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sábado, 28 de febrero de 2009

Siete misioneros


Volvemos con la serie Siete para tratar en esta ocasión de la que, con bastante consenso, se afirma como su entrega más atractiva, desmarcándose del resto de volúmenes. Un álbum de ficción histórica con toques de humor, recomendable para todo tipo de lectores, que goza de un guión bien urdido y un dibujo excelente.

Hablaba en una reseña anterior del simbolismo implícito de la cifra que pone nombre a la colección. Posiblemente, cuando uno piensa en ese número, una de las primeras relaciones asociadas que se le viene a la cabeza es la de los famosos siete pecados capitales: la soberbia, la envidia, la pereza, la avaricia, la gula, la lujuria y la ira. Después de todo, ¿quién no ha incurrido, a lo largo de distintas etapas de la vida, en todos y cada uno de estos males, si no en varios a la vez? Menos populares y practicados, me temo, son sus comportamientos opuestos, o virtudes establecidas igualmente por el catolicismo. En cambio, hay un interés especial en la célebre lista de vicios que la ha convertido en punto de mira de creaciones de toda clase: desde las representaciones pictóricas del mundo clásico, a la literatura prerrenacentista (con La Divina Comedia, de Dante, como más claro ejemplo) y la filmografía moderna (la ingeniosa Seven -1995- de David Fincher, correctamente interpretada por el trío Freeman-Pitt-Spacey). Desde ahora, en el mundo comiquero, los pecados también tienen a un buen valedor de su causa.


Siete misioneros trata sobre un grupo de monjes de la Irlanda, ya cristianizada, del s.IX, reunidos bajo una pequeña comunidad rural. Creyéndose lejos de la mirada de sus superiores, estos siete religiosos indolentes viven en el esparcimiento de una dejadez absoluta, habiéndose entregado cada uno de ellos al vicio que más le place. Al tiempo, las costas de la bella Erin sufren durante la época las primeras incursiones de los bárbaros del norte, los vikingos. Estos ataques (que empiezan a ser tan comunes como para incorporar a los rezos diarios la conocida súplica de protección) arrasan poblaciones enteras, masacran a sus habitantes y -quizá lo que más molesta a las autoridades eclesiásticas- expolian los tesoros de la Iglesia.


Ante la gravedad del asunto, el abad de la región y su clerical séquito de priores se plantean varias soluciones al problema: la primera de ellas, en la que fundan sus principales esperanzas, se centra en obtener el favor del rey, demasiado ocupado en esos momentos en las disputas entre clanes, para que organice las defensas oportunas. Sabiendo que este presta poco interés a su petición, la otra posibilidad es la de confiar en la labor evangelizadora sobre los bárbaros para tratar de inculcarles la piedad cristiana. Poco dispuestos a perder a sus mejores predicadores en una empresa de éxito tan incierto, el encargo recae en la peculiar pandilla de blasfemos so pena de excomunión y posterior condena a la hoguera.

Así, los hermanos Onan, Curnan, Enan, Conan, Goban, Lugan y Tristan parten hacia la isla de Skellig Mor, de la que provienen las razzias de los fomorianos (así es como llamaban en la mitología irlandesa a los crueles seres del averno y, se ve que por añadidura, a los nuevos asaltantes de sus tierras), lamentando la vida que dejan atrás y resignados al martirio. La perspectiva de un sacrifio inmediato se va viendo aplazada a medida que nuestros monjes sacan partido a sus respectivos males, que calan paulatinamente en la rutina del asentamiento nórdico y tendrán un inesperado efecto.


No se puede decir que los autores de este volumen sean nombres habituales en el panorama editorial, pero desde luego su trabajo en Siete Misioneros es más que satisfactorio. De su guionista, Alain Ayroles, sólo sabemos por aquí gracias a la colección de fantasía, humor y aventuras De capa y colmillos, que publica Norma Editorial. Fuera de nuestro país, también ha participado en la ya conclusa serie Garulfo, de ediciones Delcourt, y actualmente está metido en el proyecto de fantasía heroica 'L'Âge des Chiens' (La edad de los perros). Lo del dibujante Luigi Critone se puede considerar asimismo digno de alabanza pues, siendo más o menos novato en el campo del comic comercial, nos ofrece con Siete Misioneros un resultado sobresaliente. También es Norma quien ha iniciado hace poco su otra aportación conocida: La Rosa y la Cruz, serie en proceso, de temática esotérica, que igualmente destaca por su brillante dibujo (compra planteable, vista la calidad de los lápices de Critone).

Ayroles compone una historia perfectamente llevada de principio a fin, que se ajusta con comodidad a las 56 páginas del álbum y no se resiente en ningún momento de rellenos innecesarios. Humor en su justa medida, una narración creíble pero con giros imprevistos y un guión que siempre mantiene el interés son los ingredientes para convertir este volumen en una lectura de lo más agradable. Los personajes principales son carismáticos y están muy bien desarrollados, pues uno de los problemas que arrastra la colección, al tener que dividir el protagonismo entre siete miembros, es el de un reparto desigual de su importancia, quedándose alguno con una actuación meramente accidental, como ocurría, por ejemplo, en Siete ladrones. En este caso eso no sucede, pues todos los monjes reciben su correspondiente cuota de participación en la trama. Además, sus actitudes son siempre consecuentes con sus respectivas inclinaciones pecaminosas, lo que da origen a la mayoría de las situaciones cómicas (mención especial al monje iracundo, evidente homenaje al héroe cimmerio). Por si fuera poco, los secundarios de ambas facciones gozan igualmente de una descripción, tanto gráfica como psicológica, de la que ya quisieran presumir series que se alargan durante tomos y tomos. Acompañada del trazo realista y elegante de Critone, con un estilo definido, visiblemente europeo, enriquecido por unos colores (de Lorenzo Pieri) muy adecuados e iluminaciones precisas, la historia no podía salir más redonda.


Otros aspectos positivos (de hecho, es que prácticamente no hay peros que pueda sacarle a este comic): la ambientación es estupenda. Siendo un relato que podría haber caído fácilmente en tópicos y recursos más que vistos, hay una cuidada y efectiva tarea de documentación de los autores para plasmar sus ideas en cada página. Es lógico: sólo basta aplicar un poco de esfuerzo y dedicación para que una historieta, aun cuando su única función sea la de entretener, conecte con el escenario en que se enmarca. Nos encontramos la Irlanda que, pese a la profundidad de sus convicciones católicas adquiridas unos siglos antes gracias a la evangelización de San Patricio, aún no se ha desprendido por completo de sus raíces célticas y paganas, como se observa en vestiduras de nobles y guerreros, en los respetados menhires sagrados que salpican las praderas o en los motivos espirales de estandartes y tapices.


Y desde el lado vikingo este aspecto es igual de palpable, quedando fielmente retratadas sus costumbres cotidianas, su organizada cultura y sus hábitos expedicionarios, todavía enfocados -en esa parte del mundo- en ataques sorpresa y rapiñas, más que en el comercio y la colonización. Sólo unas láminas bastan para constatar las claves de la sociedad vikinga de la época: la figura del jarl (como Thorgild) elegido en thing, la estructura familiar de los bondis libres, asistidos por sus felagis (situación que se refleja claramente dentro del núcleo que rodea a Sven), y la versatilidad de sus funciones, ora guerrero o marino, ora constructor de barcos o negociante, la alta estima por los escaldos, la cierta independencia de la mujer, ya fueran husfreyas o concubinas, la importancia del mar y los emblemáticos drakkars, o la solemnidad de las prácticas funerarias. La recreación de las construcciones de la época, de unos y otros, también es ejemplar: tanto las primitivas iglesias de madera y comunas rodeadas por empalizadas, como las clásicas viviendas vikingas de única planta en las que se hacían casi todas las labores diarias.

No me entretengo más en explicaros estos detalles, porque lo mejor es que los veáis vosotros mismos. Creo que con decir que sólo por este título ya ha valido la pena conocer la serie, aclara bastante mi opinión. Ni siquiera se puede argüir que la aventura se haga corta o que necesitaría más espacio, ya que al tratarse de un one-shot cumple su cometido con creces. Entre todos los volúmenes de la colección, es el que más se aleja de la etiqueta de 'comic de encargo' con que se ha tildado a otros números de la misma. Si sólo podéis permitiros un tomo de Siete (aunque por esta vez el precio no es un pretexto), que sea este. Un tebeo que gira en torno a los pecados, pero de realización ciertamente impecable.


Otras reseñas de Siete en Adalides: Siete ladrones.

6 comentarios:

Angux dijo...

Estupenda reseña Jolan, con la que estoy tan deacuerdo que podría haberla firmado yo(si supiera expresarme tan bien como tú).

Te enlazo donde te dije;D

Un saludo.

Pedro dijo...

Completamente deacuerdo. Un diez para la documentaciòn y para la ambientación.

Es muy divertido comprobar cómo, prácticamente en cada viñeta, se puden adivinar los pecados capitales de cada misionero solo por las posturas o por las expresiones de la cara. Incluso en el mural de la portada.

Jolan dijo...

Angux:
Mil gracias, amigo! ;)

Pedro:
Muy cierto! Es algo que se puede comprobar a lo largo de cada página. La expresividad de los rostros está tan conseguida que sólo con verles la cara a los monjes se deduce el pie del que cojean. Es un divertido juego a poner en práctica, aun antes de leer el álbum, justamente con el mural de presentación de la contraportada al que aludes(que, por cierto, me dije de ponerlo -pues es bastante característico de cada entrega- y al final se me ha olvidado. Creo que voy a incluirlo..!)

Saludos! :)

Daniel Rodriguez dijo...

Estupenda reseña Jolan, te las trabajas mucho. Coincido contigo en que este es de lo mejores de la serie, aun asi los demas tambien me gustan bastante.

Un saludo!

Anónimo dijo...

Deberias reseñar más, Jolan, pues bien lo haces.
Yo me he leido el 7 ladrones y es muy normalito( fijense que me lo lei hace una semana y no consigo acordarme de que va)
Y tengo esperandome para leer este misioneros(lei que era el mejor) y el psicopatas(es del guionista de marques de Annaon y por eso me lo pille)

Jolan dijo...

Gracias, Caracrater ;)
De Siete ladrones puede decirse que si te gusta mucho su dibujo y eres incondicional del género, lo disfrutas más. Si no, es fácilmente olvidable, como te ha pasado. A ver qué te parece el de los psicópatas, pero en general la crítica le da un suspenso...

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