«
Llamadme Ismael»... así comenzaba la obra cumbre de
Herman Melville y así es como empieza también la adaptación que el guionista
Olivier Jouvray y el dibujante
Pierre Alary llevan a cabo de esta clásica novela de aventuras del autor estadounidense, publicada en 1851. Una vez más, el cómic se revela un medio idóneo para (re)contar una historia que, siendo de sobra conocida por el público en general, adquiere nuevos matices desde su perspectiva gráfica. Cuando además el título llevado hasta el mundo de las viñetas es de procedencia universal, como en el caso de la célebre narración que nos ocupa, se diría que el valor añadido de su enfoque ilustrado es aún mayor.
Por tanto es
Moby Dick, la gran historia de aventuras de
Melville que han disfrutado varias generaciones, la que conoce ahora su versión adaptada de la mano de
Jouvray y con los sublimes pinceles de
Alary. Y es
Dibbuks, editorial que siempre ha apostado fuerte por el dibujante francés (
Belladona,
Simbad,
Silas Corey) quien presenta este bello volumen único que a partir de ahora permitirá acercar a los lectores —que no lo hubieran hecho ya en su formato convencional— a este clásico indiscutible de la literatura. Para aquellos que en cambio ya lo conocieran, seguro que será una agradable sorpresa revisitar el mítico relato gracias a esta reciente novedad que ha llegado a las librerías.
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La Espada en la Tinta...
El tomo se divide en tres partes y se inicia con la llegada de Ismael al puerto de Nantucket (Massachussets) para enrolarse en el barco ballenero Pequod junto al pecualiar Queequeg, arponero procedente de las antípodas, a quien conoce de forma accidentada en la víspera de la singladura marítima y vital. Dejando atrás sus experiencias en la marina mercante, el joven marinero busca un cambio de aires que dé sentido a su existencia, así como vivir emociones fuertes a bordo de uno de los navíos que parten en busca de los grandes monstruos de los océanos. Pero la travesía en busca del aceite que proporcionan estas gigantescas criaturas abisales se convierte en la historia de una persecución obsesiva, la del capitán del barco, Ahab, tras los pasos de la famosa ballena blanca que años atrás le arrebató una pierna y el resto de su cordura. Ismael, Queequeg, Starbuck y el resto de la variopinta tripulación asisten a la caída en el abismo de su capitán mientras surcan inexorablemente el horizonte austral sin más rumbo que el marcado por la locura del desquiciado comandante.


No es esta la primera ni única adaptación existente de la búsqueda del cachalote albino, pero
Olivier Jouvray (autor de
Lincoln, también para
Dibbuks) está a la altura del relato y consigue darle un giro con una versión libre que se centra en el carácter ofuscado y demente del capitán, prescindiendo de las connotaciones técnicas del oficio naval que incorporaba el relato original. Pero como parece lógico, es
Pierre Alary el que aporta a la historia la belleza que le es propia a toda la imaginería que rodea la novela, con atardeceres deslumbrantes en alta mar, recreaciones de impresionantes veleros y escenas que parecen sacadas del mismo cuaderno de bitácora de un navegante con ese toque aventurero que define el perfil del ilustrador, y que deleitará tanto a sus seguidores como a los amantes de las estampas marineras.
Si hay algo que destacar por sentido propio en esta adaptación es evidentemente el dibujo realizado por
Alary. Y si tenemos que resaltar algo del mismo, enseguida salta a la vista que en esta ocasión ha optado por un intencionado trazo abocetado, que apenas entra en detalles ni definiciones expresivas (exceptuando quizás al propio Ahab), pero que pretende arrancarle fuerza a las páginas, particularmente en las secuencias de mayor acción y dinamismo, como las cacerías de ballenas. Para el color, del que ya hemos destacado los espectáculares crepúsculos que se vislumbran desde la borda del Pequod, ha contado con la colaboración de
Didier Gonord, que ayuda a contrastar esa plácida calma que precede a la tormenta originada por la enajenación de Ahab y la impotencia de sus hombres hasta el momento del trágico desenlace esperado.
Sin embargo, siendo seguidor de la trayectoria profesional de
Alary, que se recrea en su faceta
Disney con títulos como
Simbad, o se muestra como un excelente exponente de línea europea actual en la genial historieta de aventuras que creó durante la primera entrega de
Silas Corey, he de admitir que objetivamente me esperaba un enfoque gráfico distinto en éste
Moby Dick, su último cómic hasta la fecha. Y es que llama mucho la atención, poniendo sobre la mesa los anteriores trabajos del autor, que nos encontremos viñetas enteras en las que raya el mero bosquejo, y que a secuencias de indiscutible vigor y belleza les sigan otras donde cierta llaneza gráfica salta a la vista.
Es tal vez ese aspecto el que hace que mi apreciación de la obra en su conjunto no alcance el esplendor que hubiera imaginado inicialmente. Queda clara la intención de otorgar a esta adaptación un sentido ágil, con la omisión de detalles propios de manual enciclopédico por lo que respecta al guión y con ese diseño deliberadamente precipitado del dibujo. Pero tal planteamiento acarrea una falta de profundidad que ha supuesto que la valoración de esta novela gráfica tampoco haya sido especialmente entusiasta en su mercado de origen. Falta el ardor de la novela en la que se inspira, aunque uno no quiera entrar en comparaciones entre libro y cómic.
No obstante lo dicho, el álbum se lee con intensidad y constituye un modo ameno y una elección visual muy interesante para conocer esta famosa historia de gran carga filosófica. Si bien es cierto que nos hubiera gustado encontrar aquí al
Alary más puro de obras anteriores, no se puede reprochar que el autor haya querido darle una vuelta a su estilo y desarrollar un encuadre diferente esta vez, no exento —que quede claro— de calidad.
Una lectura recomendable, que no consigue alcanzar la globalidad del título al que versiona, pero que tampoco lo necesita para hacernos disfrutar de su contenido. Un buen tomo más que pasa a engrosar nuestra colección
Alary, niño mimado con pleno derecho de
Dibbuks (muy correcta edición, por cierto, como es costumbre) al que sin duda todavía le queda mucho más por ofrecer, aunque este no constituya su mejor trabajo. A fin de cuentas, la segunda parte de
Silas Corey ya está a la vuelta de la esquina...