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domingo, 28 de noviembre de 2010

Museo Hergé



Apenas 30 km. separan Bruselas de la localidad de Louvain-la-Neuve, pequeña ciudad residencia de ambiente universitario, cercana a Ottignies, que desde hace año y medio alberga el Museo Hergé, dedicado a la vida y obra del famoso historietista belga, un proyecto largamente concebido y al fin hecho realidad. En mi segundo viaje a Bruselas, esta pasaba por ser una de las visitas obligadas. No lejos de la estación se encuentra el bosquecillo en medio del cual se levanta el diáfano y vanguardista edificio de líneas regulares y colores en tonos pastel diseñado por el arquitecto Christian de Portzamparc que tiene la noble función de homenajear a uno de los padres del cómic europeo. Entre pasarelas y amplios ventanales recorremos una exposición donde, en palabras del guionista Joos Swarte, se nos "muestran láminas y bocetos, en la medida de que un 80% de los originales de Hergé se encuentran disponibles y archivados. Había que hacer visible este tesoro inestimable".


Dividido en tres alturas, el recorrido comienza en la planta superior (que, como la que sigue, se compone de cuatro salas), a la que accedemos por medio de un ascensor directo. Antes habremos recogido en la taquilla, previo pago de los 9,50€ de la entrada, una audioguía interactiva (bastante completa y con explicaciones generales y puntuales de cada área temática, que además nos propone pequeños test y juegos para poner a prueba en qué medida percibimos todo aquello que vamos viendo) orientándonos a lo largo de la totalidad de la visita.

La primera sala, denominada Trayectoria de una vida, se trata en efecto de una zona biográfica. La vida de Hergé se confunde con su obra, y desde los primeros trazos que invaden los márgenes de sus cuadernos escolares hasta el nacimiento de Tintin en 1929 somos testigos -a través de toda una serie de bocetos, fotografías familiares, recortes y objetos personales- de su devoción por el noveno arte de la que resultaría una producción enorme, fruto de un trabajo incansable. Una línea cronológica se extiende de pared a pared remarcando los principales hitos en la vida del dibujante: los primeros encargos confiados por el abad Wallez, la aparición de Totor -prefiguración del célebre reportero-, la creación del Journal de Tintin, la controvertida época de su responsabilidad como dibujante en Le Soir durante el periodo de ocupación, o su segundo matrimonio con Fanny Vlaminck (férrea actual depositaria de sus derechos).


Siguiendo hasta el espacio contiguo, Creaciones múltiples, nos damos cuenta de que si bien las aventuras de Tintin y Milú decidieron el destino profesional de Hergé a partir de los años treinta, periodo que también vio nacer a la mayoría de los personajes que protagonizaron sus otras series, el artista fue mucho más que un autor de bande dessinée: mientras depuraba sus técnicas de dibujo, desarrollaba paralelamente una carrera como rotulador, grafista e ilustrador publicitario. Etapa que se materializa en unos primitivos Estudios Hergé, de la que existen variados y brillantes ejemplos de los carteles para grandes almacenes o las portadas de semanarios de boy-scouts que podemos contemplar aquí y que ya definen el peculiar estilo personal del creador de la línea clara. Toda una producción desconocida por el público general.


A estas alturas también habremos comprendido que no sólo de Tintin se compone la faceta creativa de Georges Remi, pero es sin duda el héroe de pantalones bombachos la silueta más reconocible de toda su obra. El área Una familia de papel se dedica a galería de los personajes más queridos: además del audaz reportero, analizamos el origen y algunas escenas míticas de sus inseparables Milú y Haddock, del profesor Tornasol, Hernández y Fernández, Bianca Castafiore, etc. así como las fuentes de inspiración que sirvieron para crear su perfil psicológico. Todos están aquí, incluidos secundarios inolvidables y villanos reincidentes, como Nestor o Rastapopoulos, que acompañan a los protagonistas en sus andanzas.


El Cine tuvo una influencia preponderante en el trabajo de Hergé y la última habitación de esta planta se encarga de demostrarlo. Para Hergé, el noveno arte nunca estuvo lejos del séptimo y en su oficio se veía a si mismo como director, guionista y actor de sus propias historias, que se hacen eco en muchos casos de la actualidad inmediata que enseñaban las salas de proyección o las rotativas de los periodicos. Una gran muestra de las secuencias y tramas que pueblan los álbumes de Tintin nos recuerdan las imágenes, los temas, las atmósferas y los encuadres de algunos títulos destacados del celuloide, así como actores y comediantes que dejaron una clara impronta en sus personajes.


Una escalinata nos conduce a la segunda planta y las siguientes cuatro salas, que abordan la parte más artística de la exposición, metiéndonos ya de lleno en una mirada íntima de los álbumes de Tintin, sin olvidar por ello la destacada presencia de Quick y Flupke o de Jo, Zette y Jocko entre los pasillos del edificio. El laboratorio es una de las estancias más divertidas al recrear algunos de los inventos aparecidos en las aventuras y poner al descubierto una cierta intención pedagógica en las diferentes series de su obra: aquí vemos el laboratorio de Tornasol, una reproducción a gran escala del mítico submarino tiburón de El secreto del unicornio, o las maquetas que dieron forma al cohete del episodio lunar. La aplicación de las ciencias al papel del cómic que convirtió a Hergé en otro adelantado a su tiempo.

Sueños de viajes es en sí mismo otro pequeño museo. Todo un conjunto etnográfico jalonado por vitrinas que contienen objetos y planchas representativos del periplo tintinesco y de las civilizaciones que se cruzan en su camino; de sus escapadas al África colonial o a las reservas de indios de Norteamérica, de su odisea por las estrellas o su marcha sobre el Tibet, de su paso por Oriente y su incursión en los océanos y desiertos del mundo. A través de una hilera de prismáticos contemplamos fotografías tomadas por el mismo dibujante durante sus viajes, a pesar de que este no necesitara más que sentarse frente a su mesa de trabajo para evadirse por completo de la realidad cotidiana.


La habitación que sigue, con el epígrafe de los Estudios Hergé, es la que quizás esté entre las más interesantes para los estudiosos del autor como fundador de un estilo que caracterizó el tebeo francobelga de varias generaciones. Aunque Hergé comenzó trabajando en solitario, con sólo algunas colaboraciones puntuales y a fuerza de un tesón casi artesanal, la dinámica que acarreaba el éxito de Tintin y la durísima labor de colorear las primeras aventuras en blanco y negro le impusieron la necesidad de orientarse al trabajo en equipo para funciones no carentes de importancia, como el desarrollo de fondos o la documentación gráfica. En buena hora, porque el taller del artista permitió que varios talentos (entre los que se cuentan a Edgar P. Jacobs, Bob de Moor o Jacques Martin) pudieran realizar sus propias obras personales, creando así una institución volcada en la defensa de la línea clara. El papel de Hergé como director del semanario de Tintin y patrón editorial implica una nueva época y un renovado aire en los álbumes que se producen a partir de esta fecha.

Llegamos a la sección final de la visita que, bajo la divisa de La gloria de Hergé, personaliza la trascendencia y dimensión de su creación artística, conocida y apreciada en todas partes. Cito aquí las declaraciones del autor para una entrevista, que bien pueden resumir el sentir que se desprende de este último apartado: "No hay un arte menor. Eso lo he aceptado. No hay jerarquía... El cómic es una expresión total, como la pintura. [...] Me doy cuenta de que soy un hombre feliz al poder expresarme mediante el cómic. Me he expresado mucho más de lo que un pintor podrá nunca hacerlo. Y de una forma mucho más precisa."


Sin duda se trata de una visita inexcusable para cualquier amante de Tintin y de la obra de Hergé en general. He de admitir que el museo está muy bien organizado y las diferentes salas están perfectamente acondicionadas para proteger un material que requería desde hace tiempo un espacio propio. No faltan paneles informativos y pantallas audiovisuales que proyectan entrevistas y otros documentos gráficos sobre la vida del dibujante. El museo está comprometido con una rotación periodica de las planchas y objetos que constituyen el fondo atesorado entre sus muros, de manera que la sensación de mantener viva la colección parece asegurada. Sólo queda lamentar la prohibición absoluta de hacer fotos una vez traspasado su umbral debido a que la sociedad Moulinsart quiere controlar todo el interior visual del museo (para variar...).

Por último, señalar que en la planta baja, además de las taquillas, la consigna y la cafetería, podéis encontrar también un área dedicada a las exposiciones temporales. La que actualmente ocupa este espacio (hasta el próximo 27 de febrero) está consagrada a la relación entre Tintin y los trenes, dado el carácter viajero del joven héroe originario de un país donde además la comunicación ferroviaria están tan desarrollada. Antes de abandonar el edificio no olvidéis dar un paseo por su tienda, aunque allí os volveréis locos si os interesa el abundante merchandising que desde siempre ha rodeado a Tintin. Yo me traje el calendario oficial de 2011 y una pequeña guía para conservar un recuerdo gráfico del contenido de la colección del museo, dado que no pude utilizar mi cámara.


A pesar de la distancia (el no haberse construido en Bruselas le resta un público importante), del elevado precio de la entrada y de la restricción fotográfica, creo que merece la pena dedicarle al menos un par de horas, tiempo suficiente para cubrir la visita si no sois de los que -como me pasa a mi- se entretienen más de lo debido en cada detalle. Un museo dedicado, ojo, no a Tintin en exclusiva, sino a toda la creación profesional de uno de los más ilustres representantes del cómic y, por ende, de una forma más de arte del último siglo, que probablemente vea aumentar su afluencia con el estreno de la producción cinematográfica que Spielberg está preparando.
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