermanos ni otros niños con los que jugar en la isla, de modo que cuando se encuentra en la playa un brazalete en el que hay tallados unos extraños símbolos, no duda en inventarse que se trata del regalo de un amigo, en realidad imaginario: Alinoé; un muchacho de piel blanca, ojos oscuros y cabellos verdes. Lo que en cualquier otro niño de su edad no es más que un juego pasajero, como producto de la mente de Jolan se convierte en una pesadilla.


Dos hechos relevantes marcan esta entrega. Por una parte, la aventura pone de manifiesto por vez primera las capacidades de Jolan de una forma consciente, si bien al principio incontrolable. Pues, como Aaricia le dice a su hijo al revelarle los orígenes de su progenitor, aún es demasiado joven para dominar sus poderes innatos, sean éstos los que sean. Por otra, el hecho de que Thorgal no sea el protagonista, sino Jolan y muy especialmente Aaricia, que si hasta ahora sólo había aportado ligeros indicios de lo que podía llegar a ofrecernos, en este álbum adquiere una enorme dimensión como personaje que hará que ya no la veamos con los mismos ojos y perdamos -si es que todavía alguien la conservaba- la percepción de ella como la típica compañera sin matices del héroe. Con la madurez que se la insufla en este número sentimos como propia su impotencia, teniendo que lidiar ella sola la situación sin ayuda de su esposo, y su desesperación, cercana a la locura.

Parece que el peso del destino, esta vez procedente de la especie de don que recae sobre los herederos del pueblo de las estrellas y no de una amenaza externa, persigue a Thorgal y los suyos incluso en la tranquila y deshabitada isla en la que se han afincado; un lugar idílico que Rosinski retrata con un dibujo bellísimo, donde los tonos ocres del agonizante otoño envuelven el continuo marco de opresión y desasosiego, y que reflejan a la perfección la soledad de la isla, transmitiendo esa sensación que todos hemos notado alguna vez de una presencia vigilante. Por cierto, que la portada de este número es especialmente bonita y representativa.


Alinoé, el amigo inventado de Jolan que escapa a su control y que encarna una maldad ciega (¿a quién no le recuerda a uno de esos niños albinos que sometían a un pueblo entero en no se qué película pasada mil veces en la tele?), le imprime al argumento un cariz de terror psicológico creciente a medida que va apoderándose de todos los seres del islote, y de este mismo en última instancia, y una lograda sensación de pavor que alcanza su máximo grado a partir de la precipitada carrera que se desata desde la escena en que Aaricia y Jolan deben refugiarse en un peñasco retirado, confiando en el temprano regreso de Thorgal.

Magnífico álbum; antesala de una de las sagas más trepidantes de toda la colección.

7 comentarios:

Pedro dijo...

Fué el primer álbum que leí de Thorgal, y el que me enganchó definitivamente.

Es magistral. La forma en que cuentan una historia cotidiana haciéndola interesante (algunos deberían aprender) y la atmósfera de tensión que se va creando poco a poco en torno a Alinoë, es un ejemplo para todos de cómo se hace un cómic.

Mi escena favorita es esa en la que Aaricia intenta obligar a Jolan a que cuente la verdad y acaba castigándolo.

Admás, para mi gusto, el dibujo está en sus cotas más altas de calidad.

Angux dijo...

Opino que la serie Thorgal, se empieza a hacer madura en este número. No madura en cuanto al lector se refiere, si no que empieza a trazar un camino a seguir.Tanto en guión como en dibujo.

Un saludo.

Jolan dijo...

Coincido con vosotros en que Alinoé marca definitivamente el comienzo de una gran curva ascendente en la serie. El clímax, a mi parecer, llega con el Ciclo de Qa.

A mi también me encantan esas conversaciones tan plenas de sentido que mantiene Jolan con sus padres, y que se dan en éste y en sucesivos álbumes, como por ejemplo al comienzo de Loba. Para ser el primer número en el que Jolan aparece como un personaje capaz de expresarse, da un juego tremendo.

Pedro, curiosamente mi primer Thorgal (como comentaré pronto en este monográfico) fue el siguiente volumen: Los arqueros. :)

Pedro dijo...

Yo, de hecho, lo leí en la edición de Zinco aunque también tengo la de Norma.

Es más bonita la de Zinco, por cierto.

Enrique Jaramillo dijo...

Fue el 2° album que consegui. La unica edicion de Zinco que tengo, y tienes razón, a pesar de ser mas pequeña, es un poco menos fria que la de Norma.

Jareth dijo...

Tras mucho tiempo fascinado por esta portada, desde que la viera hace muchos años anunciada en cómics de super-héroes de Zinco, al fin he podido leer Alinoé y, la verdad, es que el resultado no me ha defraudado en absoluto. Para empezar el dibujo de Rosinski me ha parecido de lo mejor que le he visto hasta el momento. Maravillosos sus retratos de la naturaleza, sus escenas costumbristas, los primeros planos de los personajes y su expresividad, su trabajo con la luz y con las sombras, y un sin fin de cosas más que seria muy largo comentar. Por otro lado, el guión de Van Hamme una vez más me vuelve a parecer de una solidez y habilidad endiablada, haciendo especial enfásis en la humanidad y autenticidad de algunos personajes que parecen traspasar la página. No es nuevo. Ya lo había conseguido en otros "Thorgals" con personajes como Shaniah, pero aquí con Aaricia y Jolan he tenido siempre la sensación auténtica de estar mirando desde una ventana privilegiada la especial relación de una madre y su hijo. Hay tantas y tantas viñetas y escenas memorables que me faltan dedos de las manos para contarlas.

La verdad es que todo en el álbum esta muy conseguido. Quizás la única pega que le encuentra, por decir alguna, es que una vez más le encuentro algo de falta de originalidad al planteamiento. Me explicare brevemente. El Jolan del principio, haciendo extrañas inscripciones en la arena de la playa, me recuerda inevitablemente a Arquímedes cuando fue muerto. Personaje, por cierto, del que ya se vale en la piroctécnica escena naval de "La caída de Brek Zarith". Y la figura de Alinoe me parece una fusión del concepto del ya mito de Frankenstein, donde la criatura se revela contra su creador hasta perseguir su muerte cuando éste lo rechaza, y del aspecto visual de los inquietantes muchachos de "El pueblo de los malditos (1960)" de Wolf Rilla. Ojo, que no quiero quitar mérito al gran Van Hamme y su labor en Thorgal, tan sólo señalar que aunque genera unos guiones fantásticos, con unas escenas maravillosas y logradas, en varias ocasiones al leerlo me embarga esa sensación de lo ya conocido.

Perdón por el rollo y saludos desde dentro del laberinto.

Jolan dijo...

Alinoé es, para mi gusto, uno de los álbumes más notables, tanto por la historia como por su estructura. Una aventura de Thorgal, sin Thorgal, con una carga de terror psicológico muy lograda. Y encima se ve acompañado por un Rosinski que ya apunta un dibujo pletórico.

Estoy completamente de acuerdo contigo en las acertadas referencias que apuntas. Una pista más de las influencias de las que tira Van Hamme para sus tramas, sin duda.

Estás a punto de adentrarte en uno de los ciclos más gloriosos de la serie, con una antesala (Los arqueros) que a un servidor le deja el gusto de aventura favorita. Pero no adelanto acontecimientos y ya me contarás cuando lo leas. ;)

Es un placer leer comentarios tan enriquecedores como los tuyos, Jareth, así que siéntete libre de enrollarte cuanto quieras y más. ;)

Saludos.

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